EL DISCURSO
COMPLETO DEL PRESIDENTE MAURICIO MACRI EN EL CENTRO CULTURAL KIRCHNER (CCK)
30 de octubre de 2017
El
destino elegía al doctor Alfonsín para comenzar lo que hoy viene siendo el
período más extenso de nuestra democracia, pero estamos aquí reunidos por todas
las deudas que todavía tenemos a pesar de todas estas décadas. Hace poco más de
una semana los argentinos dimos un enorme paso, confirmamos nuestra decisión de
cambiar, decidimos profundizar la transformación que comenzamos juntos y que
nació en el corazón de los argentinos. Confirmamos que se trata de un cambio de
fondo, de un cambio verdadero que se basa en la esperanza de saber que somos
mejores de la vida que hemos llevado, un cambio impulsado por las voluntades y
deseos de aquellos argentinos que decidieron jugarse con la verdad, por el
crecimiento, por el trabajo, por una mejor vida para todos. Confirmamos que
empezamos un nuevo tiempo, que ya no aceptamos más “no se puede” que tanto daño
nos hizo durante décadas, confirmamos que queremos desafiar el dogma
melancólico y desesperanzado que cree que lo mejor sucedió en el pasado.
Estamos
dando pasos nuevos, firmes, seguros para seguir mejorando, para seguir
avanzando, para seguir creciendo, lo que vamos a hacer en el país entre todos
es algo que hace muchas décadas no logramos en la Argentina. Si tuviera que
definir una de las motivaciones más grandes que tengo como Presidente, diría
que es terminar con la pobreza, para que los argentinos tengan la libertad de
elegir sobre su propia vida, apasionarse y vivir de lo que los apasiona, de
concretar sus proyectos y sus sueños. Pero es inadmisible que en un país con
las condiciones estructurales que tenemos haya tantas personas en la pobreza,
somos un país grande, rico en recursos, pero la herramienta más valiosa más
allá de toda riqueza es la fuerza emprendedora del pueblo argentino, solo hay
que desatar los nudos que nos tienen maniatados para poder liberar toda esa
potencialidad latente en nosotros.
No
exagero cuando digo algo que voy a repetir una y otra vez hasta el cansancio:
somos la generación que está cambiando la Argentina para siempre, si señores,
somos todos parte de esa generación. Estamos sentando las bases para
desarrollarnos y en ese camino cómo elegimos vincularnos unos a otros es casi
tan importante como el resultado final. La única manera de dar vuelta la página
y sanar las heridas del pasado es diciéndonos las verdad, es construyendo
confianza, que es la base de un vínculo duradero y genuino, es rechazando todo
tipo de violencia, es buscando siempre el diálogo y fundamentalmente la paz. En
este punto me quiero detener unos instantes, si no hay consensos básicos sobre
el rumbo y los objetivos que compartimos para el desarrollo de nuestro país, no
habrá sustentabilidad pública, ni inversiones, ni productividad, ni seguridad
jurídica o competencia empresaria, no habrá equidad social y una verdadera
salida de la pobreza y la desigualdad.
Esto
implica una transformación muy grande, implica mirarnos hacia el futuro en vez
de pelearnos viendo los fracasos del pasado, y no hay por qué tenerle miedo a
esta idea, porque no se trata de sacar o de ajustar sino de ceder en algo para
recuperar el conjunto, de transformarnos para poder crecer. Detrás del miedo al
cambio hay a veces una mirada reaccionaria y conservadora que defiende
privilegios, y hay grupos que usan el miedo para conservarlos, es mentira que
estamos condenados a que se repita nuestra historia de fracasos, es mentira que
hay algo o alguien que quiera perjudicarnos. Lo que complica nuestro desarrollo
son nuestras propias limitaciones, nuestra tendencia a empantanarnos en los
problemas y rechazar las soluciones posibles.
Hoy
podemos decir con alivio y entusiasmo que los argentinos maduramos, que
desafiamos a esa actitud de quedarnos quietos y resignarnos, entendimos que
todos los problemas tienen solución y que esa solución depende de nosotros.
Reformar es crecer, transformarse es crecer, es evolucionar, es responder a las
necesidades actuales haciéndole frente a las dificultades con recursos nuevos,
el cambio es una actitud, el cambio es reformar instrumentos, transformar es
lograr resultados, creo en la necesidad de pensar una agenda de reforma
permanente, lo que yo llamé reformismo permanente, que esté en sintonía con
este proceso de transformación tan grande de la historia de la humanidad. Somos
parte de un mundo globalizado y no podemos seguir debatiendo realidades como si
viviéramos en otro siglo, los cambios tecnológicos están planteando debates
estructurales sobre el trabajo, el conocimiento y hasta sobre la vida misma.
Todos ellos y muchos otros pueden ser oportunidades para resolver algunos de
nuestros problemas, o pueden ser amenazas frente a las cuales nos encerramos,
negando su existencia, debatiendo una agenda pequeña y cerrada.
Reformar
el país es darle las alas que necesita para volar en el mundo de hoy, es
ayudarla a superar sus trabas para volverlo dinámico y capaz. Durante muchos
años los argentinos vivimos presos de la lógica autocomplaciente del fracaso,
vivimos lamentándonos por nuestros errores y ese sea tal vez el elemento
central para entender por qué tenemos la pobreza que tenemos, tiene que ver con
nuestra cultura del poder. A los argentinos nos ha costado construir un mundo
compartido porque nos hemos mirado el ombligo permanentemente, muchas veces se
pensó que el poder es algo que hay que apropiarse, una cultura que celebra la
vivada, que es incapaz de construir instituciones, una cultura que en vez de
tomar el poder como un servicio dijo “tengo el poder y ahora me abuso de él”.
También creo que nos hemos obsesionado en debatir ciertos temas
referenciándonos en cómo se planteaban en el pasado, no se trata de negar
nuestra historia, se trata de entender que en nuestra historia nos ha costado
crear un mundo común. Por eso para salir de la pobreza tenemos que
organizarnos, ser protagonistas de esta transformación, para eso los convoco a
lograr entre todos consensos básicos que nos permitan trazar un camino de
futuro, una hoja de ruta que nos guíe en la construcción de reglas, que nos de
estabilidad y nos lleve a una Argentina más justa e integrada donde todos
podamos tener un proyecto de vida.
Tenemos
que avanzar en reformas donde cada uno ceda un poco, empezando por los que
tienen poder, y no solo hablo de la política, tenemos que hacerlo en base a la
confianza, hablando desde la verdad, con buena fe, sin dobles discursos y
abandonando cualquier todo de etiquetas que impidan que ese diálogo fluya. No
digo que sea fácil, cambiar a veces cuesta, requiere que nos animemos a algo
diferente, pero ya no hay más excusas para no animarse, no hay más excusa, es
ahora o nunca. Hoy quiero proponerles tres ejes a partir de los cuales podamos
construir consensos para reducir la pobreza, que es la principal meta por la
cual pedí que se evaluara mi Gobierno. Esto lo digo sin desconocer de la
educación, la salud, la protección social, la infraestructura, el
medioambiente, que también son objetivos fundamentales de nuestro Gobierno.
Pero hoy me quiero concentrar en estos tres ejes: el primero es sobre la
responsabilidad fiscal, la inflación y los impuestos, no podemos gastar más de
lo que recaudamos, y esto lo digo en todos los niveles del Estado, tenemos que
seguir bajando la inflación y comprometernos para que nunca más vuelva a ser un
instrumento de la política, y debemos reducir la carga tributaria, diseñar un
sistema de impuestos equitativos sustentable, con una relación cooperativa
entre Nación y provincias. El segundo eje es favorecer el empleo, creemos en el
trabajo como eje del proyecto de vida de las personas, necesitamos más y
mejores trabajos para millones de argentinos, entonces avancemos hacia un
esquema de reglas de juego que fomenten el empleo privado, formal. El tercer
eje es el de la República y la calidad institucional, queremos comprometer a
todos los sectores a colaborar en el fortalecimiento de la República y a
construir un Estado que no esté al servicio de la política, de sus funcionarios
o de sus gremios, sino al servicio de los argentinos; esto incluye reformas en
la Justicia, en el sistema electoral y en iniciar un camino de transparencia e
integridad para prevenir y castigar a la corrupción.
Déjenme
explicar cada uno de estos ejes con más detalles porque creo que es muy
importante saber de qué estamos hablando, sin embargo no esperen una
descripción de los instrumentos, queremos para que sean el aporte del Gobierno
a las diferentes mesas del consenso. Sobre el primer eje, lo que llamamos
responsabilidad fiscal significa que durante mucho tiempo los argentinos no
hemos podido equilibrar el manejo de nuestras cuentas públicas y esto no puede
seguir así, no podemos seguir gastando más de lo que nos ingresa, tenemos que
comprometernos al equilibrio fiscal en todos los niveles de Gobierno, acordar
un camino entre Nación y las provincias para acercarnos lo más posible al
superávit de las cuentas públicas. Esto no es negociable, no es nuestro dinero
el que nos toca administrar, es el dinero de todos los argentinos y debemos
administrarlo con la mayor responsabilidad posible, una parte central de la
reforma será la nueva relación fiscal entre el Gobierno nacional y las
provincias.
Agradezco
hoy la presencia de nuestros gobernadores y todo lo que hemos logrado
trabajando juntos estos dos años, y los convoco a pensar en soluciones
duraderas. En estos dos años firmamos con los gobernadores consensos y hojas de
rutas en educación, modernización del Estado, narcotráfico, energía, minería,
cultura; estos acuerdos nos muestran el camino para seguir avanzando en los que
nos toca hoy, que es acordar una distribución de recursos equitativa en la que
esté las responsabilidades de cada uno para usar lo mejor posible los recursos
que tenemos. Estas reglas claras nos van a permitir seguir trabajando juntos en
las obras de infraestructura que tanto necesita nuestro país, y con los
gobernadores también tenemos que avanzar en otro camino importante, tenemos que
desandar juntos la escalada de impuestos que Nación, Provincia y Municipio
hicieron los últimos años. El gasto para reducir el gasto público es mayúsculo
pero no deja de ser básico, necesitamos menos impuestos, más obras, y todo esto
lo debemos lograr con equilibrio fiscal, se lo debemos a las próximas
generaciones.
¿Qué
madre o qué padre pueden dejarles a sus hijos deudas y problemas? Nuestra
generación tiene que poner en orden las cuentas públicas para que cada
argentino recién nacido herede patrimonio, infraestructura, cultura, bienestar,
y no pasivos sociales, financieros o educativos. Ustedes saben que recibimos un
Estado con un déficit alto, insostenible en el tiempo, que estamos bajando
gradualmente de a un punto por año, porque queremos cuidar a quienes pueda
sufrir la transición y porque queremos que la reducción sea para siempre,
queremos que los argentinos incluidos sus dirigentes valoren el equilibrio
fiscal como un requisito indispensable de un buen Gobierno, no nos gusta
endeudarnos, pero mentirnos, emitiendo dinero sin respaldo y generando
inflación. Desde el primer día reconocimos que la inflación es fruto de una mal
política, estamos bajando gradualmente y este año será la más baja desde el 2009,
no se puede crecer sostenidamente, no se puede aspirar al desarrollo, a la
creación del empleo, a la reducción de la pobreza, si no bajamos la inflación.
Todos nuestros vecinos la han vencido y también lo han hecho la mayoría de los
países del mundo, la inflación alta castiga a la mayoría, lastima a la
inversión, impide la competencia, y por ende el incentivo a mejorar, la
inflación arruina el ahorro. Solo unos pocos privilegiadas, casi siempre gente
con recursos o contactos, puede protegerse de ella, la mayoría de los
argentinos solo la sufre.
Quiero
proponerles un compromiso de todos para que nunca más volvamos a tener
inflación, necesitamos un moneda estable para que el crédito que empezó a
crecer en la Argentina crezca fuerte y sólido. Necesitamos crédito a más largo
plazo y menor costo para sostener tanto del sector público como del privado, lo
mismo necesitan las familias argentinas para que cada uno pueda acceder a su
propio hogar, pero el crédito se sostiene sobre la confianza, cuánto más
previsible seamos, cuánto más estable es nuestra moneda, cuánto más baja sea la
inflación, más crédito habrá para todos. También como parte de este primer eje
quiero hablar de los impuestos, lamentablemente tenemos impuestos que ningún
país tiene, impuestos demasiado altos, con una distribución poco equitativa y
un sistema impositivo complicado y engorroso, y la peor distorsión de nuestro
sistema es la evasión fiscal, genera competencia desleal, castiga a los más
productivos, a los que invierten, a los que exportan, a los que dan trabajo
formal. Ya empezamos a bajar la carga tributaria, bajó casi dos puntos desde
que asumimos, claramente desde un punto de partido muy alto, es cierto, y
todavía nos queda mucho camino para recorrer. Por eso queremos avanzar con las
provincias y con los municipios hacia un sistema de impuestos más simple, más
claro, más equitativo y que beneficie la inversión productiva y la creación de
empleo, por eso mañana o el miércoles vamos a presentar una propuesta de
reforma tributaria, con la mira en la equidad y en largo plazo. Un último punto
sobre la situación macroeconómica y su sustentabilidad a largo plazo: tenemos
que pensar una conversación adulta y honesta sobre nuestro sistema de
jubilaciones y pensiones. Estamos orgullosos de la amplia cobertura de nuestros
jubilados, el año pasado creamos la pensión universal al adulto mayor para que
todos los mayores de 65 años tenga un ingreso asegurado, y estamos orgullosos
de la Reparación Histórica que ha permitido corregir a más de un millón de
jubilados. Pero sabemos que nuestro sistema previsional esconde seria
inequidades y no es sustentable, a mi entender no debería haber jubilaciones de
privilegios, ni regímenes especiales, que por ejemplo habiliten sin
justificación a que algunos se jubilen a las 40 o los 50 años, mientras otros tienen
que trabajar hasta los 65 ¿Por qué?
En
la ley de Reparación Histórica se previó la creación de un consejo para diseñar
un nuevo sistema previsional dentro de un plazo de tres años, el sistema
seguirá siendo universal, público, solidario y de reparto, pero también
necesitamos que sea integral, sustentable y justo, que busque que todos los
argentinos trabajemos al mismo tiempo. Eso es justo.
Por
eso, en las próximas semanas, vamos a convocar a la comisión prevista, en dicha
ley, para que las fuerzas políticas: representantes de jubilados, trabajadores,
empresarios, académicos, expertos previsionales en un proceso participativo,
puedan elaborar una propuesta para que el Congreso trate oportunamente.
Hasta
que esa reforma entre en vigencia, vamos a presentar algunas propuestas para la
transición.
Pasemos
al segundo eje: el de comprometernos a tomar medidas que favorezcan la creación
de más y mejor empleo privado y el crecimiento de la producción. Si queremos
salir de la pobreza tenemos que crear más trabajo, es el único camino, no hay
otro. Para eso, en los próximos días vamos presentar algunas iniciativas que
venimos conversando con los representantes del trabajo, orientados a la
formalización del trabajo no declarado; a mejorar la capacitación; a crear
nuevas formas de contratación para trabajadores que dan trabajo; a mejorar el
equilibrio entre el trabajo y la vida familiar, entre otras.
También
vamos a seguir combatiendo los excesos en la litigiosidad laboral, que se ha
convertido en el negocio de unos vivos, la mafia de los juicios laborales es
uno de los principales enemigos de la creación de trabajo en nuestro país. Por
eso, insisto a las provincias para que adhieran a la nueva Ley de ART, aprobada
este año; lamento que hasta ahora hayan adherido sólo dos distritos: Córdoba y
la Ciudad de Buenos Aires, y que haya sólo dos proyectos que tiene media
sanción: Buenos Aires y Mendoza.
Sé
que en otras provincias están en tratamiento – y les pido que aceleren el
trámite – porque hay pocas cosas más importantes que esto para ayudar a crear
trabajo. Estoy convencido de que los argentinos tenemos las capacidades para
competir exitosamente con los mejores del planeta, pero no podemos pedirles a
nuestras empresas que lo hagan, si no cuentan con las condiciones para hacerlo.
Venimos
trabajando para que las cargas impositivas, el costo del crédito, las
condiciones de la infraestructura logística, los costos de los insumos claves,
como la energía; el conjunto de las reglas del juego sean los adecuados para
alcanzar los niveles de productividad que necesitamos para integrarnos al mundo
de manera positiva.
Mejorar
el acceso al crédito es una prioridad, queremos más Pymes que puedan acceder al
mercado de capitales y a la Bolsa; queremos más créditos hipotecarios para la
gente. Seguimos teniendo uno de los mercados financieros más chicos de América
latina. Necesitamos multiplicar el crédito en inversión para acompañar el
crecimiento. También vamos a profundizar nuestros esfuerzos para facilitar las
cosas, esto es simplificar normativas, eliminar trámites innecesarios.
Queremos
dejar atrás un Estado complicado, lento, burocrático, pensado sobre normas
llenas de vueltas, basadas en la desconfianza y no en el espíritu simple de
cumplir con la ley. ¿Cómo puede ser que una empresa, una Pyme le pidan más de
1.500 declaraciones juradas por año? Seis por día hábil, además esas
declaraciones generan 700 pagos, por años; casi tres por día. Es demasiado, es
una locura: 158 trámites serán necesarios para una pollera para poder exportar
y los hemos reducido a 118, todavía falta, tenemos que seguir, falta muchísimo.
Las empresas tienen que concentrarse en producir e innovar, porque eso genera
trabajo, en lugar de gastar energías innecesarias en trámites.
Toda
la promoción de la iniciativa privada tiene que darse en un marco de reglas que
aseguren que los beneficios lleguen a la gente. Por eso, las empresas no sólo
tienen que pagar sus impuestos y tratar bien a sus empleados, también deben
comprometerse a cuidar a los consumidores y al ambiente; animarse a
modernizarse y competir; a pensar no sólo en qué puede arrancarles a los
gobiernos de turno, sino también en ver cuál es su aporte a la sociedad.
Debemos
que actuar para que nunca más los ganadores sean los que han obtenido privilegios,
a partir de sobornos, o los que se cartelizan abusando de los consumidores.
Seremos implacables cuando se burlen las normas de competencias en perjuicio de
la gente; creemos en la defensa de la competencia y para eso necesitamos sumar
constitucional, moderno y eficaz; transparentar los mercados también es
contribuir a la integridad de la Nación.
Y
competir quiere decir, también, salir a seducir al mundo y dejarse seducir. No
podemos seguir siendo uno de los países más cerrados; no podemos seguir
creyendo que podemos vivir solo con lo nuestro. No hay manera de salir de la
pobreza si no nos convertimos en un país exportador. Es importante que para
lograr cualquier reforma haya un diálogo con los representantes de cada sector.
La
cultura de los acuerdos y de las mesas sectoriales, de las que a menudo
participo personalmente, parte de la premisa de que todos tienen que ser parte
de la conversación: sindicatos, empresas, gobiernos. Nos sentamos todos en una
mesa, listamos todos los problemas y vamos renglón por renglón viendo qué
podemos resolver, es una maravillosa experiencia.
El
tercer eje, al que los quiero convocar para potenciar las posibilidades de
nuestro país: el fortalecimiento institucional. Los argentinos ya han decidido
que quieren vivir en una democracia republicana con instituciones respetadas,
que también los respeten a ellos, a todos los argentinos. Y no sólo a quienes
tienen acceso a funcionarios o dirigentes para pedir favores y excepciones.
Hemos demostrado que el cambio empieza por uno; hay que ser respetuosos del
Poder Judicial, cumplir con sus sentencias y con el Parlamento, donde la
presencia de ministros y funcionarios públicos es necesaria para informar y
rendir cuentas ante los Diputados y Senadores de la Nación. Además, desde el
comienzo de nuestro gobierno hemos buscado comunicar cada uno de nuestros actos
a todos los argentinos, asumiendo un compromiso firme con la libertad de
prensa.
Otro
capítulo: la modernización del Estado es una tarea fundamental. Estamos
construyendo un Estado abierto, moderno y democrático; un Estado ágil, que
simplifique trámites, agilice procesos, jerarquice al empleado público; un
Estado íntegro, transparente, que se comunica y tiene inter-operatividad con
los demás Estados. Estamos trabajando con más de 1.000 municipios dentro del
Programa de País Digital, incorporando expedientes electrónicos, el tablero de
control para gestionar mejor; dándoles accesos a sistemas cómo contratar y cómo
comprar, una revolución.
Queremos
consolidar estos avances y extenderlo a todos los niveles de Gobierno; el
cambio cultural que estamos impulsando persigue objetivos concretos: un Estado
que esté al servicio de toda la sociedad y no una sociedad al servicio de unos
pocos, queremos instituciones públicas transparentes, queremos consolidar
instituciones en las que la sociedad confíe porque no alcanza con que sólo
algunas personas que ocupan cargos públicos sean la garantía de la ética.
Así
como decía antes, que queremos un país en que la inflación sea intolerable;
queremos un país donde la corrupción sea intolerable. Tenemos que erradicar
nuestra cultura del: “roban, pero hacen”; hay que demostrar que se pueden ganar
elecciones haciendo políticas con decencia. Para esto hemos impulsado
importantes normas, como la Ley de Acceso a la Información Pública, como una
agencia independiente y profesional que ya está funcionando; ahora es el turno
de las provincias, que pueden adherirse a la ley nacional o sancionar una ley
propia. Yo – si me permiten – le recomiendo la ley nacional, que es muy buena y
se aprobó con el consenso de todas las fuerzas políticas y las organizaciones
de la sociedad civil.
Sé
que algunas provincias ya están avanzando, pero otras están retrasadas. Les
quiero pedir que avancen y que demuestren su compromiso con la transparencia y
el acceso a la información pública. No olvidemos que es un deber de los
servidores públicos.
Otras
normas, que hemos impulsado, son la Ley del Arrepentido, para casos de
corrupción; los decretos de regulación para casos de conflictos de intereses;
el mejoramiento de los procesos de compras y contrataciones con sistemas
informáticos, transparentar los procesos licitatorios y la digitalización de
todos los expedientes públicos de la Administración Central, entre muchos
otros.
Existen
en el Congreso proyectos orientados a la lucha contra la corrupción que hoy
cuentan con media sanción y en el caso de la Ley de Responsabilidad Penal de
Personas Jurídicas; la Extinción de Dominio; la ley de Reforma Política.
Somos
una república federal y por eso el compromiso con la transparencia es una
decisión que debe ser adoptada por los tres poderes del Estado, los gobiernos
provinciales, los municipales de todo el país. Poner luz sobre los asuntos
públicos y rendir cuentas es una obligación de todos.
La
Justicia: es otro de los poderes del Estado que ha iniciado un proceso de
reconstrucción de confianza, que parece haber perdido para muchos. Tenemos que
seguir trabajando para asegurar que cada día la Justicia siga mejorando en su
respuesta a la demanda, de una sociedad que ya no admite la impunidad, ni la
arbitrariedad, ni demoras justificables. Como dije recientemente, nada más
solidario y equitativo que una Justicia que trata a todos los ciudadanos por
igual, sin mirar la situación relativa de poder.
Nuestro
sistema político, por momentos, pareció más enfocado en beneficiar a los
políticos y no a quienes tienen que representar. Hay repartidos por el Estado
rincones y recovecos donde funcionarios de todos los gobiernos, en todos los
niveles, logran ubicar amigos, parientes, militantes de sus agrupaciones. Un
ejemplo – que descubrí hace muy poco – es el de la Biblioteca del Congreso de
la Nación, que tiene más empleados que las bibliotecas más grandes del mundo,
que pasó de menos de 500 a más de 1.700 empleados en los últimos años. ¿Qué ha
pasado este tiempo para que aumentara así, qué compromiso tienen con la gente,
quienes la administran? 1.700 es un número escandaloso para una biblioteca, una
vergüenza y sobre todo si comparamos con la Biblioteca del Congreso de Chile,
que tiene menos de 250 empleados. Este tipo de estafas, sí porque son estafas,
se tienen que terminar, no hay más lugar para esto.
Otro
caso es el de las Legislaturas provinciales, que ya eran escandalosos hace 15
años y desde entonces siguieron aumentando de tamaños. Hay varias provincias
donde la cantidad de empleados de la Legislatura viene aumentando a más de 10
por ciento, por año. Hay casos de legisladores que tienen más de 80 empleados,
sí 80 empleados por legislador. Estoy seguro de que hay maneras mucho mejor de
trabajar, mucho mejor que armar quioscos para los amigos de la política.
En
el ministerio Público Fiscal se contrataron 1.100 personas, entre el 2012 y el
2016, la mayor parte de estas asignaciones fueron para cargos de alta
jerarquía. No quieran saber los sueldos. En el Consejo de la Magistratura hay
una desproporción similar, el número de consejeros creció casi un 140 por
ciento, en diez años, 140 por ciento en diez años. Y hay casos, como el de
empleados de ordenanza, cuya función es servir café o llevar expedientes, que
tienen sueldos arriba de 100 mil pesos por mes y además gozan, como todos los
empleados del Poder Judicial, de un régimen de licencias muy generoso, que
llega a permitirles tomarse dos años de licencia con goce de sueldo. Y no puede
ser que el horario de atención de los juzgados y de la justicia, en general,
sea hasta las 13:30 horas; no puede ser que durante 45 días esté interrumpido
el servicio de Justicia. Qué bueno sería para todos, realmente, que la Justicia
dé el ejemplo, que elimine una de estas licencias o que se replanteé estas
interrupciones que no hacen más que demorar causas que tardan años.
También
es importante que modernicen sus procesos para dar un servicio ágil y
transparente. En la Justicia el expediente electrónico no existe, los
expedientes tienen 200 hojas, mínimo, en papel, que se cosen y todavía están
escritos en español antiguo. Este sistema es viejo, poco transparente y
contribuye a que la Justicia sea más lenta todavía. Estos son sólo pequeños
ejemplos que podíamos pasarnos días porque son miles y nos muestran lo básico,
lo mínimo que tenemos que empezar a cambiar, esto es básico y mínimo.
Y
cada uno desde su lugar puede contribuir a reducir el gasto público: veamos el
caso de las universidades. En 10 años la planta de personal docente y no
docente; la oferta académica; el número de universidades aumentó en promedio de
más del 30 por ciento, pero la matrícula de estudiantes sólo el 13 por ciento.
Claramente esos incrementos no se correlacionan con la tasa de graduación, que
es una de las más bajas del mundo.
Por
eso se requiere el esfuerzo de las universidades para que asignen de formas más
eficientes los recursos, para mejorar su desempeño y contribuir entre todos a
reducir el gasto público.
Otro
caso es el de las obras sociales; en Argentina hay 280, de las cuales sólo 40
representan el 70 por ciento de los trabajadores y sus familias. Esto quiere
decir que hay 240 obras sociales que sólo representan el 30 por ciento de los
trabajadores y lo digo habiendo – desde el primer momento – apoyado a las obras
sociales, pero esta cantidad llama la atención.
La
sociedad argentina, en su conjunto, invierte mucho dinero en salud, y a pesar
de eso tenemos un sistema muy desigual. Queremos obras sociales fuertes y bien
administradas, porque esto significa mejorar la calidad de vida y la atención a
la salud, tanto de los trabajadores como de sus familias. Para hacerlo
invitamos a dialogar a nuestra dirigencia sindical y así ver, entre todos, cómo
podemos resolver de la mejor forma estas incongruencias.
Algo
similar sucede con los sindicatos: no puede ser que haya más de 3.000 en la
Argentina. Y sólo 600 firmen paritarias anualmente; necesitamos organizaciones
sindicales fuertes, transparentes, que realmente tengan la vocación de
representar a los trabajadores. Así que también los invitamos a ellos a
dialogar, a echar luz sobre esta situación y así entre todos podamos trabajar
para generar más trabajo, lo que nos va ayudar a avanzar hacia una Argentina sin
pobreza.
Mejorar
el Estado es poner la política al servicio de la gente y no de sus propios
intereses. También creemos que el sistema institucional político, esto es cómo
se organizan los partidos, cómo se organizan las elecciones, quedó anclado en
el pasado y tiene que dar un salto hacia adelante.
En
todos estos ejes, en todos tenemos propuestas concretas, que vamos a ir
presentando en las próximas semanas.
Para
ir finalizando, tenemos que trazar una línea de austeridad para lo que viene,
mucho de los que estamos hoy acá somos unos privilegiados. Sí, porque hemos
tenido acceso a recursos y a oportunidades que muchos argentinos no tuvieron.
Por eso tenemos que demostrar qué vamos a hacer, tenemos que dar el ejemplo y
sabemos que no nada más potente que dar el ejemplo.
Las
reformas, en las que tenemos que avanzar, exigen que cada uno tenga que ceder
un poco, empezando por los que tienen más privilegios. Porque en el camino del
gradualismo hay quienes no pueden esperar. Hay cambios que tenemos que hacer lo
más rápido posible para que los argentinos salgan de la pobreza y para que la
clase media pueda crecer. Ya vimos que no nos sirvieron los atajos, ya vimos
dónde nos llevaron las avivadas, queremos acabar con los privilegios que salvan
a unos pocos, mientras tantos argentinos padecen la pobreza y la desigualdad.
Estoy
acá pidiéndoles que todos hagamos nuestro aporte, es la forma de sacar a este
país adelante cuanto antes. El único rival que tenemos son los problemas de los
argentinos y nuestro único desafío es superar la resignación y el miedo. Muchos
dicen que esta propuesta de país ordenado le falta épica, no estoy de acuerdo,
realmente no estoy de acuerdo. Qué aventura más excitante que hacer que una
comunidad se desarrolle, más allá de los límites que creía tener; qué aventura
más épica que la de un nuevo desarrollo, basados en consensos básicos deseados
por todos. Eso es aventura, la aventura de cambiar, de mejorar todo lo
mejorable. Eso provoca entusiasmo y nos desafía a tomar las riendas con nuestras
propias manos.
Vivamos
esa sana rebeldía de querer más y saber que es posible, que está en nosotros
lograrlo. Sé que comparten mi visión, que es una esperanza compartida, pero no
una esperanza quieta. Es una convicción que nos impulsa a dar nuevos pasos cada
vez más consistentes para acercarnos a una Argentina posible y maravillosa, sin
distinciones ni privilegios, con oportunidades para todos, repito: sin
distinciones ni privilegios, pero con oportunidades para todos. Muchas gracias
a todos.
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