domingo, 31 de enero de 2016

JUAN DOMINGO PERON “El Cooperativismo es un tipo de Organización popular que está en la médula del Justicialismo”

JUAN DOMINGO PERON
“El Cooperativismo es un tipo de Organización popular que está en la médula del Justicialismo”

JUAN DOMINGO PERON


PERÓN Y LAS COOPERATIVAS DE TRABAJO


DISCURSO DEL GENERAL PERÓN EN LA CEREMONIA DE CLAUSURA DEL PRIMER CONGRESO DE COOPERATIVAS DE TRABAJO, 1954

El  General Perón expresó:
“Compañeros: 
   
    Yo quiero en primer término, agradecer a los compañeros dirigentes que hayan tenido la amabilidad de invitarme a la clausura de este Congreso, porque me dan la inmensa satisfacción de poderles saludar personalmente. 
    No es un secreto ni es tampoco una cuestión que no se sepa perfectamente bien, cómo el gobierno, a través de su planificación y de su propia acción de todos los días, apoya e impulsa el desarrollo del cooperativismo en nuestro país. 
    El cooperativismo organizado tiene para nosotros y para nuestra doctrina un punto de partida básico. Nosotros hemos traído un sentido distinto del que tenía nuestro país en el desempeño de sus gobiernos para el desarrollo de su acción política, social y económica. Hemos demostrado a través de obras y de hechos que no somos unos cuantos políticos más que venimos a seguir usufructuando de una situación política en nuestro beneficio o en el del sector que representamos. Nosotros hemos querido dar a nuestra acción de gobierno la sensación real y efectiva de que no nos interesan los círculos, los sectores o los partidos: nos interesan la Nación Argentina y el pueblo argentino. Por esa razón es que nos hemos preocupado de dar ya una orientación definida al pensamiento básico de la Nación a través de una doctrina. Los políticos generalmente no quieren crear doctrinas porque éstas son obligaciones que contraen y que los atan definitivamente al cumplimiento de su deber, y ellos prefieren cualquier cosa menos cumplir con su deber. Los políticos siempre decían cosas complicadas para que nadie las entendiese demasiado bien y los obligara a cumplir lo prometido, lo que no harían, por otra parte, aunque lo hubiesen prometido realmente. 

Nosotros hemos terminado con ese tipo de políticas escurridizas y escabrosas, y hemos fijado bien claramente qué nos proponemos realizar, cómo nos proponemos realizarlo y cómo lo vamos realizando a la luz de esa doctrina que hemos lanzado como idea inicial de nuestras realizaciones. De ahí que nos resulte fácil hablar frente a una agrupación de hombres de buena voluntad que se organizan con una finalidad determinada cual es el Cooperativismo, y podamos con toda llaneza y franqueza expresar nuestro punto de vista como gobierno ante ellos. Nosotros como dije, servimos intereses del pueblo argentino, y si un sector de ese pueblo en una actividad resuelve reunirse para realizar por sí una acción social y una acción económica, está dentro de nuestra doctrina, porque es la misma que propugnamos nosotros, ya que no servimos a un sector político ni a un círculo político: servimos al pueblo argentino del cual ese sector es una parte. 
   Distinto sería si nosotros, en vez de servir al pueblo argentino, sirviéramos a los grandes consorcios capitalistas que funcionan dentro del pueblo argentino. Esa ya es harina de otro costal. Si sirviéramos sus intereses no tendríamos más remedio que estar en contra de los intereses que ustedes defienden, porque casualmente ambos intereses están en contraposición. 
   Por eso nosotros podemos hablar con toda sinceridad y con toda lealtad, ya que no servimos los intereses de los consorcios y, en consecuencia, no estamos, en esta ocasión, obligados a defender sus intereses. Ahora, es indudable que frente a los grandes consorcios capitalistas de LA PRODUCCION está apareciendo un competidor y no tengo la menor duda que ellos lo van a combatir como tal, pero no es tarea del gobierno el ayudar a ese tipo de combate contra la producción que hombres laboriosos y de empresa quieren realizar en conjunto. 
   Cuando nosotros establecimos nuestra doctrina a este respecto, hemos dicho que apoyaremos y que ayudaremos en toda forma la acción cooperativa, tanto en lo que respecta a las cooperativas de producción, que están en plena marcha y organización en todo el país, cuanto en lo que se relaciona con las cooperativas de consumo, que también están en plena ejecución en todo el país, como asimismo a las cooperativas de trabajo, que son una forma que ustedes están encarando para realizarla.
LA PRODUCCION 
   Este tipo de cooperativa de trabajo es una de las formas de cooperativas de producción. Por eso el gobierno no solamente la ve con simpatía, sino que pondrá toda su influencia y toda su ayuda para servirla de la mejor manera. 
La cooperativa de trabajo, siendo una de las formas de la cooperativa de producción, realiza una acción conveniente al país, situación que surge de un rápido análisis. En primer lugar, nosotros decimos que en estos momentos es necesario producir, producir y producir y asociándose ustedes para producir, encuadran perfectamente dentro de la doctrina que el gobierno propugna como un bien público. En segundo lugar, nosotros hemos sostenido, cuando hablamos de la economía, que el justicialismo propugna la capitalización del pueblo. Esto es rápida y simplemente explicable. Cuando nosotros llegamos al gobierno nos encontramos con una organización de neto corte capitalista en la economía argentina. ¿Y cuál es la organización económica de carácter capitalista en el mundo? Una comunidad dentro de la cual se ha capitalizado un cinco o diez por ciento, mientras un noventa o noventa y cinco por ciento está descapitalizado. Es la descapitalización del pueblo y la capitalización de un pequeño sector constituido por las grandes empresas de producción, de industrialización y de comercialización, que son las tres actividades que hoy capitalizan. En otras palabras, el noventa y cinco por ciento de la población es tributario de esas empresas encargadas de la capitalización. El fenómeno lo hemos visto nosotros. Cuando una empresa andaba medio mal, lo que se hacía era rebajar los sueldos. Decían: hay crisis, hay que rebajar los sueldos; y rebajaban los sueldos a todos para poder capitalizar a las empresas. 
Nosotros recibimos ese estado de cosas. Podríamos haber hecho un inventario y hubiera resultado simplemente una comunidad dentro de la cual el noventa y cinco por ciento era pobre, y el cinco por ciento era rico, inmensamente rico en sus sociedades y en las capitalizaciones de sus empresas. 
   El Justicialismo está en contra de esa concepción. Porque como ustedes pueden ver, en aquel sistema está toda la economía de un pueblo al servicio de la capitalización de un cinco por ciento de su población, en las empresas capitalizadas. Esas empresas capitalizadas son las que producen los impuestos, porque al resto de la población ¿Que le va a sacar?: impuestos. ¿Y de dónde? Estaban los impuestos a los réditos, a LA PRODUCCION, a las rentas, a la exportación, y de allí salían los presupuestos para los gobiernos capitalistas. Ese es el sistema que emplean en el mundo entero. Al resto del pueblo le sacan algunas moneditas, de los cigarrillos, etc., que es lo único que le pueden sacar. 
   Con eso, el sistema capitalista estructuró sus posibilidades estatales y sus posibilidades nacionales en la economía. Nosotros no estamos con eso; hemos recibido esas empresas capitalizadas y no queremos descapitalizarlas. Ese sector del cinco por ciento, que ya está bastante bien, lo vamos a dejar, no lo vamos a descapitalizar; pero de ahora en adelante nos vamos a ocupar para que ese noventa y cinco por ciento descapitalizado comience a capitalizarse paulatinamente.
LA CAPITALIZACION 

 Para capitalizarnos, debemos comenzar por saber qué es la capitalización. La capitalización es el ahorro acumulado, en acción económica. Todo lo que vamos juntando con el producto del trabajo, del negocio, del esfuerzo, se va juntando y va formando una empresa de acción, empresa que va aumentando en sus medios económicos, vale decir, se va capitalizando. 
    A este pueblo un tanto anémico que nosotros recibimos – anémico económicamente, y algunas veces físicamente –, le vamos a poner los medios para que pueda irse capitalizando paulatinamente. Vale decir, vamos a permitirle, a través de una conveniente remuneración de su esfuerzo, los medios económicos necesarios para que si él ahorra pueda ir juntando también su capital, capital que se traduce en ahorro directamente; en ahorro metálico o de dinero, en ahorro, diremos, de bienes del capital –maquinarias, vehículos, etc.-, en bienes raíces – casas, etc. -. Y eso es capitalización individual y voluntaria también. Esa es una clase de capitalización. 
    La otra es la capitalización obligatoria que nosotros hacemos a través de las cajas de previsión social, donde mediante un aporte mensual, el hombre va también formando un gran fondo que es el que le permite pensar que, cualquiera sean las circunstancias de su vida futura, cuando llegue a cierta altura en la que ya no pueda trabajar, que no pueda seguir afrontando los riesgos del trabajo, se pueda retirar a su casa, y mediante ese ahorro de toda su vida, que ha sido obligatoriamente descontado a través de los servicios de previsión social, pueda tener el sustento necesario, pero es también una forma de capitalización del pueblo, porque toda esa plata que se junta es del pueblo. Allí, en la Caja, no figura de quien es. Es de todos, en la proporción en que ellos han aportado para ahorro. De manera que si a estos sistemas se agrega ahora que los hombres de buena voluntad que tienen sus ahorritos quieren ampliarlos para hacer sus propias empresas y comenzar, también ellos, a producir, a través de una cooperativa de trabajo, pero ¡bendito sea Dios, si eso está netamente dentro de la doctrina peronista! Eso quiere decir que ustedes no esperen solamente a que nosotros, Gobierno, a través de la previsión social y a través de medidas de distinto orden, los vayamos capitalizando en bienes de capital o en bienes raíces o de distinta naturaleza, sino que ustedes hacen como dicen los cristianos: que Dios los va a ayudar, pero ustedes deben ayudar un poco a Dios. 
    No deseo abundar en fundamentos, pero ustedes ven que este tipo de organizaciones populares están en la médula misma de nuestro justicialismo. En otras palabras, el Gobierno no sólo tiene que apoyarlos y ayudarlos, sino que tiene que agradecer, porque ustedes están realizando, precisamente, lo que él defiende básicamente al establecer la doctrina peronista: que nuestra función económica es capitalizar al pueblo. Así vamos cumpliendo la base de nuestra doctrina, vale decir, que el capital esté al servicio de la economía y está al servicio del bienestar social que es lo que ustedes están realizando a través del Cooperativismo. 
 Además de eso, compañeros, cuando nosotros hemos luchado contra el individualismo, no lo hemos hecho porque el individualismo represente para nosotros una palabra poco simpática. Lo hemos hecho porque sabemos que el individualismo es la base del sistema capitalista y que cuando queremos destruir al sistema capitalista tenemos que empezar por destruir la causa, que es el individualismo. 
    El sistema individualista sostiene que la sociedad debe ofrecerle a él una comunidad libre para que él haga lo que se le ocurra, a fin de encumbrarse y valorizar su actividad. Si eso está contra la comunidad a él no le interesa. El ha erigido un altar al dios que es él, se ha colocado él en ese altar, y a los demás que los parta un rayo. Por esa razón vemos a lo largo del mundo entero, donde el sistema capitalista ha entronizado al individualismo, que los países están sucumbiendo. Algunos individuos han triunfado y están ricos en ese sistema pero el país se está hundiendo. Y vamos a ver el final, cuando se hunde el país, si él va a quedar flotando. Esa es la realidad. Yo he comparado esto muchas veces con un barco que sale de un puerto y va a otro. Si en el viaje el barco se hunde, no creo que por bien que viaje alguno de los pasajeros ese pasajero se vaya a salvar. Seguramente se va a hundir con el barco. En la comunidad es exactamente lo mismo. La comunidad es un barco en el cual vamos todos navegando. Dios nos libre si el barco se hunde, porque si vamos en él no la vamos a sacar muy bien.
CONCEPTO JUSTICIALISTA
    De manera que nosotros hemos fijado, en el concepto justicialista de la Nación, que el principio indispensable es que para realizar a cualquiera de sus componentes es necesariamente previo realizar la propia comunidad. 
            Nosotros no creemos que en una comunidad que sucumba, puedan algunos de sus componentes salir airosos. Nosotros creemos que todos debemos luchar para que la comunidad realice sus fines y dentro de esa comunidad, que se realiza a sí misma, podamos realizarnos cada uno de nosotros. Esto es una cosa tan simple y tan natural que nadie la puede discutir. Es imposible pensar que el egoísmo del hombre lo haya llevado a la ceguera absoluta de luchar por hundir la comunidad en que él vive, a fin de realizar sus fines de egoísmo y avaricia. 
    Por eso, fijada esta base, para nosotros es simple y es fácil comprender por qué nosotros tenemos un profundo sentido cooperativista. Por qué la cooperativa hace en la esfera de la acción que le es propia lo que nosotros tratamos de hacer en toda la Nación. Cuando una cantidad de personas se unen y fundan una cooperativa, luchan todos para que triunfe esa pequeña entidad cooperativa, porque saben que triunfando cada uno va también con una pequeña parte en los beneficios económicos y de todo orden que la misma produce. La cooperativa es en pequeño lo que el Estado Justicialista piensa y quiere hacer en conjunto. Por esa razón, cuando algunos se preguntan por qué apoyamos el Cooperativismo, debemos contestarles que el Cooperativismo es el reflejo del Justicialismo.

Por eso, recapitulando todo cuanto he dicho, ustedes pueden estar absolutamente persuadidos de que no solamente los apoyaremos en forma moral, como decían antes los políticos, sino materialmente, que es el verdadero apoyo que se debe prestar. 
    Indudablemente, no es suficiente con tener la buena intención para hacer las cosas, sino que es menester también empeñarse para realizarlas bien. No es suficiente con tener el sentido cooperativista, sino que es menester tener la capacidad para hacerlo triunfar, y eso es una cosa más difícil. Una cosa es lo que uno siente y otra es lo que uno es capaz de realizar. Muchos sienten cosas muy lindas, pero no son capaces de realizarlas, y entonces es lo mismo que si no la sintieran. En este sentido, nosotros venimos observando un amplio espíritu de capacitación, sin el cual no pueden andar estas cosas. Las cooperativas, cualquiera sea el campo de su acción, tiene una misma finalidad. Nosotros venimos observando la inquietud y el gran interés que hay en hacerlas funcionar, pero es necesario no olvidar que la base del éxito cooperativo es la organización, sin la cual el asunto no puede andar bien. 
    El segundo aspecto es la capacitación. No se trata sólo de reunir, dado que son organismos que después se extienden mucho y se hacen muy grandes y para poderlos manejar bien resulta una tarea un poco difícil; se extienden mucho en el espacio y en el tiempo y uno organiza una cosa y marcha bien y tiene su capacidad hasta cierto punto, pero más allá se le empiezan a complicar las cosas y comienza a tener trabajo. Así se encuentra un día con una organización que creía que iba paulatinamente bien, y luego se viene abajo. ¿Por qué? Porque no estaba bien montada. Yo he visto muchos de esos casos, por eso me aventuro a aconsejarles.
CREAR ORGANIZACIONES
    Es necesario reunir gran número de hombres capacitados y después crear las organizaciones propias para capacitar a los demás, todo cooperativista para que sea útil no solamente debe poner plata sino que también debe poner su capacidad para defender esa plata. Todas las capacidades son pocas dentro del sentido cooperativista. No es un cooperativista el que pone la plata aunque sea mucha, si él no da un poco de su saber y de su capacidad para hacer triunfar a la empresa. Así como entra un día esa plata, puede salir en cinco minutos. 
    Estos aspectos de la organización y de la capacitación en el cooperativismo son cuestiones fundamentales. Lo demás todo tiene remedio. Una mala organización que se hace en el comienzo no se vuelve a corregir bien durante toda su vida. Una falta de capacitación se hace sentir al principio y se hará sentir también hasta el último día de la existencia de esa cooperativa. Algunos dicen que las cooperativas han fracasado porque el sistema capitalista reinante las aplastó en la acción de todos los días. Eso es cierto, pero lo es solamente en parte, porque si estas organizaciones hubieran tenido gente altamente capacitada y una buena organización, hubieran destruido a los otros y no se hubieran dejado destruir. 

Con todo esto quiero decir que el trabajo y el triunfo de ese trabajo cooperativista no solamente estriban en que realicemos la acción cooperativista, como así tampoco en que todos los días nos ocupemos de los negocios que están dentro de la organización cooperativista, sino que es necesario también luchar. Esa es ya una cuestión más difícil. Actuar cooperativísticamente no implica solamente la administración y la conducción de una empresa cooperativa, sino que también significa hacerse ducho, actuar en la lucha, porque no hay lugar a dudas que hoy mismo hay una lucha contra el Cooperativismo, lucha sórdida, porque saben que el Gobierno lo apoya, y no lo pelean de frente, sino de abajo. 
    De manera que con esto completaríamos lo que en mi concepto, lo vengo observando desde hace mucho tiempo, son las condiciones básicas que son necesarias asegurar en el orden de la organización cooperativista. 
    Primero, una buena organización, sin la cual no vamos a ninguna parte; segundo, un alto grado de capacitación, especialmente en los hombres dirigentes, sin que los realizadores de una cooperativa olviden que la capacitación de ellos es un gran factor de éxito, y tercero, una capacitación de lucha y una disposición a luchar todos los días para subsistir y para vencer en el campo gremial. 
     Estas tres condiciones deben estar intrínsecamente afirmadas dentro de las cooperativas, sean estas de primero, segundo o tercer grado. Todas las cooperativas, en sus distintos estados de organización y de centralización, tienen que estar perfectamente convencidas de que esas tres cuestiones hay que mantenerlas todos los días en permanente acción, en decidida acción, y sobre todo, en eficiente acción.
VENTAJAS DE LAS COOPERATIVAS
    No hay duda que las ventajas de las cooperativas residen en tener también el apoyo del sistema. Antes, una cooperativa en el sistema capitalista era una excrescencia fuera de los órganos naturales del sistema; era una introducción extraña. Ahora, en nuestro sistema, esto es natural; lo extraño es lo otro. Todo esto trae una ventaja natural. Pero el ideal que nosotros sostenemos es que en nuestro país, el sentido y el sentimiento de la organización de todas las actividades, en lo social o en lo económico, vaya tendiendo cada día más a los organismos colegiados de acción económica y social, porque solamente en la actuación común y de conjunto de diversas organizaciones de este tipo, estriba precisamente la desaparición de un individualismo que nosotros combatimos y combatiremos desde todos los ángulos y en todos los momentos de nuestra acción gubernamental. Esto, traducido al lenguaje práctico de todos los días, querría decir lo siguiente: que nosotros, desde el gobierno estamos listos para dar preferencia a estos tipos de organización en la acción efectiva de nuestra economía. En otros términos, ustedes necesitarán maquinarias diversas, bienes de capital. Nosotros daremos preferencia a las organizaciones cooperativas sobre todas las demás. 

   Esto es una cosa que se explica naturalmente por nuestro sistema y, mucho más, por la justicia que debe presidir nuestras decisiones. Antes de favorecer al señor Juan Pérez, a su señora y a sus hijos, prefiero favorecer, por una acción de gobierno, a cientos de miles de Juan Pérez que están distribuidos en todo el país. Creo que esto es bien justo y bien lógico, si se interpreta como nosotros interpretamos la acción de gobierno. El pueblo nos ha puesto aquí no para favorecer a nuestros amigos y allegados, sino a todos los amigos que son cada uno de los que componen el pueblo argentino. Siempre digo a mis funcionarios que mi mejor amigo es el pueblo argentino y que cuando con una medida de gobierno quiero favorecer a un amigo, elijo siempre el mejor amigo, que es el pueblo. 
    Yo he querido hacer esta disquisición de orden general, para que ustedes tengan la sensación real de cómo nosotros, desde el gobierno, encuadramos la acción cooperativa que en todo el territorio de la República radica en los diversos ministerios que componen el Estado. Si se trata de cooperativas de producción, la tarea más difícil que tienen es la de acopiar y negociar su producción, y en ese caso nosotros nos ponemos en contacto directo por intermedio del ministerio de Comercio Exterior, que es el encargado de la comercialización y el acopio de los granos. Si se trata del transporte, tomamos contacto por intermedio del ministerio de Transportes que es el encargado de transportar la mercadería desde los lugares de producción hasta el puerto. De esa manera, todos los organismos estatales toman contacto con las cooperativas para servirlas, que es como nosotros entendemos la acción del gobierno. Toda la organización que paga el pueblo debe servirlo.
CONTACTO DIRECTO
   Pero, además, yo he querido mantener siempre un contacto directo con las organizaciones de este carácter. Por eso, desde el ministerio Técnico de la Presidencia de la República, que es el organismo que dirige toda la organización nacional, tenemos contacto con las cooperativas. Por eso yo le he pedido al señor ministro técnico que nos hiciera hoy el regalo de su presencia en este acto, para que todos los cooperativistas sepan que en la Casa de Gobierno, además de la acción directa de los ministerios, tienen en cualquier momento el asesoramiento orgánico de planificación y de racionalización que necesiten y el apoyo para cualquier acción que emprendan, sea económica, social o política.
        En otras palabras, coincidiendo en forma absoluta con nuestra manera de sentir y de pensar, como así también con nuestro modo de gobernar, nosotros estamos dispuestos a prestar a la organización cooperativa la mayor de todas las cooperaciones, en todos los momentos y en todas las circunstancias, porque entendemos que la acción cooperativa puede solucionar el noventa por ciento de los problemas que se presenten”.

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PORFIRIO LOBO SOSA “Es decir, a veces, los que poseen los Medios, tienen inversiones en diferentes rubros, y doquiera que uno, como Gobierno, toque, genera una enorme reacción”

PORFIRIO LOBO SOSA
Es decir, a veces, los que poseen los Medios, tienen inversiones en diferentes rubros, y doquiera que uno, como Gobierno, toque, genera una enorme reacción”

PORFIRIO LOBO SOSA


DISCURSO DEL PRESIDENTE DE HONDURAS, EN LA APERTURA DE LA III CUMBRE DE JEFES DE ESTADO Y DE GOBIERNO DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE (CELAC), CELEBRADA EN CARACAS, VENEZUELA, 2 de Diciembre de 2011

Presidente Chávez, un saludo muy especial a usted, a todas las Presidentas, y los Presidentes amigos. Muy contento de estar en esta Reunión, y no puedo dejar de expresar mi agradecimiento a todos los Presidentes y Presidentas que hicieron un esfuerzo porque Honduras normalizase su situación, y estar incorporado a todos los Foros en los cuales debemos de estar; al final, es el Pueblo el que sufre exclusión. Además, permítame de nuevo agradecer... ¿cómo decir? la puntada final que puso usted y el Presidente Juan Manuel Santos, de Colombia, en el Encuentro de Cartagena. A propósito, lo veo muy bien, lo veo más fuerte que en Cartagena, más bien, hombre... ¿fue cierto lo de la enfermedad, o es...? ¡Porque lo veo muy bien!
...
Palabras de Presidente Hugo Chávez
Algunos dicen que fue un montaje de Fidel Castro... ¡no! Nos hemos recuperado bastante. Gracias.
...
Palabras de Porfirio Lobo
Pero lo veo muy bien, y eso es muy importante. También quisiera felicitar al Presidente Daniel Ortega, por esa histórica Victoria que tuvo en Nicaragua... Le pasé el dato a doña Rosario, pero parece que no me creía. Y bueno, resultó que acerté con lo que le decía que iba a sacar el Presidente Ortega; igual que felicitar a la Presidenta Cristina Fernández por su triunfo; y aquí presente, a don Otto Pérez Molina, también por el triunfo que obtuvo; igual que al amigo de Guyana, a don Donald Ramotar, por el triunfo que obtuvo recientemente. Este es un Encuentro extraordinario, y nos sentimos muy contentos de ver estos esfuerzos de cohesión, que tenemos los que tenemos tantas cosas que nos unen, tantas cosas que compartimos, en este Continente Americano. Y nuestros Próceres, hace 200 años nos dieron la solución de lo que debíamos de hacer; igual, los centroamericanos nos hemos debatido entre lo que hace 200 años nos decían, y hoy tratamos de concretar, que es la Unión de los Pueblos Centroamericanos. Y debo decir a usted, que estamos aquí presentes, y respaldamos plenamente lo que es la conformación del CELAC, y estaremos aquí presentes, con todos los esfuerzos de tener una Gran Nación Latinoamericana... ¡juntos, muy juntos, luchando por lo que todos debemos luchar, que es un mejor nivel de vida para todos los que habitan en nuestros territorios!
Usted hablaba de hermanos regulares e irregulares, ahora, en su participación; de repente yo hablaría también de que tenemos Hermanos Mayores, y otros hermanos que somos menores... Mayores, porque han logrado un crecimiento económico envidiable, y han demostrado que sí podemos superar las diferencias que tenemos, que sí podemos superar las dificultades. Pero también significa que estando todos juntos, debemos ver cómo unos a otros nos apoyamos y nos fortalecemos.
Yo quisiese, quizás, ver que en este espacio que tenemos hoy, decirles que, para su información a todos los Compañeros latinoamericanos, que hemos avanzado en Honduras, en el Proceso de Unidad y Reconciliación de la familia hondureña. Hemos caminado bastante en este esfuerzo. Lo hemos compartido con todos los hermanos latinoamericanos, igual que con los amigos del Caribe, aquí también, que forman parte de esta Gran Nación, de estos grandes Pueblos hermanos. Hemos avanzado bastante, lógicamente siempre enfrentamos algunas dificultades.
Escuchaba al Presidente Correa, y debo decirle de que, como que nos pasa la misma historia, en cierta forma. Es decir, a veces, los que poseen los Medios, tienen inversiones en diferentes rubros, y doquiera que uno, como Gobierno, toque, genera una enorme reacción... hemos tenido reacciones profundas, porque aprobamos una tasa de seguridad. Yo no puedo sacarles a los pobres de Honduras lo que no tienen. Entonces, lo que hicimos fue aprobar un impuesto, ridículo, porque estamos hablando de 3 centavos por millar, lo cual es un pequeño aporte, pero generó una enorme reacción, y hemos tenido que estar resistiendo todo lo que esto significa.
Y la historia es igual... usted toca un área, un sector económico, ellos sienten que son agravia-dos, y viene toda la descarga... Bueno, uno de los grandes dijo: ya saqué a uno, y a éste lo voy a sacar, y además lo voy a meter preso. Esa es la arrogancia que vivimos a veces, de algunos sectores en nuestros países. Y sí creo, que como una Gran Nación, todos los Hermanos Mayores deben de ayudarnos a los menores, a que logremos enfrentar esas dificultades, y logremos que en realidad... y debo decirle que estamos promoviendo un Foro en Honduras, y el nombre, el título que llevamos es: “¿Libertad de expresión, o defensa de intereses económicos?”.
Creo que este es un tema muy sensible, que debemos de analizar profundamente en estos Foros, porque no únicamente el Presidente Correa sufre lo que es el acoso de los Medios, sino que lo sufrimos todos los Gobiernos, porque están acostumbrados a que los Gobiernos tengan que pedirles la venia para cualquier acción que van a tomar.
Yo quisiese, compañeros latinoamericanos, como estamos hablando de inclusión, y estamos hablando de que logremos nosotros, mayores espacios para todas nuestras poblaciones, que parte del CELAC, también hagamos viable la creación del Foro Permanente de los Pueblos Afrodescendientes, igual que la creación de lo que es el Foro Permanente de los Pueblos Indígenas, como parte fundamental de lo que es esta Organización.
Yo quisiese que estos Eventos, en los cuales todos reflexionamos, todos veamos que aquí no se trata de Izquierdas o de derechas... Aquí se trata de un Pueblo, de Pueblos nuestros, que aún viven y se debaten en enormes dificultades. En Honduras tenemos, dos de cada tres familias que viven en pobreza, lo cual es una situación muy difícil para nosotros. Pero, lógicamente, sí vemos con mucha esperanza, y el Presidente Santos lo señalaba, cómo, lo que es, los mismos Pueblos latinoamericanos, nuestros Hermanos Mayores que nos vean con esos ojos de hermanos, que nos extiendan la mano, y que inviertan mucho en nuestros Países. De hecho, debo decirles, se ha logrado mucho en estos campos, y eso, lógicamente, genera y ayuda en lo que más ocupamos, que son espacios de empleo para nuestra gente.
Yo quisiese Presidente Chávez, Compañeros Presidentes, decir que nosotros seguimos en un camino del cual no vamos a apartarnos, ¡no importa lo que pase! Se trata de seguir luchando porque en Honduras tengamos espacios de Democracia, de participación, pero siempre en el marco de lo que es el respeto a la Dignidad de la Persona Humana; luchar por lo que es una... como el Presidente Lula lo decía... cuando los pobres tienen algo, también los ricos se benefician. Y eso creo que es importante entenderlo, en el sentido que podemos también hacer un esfuerzo, todos, para que nuestros Pueblos vivan en mejores condiciones.
Hemos ampliado en Honduras, y al fin logramos un Plan Nacional de Desarrollo, un Plan de Nación. Este Plan de Nación, lo que en el fondo persigue es empoderar a nuestra Ciudadanía. Contempla un espacio profundo de Participación Ciudadana, en la cual las diferentes Organizaciones de la sociedad civil, los Municipios, participan. Y al final perseguimos, que los Gobiernos nuestros, que son de cuatro años, tengan un Gobierno permanente, que es un Pueblo decidido a desarrollarse, ¡no hay mejor Gobierno que eso... un Pueblo decidido a desarrollarse!
Compañeros y amigos Presidentes y Presidentas, un honor para nosotros estar aquí en este Foro; no vamos a quitarles más del tiempo que ya tenemos que hacer. Presidente Chávez, muchas gracias... ¡me alegra mucho verle bien! Y ver también aquí a todos los amigos y amigas, y felicitar de nuevo a los que han logrado triunfos electorales extraordinarios.
Felicidades a todos, y muchas gracias.
PORFIRIO LOBO SOSA


MOISÉS LEBENSOHN “La caída del régimen del fraude marcó el afloramiento de las grandes aspiraciones, de los grandes anhelos que trabajaban silenciosamente el espíritu de los argentinos. El país ansiaba una vida nueva; la dignificación de sus costumbres políticas; la eliminación de los vicios y fallas que habían subalternizado la existencia pública”

MOISÉS LEBENSOHN
La caída del régimen del fraude marcó el afloramiento de las grandes aspiraciones, de los grandes anhelos que trabajaban silenciosamente el espíritu de los argentinos. El país ansiaba una vida nueva; la dignificación de sus costumbres políticas; la eliminación de los vicios y fallas que habían subalternizado la existencia pública”

MOISÉS LEBENSOHN


DISCURSO EN EL VI CONGRESO DE LA JUVENTUD RADICAL DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, 30 de Noviembre de 1946


El radicalismo ante una definición vital

Hace cuatro años el Congreso de Chivilcoy señaló la crisis profunda de la política argentina, “cuyos conjuntos militantes no definían, desde hace mucho, la orientación ética ni el pensamiento político de las corrientes populares que debieron representar”. Estudió el proceso de formación de sus comandos políticos en razón de “capitales electorales”, con exclusión de causales cívicas, y demostró cómo esa desvirtuación del sentido democrático conducía inexorablemente al partido a la ineptitud para la lucha por ideales, a la restricción de sus objetivos al campo puramente político y formal, al quietismo frente al privilegio económico y social y al abandono del impulso emocional que le asignaba la tarea forjadora de la nacionalidad; es decir, a la cancelación de la función histórica.
La República vivía ya en trance pre revolucionario. El país real y el país político eran dos mundos ajenos entre sí. Las esperanzas populares no encontraron cauce en los canales partidarios. Las últimas promociones juveniles se mantenían alejadas de las fuerzas políticas.
La “máquina política”, la superestructura de los partidos, actuaba con fines propios. Sus intereses no coincidían con los intereses ideales que debía servir. Y sin partidos que reflejen las corrientes profundas de la ciudadanía, el juego institucional se convierte en juego de ficciones. En 1942, el pueblo de Buenos Aires no intentó votar. No fue necesario el fraude. Bastó el espectáculo parlamentario; su repulsa ante las maniobras de enfeudamiento económico; la distancia entre las aspiraciones públicas y los procedimientos prevalecientes; los cuadros cerrados; el apartamiento del pueblo de las deliberaciones y decisiones internas; el antagonismo entre el clima histórico de la época, que penetraba en las conciencias argentinas, y los móviles inferiores de las planas dirigentes.
Mientras tanto, la “vieja política” dominante en el partido actuaba tras un esquema muy simple. La ciudadanía debía optar: o gobiernos del fraude o del Radicalismo. Alguna vez, por mediación de vaya a saber qué factores providenciales, el régimen gobernante, consentiría en ceder graciosamente el ejercicio del poder, retornando a la legalidad. Y en ese momento, las posiciones internas habrían de traducirse en jerarquías públicas. Lo importante era conservarlas a todo costo, y eludir cualquier acción divergente de esta línea central o que pudiere debilitar la base heterogénea en que se sustentaba cada “situación política”. De ahí la ausencia del planteamiento de los problemas sustanciales de nuestra tierra y la esterilidad de la Cámara de Diputados, que tuvo durante tantos años mayoría opositora y el deber moral de sancionar una legislación valiente, de reforma a fondo de las condiciones de vida del país, para promover el enfrentamiento revolucionario del pueblo con el Senado y los Ejecutivos del fraude. La realidad fue otra bien distinta y amarga, y a medida que fue alcanzando al pueblo fue generando el escepticismo y la desazón.
El grito de Chivilcoy pretendió sacudir a la adormecida conciencia de responsabilidad de los titulares del aparato partidario. Reclamó el establecimiento de una interrelación fluida, constante entre los cuerpos directivos y las capas populares, y la promoción de una lucha ardiente por la reestructuración del país sobre nuevas bases de auténtica justicia. Con voto directo, representación de las minorías y régimen de incompatibilidades, el espíritu de insurgencia habría dado al Radicalismo un nuevo acento, y el estado de revolución –que ya existía en el país- hubiera encontrado su cauce en el partido. Nuestra voz fue una voz más, clamante, en el desierto.
Los cuadros de la vieja política se hallaban en tránsito hacia la disolución. Una nueva postergación de la perspectiva burocrática –el vínculo primordial de sus adherentes- hubiera sido fatal al sistema. Su falta de fe en la capacidad de acción del pueblo, el temor a la disgregación de su respaldo político y la situación internacional, les insinuaron caminos de extravíos. Comenzó a tejerse sutilmente la coincidencia en torno a la candidatura presidencial del gran corruptor de la civilización política argentina; del militar que organizó el régimen de la mentira institucional y habría de aparecer como el rehabilitador del sufragio libre. Tenía fuertes puntos de apoyo en las facciones gobernantes. Se hallaba definido abiertamente a favor de las Naciones Unidas. Contaba con la colaboración exterior y su influencia interna. Era bienquisto entre las fuerzas del privilegio nacional e internacional, que florecieron durante su período. Disponía de ubicaciones estratégicas en la administración; el ministro de Guerra era su amigo y en el Ejército le sostenía el entrelazamiento de afectos e intereses anudado en el curso de su vida castrense.
A la luz de la experiencia actual es indudable que, de no haberlo interferido la muerte, el plan hubiera logrado el éxito con la participación final de gran parte de los núcleos dirigentes de nuestro partido. Trastabilló un tanto cuando el ministro de la Guerra, amigo del ex presidente, fue sustituido por otro general, que en el pensamiento del doctor Castillo habría de realizar un adecuado reajuste de los comandos, y concluyó abruptamente cuando una mañana el país se enteró de la muerte repentina del general Justo.
La tónica radical quedó tan resentida después de este proceso penoso, que la Convención Provincial de Buenos Aires llegó a votar una declaración a favor de una fórmula presidencial extrapartidaria, vale decir, de ciudadanos cuya despreocupación por la suerte de la República les mantuvo alejados de la militancia cívica. Castigábase así la firme lealtad radical del doctor Pueyrredón, candidato virtual a la Presidencia. Esto ocurría hace sólo cuatro años, en el Radicalismo de Buenos Aires, en el Radicalismo de Hipólito Yrigoyen.
Reunióse la Convención Nacional; votó la Unión Democrática; fracasó la tentativa de fórmula extrapartidaria; un delegado de Buenos Aires propuso la adopción de métodos democráticos –voto directo y representación de las minorías- al cuerpo que acababa de votar el acuerdo de partidos para salvar la democracia: la Comisión de Carta Orgánica, por sugestiones de esta provincia, se negó a formular despacho; se suscitó un conflicto en la Comisión ínter partidaria, y de pronto se produjo una prolongada “impasse”. A su término el país supo que altas figuras del Radicalismo habían mantenido entrevistas vinculadas a la candidatura presidencial con el ministro de Guerra del doctor Castillo, el general escogido para montar la máquina favorable a la política “de la unanimidad de uno” y que en el ejercicio de la cartera resultó montando otra máquina… Pidió el general Ramírez setenta y dos horas para consultar a sus camaradas; se enteró el presidente; destituyó al ministro y las tropas de Campo de Mayo avanzaron sobre la Casa Rosada. Sonaron las sirenas de los diarios; los comités dispararon bombas de estruendo, convocando a celebrar la caída del fraude. El pueblo pasó frente a los comités y se detuvo ante los diarios; era ya un pueblo que no se sentía ligado al partido.
Dejemos de lado la pugna entre las camarillas internas militares, su contienda aviesa y despiadada por el poder, su desprecio por los derechos de la dignidad humana, su convicción del triunfo de las armas agresoras y el oportunismo amoral que inspiraba su determinación de mantener la dirección del Estado hasta la definición de la guerra: todo cuanto la dictadura vejó y humilló a la República. Ocúpenos el pueblo y el Radicalismo.
La caída del régimen del fraude marcó el afloramiento de las grandes aspiraciones, de los grandes anhelos que trabajaban silenciosamente el espíritu de los argentinos. El país ansiaba una vida nueva; la dignificación de sus costumbres políticas; la eliminación de los vicios y fallas que habían subalternizado la existencia pública. El desprecio envolvía al pasado. Un nuevo sentido moral y un “Plan” nacional surgían de la ciudadanía. Se hallaba apartada de los organismos del partido; pero se sentía vinculada a la tradición histórica del Radicalismo. Era el momento de las ideas creadoras, de las rectificaciones fecundas, de la sintonización de los reclamos nacionales. Y fue, desgraciadamente, un momento que ahondó la escisión entre el pueblo y la máquina del partido. Divorciada de la realidad, permaneció insensible a la gran emoción de la hora. No pudo ser de otro modo. En sus métodos, educación y fines pertenecía a un tiempo superado. En sus manos el partido carecía de contenido actual.
Quisimos llevar nuestro sentir al escenario partidario. El 20 de febrero de 1944 la Junta Ejecutiva concretó en un programa las aspiraciones de la juventud. Reforma política: estatuto de partidos y de la administración pública, que asegure sus neutralidad alejándola del juego de partidos; régimen de represión de la venalización de sufragios. Plan concreto de construcción nacional. No una simple plataforma: un plan, es decir, la exhibición precisa de los arbitrios, recursos y etapas a cubrir escalonadamente en el primer período constitucional, destinado a lograr, con la “intervención, la deliberación y decisión del pueblo”, las finalidades esenciales de la transformación revolucionaria de nuestra sociedad: reforma agraria, inmediata y profunda; reforma educacional, que abra efectivas e iguales oportunidades a todos los argentinos; régimen de organización y seguridad social; política de recuperación económica, con el monopolio del Estado, ejercido por sí o delegado en su caso a cooperativas de consumidores o productores, de servicios públicos, combustible, energía, seguros, movilización y centralización de los sectores esenciales de la producción; reforma financiera; política económica, etc. Y para ser órgano de acción ciudadana, la reconstrucción del partido, la renovación de valores en sus cuadros directivos y su reestructuración que convierta al hombre del pueblo en actor y no espectador de las decisiones partidarias. Esta tarea –dijimos- demanda el esfuerzo de todos los radicales, sin exclusiones, mas únicamente podrán encauzarla hombres nuevos con nueva mentalidad, sin responsabilidad en los errores del pasado. La agitación apasionada de un plan delineado sobre bases semejantes hubiera proporcionado al partido las grandes consignas de la movilización popular y cohesionado la difusa voluntad de reformas en un movimiento arrollador.
El sistema caudillesco dormitaba confiado en sus efectivos electorales. Había estado veinte años corroyendo el sentido cívico y sumando sufragios en función de afectos, intereses o servicios, de pequeñas conveniencia de personas o grupos. El régimen dictatorial no tuvo más que ensanchar e intensificar el sistema, con todos los resortes del Estado, para recoger los mismos beneficios. La armazón partidaria levantada sobre estos cimientos cívicamente deleznables, reeditó el mito del gigante de los pies de barro. La lucha por los ideales fundamentales constituía una gimnasia para la cual no tenía vocación ni entrenamiento la mayor parte de ese ejército electorero. El destino le deparó una suerte paradojal. La paciente tarea de deformación cívica sólo le valió al adversario.
Y en la hora de la prueba, lo único fértil fue precisamente lo que siempre se descartó: la capacidad de actuar, con prescindencia de los intereses personales, al servicio de principios.
La dictadura utilizó una fraseología revolucionaria, declamó su demagogia anticapitalista y atacó a la clase dirigente, beneficiándose con su merecido desprestigio popular. No era un movimiento revolucionario, sino contrarrevolucionario. Sólo intentaba frenar el impulso de transformación social, que es el signo de la época, con reajustes que mantuvieron inalterables las relaciones de producción capitalista: una amortiguación en el régimen del privilegio tendiente a fortalecerlo y a identificarlo con el Estado. Su propio líder no se recató en confesarlo en su discurso de la Bolsa de Comercio. Nuestra máquina política, aferrada a sus contradicciones de origen, no quiso comprender que estábamos viviendo la dinámica de una revolución –el episodio argentino de la revolución mundial-, de la cual la de Junio era una fase negativa, “la revolución-contra”, que llamara Mac Leish, pero una fase, en fin, del proceso revolucionario. La defensa de sus intereses creados condujo a nuestra máquina política a la defensa conjunta del sistema de intereses creados que en todos los órdenes de la vida argentina, en lo cultural, en lo económico y social, clausura los horizontes de la República. De representar a la “causa” en oposición dialéctica contra el “régimen”, pasó a ser un sector del “régimen”, de la clase dirigente.
En las democracias en lucha, las fuerzas conservadoras pretendieron diferir las reformas económicas y sociales hasta la derrota del nazismo. “Nada debe interponerse hasta eliminar la amenaza contra la civilización”. Pero el canto de sirena no sugestionó a los líderes progresistas que sufrieron la experiencia de la otra conflagración. La guerra debió librarse con un sentido revolucionario, como condición de victoria. Inglaterra, en pleno combate por la existencia nacional, libró combate paralelo contra el privilegio nacional: nacionalización de los yacimientos de carbón, Plan Beveridge, reforma educacional. Aquí la solución fue opuesta. Privó el pensamiento conservador, reincidente en su táctica suicida de blandir grandes palabras y eludir la lucha contra la injusticia económica. Su gran preocupación consistió en atraer a los estancieros conservadores, mientras las peonadas, carne del Radicalismo, siguieron otros caminos. No se trata de errores. A cierta altura de la vida y de la experiencia universal no se cometen tantos errores. Fue una actitud coherente y consciente, que nacía de una identificación de intereses y de criterios.
La dictadura y la dirección opositora complementaron su juego. Encerraron mañosamente al pueblo en un dilema irreal. Justicia social, por una parte; orden constitucional por la otra, cual si fueran términos antitéticos. Una engendró su justicia social en la abominación de la libertad; la otra pospuso para un incierto y brumoso mañana la respuesta a los interrogantes populares.Se refugió en la legalidad, trinchera del “status quo” económico y social, y debió fracasar porque el “status quo” era indefendible. Así abandonó al continuismo, que las agitó como señuelos, sin sentirlas, las banderas del mundo naciente y las consignas tradicionales del partido: la lucha contra la oligarquía y los imperialismos. En febrero de 1944 –dos años antes-, la Juventud Radical exponía: “Se intenta un sinuoso planteo: o la vieja política o fascismo pseudos-nacionalista. Afirmamos la falsedad del dilema, que sólo nos conducirá a una encrucijada dramática.” La previsión se cumplió, infortunadamente, y el 24 de febrero el hombre de la calle, absorto y confuso, debió escoger su futuro en el centro de esa encrucijada.
Dentro del cuadro post-eleccionario alienta un factor confortante. La mayoría de los ciudadanos que entregó sufragios al continuismo tiene nuestros mismos ideales. Se nutre de nuestros mismos ideales. Se nutre de nuestras mismas aspiraciones nacionales.
No podía conocer la magnitud del proceso de revitalización del Radicalismo que está recuperando al partido. Fracasaron las tácticas, los comandos, el sistema: no los ideales.
Pronto comprenderá que corrió tras un espejismo. Quería una revolución democrática, nacional, de trabajadores. Le ensordeció el redoble de las consignas históricas de liberación económica y social. Pero la realidad le está demostrando cómo respaldan al gobierno todas las fuerzas reaccionarias; cómo, con las elecciones, concluyó el pregón de reforma agraria; cómo se arrojó el disfraz antiimperialista, en la negociación telefónica y en el pacto Miranda-Eady; el sistema ferroviario permanece bajo el control extranjero, la nacionalización de los servicios públicos, antes declamada, se reduce a la trivialidad de “una moda” y los feudos del capital internacional restan intocables. El régimen gobernante descubre su verdadera índole. A la oligarquía terrateniente sustituyó otra, financiero-industrial. El planeamiento propuesto tiende, ante todo, a intensificar su desarrollo e influencia. Sus hombres de empresa ejercen poderes de dictadura económica, apuntalan sus privilegios y ubican sus beneficios, asociándose al Estado en sociedad mixta. Al gremialismo dirigido sigue una cultura dirigida y constantemente se advierte la confusión totalitaria del Estado y el partido. Asoma el ideal prusiano de potencia.
Mientras el gobierno descubre su juego, el Radicalismo enfrenta una definición vital. Está en marcha la “revolución-contra”, destinada a desarrollar y consolidar nuestra estructura capitalista. El nuevo régimen se afianza, pactando entendimientos con los sectores oligárquicos argentinos y extranjeros y tejiendo su propia red de intereses.
El orden de privilegios superado era estático, conservador, quietista, partidario de la libre iniciativa y la libere concurrencia. El nuevo, dinámico, agresivo, se liga al Estado, usufructúa su respaldo y se expande bajo las seguridades de su protección.
El partido puede combatir la gestión oficial en nombre de la libertad económica, señalar sus despilfarros, sus agresiones institucionales dentro del arsenal de palabras y de ideas de fin de siglo, reduciéndose a un simple movimiento opositor. Y entonces trabajará directamente a favor del tipo de política que acaba de derrotar a la columna, sin jefe, del New Deal. Se convertiría en el partido conservador argentino, en la fuerza política de las derechas, que tanta gravitación ejercieron en su dirección en los últimos años. Se trastocaría en fuerza contrarrevolucionaria, en la equivalencia argentina del partido republicano de los Estados Unidos o del conservadorismo británico, legalista, institucionalista, amigo de la libertad en cuanto ésta coincida con los intereses de los sectores que tienen la realidad del poder. A esa posición tiende naturalmente, por inclinación congénita, el sistema de intereses creados en el partido y fue la que prevaleció en la última década.
Este partido podrá usar su nombre, pero no será la Unión Cívica Radical, tal cual la siente y la entiende el pueblo.
A este género de oposición seudo-democrática fustigó Benes al analizar los factores del triunfo transitorio de las tendencias totalitarias. “No basta –dijo el líder checo- con oponerse al autoritarismo, con predicar la democracia o hablar laudatoriamente de la libertad de los hombres y de las naciones. Debe tenerse una recta concepción de la democracia como teoría y, a la vez, el valor de poner esa teoría en la práctica, recta, justa y valerosamente. De otro modo, todas esas palabras pomposas sobre la democracia no son más que palabras vanas, palabras y nada más que palabras, para encubrir los más vulgares y egoístas intereses de las clases, los partidos e individuos dirigentes.”
Se dirá, con entonación romántica, que el partido no puede apartarse de la trayectoria demarcada por sus fundadores, los partidos no son otra cosa, en cada época, sino lo que quieren sus equipos activos, pueden colocarlos a contramano de la historia o de su origen. Evolucionan o se extinguen. El partido republicano, con Lincoln como fuerza progresista, ocupa ahora el polo reaccionario. Y en nuestro país, agrupaciones tradicionales que fueron instrumento de avance ideológico, terminaron diluyéndose en el conservadorismo. Esta divergencia entre los fines del partido y su sentido popular constituyó el drama reciente del Radicalismo. Como sus cuadros activos no reflejaban el pensamiento del pueblo radical exigimos voto directo y representación de las minorías. El hombre del pueblo hubiera mantenido la línea tradicional y el país no habría sufrido las dolorosas alternativas que derivaron de su desviación.
Puede el partido, en cambio, combatir la gestión oficial, señalando las lesiones que infiere a los intereses eminentemente populares, la falacia de su obrerismo, sus contradicciones íntimas, sus negaciones de las libertades políticas y culturales, mas no como un mero movimiento de oposición, sino como una fuerza constructora de la nacionalidad que tiene su propio camino y sus propios fines, y que actúa con objetivos nítidos, con claro sentido revolucionario, con pasión de pueblo, propendiendo a la transformación fundamental de las instituciones.
¿Fuerza revolucionaria o contrarrevolucionaria? Detrás de todos los eufemismos, ahí reside el problema. Si en lo futuro privara el pensamiento conservador, el pueblo habría de perder definitivamente el órgano fundamental de su expresión política y una nueva perspectiva sombría se levantará en el país. Si se afirma su sentido histórico, los días próximos serán de lucha, pero inevitablemente victoriosos para la causa del pueblo. Plantear el problema en sus verdaderos términos no implica afectar la unidad, como pretenden quienes quieren cubrir con un manto de palabras la realidad radical. Dos fuerzas antitéticas no se suman, se restan. No existe unidad sin unidades de doctrina y de conducta, ni puede combatirse al continuismo de la dictadura sin combatirse al continuismo del sistema que trajo la dictadura.
No hay mejor favor al sistema gobernante que el mantenimiento de las condiciones que debilitaron al partido ni peor daño que la supresión de esas condiciones. El Radicalismo no será una fuerza orgánicamente revolucionaria si no las extirpa de su seno. No es una lucha contra hombres o grupos de hombres. Es una lucha contra un modo de pensar, contra un modo de actuar, contra procedimientos y fines que han intentado desnaturalizar las esencias del Radicalismo, frustrando sus inmensas posibilidades y provocando sufrimientos irreparables al país. Pero es una empresa seria y difícil. La resistencia de los intereses creados es tenaz, sutil y poderosa, adopta mil formas cambiantes, se enlaza con todas las formas de la vida conservadora argentina, es implacable cuando dispone de los resortes del poder –dos generaciones radicales fueron trituradas entre los engranajes de la máquina- y en la hora del contraste que sus contradicciones intrínsecas gestaron, se agazapa en los vericuetos reglamentarios, se viste con la túnica de las grandes palabras y clama en su auxilio por los sentimientos de solidaridad, como si se tratara de un insignificante problema de personas. Levantó como única bandera, la bandera de la legalidad, para no herir los caros intereses del privilegio y acudió al comicio decisivo, después de haber violado, en la mayor parte del país, los principios sustanciales de la legalidad interna. Las normas democráticas de la Carta Orgánica de 1931, a quince años de sanción, no tuvieron plena vigencia, ni tampoco el compromiso contraído ante la historia y ante el país en la resolución de octubre de 1945. Aun no se aplican las bases de la Organización Nacional de la Juventud dictadas en 1939. Siete años después, la ley del partido no rige en el partido.
Es una lucha seria y difícil. Es una lucha que debe comenzar por librarse dentro de cada uno de nosotros, pero es la lucha indispensable para la pervivencia del Radicalismo, el paso previo para dotar al país de la gran fuerza forjadora de su porvenir. La caducidad de los actuales organismos, exigencia perentoria y signo visible de la iniciación de una nueva etapa, sólo abre una posibilidad. Necesitamos un nuevo espíritu, que no es otro sino aquel viejo espíritu que dio nombre al partido, designándolo con la virtud esencial del civismo; nuevos procedimientos que solo exciten en la ciudadanía los sentimientos de responsabilidad nacional; una nueva estructura, que otorgue siempre el poder de decisión, clara y concretamente al hombre del pueblo, en quien creemos y confiamos; y una permanente decisión de lucha contra todos los intereses y todos los privilegios, por la creación de las condiciones del desarrollo nacional y del bienestar social, de la liberación política, económica y cultural de nuestros hombres y mujeres; una democracia humanista y militante en la tierra de los argentinos. Es una gran tarea para un gran partido. Vive en la gesta de sus fundadores; en los sacrificios de millares de combatientes abnegados y anónimos que consagraron sus vidas al servicio de este ensueño de redención nacional; en la esperanza de los seres humildes que pueblan nuestros campos y ciudades. Con fe profunda en su futuro y en la prevalencia final de nuestros ideales, con la voluntad encendida de consumar los duros trabajos de construcción de un país, levantemos al viento la vieja bandera radical y marchemos hacia el porvenir.
MOISÉS LEBENSHON


HORST KÖHLER “La libertad y la paz son como el aire para respirar, cuando se pierden es cuando se cae en la cuenta del inestimable valor que tienen”

HORST KÖHLER
La libertad y la paz son como el aire para respirar, cuando se pierden es cuando se cae en la cuenta del inestimable valor que tienen”


HORST KÖHLER “La libertad y la paz son como el aire para respirar,


DISCURSO DEL PRESIDENTE FEDERAL DE ALEMANIA, EN LA CENA OFRECIDA A LOS JEFES DE ESTADO Y DE GOBIERNO DE LOS ESTADOS MIEMBROS DE LA UNION EUROPEA CON MOTIVO DEL 50° ANIVERSARIO DE LA FIRMA DE LOS TRATADOS DE ROMA, 24 de Marzo de 2007

Queridos invitados:
Les doy de nuevo mi más cordial bienvenida en el Palacio de Bellevue. Lamentablemente no puede estar entre nosotros alguien que, por derecho propio, debería formar parte de la concurrencia: Helmut Kohl, el ciudadano de honor de Europa. Me ha pedido que les transmita un saludo muy cordial.
Señoras y señores: Hay temas con los cuales el orador se mete casi indefectiblemente en un jardín. Se titulan, verbigracia, "Historia, situación y perspectivas de la integración europea" o también "Esencia e identidad de Europa". Quien sea proclive a la intrepidez intelectual incluso pretenderá abordarlo todo a la vez y, a ser posible, por añadidura dentro de los límites de tiempo de un discurso de banquete, que -si no ya con los invitados- al menos suele ser considerado con el cocinero.
Así las cosas, y tras darle no pocas vueltas, cambié de decisión. Me voy a limitar a hablarles brevemente de tres libros que en los últimos tiempos han tenido gran éxito entre los lectores alemanes. Al hilo de la exposición enlazaré algunas reflexiones personales sobre Europa. Y como bien advierte Voltaire, el secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo.
El primer libro -en el cual me detendré algo más que en los otros dos- lo ha escrito el periodista Wolfgang Büscher. Se titula "Berlín - Moscú". El autor recorrió esa ruta de 1.800 kilómetros a pie, siguiendo el rastro a la Grande Armée y a la Wehrmacht, en cuyas filas marchó su abuelo. Nadie sabe dónde está su tumba.
Büscher transita por los caminos militares, cruza los campos de batalla y se detiene ante las tumbas de los soldados; en una pequeña localidad polaca le enseñan un cementerio donde reposan juntos toda suerte de combatientes caídos en guerras civiles europeas; se empapa de los paisajes y escucha las historias de la gente que se encuentra a su paso: historias de atropellos y exterminio, pero también historias de amor y compasión.
Büscher vive muchas experiencias gratificantes. Al comienzo de su viaje, por ejemplo, conoce a un matrimonio polaco. La mujer es profesora de alemán. Al despedirse, le entrega un pedazo de papel que contiene, escrita con letra apretada, una lista con los números de teléfono de unas profesoras de alemán. ¿Y qué ocurre? Cada vez que marca uno de esos números, ya le están esperando. "No me podía perder", escribe Büscher, "Polonia miraba por mí."
Berlín - Moscú muestra de un modo muy cercano al sentir de la gente cuán insustituible es la libertad, cuán dulce es la paz y cuán profundo es el pozo del pasado. Con qué urgencia necesita Europa la reconciliación, una reconciliación que, sin sustraer nada de lo acontecido, sí que afirme: "Eso es obra tuya. Pero no es tu ser." Y cuánto resplandece en Europa el oeste, por cuanto todos quieren pertenecer a él -en este punto Büscher también plantea un interrogante: el este siempre empieza justo al otro lado, y es así como se va desplazando una y otra vez hasta los aledaños de Moscú, y entonces Moscú, a su vez, se siente de nuevo parte del oeste.
Todo ello también evidencia el histórico éxito que representa la integración europea. Para muchos entre tanto es algo tan sobreentendido que casi se raya en la desmemoria. Porque, en efecto, la libertad y la paz son como el aire para respirar, cuando se pierden es cuando se cae en la cuenta del inestimable valor que tienen. Los padres de los Tratados de Roma lo sabían perfectamente: Alcide de Gasperi, Robert Schuman, Paul Henri Spaak, Jean Monnet, Joseph Luns, Walter Hallstein, Charles de Gaulle, Konrad Adenauer -fueron soldados, prisioneros de guerra, miembros de la resistencia contra los fascistas y los nazis, prisioneros de la Gestapo. Habían sufrido en carne propia lo que significa la guerra, la represión, el cautiverio y el exilio, y de esa experiencia surgió el liderazgo. La Unión Europea no es un milagro, fue construida, y el anhelo supremo que animaba a los constructores era instaurar la libertad, la paz, el imperio de la ley y un equitativo equilibrio de intereses, en suma: una buena comunidad. Yo añado: Entre esos artífices se cuenta también Winston Churchill con su estratégico discurso de Zúrich y se cuentan los Estados Unidos de América, sin cuya protección y ayuda Europa occidental no se habría avenido y recobrado. Sin embargo, en todo ese proyecto el bienestar económico no ocupaba sino un segundo plano: La cooperación económica, con ser magníficos sus resultados, no constituía un fin en sí mismo sino un medio para alcanzar la integración política. El primer presidente de la Comisión Europea, Walter Hallstein, lo sintetizó en estos términos: "We are not in economics, we are in politics."
Y la coincidencia de criterio con la generación de los fundadores se extiende y traslada hoy a la convicción de que la Unión Europea es mucho más que una mera agrupación económica de perfil utilitarista. De no ser así, ¿se hubiera continuado ampliando sucesivamente con tanta determinación? Lo cierto es que el mercado interior y la unión económica y monetaria no existen por sí mismos sino precisamente como fundamento de la comunidad política y la solidaridad en las cuestiones políticas capitales y como fundamento de la actuación conjunta como amigos en la libertad.
Pero volvamos a Wolfgang Büscher. Su libro también hace cobrar conciencia de que hasta las revoluciones del año 1989 la integración europea en realidad no fue sino una victoria a medias. Es a partir de entonces y desde la adhesión de nuestros primos hermanos de Europa Central y Oriental cuando la Unión adquiere una dimensión auténticamente europea y nuestro continente se recompone en el reencuentro. Es algo sin parangón, por cuanto nunca antes tantas naciones y sus Estados se habían aglutinado por su propia voluntad; y se trata de un proceso extraordinariamente apasionante y apasionado. A nivel político desde luego, porque los nuevos miembros legítimamente aportan nuevas perspectivas, porque los veteranos, con el mismo derecho, quieren preservar lo acrisolado en la experiencia y porque las reglas de nuestra convivencia deben por fin adaptarse con paciencia y buena voluntad. ¿O acaso debe la Unión Europea, que tan saludablemente ha crecido, seguir vistiendo un traje jurídico que le queda estrecho porque fue confeccionado a la medida de un adolescente y andando el tiempo solo se le ensancharon las costuras en un par de ocasiones? Pero la conjunción de Europa también es a la vez un proceso apasionante y apasionado en la propia vida de los ciudadanos y de las regiones europeas; y a veces me pregunto si la Europa de las conferencias lo tiene debidamente en cuenta.
Hace tiempo que millones de personas vienen trabajando en esa convergencia desde abajo, no por delegación de la Unión y en la mayoría de los casos tampoco por amor a la aventura ni inquietud exploratoria, sino lisa y llanamente para ganarse el sustento. Infatigablemente recorren las viejas rutas comerciales, infatigablemente se lanzan a conocer paisajes y paisanajes en la lejanía, estudian los horarios y trayectos de los transportes, las guías de idiomas y las secciones de anuncios por palabras de los periódicos regionales. Wolfgang Büscher se encontró con algunas de esas personas: trabajadores itinerantes, carreteros y comerciantes.
Europa se conjunta nuevamente y a la par se conjuga novedosamente: trabajadores británicos trabajan en la construcción en la República Checa, jóvenes rumanas van a hacer de au-pair a París, fontaneros polacos trabajan en Londres, fabricantes italianos se instalan en Hungría, médicos alemanes se establecen en Estocolmo, entre Tallinn y Helsinki o entre Gdansk y Malmö hay un trasiego diario de profesionales que viven de un lado y trabajan del otro. En todas partes hay guías telefónicas con páginas amarillas, servicio automático para las llamadas internacionales, una densa red de líneas de autobuses transeuropeas, trayectos de transbordadores y vuelos baratos. A los turistas este cúmulo de facilidades también les permite explorar Europa en toda su diversidad y en toda su afinidad, y es de esperar que entre los estudiantes europeos la inclusión de una etapa de estudios en algún país vecino pronto se dé definitivamente por descontada. De este modo los ciudadanos de la Unión adquieren paulatinamente un horizonte vital y de experiencia común.
Esa comunidad de aprendizaje merece el máximo apoyo. Siendo como es el propósito que la Unión Europea se instale irreversiblemente en las mentes y los corazones. ¿Entonces por qué no multiplicamos nuestros esfuerzos para saciar la curiosidad de los europeos y, en particular, de la gente joven por Europa y despertar su entusiasmo por compartir lo que nos es común? En muchas conversaciones con gente joven -las más recientes en compañía del Presidente Napolitano en la Universidad de Tubinga- lo he podido comprobar: La juventud quiere Europa, y como esa voluntad europeísta se sustenta en una combinación de idealismo con riqueza de conocimientos, yo me siento confiado. Los jóvenes por ejemplo preguntan: ¿Para cuándo un canal europeo de televisión que merezca su nombre, es decir, que informe con asiduidad, con detenimiento y con conocimiento de causa sobre todos y cada uno de los Estados miembros? Un canal así también contribuiría de forma destacada a la articulación de algo tan urgente para nuestra comunidad como es una opinión pública política a nivel europeo.
Incidiendo en lo mismo: Ya que le hemos cedido a Suiza ser la sede fundacional de Eurovisión, del Concurso de Eurovisión, de la UEFA y del Foro Económico Mundial, ¿por qué no fundamos por lo menos una Casa de la Historia Europea y convocamos en ella cada año un "Foro Europeo de la Diversidad y del Diálogo" con proyección mundial?
Pero si yo lo que quería era hablar de tres libros. El segundo encabeza actualmente la lista de los libros más vendidos y es obra de Hape Kerkeling, humorista inteligente y una de las estrellas televisivas más populares del momento. Por cierto que tiene una relación muy curiosa con el Palacio de Bellevue. Resulta que hace muchos años se le ocurrió disfrazarse de jefe de Estado extranjero y se hizo llevar hasta el palacio en limusina en el instante mismo en que se esperaba la llegada del jefe de Estado de verdad. En aquella ocasión, cuando menos, consiguió colarse hasta el vestíbulo, y las imágenes grabadas de tan memorable actuación todavía hoy hacen sonreír a mis compatriotas.
También Hape Kerkeling escribe sobre un viaje. Ha recorrido el Camino de Santiago, la milenaria ruta de peregrinación a Santiago de Compostela. El libro se titula "Ich bin dann mal weg" (Bueno, yo me marcho) y cuenta cómo, tras años de agotamiento por exceso de trabajo, con sordera súbita y trastornos de la vesícula incluidos, entra en cuentas consigo mismo, se centra y, andando el camino, cavila sobre todo lo divino y lo humano. Es un relato impregnado de una espiritualidad adogmática y un talante tolerante, un relato en el que se entretejen referencias a vidas de santos con conjeturas como que quizás Dios incluso hable al peregrino a través del mensaje de un cartel publicitario. Y como Kerkeling hacen el camino gentes de todas las latitudes, y ni mucho menos solo católicos. La gran acogida que ha tenido el libro entre los lectores de cualesquiera confesiones y creencias ha sorprendido a más de uno. A mí me parece que es una señal de la naturalidad con que incontables ciudadanos europeos buscan respuesta a la pregunta acerca de qué es lo que nos sirve de sostén en nuestro fuero interno. Y el libro también es un hermoso ejemplo de cuán gozosa y despreocupadamente se puede reflexionar, hablar y escribir aquí en Europa sobre el sentido de la vida y sobre Dios.
El tercer libro es de Daniel Kehlmann y se titula "Die Vermessung der Welt" (La medida del mundo). Desgrana con estilo imaginativo a la par que ameno las peripecias vitales del matemático y astrónomo Carl Friedrich Gauß y del naturalista y viajero Alexander von Humboldt. Se palpa su genio, su enérgica aprehensión de la realidad, su determinación de llegar al fondo de las cosas -el uno mediante la reflexión pura, hasta de madrugada, tendido en el lecho; el otro, viajando sin descanso. Ambos son ciertamente típicos en su afán de exigir y proporcionar razonamientos y fundamentos siempre asibles: son típicos exponentes de una cultura del pensamiento y de la acción que impregna desde siempre a Europa. Esta actitud goza de innegable predicamento, como he podido comprobar una vez más hace escasas fechas en un viaje por América Latina. Pero el título original del libro de Kehlmann en alemán también esconde un juego de palabras por el doble significado de la palabra "Vermessung", medida y desmesura: ¿Puede la medida científica del mundo desembocar por desmesura en un mundo desmedido? ¿No hace tiempo que la hermosa nueva realidad que hemos creado gracias a la ciencia y la tecnología se ha topado con sus límites naturales? ¿Una globalización del modo de vida que disfrutamos en estos momentos los europeos y algunas otras naciones de Occidente y en aras del cual nosotros y otros estamos consumiendo el mundo sin apenas parar mientes puede ser una globalización sostenible?
Ocurre que también cuando se plantean preguntas de esta índole muchas miradas se dirigen hacia nosotros, desde todas las partes del mundo. Ocurre que también en este orden de cosas Europa tiene buena fama: Lo que la Unión Europea ha hecho hasta ahora por ejemplo en materia de protección del medio ambiente a nivel de los Estados miembros y a escala mundial desde luego que resiste cualquier comparación y debería alentarnos y animarnos a seguir asumiendo responsabilidades y liderazgo en este terreno. Por lo demás, muchos observadores extranjeros ven nuestra combinación de libertad y solidaridad como posible modelo de sostenibilidad en el seno de una sociedad. Y la gente joven con la que hablamos en Dresde y Tubinga desea que el principio de sostenibilidad sea guía y norte de toda la legislación europea. Nuestra conjunción -a la postre inconfundiblemente europea por muchas diferencias de detalle que existan- de libertad individual, pujanza científica y económica y sentido de la responsabilidad social y ecológica es atractiva. Deberíamos cultivar y fortalecer juntos los fundamentos espirituales y materiales de esa combinación genuinamente europea: aquí entre nosotros, en la propia Europa, y dondequiera que la globalización pueda modelarse positivamente. Y deberíamos buscar el diálogo sobre estos temas con otros círculos culturales y con las naciones emergentes, por cuanto todos todavía podemos aprender mucho los unos de los otros.
Solo he traído a colación tres libros de los cientos de miles que se publican año tras año en nuestros países. Pero por sí solas estas tres obras ya transmiten mucho sobre la realidad de Europa: sobre su envergadura entre África y Asia, su diversidad interna, su profundidad y sus abismos; sobre sus méritos y asimismo sobre los interrogantes ante los cuales se encuentra en estos momentos. La Unión Europea ha demostrado cómo se puede superar enemistades y cómo los pueblos y los Estados pueden construir una convivencia fecunda y recuperar el valor del bien común. La Unión aporta a los Estados miembros el orden para equilibrar sus intereses nacionales de forma equitativa y para impulsar sus aspiraciones comunes, aquí en Europa y -siempre y cuando hablemos con una sola voz- también a nivel mundial. Hemos alcanzado en el plano estatal e interestatal una imbricación que valora y valoriza la diversidad y que a la par está profundamente asociada a la profesión de unos valores compartidos. Todo esto no nos eleva por encima de otros. Pero implica que los ciudadanos de la Unión Europea, con modestia pero también con desenvoltura, podemos contribuir a que el mundo sea un lugar mejor.
HORST KÖHLER