EMMELINE PANKHURST seguro que no tengo demasiado aspecto de soldado ni de prisionero, pero soy las dos cosas.
1914. Hartford, Connecticut
Señora
Hepburn, señoras y señores: Muchas personas vienen a Hartford para hacer frente
a las reuniones, de alguna forma, como defensores. Esta noche no me dirijo a
esta reunión en Hartford para para defender una reforma. No vengo aquí como una
defensora, porque cualquier posición que el movimiento sufragista puede ocupar
en los Estados Unidos de América, en Inglaterra ha ido más allá del ámbito de
la defensa y ha entrado en la esfera de la política práctica. Se ha convertido
en el tema de la revolución y la guerra civil, así que esta noche no estoy aquí
para defender el sufragio femenino. Las sufragistas estadounidenses pueden
hacerlo muy bien por sí mismas.
Estoy
aquí como un soldado que ha abandonado temporalmente el campo de
batalla con el fin de explicar -parece extraño que tenga que hacerlo- qué
es la guerra civil y cómo es cuando la libran las mujeres. No estoy aquí sólo
como un soldado temporalmente ausente del campo de batalla; Estoy aquí -y eso,
creo, es la parte más extraña de mi visita- Estoy aquí como una persona que, de
acuerdo con los tribunales de justicia de mi país, no tiene ningún valor para
la comunidad: debido a mi estilo de vida se ha juzgado que soy una persona
peligrosa, bajo pena de trabajos forzados en una prisión. Así que debe haber
algo de interés en escuchar a una persona así. Me atrevo a decir que, en la
mente de muchos de ustedes, seguro que no tengo demasiado aspecto de
soldado ni de prisionero, pero soy las dos cosas. [...] [Advierte de que
va a empezar a tutear]
Ahora,
en primer lugar quiero hacerte entender lo inevitable de la revolución y la
guerra civil, incluso por parte de las mujeres, al llegar a una determinada
fase en el desarrollo de la vida de una comunidad. No es nada difícil si los
revolucionarios vienen de Rusia, si vienen de China, o de cualquier otra parte
del mundo, si son hombres, para hacer entender la revolución en cinco
minutos; cada hombre y cada mujer comprenden a la perfección los métodos
revolucionarios cuando son adoptados por los hombres.
Muchos
de ustedes han expresado su simpatía, probablemente incluso la simpatía
práctica, con los revolucionarios en Rusia. Me atrevo a decir que ha seguido
con gran interés la historia de cómo el revolucionario chino, Sun Yat-sen,
llevó a cabo la revolución china de Inglaterra. Y sin embargo me encuentro en
los periódicos americanos que hay una gran cantidad de incomprensión ante el
hecho de que una de las principales mentes dedicadas a la realización de la
revolución de las mujeres, por razones de conveniencia, se encuentre en París.
Sería
muy fácil que lo entendiera y no sería necesario entrar en explicaciones si al
definir la conveniencia de revolución lo estuviera haciendo un hombre, en
cualquiera de estos países, incluso en una parte del Imperio británico conocido
como es Irlanda. Si un revolucionario irlandés hubiera ocupado esta reunión, y
muchos han abordado las reuniones de todo Estados Unidos durante los últimos
veinte o treinta años, no sería necesario explicar la necesidad de revolución
más allá de decir que la gente era negada en su país y que a esa gente, es
decir los hombres, se le ha negado el derecho de autogobierno. Eso explicaría
la situación. Si yo fuera un hombre y te dijera: "Yo vengo de un país que
profesa tener instituciones representativas y sin embargo me niegan los
derechos de representación," usted entendería que ese ser humano , siendo
hombre, se estaría justificando en la adopción de métodos revolucionarios para
conseguir instituciones representativas. Pero, ya que soy una mujer, se
hace necesario explicar, en el siglo XX, por qué las mujeres han adoptado
métodos revolucionarios para ganar los derechos de la ciudadanía.
A pesar de que nosotras tenemos nuestras
reivindicaciones claras, siempre hay que argumentar nuestra postura e instar a
los hombres de nuestro público a que entiendan un hecho muy simple:
que las mujeres son seres humanos. Es evidente que no todos se dan cuenta
de que somos seres humanos ya que, en caso de ser ser así, no sería necesario
discutir por qué las mujeres, que sufren de la injusticia intolerable, se
conducen para adoptar métodos revolucionarios. Tenemos, en primer lugar,
que convencerte de que somos seres humanos, y espero ser capaz de hacerlo en el
transcurso de la noche pero, antes de hacerlo, quiero poner sobre la mesa
algunos argumentos políticos sobre los argumentos para el sufragio y la
adopción de métodos de militantes para ganar derechos políticos.
Una
gran parte de ustedes han sido llevados a creer, a partir de escasos relatos
que obtienen en los periódicos, que en Inglaterra hay una manifestación
extraña: una nueva forma de histeria que se extendió por parte de la población
feminista. Esta histeria toma la forma irresponsable de romper ventanas, quemar
cartas. [...] Es tan irracional que dices: incluso si estas mujeres tuvieran la
inteligencia suficiente para comprender lo que estaban haciendo, y realmente
quisieran el voto, han adoptado los medios más irracionales para conseguirlo.
"¿Cómo van a convencer a la gente de que deben contar con el voto
rompiendo sus ventanas?". Se nota que no entiende el significado de
nuestra revolución en absoluto y yo quiero mostrar que, cuando se hace daño a
la propiedad, no se hace con el fin de convertir a la gente al sufragio
femenino en absoluto. Se trata de un práctico medio político, el único
medio que consideramos abierto a personas sin votopara lograr una situación
política, que sólo puede ser resuelta si se da a las mujeres el voto.
Supongamos
que los hombres de Hartford tuvieron una queja, y pusieron esa queja ante su
legislatura, y la legislatura obstinadamente se negó a escucharlos, o
eliminaron su queja; ¿cuál sería la adecuada y constitucional forma práctica de
conseguir su queja eliminada? [...] Es muy sencillo y perfectamente fácil para
las comunidades de voto, llevar sus quejas si actúan en combinación y hacer un
ejemplo de legislatura, cambiando la composición de la legislatura y el envío
de mejores personas para tomar el lugar de los que han dejado de hacer
justicia.
Pero
imaginad que los hombres de Hartford no estaban en la posición de ser
electores. ¿Qué harían? Tendrían que hacer una elección entre dos males:
presentar su queja de forma indefinida a un estado injusto de las cosas, o
levantarse y adoptar algunos de los medios anticuados por el cual los hombres
en el pasado consiguieron remediar sus quejas. Sabemos lo que ocurrió [...]
cuando sintieron que no podían esperar más [...]. Comenzaron por el Tea Party
en Boston, y continuaron hasta ganar la independencia de los Estados Unidos de
América. Eso fue lo que sucedió en los viejos tiempos.
Es
perfectamente evidente para cualquier mente lógica que, cuando tienes el voto,
se puede salir de cualquier legislatura o elegir a otras personas que estarán
más atentas a sus demandas. Pero está claro que, si no ha conseguido el voto,
debe someterse a las leyes justas o injustas, hasta que llegue el momento
inevitable en el que usted se rebele contra esa injusticia utilizando medios
violentos para poner fin a la misma. Es lo que escuchamos hablar a los
políticos sobre el derecho inherente de la revolución y rebelión por parte de
los seres humanos que padecen injusticia intolerable y en Inglaterra hoy
estamos teniendo una situación provocada por los hombres que ilustra
exactamente el caso. Tenemos en Irlanda hoy una situación muy grave. Me refiero
al hecho de que agitadores irlandeses, delincuentes irlandeses, criminales
irlandeses, que han sido condenados a largas penas de prisión en cárceles,
convictos ingleses; han llegado a América y han pedido a la gente de los
Estados Unidos que les den dinero para para que puedan combatir la rebelión
irlandesa.
La
rebelión irlandesa ha entrado por fin, en los últimos años, en la política
práctica, y se ha encontrado una medida que ya ha pasado a través de la Cámara
de los Comunes y la Cámara de los Lores, dando a los irlandeses lo que siempre
quisieron: autonomía. Es decir, el próximo junio, un parlamento va a ser
establecido en Dublín, un parlamento irlandés, para la gestión de los asuntos
irlandeses, distinto del gobierno en Londres.
La
mayoría de los hombres en Irlanda lo deseaban; presumiblemente, la mayoría
de mujeres accedió a su deseo, pero no se les preguntó si lo deseaban o no. Es
cierto que en el curso de la rebelión irlandesa, las mujeres han supuesto una
parte muy importante; y éste es un punto notable sobre el que me gustaría
llamar su atención: que cuando los encarcelamientos de los irlandeses tuvieron
lugar en el curso de su rebelión política, fueron tratados como delincuentes
políticos; y cuando las mujeres, las que ayudan a los hombres, se metieron en
las bobinas de la ley, todas las mujeres en Irlanda que estaban ayudando a los
hombres para conseguir la autonomía, fueron tratadas siempre como delincuentes
comunes y se les dio ese tratamiento. Usted ve a señoras incluso en una
rebelión. Hay una ventaja en ser votante, y si usted no es un votante, es
responsable de obtener mucho peor trato que los votantes. Ahora bien, hoy en
día la situación es que la autonomía para Irlanda tomará efecto a principios
del próximo año, o en el transcurso del próximo año.
Pero
hay una parte de Irlanda que no quiere la autonomía. Hay una parte de Irlanda
que prefiere ser gobernada desde Londres. En el norte de Irlanda, en el condado
de Ulster. Por razones raciales, por razones religiosas, por razones
económicas, la mayoría de la gente de allí no quiere la autonomía en absoluto.
Se hacen llamar Leales, unionistas, y quieren mantener la unión con Gran
Bretaña en su forma actual. Inmediatamente después de que el proyecto de ley
estuvo claro, estas personas comenzaron a rebelarse. Tenían un líder, un hombre
que formó parte de la última administración conservadora, Sir Edward Carson. Un
distinguido abogado, un estadista distinguido: un irlandés. Sir Edward Carson
llegó a ser el líder de la rebelión del Ulster. Ha abogado por la guerra civil:
no sólo ha defendido la guerra civil, ha instado a los hombres de Ulster a
prepararse para luchar si la guerra civil llega a ser. La primera etapa de esta
rebelión fue la firma de una gran declaración en nombre de la Unión. Es
bastante notable que no sólo los hombres firmaron esa declaración, sino que las
mujeres firmaron también; Se invitó a las mujeres de Ulster a firmar la
declaración junto con los hombres. Y a esas personas que dicen que la provincia
de la mujer está aparte de la política, y que las mujeres por naturaleza no
tiene ningún interés en la política, me gustaría decirles que hubieron más
mujeres que firmaron la declaración que hombres en una cifra considerablemente
mayor.
Bueno,
la última etapa de esta lucha, y la lucha en sí; está llegando a un punto
crítico. Es el siguiente: que Sir Edward Carson ha estado haciendo discursos en
los que se ha vanagloriaba de haber violado la ley; haber desafiado al gobierno
británico para arrestarlo [...] Y quiero decir a ustedes en esta reunión
"¿cuánto has oído hablar de todo esto en los periódicos americanos? ¿Has
oído condena en voz alta de los periódicos ingleses?" No; los periódicos
han aceptado con mucha calma el hecho de que la revolución se está preparando
en Irlanda, y no hay uno de ustedes que pongan en duda el derecho de los
hombres en Ulster a recurrir a la revolución si todo lo demás falla.
Bueno,
hay otra imagen que quiero rescatar. Tenemos a Sir Edward Carson predicando la
revolución y justificando el derramamiento de sangre -propia y ajena- en
defensa de lo que él llama los derechos de la humanidad de Ulster, el derecho a
gobernarse a sí mismos de la manera que prefieran. No ha dudado en defender el
derramamiento de sangre en defensa de sus derechos ciudadanos, a tener el
derecho a elegir la forma de gobierno que desea. Sir Edward Carson no ha
sido arrestado; Sir Edward Carson no ha sido acusado de conspiración; Sir
Edward Carson no ha sido enviado a la cárcel. Él ha estado haciendo
exactamente el mismo tipo de discursos que yo he hecho hasta el mes de marzo
pasado, con la diferencia de que -mientras él ha justificado el derramamiento
de sangre humana en una revolución-, yo siempre he dicho que nada me iba a
llevar al punto de afirmar que hay que destruir la vida humana en el transcurso
de la revuelta de la mujeres. Ésa es la única diferencia entre sus discursos y
los míos. Siempre he dicho que la vida humana es sagrada, y en la
revolución de la mujer, respetamos la vida humana, y nos detenemos de lesiones
hacia la vida humana.
Ahora,
a esas personas que dicen que las mujeres son mejor tratadas que los hombres
cuando se rompen las leyes, a aquellas personas que dicen que no hay necesidad
de que las mujeres tomen los métodos de la revolución, quiero llamarlas con
este apunte; aquí está Sir Edward Carson, un hombre que presuntamente por su
educación y formación, debería ser más respetuoso con la ley que las personas
que no están ya sea en posición de entender las leyes o votar por los que las
hacen. Usted tiene Sir Edward Carson, un libertino fletado, yendo de aquí para
allá hacia Inglaterra e Irlanda, por estos discursos; mientras que aquí me
tiene a mí: una mujer arrestada y acusada y condenada a una larga pena de
trabajos forzados por hacer precisamente lo mismo que usted ha hecho, aunque no
haya tenido la misma justificación que yo. De nuevo quiero llamar su atención
sobre el punto: todo ello a pesar de que Sir Edward Carson y sus amigos tienen
el voto, y tienen la forma legítima y apropiada de obtener la reparación de sus
agravios, mientras que ni yo ni ninguna de las mujeres tenemos ningún medio
constitucionales ni métodos legítimos y reconocidos que nos amparen para
obtener una reparación a nuestras quejas, excepto los métodos de la revolución
y la violencia.
Bueno,
ahora, quiero discutir con ustedes en cuanto a si el camino es el correcto:
Quiero explicar todas estas cosas que no se han entendido: Quiero hacerte
entender exactamente nuestro plan de campaña porque siento que la mayoría de
personas son, por lo general, lógicas y que sólo se pueden hacer entender a los
corazones de la gente que están en el lugar correcto.
[…]
Voy a hablar después de las quejas, pero quiero antes que nada hacer entender
que esta guerra civil llevada a cabo por las mujeres no es la
manifestación histérica que se pensaba que era, estaba cuidadosa y lógicamente
pensada. […] No podíamos hacer otra cosa: era o permanecer en una situación
peor de la que era antes de que todo esto comenzara, o seguir con estos métodos
hasta que se asegurara la victoria. Quiero convenceros de que estos métodos
ganarán, porque cuando se adoptan los métodos de la revolución, hay dos
justificaciones que creo que son necesarias o que se deben desear. La primera
es que se tiene una buena causa para la adopción de esos métodos desde el
principio; y la segunda, que se ha adoptado métodos que -cuando se persiguen
con coraje y determinación suficientes- están llamados a ganar a largo plazo.
Llevaría
demasiado tiempo trazar el curso de métodos militantes adoptados por las
mujeres, ya que hace tan sólo ocho años que la palabra militante fue utilizada
por primera vez para describir lo que estábamos haciendo; hace alrededor
de ocho años que se dio la primera acción militante hecha por las mujeres. No
fue militante en absoluto, excepto que provocó la militancia por parte de
aquellos que se oponían a ella. Hacer preguntas en las reuniones políticas es
un derecho reconocido de todas las personas que asisten a las reuniones
públicas; sin duda en mi país, los hombres siempre lo han hecho [...] En
cualquier caso en Gran Bretaña es una costumbre, una larga tradición, hacer
preguntas a los candidatos en el Parlamento y hacer preguntas a los miembros
del Gobierno. Ningún hombre fue expulsado de una reunión pública por hacer
preguntas, hasta que los votos para las mujeres entraron en el horizonte
político. Las primeras personas que fueron expulsadas de una reunión
política por hacer preguntas, fueron mujeres; fueron brutalmente maltratadas;
se encontraron en la cárcel antes incluso de que hubieran transcurrido
veinticuatro horas.
Pero
los periódicos, inspirados en gran parte por los políticos, en realidad dijeron
-en vez de que los hombres habían asaltado a las mujeres- que eran las mujeres
las que eran militantes y a quienes había que culpar. Qué diferente es el
razonamiento que los hombres adoptan cuando
se
están discutiendo los casos de los hombres con respecto a los de las mujeres.
Si hubieran sido hombres quienes hubieran hecho las preguntas y a quienes
hubieran maltratado, habrían oído un coro de reprobación por parte de las
personas que se negaron a responder a estas preguntas. Pero como eran las
mujeres quienes lo hicieron, no eran quienes tenían los altavoces los que no
quisieron responder a los culpables, sino que las culpables fueron las pobres
mujeres que habían recibido sus golpes y arañazos, y que fueron puestas en
prisión por haber celebrado una reunión de protesta en la calle después de que
todo hubiera terminado. Sin embargo, fuimos llamadas "militantes" por
hacer eso, y estábamos dispuestas a aceptar el nombre, porque la militancia
para nosotras es de larga tradición; Estábamos decididas a presionar esta
cuestión de la emancipación de la mujer hasta el punto de que ya no
estamos para ser ignoradas por los políticos.
Encontramos
que todas las bellas frases sobre la libertad eran del todo para el consumo
masculino, y que no las hicieron en forma alguna pensando en las mujeres.
Cuando se dijo impuestos sin representación es tiranía, se decía
"fiscalidad de los hombres sin representación es tiranía" pues todo
el mundo aceptó tranquilamente el hecho de que las mujeres tenían que pagar
impuestos y que incluso tenían que ser enviadas a la cárcel si no pudieran
pagarles. Se encontró que el "Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo", que es también un principio liberal de larga tradición, fue de nuevo
sólo para el consumo de sexo masculino; la mitad de la gente ignoró por
completo; que era el deber de las mujeres pagar sus impuestos y obedecer las
leyes. De hecho, todos los principios de la libertad enunciados en cualquier
país civilizado en la tierra, con muy pocas excepciones, están destinados
exclusivamente a los hombres, y cuando las mujeres trataron de forzar la puesta
en práctica de estos principios para las mujeres, entonces se descubrió que
habían entrado en una situación muy, muy desagradable.
Ahora,
voy a pasar rápidamente por todos los incidentes que sucedieron después de que
las dos primeras mujeres fueran a la cárcel por hacer preguntas a los ministros
del gabinete, hasta llegar al momento en que nuestra militancia se convirtió en
militancia real, cuando nos organizamos en un ejército base, cuando
determinamos si era necesario para luchar por nuestros derechos; al igual que
lo habían hecho nuestros antepasados.
La
gente empezó a decir que, mientras que era bastante justificable que la gente
se rebelase contra la injusticia intolerable, era absurdo y ridículo que las
mujeres lo intentaran porque las mujeres no podían tener éxito. La crítica
proveniente de los hombres sostenía que no podíamos tener éxito. Ellos decían:
"Estaríamos con usted si pudiera tener éxito, pero es absurdo que las
mujeres que son el sexo débil, que no han conseguido llegar al control de los
grandes intereses, que han conseguido muy poco dinero, que tienen deberes
peculiares por ser mujeres que les desventajas extremadamente - por ejemplo, el
deber de cuidar a los niños -…es absurdo que las mujeres piensen que pueden
ganar sus derechos por medio de los combates".
Entonces
las mujeres decidimos mostrar al mundo que las mujeres, aunque
"discapacitadas", todavía pueden luchar y todavía pueden ganar.
Quiero mostrar cómo este plan fue cuidadosamente pensado, incluso nuestros
ataques a la propiedad privada, que ha sido tan mal entendido. En Londres,
grupos de hombres de negocios entraban a las reuniones muy, muy enojados con
nosotras. Algunos tenían su comunicación telefónica cortada y no habían podido
recibir telegramas de sus corredores de bolsa. Como es natural, venían a
nuestras reuniones muy enojados como para entender la situación y sí ha sido
posible hacerles entender. Algunos incluso se han mostrado entusiastas con
nuestros métodos […].
Me
gustaría sugerir que si, más adelante, mientras yo te estoy explicando estos
asuntos, en la mente de cualquier hombre o mujer del público entran mejores
planes para conseguir lo que queremos de un gobierno obstinado, estaría
agradecida de que me digan un mejor plan para hacer frente a la situación.
Tenemos
un sistema político en el que no se pueden realizar reformas en el libro de
estatutos del viejo país a menos que sean iniciadas por el gobierno, por el
gabinete, por el puñado de personas que realmente gobiernan el país. No importa
si usted tiene a prácticamente todos los miembros del Parlamento de su lado, no
podrá conseguir lo que quiere a menos que el gabinete inicie la legislación. Se
puede presentar proyectos de ley, pero sabe bien que sólo se está registrando
una opinión piadosa de un cierto número de electores de su circunscripción;
puede ser la suya propia; pero que la opinión piadosa nunca encontrará su
camino en el libro de estatutos de su país hasta que el gobierno que está en el
poder, el primer ministro y sus colegas, introduzcan una medida de gobierno
para llevar a cabo esa reforma.
Pues
bien, todo el problema de las personas que quieren la reforma está en llevar
suficiente presión política sobre el gobierno para que inicie y redacte un
proyecto de ley; y lo introduzca en primera instancia en la Cámara de los
Comunes… para que finalmente aterrice con seguridad […] como ley del
Parlamento. Bueno, las combinaciones de los votantes han tratado durante
generaciones, incluso con el poder del voto, de conseguir sus reformas
registradas en la legislación, y han fracasado.
Bueno,
ese fue el problema que tuvimos que enfrentar y se enfrentaron a él un puñado
de mujeres. Independientemente de si gustan nuestros métodos o no, hemos
logrado que el sufragio femenino sea una cuestión que, incluso los ministros
del gabinete ahora admiten, no puede ser descuidada indefinidamente. Debe ser
tratada dentro de un período muy corto de tiempo.
No
hay otros métodos como el nuestro para provocar ese resultado. Usted puede ver
artículos en las revistas escritos por el ministro de Hacienda, que parece ser
capaz de disponer de tiempo de sus ocupaciones ordinarias para escribir
artículos en revistas que dicen que la militancia es un lastre para el
movimiento por el sufragio femenino. Pero nuestra respuesta a eso es: me parece
que nuestros señores protestan demasiado, ya que hasta la militancia pasó a ser
conocida: ni el Sr. Lloyd George ni ningún hombre de Estado pensaron que era
necesario mencionar el tema del sufragio femenino en absoluto. Ahora lo
mencionan constantemente para decirnos el daño que hemos hecho a nuestra causa.
Todos ellos están instándonos a considerar la seria posición en la que hemos
dejado al sufragio femenino.
Ahora
bien, dejadme profundizar en la situación tal y como la encontramos. Nos
pareció que teníamos que despertar al público hasta que ellos dijeran al
gobierno: debe dar a las mujeres el voto. Nos tuvimos que ir hasta los
electores, teníamos que despertar los intereses comerciales y profesionales.
Nos tuvimos que dirigir a los hombres de ocio de forma unificada para decir al
gobierno: aliviad la tensión de esta situación y dad a las mujeres el voto; y
eso es un problema que creo que el político más astuto en esta reunión
encontrará muy difícil. Lo hicimos; lo estamos haciendo todos los días.
Y
creo que cuando tome este hecho en consideración se dará cuenta de por qué
hemos estado atacando la propiedad privada. Por qué hemos estado atacando a la
propiedad de los hombres, tan absortos en sus negocios, que por lo general se
olvidan hasta de votar en las elecciones ordinarias. Por qué hemos
atacado los placeres de hombres cuya vida entera se gasta en una ronda de
placer, y que pensar en la política es tan aburrido y tan por debajo de su
distinguido status, que apenas saben qué partido está en el poder. Todas estas
personas han tenido que ser trasladadas bajo el fin de llevar suficiente
presión al gobierno para obligarlos a hacer frente a la cuestión del sufragio
femenino.
Hay
un proverbio inglés hogareño que puede ayudar a aclarar la situación, que es la
siguiente: "No se puede despertar al británico a menos que le toque el
bolsillo”. Eso es literalmente cierto. Tal vez ahora se pueda entender por qué
nosotras las mujeres pensábamos que debíamos atacar aquello que era de más
valor en la vida moderna, con el fin de hacer que estas personas se despertaran
y se dieran cuenta de que las mujeres queremos el voto, y que las cosas iban a
ser muy incómodas hasta que no lo consiguieran. Porque lo único que hace que la
gente cómoda se mueva para conseguir cosas en la práctica, es hacerlas sentir
incómodas.
Usted
tiene dos bebés mucha hambre y ganas de que sean alimentados. Uno de los bebés
está enfermo, y espera indefinidamente hasta que su madre esté lista para
alimentarlo. El otro bebé es un bebé impaciente y llora vigorosamente, grita y
patea hasta que se le alimenta. A este bebé se le asistió a la primera. Así se
puede describir toda la historia de la política. Dejando a un lado el
sentimiento, las personas que realmente quieren reformas, aprenden esa lección
rápidamente. Sólo la gente que está muy conforme en ir en defensa de ellas
indefinidamente juegan la parte del bebé paciente en la política. Si no, tienes
que hacer más ruido que cualquier otra persona, tienes que ser más molesto que
nadie, tienes que llenar más papeles que nadie…
Eso
es lo que las mujeres han estado haciendo y lo que han tenido que hacer en el
curso de nuestra lucha desesperada: incomodar a un gran número de personas. Una
mujer fue detenida en una ocasión por un gran número de ventanas que se
rompieron en Londres como protesta contra un gran engaño por parte del
gobierno, que será leído de manera increíble en cincuenta años, cuando se
escriba la historia del movimiento. Las mujeres rompieron algunas ventanas como
forma de protesta: rompieron las ventanas de los comerciantes donde en otras
ocasiones habían gastado la mayor parte de su dinero comprando sombreros y
prendas de vestir. También rompieron las ventanas de muchos de los clubes,
clubes elegantes en Piccadilly.
Uno
de los clubes fue el Club de Guardia. Bueno, el hombre que pertenece al
ejército ordinario no es mucho en política pero, muy a menudo, debido a sus
conexiones aristocráticas y sociales, tiene una influencia considerable. Una
mujer rompió las ventanas del Club de la Guardia, y cuando ella rompió las
ventanas, se quedó allí en silencio hasta que el hall porter
de Guardia salió y se apoderó de ella y la mantuvo hasta que los
policías llegaron a llevarla a la cárcel.
Varios
de los guardias salieron a ver qué clase de mujer era la que había roto sus
ventanas, y se encontraron allí a una "mujercita tranquila". Ella
pasó de ser una actriz a una mujer que había entrado en nuestro movimiento
militante porque sabía de las dificultades y peligros y tentaciones de la vida
de la actriz: sus penas privadas y sus dificultades. Había entrado en el
movimiento militante para conseguir el voto para las actrices tan pronto como
fuera posible para asegurarse así mejores condiciones.
Algunos
de los guardias -creo que los hombres que nunca habían conocido lo que era
ganarse la vida, que no sabían nada de las dificultades de la vida de un
hombre, por no hablar de las dificultades de la vida de una mujer- salieron, y
dijeron: “¿Por qué rompéis las ventanas? No os han hecho nada". Ella dijo:
"Es
precisamente porque no han hecho nada que he roto las ventanas". Y tal vez
porque esa mujer rompió las ventanas ha llegado este nuevo movimiento de los
hombres de mi país: hombres distinguidos que lucharon durante la guerra Boer
quieren proteger a las mujeres militantes. Probablemente esa ventana rota
del Club de la Guardia fue una buena estrategia para despertar a los
hombres hacia la defensa de la mujer y la injusticia de su situación.
Los
comerciantes no podían entender por qué teníamos que romper las ventanas de los
tenderos. ¿Por qué deberíamos alejarnos de la simpatía de los comerciantes?
Bueno… ahí el otro lado de la cuestión, señores, ¿por qué los comerciantes
alinean la simpatía de sus clientes al negarse a ayudarles a conseguir el poder
político o algo de poder para hacer que la condición de la mujer que le ayuda a
ganar el dinero sea más fácil de lo que es en la actualidad? Esas mujeres
rompieron las ventanas de los comerciantes, y ¿cuál era la situación?
Justo al comienzo de la temporada de invierno cuando se están mostrando todos
los nuevos sombreros de invierno y abrigos, los comerciantes tuvieron que tapar
todas sus ventanas con madera y nadie podía ver la nueva moda de invierno. Una
situación imposible. El comerciante no puede darse el lujo de pelearse con sus
clientes, y hoy tenemos más simpatía de los comerciantes de Londres que cuando
éramos sufragistas tranquilas, apacibles… pidiendo de “buena manera” nuestro
derecho al voto.
Pues
bien… allí estaban los hombres de placer o los hombres de negocios, tan
ocupados ganando dinero durante la semana que lo único que podían pensar cuando
la semana llegaba a su fin era en la recreación; y la gran recreación en
Inglaterra hoy día es jugar al golf. En todas partes ves los sábados a hombres
que durante el fin de semana vienen a jugar al golf. Así lo monopolizan los
campos de golf que tienen una regla: aunque las mujeres puedan jugar al
golf durante todo la semana, los campos de golf están enteramente reservados
para los hombres el sábado y domingo: y usted tiene este espectáculo del éxodo
de los hombres de Londres en el país con el que llenan el fin de semana con la
práctica del golf. Estos no están, señoras, juntando sus cabezas para pensar en
cómo gobernar mejor para usted o en qué leyes son buenas para usted y el mundo;
sino que están allí, todos ellos, trabajando su salud; y yo no los hago
culpables por ello durante el fin de semana.
Bueno…
atacamos los campos de golf. Queríamos hacerles pensar.. y si hubierais estado
en Londres habríais leído con consternación –sobre todo si habéis jugado alguna
vez al golf- cómo todos los verdes hermosos que habían tardado años en hacerse,
habían sido cortados o destruidos con un ácido, lo que hizo casi imposible
jugar el viernes por la noche y, en muchos casos, no iba a haber partidos
importantes durante el sábado por la tarde y el domingo.
Sólo
para dar un ejemplo de la eficacia de estos métodos. Me estaba quedando en una
pequeña casa en el país en un campo de golf, una casa que me habían prestado
para cada vez que pudiera descansar de mi trabajo. Varias veces en el curso de
ese domingo por la mañana recibí llamadas telefónicas de los caballeros que
eran miembros prominentes de palos de golf en esa vecindad. Dio la casualidad
de que los campos de golf donde yo estaba pasando el fin de semana, no se
habían tocado. Esos vínculos se habían respetado porque algunas de las mujeres
prominentes sufragistas pasaron a ser miembros del club. Bueno, entonces una y
otra vez los señores exaltados me pedían que esos campos de golf debían
respetarse, diciendo: "No sé si sus seguidores saben que todos somos
sufragistas. En nuestra comisión, estamos totalmente a favor del sufragio
femenino". Y yo contesté: "Bueno, ¿no crees que sería mejor decirle
al Sr. Asquith [Primer Ministro] que esto es así? Porque si ustedes son
sufragistas y no hacen nada, naturalmente, sólo se agregan a la indignación de
las mujeres. Si realmente quieren que sus campos de golf se salven, mejor que
diga al Sr. Asquith que usted piensa que es hora de que él ponga sus principios
en práctica y otorgue el voto a las mujeres".
Otro
señor llamó por teléfono y dijo: "Los miembros de nuestro comité, que son
todos sufragistas, están considerando seriamente echar a los miembros mujeres
del club si este tipo de situaciones continúan”. "Bueno", le dije,
"¿no cree que su mayor seguridad es mantener a las mujeres en el club como
una especie de póliza de seguro contra todo lo que pueda ocurrir a sus
enlaces?".
A
la sufragista práctica nunca le fue de utilidad que le tengan simpatía. Lo que
la sufragista quiere es hacer algo práctico y si se hace por simpatía o si se
hace por miedo, o si se hace porque quiere estar cómodo de nuevo y no estar
preocupado de esta manera, nada importa sobre eso, siempre y cuando usted lo
consiga. Tuvimos suficiente simpatía durante cincuenta años; nunca nos ha
traído nada, y preferiría tener a un hombre enojado en el gobierno que va
diciendo que su negocio se ve interferido porque no van a dar a las mujeres el
voto, que tener a un caballero en nuestras plataformas año tras año hablando de
su ardiente simpatía por el sufragio femenino.
Ahora bien, déjame ir a
los asuntos más graves y a algunos de los acontecimientos más recientes. Usted
sabe que, cuando se está en guerra, suceden muchas cosas que todos lamentan.
Luchamos en una gran guerra no hace mucho tiempo, en África del Sur. Se
esperaba que las mujeres, para hacer frente con ecuanimidad a la pérdida de sus
seres más queridos en la guerra, se sometiesen a ser empobrecidas; se
esperaba que pagaran el impuesto de guerra exactamente como los hombres por una
guerra por la que las mujeres nunca fueron consultadas en lo absoluto. Cuando
pensamos en el objeto de la guerra, algunas de nosotras nos sentimos muy
indignadas por la hipocresía de algunos de nuestros críticos. Esa guerra fue
librada ostensiblemente para conseguir la igualdad de derechos para todos los
blancos en Sudáfrica. Todo el país se volvió loco. Tuvimos una enfermedad
llamada Mafeka porque, cuando la victoria de Mafeking fue declarada a todo el
mundo en el país, fue absolutamente loca la gratificación en el sacrificio de
miles de seres humanos en el transcurso en esa guerra. Esa guerra se libró
para conseguir votos para los hombres blancos en Sudáfrica y se justificó por
esos motivos: por tener una voz en el gobierno de Sudáfrica para hombres que la
hubieran tenido igual dentro de cinco o seis años si hubieran esperado. Sin
embargo, el hecho fue considerado como suficiente justificación para llevar a
cabo una de las guerras más costosas y sangrientas de los tiempos modernos.
En
las guerras, las personas sufren: los no combatientes y los combatientes
sufren. Y así sucede en la guerra civil. Cuando sus padres arrojaron el té en
el puerto de Boston, un buen número de mujeres tuvieron que quedarse sin su té.
Siempre me pareció una cosa extraordinaria que ustedes no siguieran con la
protesta lanzando, por ejemplo, el whisky por la borda. A quien sacrificaron
fue a las mujeres y en la guerra los hombres toman una gran cantidad de
glorificación que se ha construido sobre el sacrificio práctico de la mujer. Siempre
ha sido así. Las quejas de los que han conseguido el poder, la influencia de
los que han conseguido el poder consigue una gran cantidad de atención; pero
los agravios y las quejas de las personas que no tienen ningún poder en
absoluto tienden a ser absolutamente ignorados. Ésa es la historia de la
humanidad desde el principio.
Bueno,
en nuestra guerra civil [habla de nuestra guerra civil cuando se refiere a la
batalla por el sufragio. Recordad que se consideraban militares], la gente ha
sufrido, pero no se pueden hacer tortillas sin romper huevos; no se puede tener
una guerra civil sin dañar algo. Lo bueno es ver que el daño es proporcional al
sentimiento que despertará para lograr la paz, una paz honorable para las
combatientes. En los últimos días he leído que algunas casas vacías han sido
quemadas, que una casa de cactus ha sido destruida y algunas plantas valiosas
han sufrido en esa casa… Es muy posible que haya ocurrido.
Yo
sabía antes de venir aquí que, durante un día, la comunicación telefónica entre
Glasgow y Londres se suspendería por completo. Hacemos más en Inglaterra
en nuestra propia guerra civil, sin el sacrificio de una sola vida, de lo que
lo hicieron en la guerra de los Balcanes cuando hicieron el asedio de
Adrianópolis, porque ahí miles de personas fueron asesinadas y las casas fueron
bombardeadas y destruidas; mientras la comunicación telegráfica fue continua
durante todo el tiempo. Si hubiera habido un corredor de bolsa en Adrianópolis
que hubiera querido comunicarse con un cliente en Londres, podría haberlo
hecho. No ha habido pérdida de una sola vida en nuestra guerra, en este
esfuerzo conjunto por despertar a los hombres de negocios y obligarles a
que nos den el voto, porque ellos son las personas que lo pueden hacer […]. No
voy a decir cómo se hacía. No voy a decir cómo las mujeres llegaron a la red
eléctrica y cortaron los cables; pero se hizo. Lo hicieron y se demostró a las
autoridades que las mujeres débiles, las mujeres del sufragio como se supone
que debemos ser, tenemos suficiente ingenio como para crear una situación de
ese tipo. Ahora me pregunto si las mujeres pueden hacer eso, ¿hay algún límite
sobre lo que podemos hacer, salvo el límite que nos imponemos nosotros mismos?
Si
se trata de una revolución industrial, una guerra de unas mujeres y hombres de
una clase contra mujeres y hombres de otra clase; sabemos exactamente localizar
dónde estará la dificultad y dónde estará exactamente la violencia y cómo va a
producirse la guerra. Pero en nuestra guerra contra el gobierno no puede
localizarse esto mismo. Ustede puede tomarnos a la señora Hepburn y a mí en
esta plataforma… ¿cómo puede decir que la señora Hepburn es no-militante
y que yo sí lo soy? Es absolutamente imposible. Cualquier caballero que viviera
en Inglaterra, padre de las hijas de esta reunión, no podría decir al volver a
casa si alguna de sus hijas son militantes o no militantes. Cuando sus hijas
salieran a publicar una carta, no podrían decir si se fueron a cumplir con un
compromiso de tenis o si fueron a poner un poco de materia corrosiva para
quemar todas las cartas del interior de ese buzón. No usamos marca
alguna; pertenecemos a todas las clases, desde la más alta a la más baja; y,
por lo que se ve, en la guerra civil de la mujer los queridos hombres de
mi país están descubriendo que es absolutamente imposible tratar con ella: no
se puede la localizar y no se la puede detener.
Ellos
ponen a las mujeres en prisión con largas penas porque ellas son una
molestia para sí mismos. Pensaban que enviándolas a la cárcel por un día lo
pondrían de nuevo todo “en su sitio” y no habría más problemas. Pero no sucedió
así en lo absoluto: más y más mujeres se unieron hasta que hubieron trescientas
mujeres a la vez, que jamás antes habían roto una sola ley. Entonces pensaron que
debían ir un poco más lejos y así empezaron imponiendo castigos serios. El juez
que me condenó en mayo pasado lo hizo con tres años de trabajos forzados por
ciertos discursos en los que yo había aceptado la responsabilidad por los actos
de violencia realizados por otras mujeres. Me dijo que, si yo decía que lo
sentía, si podía prometer no hacerlo de nuevo, revisarían la sentencia y la
acortarían […]. Me dijeron que me darían una oración que me iba a convencer
para que renunciara a mis "malos caminos" y disuadiría a otras
mujeres a imitarme. Pero cada vez más mujeres estaban haciendo estas cosas que
yo les había incitado a hacer, y estaban más decididas a hacerlas: de modo que
la sentencia larga no tuvo ningún efecto en el aplastamiento de la agitación.
Pues
bien… sentían que debían hacer algo más y comenzaron a
legislar. Quiero decirle a los hombres en esta reunión que el gobierno
británico, que no destaca por tener leyes muy leves de administrar, ha aprobado
leyes más estrictas para hacer frente a esta agitación de lo que nunca creyó
necesario durante toda la historia de la agitación política en mi país. Ellos…
que fueron capaces de hacer frente a los revolucionarios en tiempos de los
cartistas; que fueron capaces de hacer frente a la agitación de Sindicatos; que
fueron capaces de hacer frente a los revolucionarios más adelante, cuando se
aprobaron las Leyes de Reforma de 1867 y 1884… Sin embargo la ley ordinaria no
ha bastado para frenar a las mujeres insurgentes. Han tenido que pasar una
legislación especial, y ahora están a punto de admitir que esa legislación
especial ha fracasado totalmente.
Tuvieron
que echar mano de nuevo a la Edad Media para encontrar un medio de represión de
las mujeres en la revuelta; y toda la historia demuestra lo inútil que es para
los hombres intentar hacer frente a las mujeres insatisfechas que están
decididas a ganar su ciudadanía y a no someterse al gobierno hasta que se
obtenga su consentimiento. Ése es el punto central de nuestra agitación. Toda
la discusión con los anti-sufragistas o incluso con el hombre sufragista
crítico, es la siguiente: que se puede gobernar a los seres humanos sin su
consentimiento.
Ellos
nos han dicho que el gobierno se basa en la fuerza, las mujeres no han de
forzar así que deben someterse. Bueno, estamos mostrando que el gobierno no se
apoya en la fuerza en lo absoluto sino que se basa en el consentimiento:
“Nosotras retenemos nuestro consentimiento, no vamos a ser gobernadas por
más tiempo siempre y cuando que el gobierno sea injusto" […] Y todos
los extraños sucesos que han leído acerca de nosotras por aquí, han sido
manifestaciones ante negativa a dar su consentimiento por parte de las mujeres.
Cuando
nos pusieron en la cárcel en un primer momento, permitimos que nos vistieran
con ropa de prisión; permitimos que ellos nos pusieran en confinamiento
solitario; permitimos que ellos nos trataran como delincuentes comunes… y nos
alegramos mucho de la experiencia, porque de esa experiencia hemos aprendido de
la necesidad de reforma del sistema penitenciario; hemos aprendido de los
errores terribles que los hombres de todas las naciones han cometido cuando se
trata de hacer frente a los seres humanos; nos enteramos de algunos de los
males terribles de nuestra llamada “civilización” que no podríamos haber
aprendido de cualquier otra forma… Fue una valiosa experiencia y nos
hemos alegramos de tenerla. Pero llegó un momento en que dijimos: "Es
injusto enviar “agitadores políticos” a la cárcel de esta manera por el solo
hecho de reclamar justicia, y no vamos lo vamos a tolerar por más tiempo".
Siempre
me da satisfacción recordar a las audiencias americanas que dos de las primeras
mujeres que llegaron a la conclusión de que no se iban prestar al injusto
encarcelamiento por más tiempo eran dos chicas americanas que actualmente están
haciendo algunos de los más espléndidos trabajos en sufragio en América
(Washington). No sé si todas las mujeres de América saben lo que esas dos
mujeres, que trabajan en conjunto con otras, están haciendo para la
emancipación de las mujeres estadounidenses en este momento. Siempre me
enorgullece pensar que la señorita Lucy Burns y la señorita Alice Paul
sirvieron su aprendizaje en sufragio a las filas de militantes en Inglaterra…
Una de ellas fue arrestada y enviada a prisión con una veintena más, y ese
grupo de veinte mujeres fueron las primeras mujeres que decidieron que no se
sometían a la degradación de usar ropa de prisión; y se negaron, y fueron casi
las primeros en adoptar la huelga de hambre como una protesta contra el tratamiento
penal. Entonces fue que las mujeres comenzaron a negar su consentimiento.
He
estado en las audiencias donde he visto hombres sonreír al oír las palabras
"huelga de hambre" y, sin embargo, creo que hay muy pocos hombres de
hoy que estarían dispuestos a adoptar una "huelga de hambre" por
cualquier causa […] Éstas se prolongaron durante tanto tiempo que el gobierno
sintió que había perdido su poder, y que no fueron capaces de hacer frente a la
situación. Fue entonces cuando, para vergüenza del gobierno británico, forzaron
a comer a las mujeres. Puede haber médicos en esta reunión: si es así, saben
que esto se usa para tratar a un loco o a un paciente que tiene algún tipo de
enfermedad; pero otra distinta es alimentar a un ser humano en su sano juicio,
una persona que se resiste con cada nervio y con cada fibra de su cuerpo. Con
eso pensaron que nos habían aplastado. Pero se encontraron con que no podían
sofocar la agitación, con que cada vez más mujeres entraron en prisión y, aun
pasado por esa terrible experiencia, no pudieron ni con su alimentación forzosa
a que las mujeres acometieran sus sentencias injustas. Estaban obligados a
dejarlas ir.
Antes
de continuar con la última parte del discurso de Emmeline Pankhurst, tengo que
agradecer a https://es.linkedin.com/in/laura-montiano-825271b4(entre otras
cosas, filóloga inglesa, amiga y compañera
de http://equilateras.wordpress.com/) por haber realizada la traducción de
la última parte. Como habéis podido comprobar, el discurso es bastante largo y le
pedí una "mano-ayuda". ¡Muchas gracias compañera! Os dejo con la
última parte del discurso...
Ahora,
quiero dirigirme a aquellos que piensan que las mujeres no pueden triunfar,
hemos traído al gobierno de Inglaterra a esta posición, a que se enfrenten a
esta alternativa: o bien hay que asesinar a todas las mujeres o hay que
permitirles votar. Pregunto a los hombres americanos de esta reunión ¿qué
dirían si en su país les planteasen esta alternativa: que o las matan o les dan
su ciudadanía –a las mujeres, muchas a las cuales respetáis, mujeres que
ustedes saben que han tenido vidas útiles, mujeres que saben, aunque no las
conozcan personalmente, que se mueven por grandes propósitos, mujeres que
persiguen su libertad y el poder de realizar servicios públicos beneficiosos?
Bueno, sólo hay una respuesta a esa pregunta; sólo hay un camino, a no ser que estén
dispuestos a retrasar la civilización dos o tres generaciones más: deben
conceder el voto a las mujeres. Ese es el resultado de nuestra guerra civil.
Ustedes
se ganaron su libertad en América cuando tuvieron la revolución, con matanzas,
con sacrificios de vidas humanas. Ganaron la guerra civil mediante sacrificios
humanos cuando decidieron emancipar a los negros. Han delegado en las mujeres
de sus tierras, los hombres de todos los países civilizados han delegado en las
mujeres el trabajo de su propia salvación. Y así es como lo estamos haciendo
las mujeres de Inglaterra. La vida humana es sagrada para nosotras, pero
nosotras decimos que si alguna vida tiene que ser sacrificada, que sea la
nuestra; no lo haremos nosotras, pero podremos al enemigo en la tesitura de
elegir entre darnos la libertad o darnos la muerte.
Bien
nos den su apoyo o no, deben ver que hemos llevado la cuestión del sufragio
femenino a un nivel de suma importancia, donde no se le puede ignorar más.
Incluso el político más empoderado dudará de atreverse a tener la
responsabilidad directa de decidir si sacrificar las vidas de las mujeres de
indiscutible honor, de indudable formalidad de causa. Esa es la situación
política como ya he comentado anteriormente.
Ahora
bien, permítanme decir algo acerca de qué ha iniciado esto, porque deben saber
que sólo el más fuerte de los motivos llevaría a las mujeres a hacer lo que han
hecho. La vida es dulce para todo el mundo. Cada ser humano ama la vida y le
encanta disfrutar de las cosas buenas y de la felicidad que la vida le
proporciona: y aún así tenemos una serie de cosas en Inglaterra que han hecho
que, no sólo una o dos mujeres, sino miles de mujeres bastante preparadas para
hacer frente a estas horribles situaciones que he estado intentando exponerles
sin arrebatos o exageraciones.
Bueno,
podría pasar dos o tres noches debatiendo sobre cómo afecta la revolución
industrial a las mujeres, sobre la posición legal de las mujeres o sobre la posición
social de las mujeres. Me gustaría decir un par de cosas al respecto. En primer
lugar está la condición de la mujer trabajadora. Una de las cosas que da fuerza
a nuestro movimiento es que las mujeres que forman parte activa del mismo no
son mujeres pobres, ni mujeres sobreexplotadas; son mujeres tenidas por
afortunadas, las mujeres que no tienen grandes quejas de sí mismas. Esas
mujeres se han apropiado de esta lucha para su propio beneficio, es cierto,
porque quieren ser libres, pero principalmente para luchar por las mujeres
menos afortunadas que ellas.
Las
trabajadoras industriales de Gran Bretaña tienen un sueldo medio, eso sí, no un
sueldo mínimo, un sueldo medio, de menos de dos dólares a la semana. Imaginen
qué pasaría en cualquier país si los trabajadores de las fábricas tuviesen que
subsistir con un sueldo así. Miles y miles de esas mujeres (porque hay
alrededor de 5 millones de cabezas de familia en mi país) miles de estas
mujeres tienen personas a su cargo; son mujeres con hijas e hijos que dependen
de ellas, mujeres abandonadas con hijos e hijas que dependen de ellas, o
mujeres con maridos enfermos; son madres solteras, o mujeres solteras que
tienen personas mayores, hermanos pequelos o familiares enfermos que dependen
de ellas. Su sueldo medio, tomando como ejemplo a una profesora altamente
cualificada e igualando su salario al de una ama de casa no
cualificada, el sueldo medio es menos de dos dólares a la semana.
Ahí
tienen una explicación sobre un levantamiento de un tipo muy concreto para
asegurar mejores condiciones; y cuando sabes que el gobierno es el mayor
empleador de todos y actúa como pésimo ejemplo para las empresas privadas en
cuanto a los salarios que reciben las mujeres, te encuentras con otra
explicación. Las economías constantes se están viendo afectadas en los
departamentos de gobierno por la sustitución del trabajo de mujeres por el de
hombres, y siempre hay una reducción de salarios cada vez que se contrata a
mujeres. Esa es la situación laboral. Hablar del duro trabajo doméstico me
llevaría mucho tiempo, pero hay mujeres, mujeres incluso con personas a su
cargo, que sólo consiguen 3 o 4 chelines a la semana, miles de ellas, y tienen
que pagar los altos costes de vivir, alquileres desorbitados por una habitación
en nuestras grandes ciudades, lo que ocasiona que varias familias completas
vivan en una sola habitación ya que no pueden permitirse una habitación para
cada una. La situación laboral es demasiado.
Luego
está la situación legal
Las
leyes de matrimonio de nuestro país están atrayendo cientos y cientos de
mujeres a las filas militantes porque no podemos conseguir una reforma, el tipo
de reforma que las mujeres quieren, de nuestras leyes matrimoniales. En primer
lugar, una chica es apta para contraer matrimonio según la ley inglesa a
la edad de 12 años. Cuando yo fui a juicio, trajeron a una niña pequeña como
testigo, una niña que había encontrado algo en el barrio donde se encontraba la
casa del Ministro de Hacienda, que fue destruida por algunas mujeres, y esta
niña pequeña fue llamada a declarar. Se dijo que era una cosa horrible llamar
al estrado de un tribunal de justicia a una niña de 12 años de edad. Yo estaba
de acuerdo pero remarqué al juez y el jurado que una de las razones por las que
las mujeres se habían rebelado era porque a esa niña, cuya cabecita apenas
asomaba por el estrado, se la consideraba lo suficientemente adulta por las
leyes de su país para asumir las terribles responsabilidades de matrimonio y
maternidad, y las mujeres no pudimos cambiar eso, los políticos no nos
escucharon cuando pedimos el cambio de la ley matrimonial en ese aspecto.
Luego,
la situación de la esposa
Se
dice mucho por ahí que cada mujer que exige el voto, lo exige porque ha sido
defraudada, porque no ha sido elegida en matrimonio. Bueno, les puedo asegurar
que si la mayoría de las mujeres hubiesen hecho un estudio de la ley antes de
casarse, un gran número de mujeres habría considerado seriamente si merecía la
pena, si el precio no era demasiado, porque según la ley inglesa, una mujer
tiene que dedicarse toda la vida a su mujer y su familia, debe trabajar en los
asuntos de su marido, debe ayudarle económicamente a construir una familia, y
si él decide al final de una larga vida coger cada penique del dinero que esa
mujer ha ahorrado y del que ha privado a sus hijas/os y a ella misma, él puede
hacerlo, y ella se queda sin nada. Puede que ella y sus hijos se encuentren en
la ruina al final de una dura y larga vida porque su marido ha decidido
alejarla del dinero. Eso es lo que tenemos desde el punto de vista legal, así
que no es para nada un gran logro ser esposa en mi país. Hay muchos grandes
riesgos que van de la mano de esa situación.
Ahora
tomen a una madre. Si el hijo de dos padres recibe alguna propiedad como
herencia de otro familiar, y ese hijo muere antes de tener la edad para hacer
testamento, o sin haber hecho testamento, la única persona que hereda la
propiedad de ese hijo es su padre; la madre no existe como heredera de su
hijo bajo ninguna circunstancia; y durante la vida del padre no solo no puede
heredar de sus hijos, además no tiene ni voz ni voto en todo lo que tenga que
ver con decidir la vida de su hijo. Su marido puede dar el hijo en adopción
para que lo eduquen en cualquier lugar o puede traer a quien le plazca a casa
para que enseñe a su hijo. Él decide todas y cada una de las condiciones en las
que ese niño vivirá; decidirá sobre su educación, puede incluso elegir qué
religión profesará, y no se requiere en consentimiento materno para ninguna de
estas decisiones. Las mujeres estamos tratando de modificar esto, lo hemos
intentado durante generaciones, pero no podemos porque las asambleas no tienen
tiempo de escuchar las opiniones y deseos de gente que no tiene derecho al
voto.
Ahora
bien, cuando se refiere al asunto de cómo puede salir la gente de un
matrimonio, si son infelices, bajo las leyes de divorcio, la ley inglesa de
divorcio es la ley de divorcio más injuriosa de todo el mundo civilizado.
Seguramente haya algunos estados en América, e incluso en Canadá, donde se
aplican las mismas leyes, pero la ley de divorcio inglesa es un estigma para
las mujeres, es humillante, es una invitación a la inmoralidad por parte del
marido, tanto que creo que la propia ley del divorcio justifica una revuelta
por parte de las mujeres.
Quedas
registrado en leyes con estándares morales desiguales hacia el matrimonio, y un
hombre casado es alentado por la ley a pensar que puede cometer tantos fallos
como crea conveniente dentro de la fidelidad marital; mientras que, si un acto
de infidelidad lo comete la esposa, el marido puede deshacerse de ella por
medio del divorcio, puede quitarle a los hijos y convertirla en una marginada.
Las mujeres que llevan generaciones pidiendo a gritos una ley del divorcio
igualitaria no han recibido ninguna atención. Eso sí, hemos asistido a una
comisión real sobre el divorcio y hemos realizado un informe, pero no nos
aseguran a las mujeres que vaya a haber justicia bajo una nueva ley mientras
que los hombres sean elegidos por hombres para gobernar y esos hombres sean
afines a registrar las opiniones morales de los hombres, no las de las mujeres,
en las leyes.
Tenemos
que mirar a los hechos a la cara. Parte del movimiento militante por el
sufragio femenino ha tenido ese efecto, el que las mujeres hayan aprendido a
mirar a los hechos de frente; se han deshecho de las sentimentalidades; están
mirando a los hechos reales: y cuando los anti-sufragistas hablan de
caballerosidad, y cuando hablan de colocar a las mujeres en atriles y
protegerlas de todas las dificultades y los peligros de la vida, nosotras
miramos los hechos de la vida como los vemos y les decimos: “las mujeres
tenemos todo el derecho a desconfiar de ese tipo de cosas, todo el derecho a
estar descontentas; queremos saber la verdad, no importa lo mala que sea, y
enfrentarnos a ella porque sólo conociendo la verdad podremos llegar a algo
mejor”.
Estamos
dispuestas a tener estas cosas claras, y es absolutamente ridículo decir a las
mujeres que pueden dejar, sin ningún problema, sus intereses en manos de los hombres
que ya han registrado en las leyes de su país unos valores tan desiguales para
ambos sexos como los que encontramos en la legislación de Inglaterra hoy en
día.
Cuando
la comisión de divorcio se reunió, todo tipo de personas mostró pruebas, y las
mujeres tenían la experiencia de leer en los periódicos las pruebas del hombre
que había sido elegido por otros hombres para presidir los juzgados de
divorcio, el juez cuya tarea era decidir qué era crueldad legal y decidir si
las mujeres debían continuar encadenadas a sus maridos. ¿Qué dijo? Me alegra
pensar que ese hombre ya no está en posición de aplicar sus ideas nunca más;
ahora adorna la Cámara de los Lores: pero todavía era juez del tribunal de
divorcio cuando dijo que , en su opinión, mujer sabia era aquella que cerraba
los ojos a los fallos morales de su marido; y ese fue el hombre, mujeres de
esta asamblea, que ha decidido durante años qué es crueldad legal y lo que las
mujeres deben soportar o no en una relación de marido y esposa.
Bueno,
¿pueden imaginar por qué todas estas cosas nos hacen más militantes? Me parece
que una vez que miras las cosas desde el punto de vista de las mujeres, una vez
que dejas de escuchar a los políticos, una vez que dejas de permitirte a ti
misma mirar los hechos de la vida a través de las gafas de los hombres en lugar
de con las tuyas propias, cada día que eso ocurre te están llegando imágenes
frescas de la necesidad que tienen las mujeres de rechazar el esperar más
tiempo su emancipación.
Seguidamente,
la más reciente manifestación, la última causa de la militancia ha sido la
ruptura de la gran conspiración de silencio en relación a cuestiones morales y
el asunto de las enfermedades venéreas que hemos tenido durante los últimos
años.
Quiero
ofrecer mi testimonio de gratitud a las mujeres como la señora que nos preside
hoy y a los muchos hombres médicos de los Estados Unidos que han abierto un
sendero en esa dirección. Antes de que algunas de las sufragistas tuviesen
siquiera el coraje para estudiar este asunto, estas personas hablaron; la
profesión médica ha liderado el camino, y a través del doctor Prince Morrow,
así como otros hombres cuyos nombres nosotras honramos, estamos al fin
empezando a conocer los hechos reales de la situación. Sabemos esto, que sean
cuales sean los deseos de las mujeres, es su tarea en nombre de la raza y para
salvar la raza, el insistir en que esta cuestión de salud moral de la nación se
aproxime desde el punto de vista de las mujeres y que se llegue a un acuerdo de
mujeres en colaboración con los hombres. Es nuestra incumbencia mostrar la
estrecha relación que existe entre el horrible estado de salud social y la
degradación política de las mujeres. Las dos cosas van de la mano.
Recientemente he estado leyendo muchos artículos escritos por pensadores
profundos, y veo que de alguna forma u otra cuando consigues que los hombres
escriban sobre ellos, incluso los mejores hombres, sí que tratan de evitar
hablar de lo que realmente importa, y esto es, el estado de las mujeres.
Nosotras
las mujeres vemos tan claramente que el hecho de que la única forma para tratar
este asunto es aumentar el estatus de las mujeres; primero el estatus político,
luego el laboral y el social. Deben hacer que las mujeres sean tan válidas como
los hombres; debe haber unos valores igualitarios; y la única forma de imponer
esto dando poder político a las mujeres para que ese código de valores
igualitarios quede escrito en las leyes del país. Es la única forma. No sé si
realmente los hombres se dan cuenta de ello pero las mujeres sí: cada vez nos
damos más y más cuenta, y es por esto que las mujeres se han atrevido a hablar
sobre esta cuestión.
En
primer lugar, sentimos que lo más importante es que las mujeres deberían saber
esto. Hace diez años hubiera sido imposible que cualquier mujer u hombre
hablase en público sobre este asunto en cualquier tarima, porque a las mujeres
les habían enseñado que debían mantener sus ojos cerrados ante estos temas; se
les había enseñado que debían incluso ignorar el hecho de que una gran parte de
las que son de su mismo sexo estaban viviendo vidas degradantes y proscritas.
Si conocían todo esto, se les decía en términos difusos que era para que las
vidas del resto de las mujeres fuesen seguras; les dijeron que era un mal
necesario; les dijeron que había algo que las mujeres buenas no entienden y
sobre lo que no deben saber nada. Todo eso ha llegado a su fin.
Las
mujeres están rehusando,
hombres
de esta asamblea, incluso aunque eso fuese cierto, a que les aseguren sus vidas
a expensas de sus hermanas. Las mujeres están dispuestas. Buena parte de la
oposición al sufragio femenino viene del peor elemento de la población, quienes
se dan cuenta de que una vez que se consiga el sufragio femenino, una gran
parte de los lugares que hoy aguantan tendrán que desaparecer. Es posible que
sea duro decir para algunos hombres que tendrá que haber auto-control y unos
valores igualitarios, pero los mejores hombres de hoy, los científicos de cada
país, están apoyando el punto de vista de las mujeres.
Hace
ya 30 años en Inglaterra que una maravillosa mujer llamada Josephine
Butler luchó para establecer un código ético igualitario para ambos sexos.
Luchó toda su vida; fue drogada; fue abucheada; sus reuniones fueron
destruidas; hicieron que su vida fuese terriblemente peligrosa; y aún así esa
mujer resistió y consiguió la revocación de ciertas leyes referentes a la
prostitución que deshonraban el código de leyes de nuestro país. Por aquellos
tiempos los doctores estaban en contra de ella; todo el mundo estaba en su contra,
prácticamente. A los hombres se les dijo que era necesario para su salud
que nuestros códigos morales fueran desiguales. Ahora que ya se ha terminado
todo y los doctores y científicos más importantes están de acuerdo con las
mujeres; están coincidiendo con las mujeres en que es muy posible y necesario
para el bien de la raza misma, que este código ético igualitario se establezca.
Bueno, probablemente sea difícil; será difícil durante generaciones; pero está
al llegar, y va a llegar a través del movimiento de las mujeres, porque las
mujeres de hoy que se han beneficiado de los estudios, que se han beneficiado
de prácticas médicas y que se han beneficiado del entrenamiento legal, están
informando a las suyas sobre esta cuestión, y hay un gran grupo opositor que
viene de extrañas direcciones; incluso personas que se han auto proclamado
conservadores de la moral pública se oponen a los hechos relatados.
Una
de las cosas más extrañas que he experimentado durante años es el hecho de que
en Nueva York, muy recientemente, copias de nuestro periódico “La Sufragista”,
en el que había artículos escritos por mi hija, citando opiniones de doctores
de todo el mundo acerca de esta cuestión, y basándose en esas citas como
declaración de derechos, se ofrecieron para su venta, y hubo un intento, un
exitoso intento temporalmente, se hizo para prevenir la venta de ese periódico
porque contenía artículos que decían la verdad: y un libro con un compendio de
artículos cuyo prefacio era un artículo que hablaba sobre el porqué se había
escrito tal libro, también ha recibido ataques de otro auto-denominado guardián
de la moral pública, el señor Comstock, apoyado por varias secciones de la
prensa americana.
Bien,
ese libro está aquí esta noche: está aquí a la venta. Ese libro fue escrito no
para gente de mi edad, no por gente que si hay peligros que afrontar o bien han
escapado de ellos o los han sufrido: ese libro fue escrito para gente joven.
Ese libro fue escrito para que las mujeres conocieran. ¿Qué sentido tiene
cerrar el establo una vez que han robado el caballo? Más vale prevenir que
curar. Este libro fue escrito para convencer a todo el mundo del peligro, para
señalar los simples hechos de la situación, y para convencer a gente razonable
de que únicamente a través de la emancipación de las mujeres, sólo mediante el
alzamiento de las mujeres, se puede lidiar eficazmente con la situación.
Hemos
intentado, nosotras las mujeres, deshacer algo de esta maldad durante generaciones;
hemos creado nuestras asociaciones de rescate; hemos realizado todo tipo de
esfuerzos; hemos cogido a los pobres niños desafortunados que han sido el
resultado de este desigual código de valores entre hombres y mujeres y, ¿qué ha
ocurrido? Los problemas han empeorado tristemente; hemos arañado la superficie
en lugar de cortar de raíz esta maldad. Todo eso ha cambiado. Las mujeres de
hoy están trabajando en mi país, se están sacrificando y sufriendo para ganar
el alzamiento político de las de su mismo sexo, para que podamos conseguir
mejores leyes y una mejor administración de las mismas.
Podría
seguir esta noche señalando cómo en mi país pequeños crímenes contra la
propiedad, pequeños hurtos o pequeñas injurias a la propiedad son castigados
más severamente que cualquier crimen cometido contra la integridad moral y
física de aquellas con mi mismo sexo. Creo que he contado lo suficiente como
para que entiendan que este levantamiento de las mujeres británicas tiene tanta
justificación e incitación como cualquier otro levantamiento de hombres en su
deseo por libertades políticas en el pasado. No estamos trabajando para
conseguir el voto. No estamos yendo a la cárcel para conseguir el voto,
simplemente para decir que queremos el voto. Estamos atravesando todo esto para
conseguir el voto y así por medio del voto podamos obtener mejores condiciones
no sólo para nosotras sino para toda la comunidad.
Los
hombres han hecho cosas maravillosas en este mundo; han conseguido grandes
logros en ingeniería; han hecho un trabajo organizacional magnífico; pero han
fallado, tristemente han fallado, en lo que al trato de las vidas de seres
humanos se refiere. Ellos se posicionan como fallos confesos, porque los
problemas que desconciertan a la civilización son absolutamente pésimos hoy en
día. Bien, esa es la función de las mujeres en la vida: es nuestro deber cuidar
de los seres humanos, y somos conscientes de que debemos llegar sin retraso a
la salvación de la raza. La raza debe ser salvada, y solamente puede serlo a través
de la emancipación de las mujeres.
Bien,
señoras y señores, quiero decir que estoy muy agradecida de que me hayan
escuchado aquí esta noche; me congratula si he sido capaz hasta cierto punto de
explicarles algo acerca de la situación inglesa. Quiero decir que no estoy
aquí para pedir disculpas. No me importa mucho incluso cuando ustedes realmente
entienden, porque cuando se está en un movimiento de lucha, un movimiento al
que cada fibra de tu ser te ha forzado a entrar, no es la aprobación de otros seres
humanos lo que quieres; estás tan concentrado en tu objetivo que quieres
alcanzarlos aunque el mundo entero esté sublevado en contra tuya. Así que no
estoy aquí para pedir disculpas o ganarme su aprobación. La gente ha dicho:
“¿por qué la Sra. Pankhurst viene a América? ¿Ha venido a América para alzar a
las mujeres americanas como militantes?” No, no he venido a América para
alzar a las mujeres americanas como militantes. Creo que las mujeres
americanas, según su seriedad aumenta, según se dan cuenta de la necesidad del
alzamiento de las de su mismo sexo, se darán cuenta ellas mismas de la mejor
manera para asegurar ese objetivo. Cada nación debe trabajar en su propia
salvación, y por eso las mujeres americanas encontrarán su propio camino y
usaran sus propios métodos competentemente.
Otras
personas han dicho: “¿qué derecho tiene la Sra. Pankhurst a venir a América y
pedir dólares americanos?”. Bueno, creo que tengo el mismo derecho que toda
persona oprimida a pedir solidaridad sensata a otros más libres que
yo. Vuestro derecho de ir a Francia y pedir ayuda nunca se cuestionó. Lo
hicisteis y recibisteis esa ayuda. Hombres de todas las nacionalidades
han venido a América, y no se han ido con las manos vacías, porque la compasión
americana se ha extendido a personas de todo el mundo.
En
Inglaterra, si pudieseis entenderlo, se está librando la lucha más patética y
valiente, porque encontráis débiles y dependientes a las personas que estáis
acostumbrados a mirar por encima, las personas que siempre habíais pensado
que se apoyaban en otras por protección, se han levantado y están luchando por
ellas mismas. Las mujeres han encontrado una nueva forma de respeto propio, una
nueva forma de energía, una nueva forma de fuerza: y creo que todas esas
personas oprimidas que podrían pedir vuestra compasión y apoyo, mujeres que
luchan esta batalla anteriormente desconocida en la historia de la humanidad,
librando esta batalla en el siglo XX para obtener mejores poderes de desarrollo
propio, expresión propia y auto-gobierno, podrían sin duda atraer la compasión
y ayuda práctica del pueblo americano.
No
ha habido una sola batalla que las mujeres de América hayan librado de la que
no nos hayamos alegrado. Creo que hemos leído cada mes acerca de los nuevos
estados que se han ido añadiendo a la lista de estados empoderados
completamente, quizás sabiendo lo dura que es la lucha, nos hemos alegrado más
que las propias mujeres americanas.
He
oído aplausos en una reunión en Londres cuando se daba la noticia de que algún
nuevo estado se había añadido a la lista, vítores más altos y más entusiastas
que los que yo haya oído acerca de una victoria en una reunión americana.
Cierto es que aquellos que están librando una dura batalla, aquellos que se
sacrifican enormemente para conseguir una victoria, aprecian las victorias y se
emocionan más cuando se ganan las batallas. Sinceramente nos hemos regocijado
con vuestras batallas. Sentimos que esas victorias han sido más fáciles quizás
por los tiempos difíciles que estábamos teniendo, porque fuera de nuestro
movimiento militante en el centro de la tormenta del movimiento sufragista
ha habido olas que nos han ayudado a levantar a todas las mujeres del
mundo. Este extraño fenómeno sólo se puede explicar de esa manera. Hace
diez años casi no había movimientos sufragistas de mujeres. Ahora incluso en
China y Japón, en India, en Turquía, en todo el mundo las mujeres se están
alzando y están pidiendo mejores oportunidades, que las condiciones modernas
exigen que tengan las mujeres: y nosotras las mujeres pensamos que hemos
ayudado.
Bueno,
si hemos ayudado en lo más mínimo, si, como se ha dicho desde la presidencia
esta noche, hemos ayudado incluso al levantamiento de la pasión sufragista en
Connecticut, ¿podéis culparme de todo si vengo y os cuento acerca del conflicto
desesperado que estamos teniendo, acerca de cómo el gobierno nos está
intentando derrotar de todas las formas posibles, incluso involucrándonos en
pleitos, e intentando atemorizar a nuestros partidarios mediante amenazas de
persecución incluso a personas que nos han ayudando mediante donaciones?
¿Podéis imaginar por qué he venido a América? ¿Habéis leído sobre los dólares
americanos que han dado a los malhechores irlandeses?
Así
que aquí estoy. Vengo en intervalos de permiso penitenciario: vengo tras haber
sido encarcelada 4 veces bajo el caso del “Gato y el Ratón”, probablemente
volviendo a ser arrestada tan pronto como ponga un pie en suelo inglés.
Vengo
a pediros ayuda para ganar esta batalla. Si la ganamos, esta la más dura de
todas las batallas, luego, para asegurarnos, será más fácil para las mujeres de
todo el mundo que puedan ganar su batalla en el futuro cuando les llegue el
momento. Así que no pido disculpas por venir, y no pido disculpas, Sra.
Hepburn, por pedir al público si alguno de ellos siente la necesidad de
ayudarme a llevar algo de dinero de América y añadirlo al dinero que sé que
nuestras mujeres están consiguiendo mediante sacrificios desesperados en sus
casas, para que cuando empecemos nuestra campaña el año que viene,
enfrentándonos a unas elecciones generales, como seguramente nos tocará el año
que viene, nuestras preocupaciones por el dinero no serán tan grandes como lo
hubiesen sido si yo no hubiese encontrado la fuerza y salud suficientes para
venir y llevar a cabo esta, en cierto modo, ardua gira por los Estados Unidos
de América.
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