martes, 28 de julio de 2015

GOLDA MEIR “todo lo que estábamos haciendo en el país conducía a la independencia del pueblo judío y a un Estado judío”

GOLDA MEIR 

todo lo que estábamos haciendo en el país conducía a la independencia del pueblo judío y a un Estado judío”




DISCURSO PRONUNCIADO EN CHICAGO ANTE LA COMUNIDAD JUDEAMERICANA PARA RECAUDAR FONDOS CON DESTINO A ISRAEL, 2 de Enero de 1948

He tenido el honor de representar a los judíos de Pa­lestina en este país y en otros países cuando los pro­blemas a los que nos enfrentábamos eran los de construir más kibbutzim o traer más judíos pese a los obstáculos políticos y los disturbios árabes.
Siempre hemos tenido fe en que al final vencería­mos, que todo lo que estábamos haciendo en el país conducía a la independencia del pueblo judío y a un Estado judío. Mucho antes aún de que nos atreviéra­mos a pronunciar esa palabra, sabíamos lo que nos estaba reservado.
Hoy hemos alcanzado un punto en el que las nacio­nes del mundo nos han comunicado su decisión de establecer un Estado judío en una parte de Palestina. Ahora, en Palestina luchamos para hacer que esta reso­lución de las Naciones Unidas sea realidad, no porque queramos luchar. Si tuviéramos la opción, hubiéramos escogido la paz, establecerlo en paz.
Amigos, no tenemos otra alternativa en Palestina. El muftí y sus hombres nos han declarado la guerra. Tenemos que luchar por nuestras vidas, por nuestra seguridad y por todo lo que hemos conseguido en Palestina y, quizá por encima de todo, debemos luchar por el honor judío y la independencia judía. Sin exage­rar, os puedo decir que la comunidad judía en Palesti­na lo está haciendo bien. Muchos de vosotros habéis visitado Palestina, todos vosotros habéis leído sobre nuestros jóvenes y tenéis una idea sobre cómo es nues­tra juventud. He ¡do conociendo a esta generación durante los últimos 27 años. Creí conocerlos. Y ahora me doy cuenta de que no era así.
Estos hombres y mujeres jóvenes, muchos de ellos adolescentes aún, están llevando el peso de lo que sucede en el país con un espíritu que no hay palabras para describir. Se les ve en coches descubiertos -no en blindados-, en convoyes, yendo de Tel Aviv a Jerusalén, sabiendo que cada vez que salen a la carretera desde Tel Aviv o desde Jerusalén habrá probablemente ára­bes agazapados entre los naranjales o en las colinas, aguardando el momento de tender una emboscada al convoy.
Estos jóvenes han aceptado con tanta naturalidad la tarea de traer a salvo por estas carreteras a judíos que parece como si salieran de su jornada laboral o de sus clases en la universidad.
Debemos pedir a los judíos de todo el mundo que piensen en que estamos en primera línea. Todo cuan­to pedimos a los judíos de todo el mundo y, sobre todo a los judíos de Estados Unidos, es que nos den la posi­bilidad de seguir adelante con la lucha. Cuando los dis­turbios empezaron, pedimos a los jóvenes con edades entre 17 y 25 años que no fueran ya miembros de la Haganah que se ofrecieran voluntarios. Hasta el jue­ves por la mañana, día en que me fui del país y aún seguía abierta la inscripción de esta quinta, más de 20. 000 jóvenes, hombres y mujeres, se habían alista­do. A partir de ahora tenemos unos 9. 000 efectivos movilizados en las diversas partes del país. Y debemos triplicar esta cifra en los próximos días.
Tenemos que mantener a estos hombres. Ningún gobierno envía soldados al frente y espera que se traigan de sus casas la impedimenta más elemental como mantas, colchones, ropa de cama y de vestir. Un pue­blo que lucha por su propia vida, sabe cómo proveer a los hombres que envía a las líneas del frente. Nosotros también debemos hacer lo mismo.
Quisiera que me creyerais si os digo que vine hoy a esta misión especial a Estados Unidos no para salvar a 700. 000 judíos. Durante los últimos años, el pueblo judío perdió a seis millones de judíos, y sería un atre­vimiento por nuestra parte preocupar a los judíos de todo el mundo porque unos pocos cientos de miles más estén ahora en peligro. Ésa no es la cuestión.
La cuestión es que si estos 700. 000 judíos de Pales­tina siguen con vida, entonces el pueblo judío seguirá vivo y la independencia judía estará asegurada. Si aca­ban con estos 700. 000 judíos, entonces, habremos lle­gado al final de este sueño de un pueblo judío y en una patria judía durante muchos siglos.
Amigos míos, estamos en guerra. En Palestina no encontraréis a ningún judío que no crea que al final vaya­mos a salir victoriosos. Ése es el espíritu del país. Desde 1921 hemos conocido disturbios árabes y, después, de nuevo en 1929 y, luego, en 1936. Sabemos qué les suce­dió a los judíos de Europa durante la última guerra. Y cada judío del país también sabe que dentro de pocos meses se establecerá un Estado judío en Palestina.
Sabemos que el precio que deberemos pagar será lo mejor de nuestro pueblo. Hoy ya llevamos más de 300 muertos. Y habrá más. Sin duda habrá más. Pero tampoco cabe duda de que el espíritu de nuestros jóve­nes es tal que por muchos árabes que invadan el país, su espíritu no flaqueará.
Este espíritu valiente solo, sin embargo, no puede hacer frente a los fusiles y a las ametralladoras. Fusiles y ametralladoras sin espíritu no valen mucho, que el espíritu sin armas puede con el tiempo separarse del cuerpo.
Mucho es lo que debe organizarse ahora para que podamos resistir. Las oportunidades son ilimitadas, pero ¿vamos a disponer de los medios necesarios? Considerándome no una invitada, sino uno más de vo­sotros, os digo que la cuestión que se nos plantea es simplemente si la Yishuv y los jóvenes que están en el frente han de fracasar porque el dinero que hubiera debido de llegar hoy a Palestina llegue dentro de dos o tres meses.
¿Es posible que el tiempo decida la cuestión, no por­que los judíos de Palestina sean cobardes, no porque sean incapaces, sino sólo porque carezcan de los medios materiales para seguir adelante?
He venido a Estados Unidos, y confío en que me entenderéis si os digo que no es fácil para nadie de nosotros marcharse en este momento, y muy a mí pesar no estoy en el frente. No estoy con mi hija en el Négev o con otros hijos e hijas en las trincheras. Pero tengo una tarea que hacer.
He venido aquí para tratar de impresionar a los judíos de Estados Unidos con el hecho de que en un período muy breve de tiempo, un par de semanas, debemos tener en efectivo entre 25 y 30 millones de dólares. En las próximas dos o tres semanas, nos impondremos. De eso estamos convencidos, pero debéis tener fe; estamos seguros de que saldremos adelante.
Ya dije antes qué dará la Yishuvy lo que está dando ya con los medios de que dispone. Pero os ruego que recordéis que mientras aún sigan los tiroteos, debe­mos continuar adelante de modo que nuestra economía permanezca intacta. Nuestras fábricas deben seguir produciendo. Nuestros asentamientos no deben disolverse.
Sabemos que esta batalla la libramos por otros que aún no han llegado al país.
En Chipre, junto a Palestina, hay más de 30. 000 judíos retenidos. Creo que en un período de tiempo muy breve, en el plazo a lo sumo de los próximos dos o tres meses, estos 30. 000 estarán con nosotros, entre ellos varios miles de bebés y niños pequeños. Ahora debemos pensar en preparar los medios para absor­berlos. Sabemos que en un futuro ya muy cercano, cien­tos de miles más vendrán a Palestina. Debemos ase­gurarnos de que nuestra economía siga intacta.
Quisiera que entendierais que en la Yishuv no hay desesperación. Y es algo que no sólo es cierto entre los jóvenes. He recorrido bastantes veces la carretera que va de Tel Aviv a Jerusalén y otras carreteras. He visto aquellos autocares llenos no sólo de hombres y mujeres jóvenes de la Haganah, sino de personas ancianas que hacían aquella ruta de forma habitual.
Cuando se llega a Tel Aviv, se descubre una ciudad llena de vida, sólo los tiroteos que se oyen en las afue­ras de Tel Aviv y Haff o recuerdan que la situación del país no es normal. Pero sería un crimen por mi parte no describiros la situación tal como es.
Sólo con nuestros diez dedos y con espíritu y sacri­ficio no podemos seguir librando esta batalla y la úni­ca retaguardia que tenemos sois vosotros. El muftí tie­ne a los estados árabes -aunque no todos parecen muy entusiasmados en ayudarle- y son estados con presu­puestos gubernamentales. El Gobierno egipcio puede aprobar un presupuesto para ayudar a nuestros adver­sarios. El Gobierno sirio puede hacer lo mismo.
Nosotros no tenemos ningún gobierno. Pero tene­mos a millones de judíos en la Diáspora y del mismo modo que tenemos fe en nuestros jóvenes de Palesti­na, yo tengo fe en los judíos de Estados Unidos. Creo que se darán cuenta del peligro de nuestra situación y harán lo que deben hacer.
Sé que no estamos pidiendo algo fácil. A veces he participado activamente en diversas campañas y reco­gidas de fondos, y sé que no es sencillo recoger de una vez una suma como la que os pido.
Pero he visto a nuestro pueblo en aquella tierra. He visto a nuestro pueblo salir de las oficinas y acudirá las clínicas cuando pedimos a la comunidad que done san­gre a un banco de sangre para tratar a los heridos. Los he visto hacer horas de cola, aguardar para aportar parte de su sangre a ese banco.
En Palestina se está dando sangre además de dinero.
Sé que muchos de vosotros estaríais tan dispues­tos como nuestra gente a ir al frente. No dudo de que hay muchos jóvenes en la comunidad judía de Esta­dos Unidos que harían lo mismo que nuestros jóvenes hacen hoy en Palestina.
No somos mejores, no somos los mejores judíos del pueblo judío. Sólo sucede que nosotros estamos allí y vosotros aquí. Estoy segura de que si estuvierais en Palestina y nosotros en Estados Unidos, haríais lo mis­mo que aquí hacemos nosotros y nos pediríais que hiciéramos aquí lo que vosotros vais a tener que hacer. Quisiera acabar parafraseando uno de los grandes dis­cursos que se han hecho durante la Segunda Guerra Mundial, con unas palabras de Churchill.
No exagero si os digo que la Yishuv en Palestina luchará en el Négev y luchará en Galilea, y que lucha­rá en las afueras de Jerusalén hasta el final. No podéis decidir cuándo deberíamos luchar o no. Lucharemos. La comunidad judía de Palestina no levantará la ban­dera blanca ante el muñí. La decisión está tomada. Nadie puede cambiarla. Sólo podéis decidir una cosa: si saldremos victoriosos de esta lucha o si el muftí se alzará con la victoria. Ésa es la decisión que pueden tomar los judíos de Estados Unidos. Debe tomarse enseguida, en cuestión de horas, de días.
Y os pido que no la demoréis mucho. No os lamen­téis amargamente dentro de tres meses por algo que hoy no hicisteis. Ahora es el momento de hacerlo.
He hablado sin pizca de exageración. No he trata­do de pintar la imagen con falsos colores. Una imagen que, por una parte, refleja la moral y la certeza en nues­tra victoria, y, por la otra, la seria y grave necesidad de seguir adelante en la batalla.
Quisiera agradeceros una vez más que me hayáis dado la oportunidad de dirigiros estas pocas pala­bras en un congreso que, estoy segura, debe tener un orden del día lleno. Dejaré el estrado sin albergar som­bra de duda en mi corazón ni en mi mente de que la decisión que tomen hoy los judíos de América será la misma que tomó la comunidad judía en Palestina, de modo que dentro de unos pocos meses estaremos en condiciones de participar no sólo en la alegría de haber decidido establecer un Estado judío, sino tam­bién en el júbilo de haber puesto la piedra angular del Estado judío.
GOLDA MEIR

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