PERON su despedida: Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino.
Desde los balcones de la casa de gobierno junio 12 de 1974
Como ha sido mi costumbre, hoy deseo hablar al pueblo
argentino sin eufemismos y sin reservas mentales.
La información, como mí sentido de la realidad, me dicen que en el país
está sucediendo algo anormal a lo que debe ser la marcha pacífica y serena de
la tranquilidad.
Parte de esta intranquilidad obedece a causas reales; parte de ellas, se
ocasionan en la provocación deliberada.
Existen, sin duda, factores negativos que provocan consecuencias a cuyas
causas hay que ponerle remedio; pero ocurren también hechos que sólo obedecen a
causas provocadas e invocadas al servicio de una campaña sicológica, con fines
inconfesables, desarrollada ante la indiferencia de unos y la desaprensión de
otros, pero que provocan un estado de cosas que si bien tienen un objetivo
bastardo, no por eso dejan de perjudicar la confianza popular y la firme
decisión que el país debe tener en la reconstrucción y liberación en que
estamos empeñados. Así podríamos estar
acercándonos a una lucha cruenta que algunos insensatos intentan provocar, en
tanto el gobierno se esfuerza por evitarla.
HORAS DECISIVAS
Personalmente, he presenciado de cerca esa lucha y conozco sus efectos y
sus consecuencias. Todos hablan de que fuerzas foráneas e interiores trabajan
por crear trabas a la decisión tomada, pero pocos se ponen al servicio en
defensa de esa buena causa, y en ello 'no hablo de los opositores sino muy
especialmente de los propios partidarios, que poco hacen de efectivo para
asegurar la pacificación y realización de lo que debe ser el empeño de los
verdaderos argentinos, en las horas decisivas que nos tocan vivir.
Algunos, por mala intención, sirven a la perturbación; otros, lo hacen
como idiotas útiles, pero muchos son los que a sabiendas, o sin darse cuenta,
sirven a intereses que no son los del país.
Cuando el 21 de junio del año pasado dije que volvía para servir
lealmente a la Patria, tal como lo hiciera toda mí vida, sabía claramente que
enfrentábamos un proceso difícil y peligroso, pero también era consciente,
entonces, como lo soy ahora, de que no podía rehuir mi responsabilidad frente
al pueblo, que es la única fuerza en la que siempre he confiado para orientar y
conducir los destinos del país.
Yo nunca engañó a ese pueblo, por quien siento un entrañable cariño. Ese es el sentimiento y la relación que me
han dado fuerzas para seguir adelante, en medio de las diarias acechanzas y
conjuras ridículas, tanto de quienes sueñan con un pasado imposible como de los
que desean apurar las cosas. Yo vine al
país para unir y no para fomentar la desunión entre los argentinos. Yo vine al país para lanzar un proceso de
liberación nacional y no para consolidar la dependencia. Yo vine al país para
brindarle seguridad a nuestros conciudadanos y lanzar una revolución en paz y
armonía y no para permitir que vivan temerosos quienes están empeñados en la
gran tarea de edificar el destino común.
Yo vine para ayudar a reconstruir al hombre argentino, destruido por
largos años de sometimiento político, económico y social.
Pero hay pequeñas sectas, perfectamente identificadas, con las que hasta
el momento fuimos tolerantes, que se empeñan en obstruir nuestro proceso; son
los que están saboteando nuestra independencia y nuestra independiente política
exterior; son quienes intentan socavar las bases de¡ acuerdo social, forjado
para lanzar la Reconstrucción Nacional.
Son esos mismos que quieren que volvamos a apagar los motores. Son
también los que, malintencionadamente, interpretaron mis mensajes o simularon
hacerlo para interferir luego la unidad para la reconstrucción con una supuesta
y complacencia para con los enemigos de este proceso.
La unidad que propusimos tenía fines muy distintos a los que suponen esas
mezquindades. Fue para concretar la
liberación nacional y no para darles coraje a los enemigos de nuestra patria.
Esa
unidad era y es para que el pueblo pueda hacer su voluntad sin obstáculos, y no
para que permanentemente deban sortearse las jugarretas de quienes procuran
impedir la concreción de los deseos de las grandes mayorías nacionales.
Por ello, creo que ha llegado la hora de reflexionar acerca de lo que
está pasando en el país y depurar de malezas este proceso porque, de lo
contrario, pueden esperarse horas muy aciagas para el porvenir de la República.
EL PACTO SOCIAL
Como ustedes saben, nosotros propiciamos que el acuerdo entre
trabajadores, los empresarios y el Estado, sirva de base para la política
económica y social de nuestro Gobierno.
Lo hicimos con la convicción de que es el mejor camino para lograr, con
el aporte de todos, sacar adelante el país.
Todos los que firmaron en dos oportunidades ese acuerdo, sabían también
que iban a ceder una parte de sus pretensiones, como contribución al proceso de
la liberación nacional. Sin embargo, a pocos meses de asumir ese compromiso
clave para el país, pareciera que algunos firmantes de la Gran Paritaria están
empeñados en no cumplir con el acuerdo, y desean arrastrar al conjunto a que
haga lo mismo.
Yo califico a quienes están en esa posición, como minorías irresponsables
y los acuso de sabotear la Reconstrucción Nacional. No escapa a mi Percepción la existencia de
irregularidades, a las que procuraremos ponerle remedio cuanto antes.
Frente a esos irresponsables, sean empresarios o sindicalistas, creo que
es mi deber pedirle al pueblo no sólo que los identifique claramente, sino
también que los castigue como merecen todos los enemigos de la liberación
nacional.
DENUNCIAS ANTE LA SECRETARIA DE GOBIERNO
Por nuestra parte, quiero que se tenga la más plena certeza de que los
funcionarios oficiales que hayan violado el acuerdo, tendrán su sanción. A este respecto, pido a todos los ciudadanos
que denuncien ante la Secretaria de Gobierno de la Casa Rosada, toda irregularidad
que conozcan en los órganos gubernamentales.
Tampoco es nuestro deseo que los vivos de siempre saquen tajada del
sacrificio de los demás. Los que hayan
violado las normas salariales y de precios, como los que exijan más de lo que
el proceso permite, tendrán que hacerse cargo de sus actos.
Ami juicio, quienes inducen al desorden, están promoviendo la
contrarrevolución, y estoy convencido de que el pueblo habrá de combatirlos,
como siempre hace con sus enemigos. Sé
positivamente que existen algunos problemas reales. ¿Cómo evitarlos, cuando
estamos cambiando drásticamente las estructuras de la dependencia, montadas por
los empleados de los poderes coloniales?
Pero estoy convencido de que esos problemas tienen poco que ver con los
que inventan los saboteadores del proceso.
Los que hace muchos años que estamos en esta labor, sabemos claramente
que un 80 ó 90 por ciento de las cosas que se andan diciendo por ahí, son
inventadas por los profesionales de la acción sicológica.
Algunos diarios oligarcas están insistiendo, por ejemplo, con el problema
de la escasez y el mercado negro.
Siempre que la economía está creciendo y se mejoran los ingresos del
pueblo - como sucede desde que nos hicimos cargo de¡ poder- hay escasez de
productos y aparece el mercado negro. Lo
que subsistirá hasta que la producción se ponga a tono con el aumento de la
demanda.
ESPECULADORES
Por otra parte, el gobierno ha fijado los precios, pero cuando se cobra
más de los precios fijados, el que compra debe ser el encargado de hacerlos
cumplir, ya que el gobierno no puede estar cuidando el bolsillo de los zonzos,
que hacen el juego a los especuladores.
No hay que olvidar que los enemigos están preocupados por nuestras
conquistas, no por nuestros problemas. Ellos se dan cuenta de que hemos
nacionalizado los resortes básicos de la economía y que seguiremos en esa tarea
sin fobia, pero hasta no dejar ningún engranaje decisivo en manos extranjeras.
En un año de gobierno, ellos advierten que el pueblo sabe, sin acudir a
las recetas de miseria y dependencia, que mejoramos el salario real de los
trabajadores, bajamos drásticamente la desocupación y aumentamos las reservas
del país.
EL UNICO SUCESOR DE PERON
Esas sectas minoritarias han llegado a la histeria, y quieren que nos
contagiemos para impedir que este proceso de cambio siga avanzando. Si esto sucede en lo económico, no deja de
complementarse en lo político-social; no sería mucho avanzar en la autocrítica
si dijéramos que, en muchas partes, los hombres de nuestro propio movimiento,
en la función gubernamental, tienen la grave falla de sus enfrentamientos,
ocasionados unas veces por bastardos intereses personales y otras por
sectarismos incomprensibles. A todo ello
se suma la fiebre de la sucesión, de los que no comprenden que el único sucesor
de Perón será el pueblo argentino que, en último análisis, será quien deba
decidir.
LA TELEVISION
Se ha lanzado a la calle el asunto de la televisión, cuando ya funcionaba
una comisión de estudio en la que debía participar el Estado, sus legisladores,
los sindicatos de esta especialidad y otros órganos interesados en la mejor
solución.
Sus concesiones han vencido hace dos meses, como también ha vencido el
plazo acordado a esa Comisión.
Sin embargo, el Poder Ejecutivo, que es quien debe decidir, ha mantenido
una conducta prudente que, lejos de despertar intranquilidad, ha servido para
que los órganos publicitarios, al servicio de otros intereses, que no son los
de¡ país, lanzaran las más incomprensibles versiones.
LA UNIVERSIDAD
La Universidad es foco de semejantes insensateces. Querían su ley, la tienen Y está en plena
organización normalizadora. ¿A qué seguir agitando un asunto terminado en lo
sustancial? ¿Cómo se explica que ello suceda, solamente con fines extra
universitarios? Esperamos los concursos
para el profesorado. Será preciso
asegurar que el resultado de ellos sea respetado y defendido por todos, como
una garantía para que la Universidad, que valdrá tanto como sea el valor de su
profesorado, pueda organizarse.
EL MODELO NACIONAL
Yo, personalmente, he preparado un estudio sobre el Modelo Nacional, de
acuerdo con nuestra doctrina. Ya se comienza a hablar de corporativismo, asunto
en el que ni siquiera hemos pensado, aunque creemos justo que la
representatividad sea un asunto fehaciente y real para todos los sectores de
una comunidad organizada.
Podría seguir mencionando numerosas cuestiones que se agitan
arbitrariamente con fines de perturbación político-social, pero sé que el
pueblo argentino es lo suficientemente perspicaz como para saber desentrañar la
verdad.
Cuando acepté gobernar, lo hice pensando en que podría ser útil al país,
aunque ello me implicaba un gran sacrificio personal. Pero si llego a percibir el menor indicio que
haga inútil ese sacrificio, no titubearé un instante en dejar este lugar a
quienes lo puedan llenar con mejores probabilidades. Con esto hago un llamado a todos los que
anhelan la paz y la tranquilidad, como a los que comprometieron su responsabilidad
al elegirme para presidir el Gobierno.
Nadie podría entonces llamarse a engaño sobre lo que yo quería, porque
en numerosas oportunidades vine anunciando mis intenciones y deseos en actos
públicos en la patria, como en comunicaciones desde el exilio, que también
tuvieron estado público. Si me
eligieron, imagino que las apoyaban y coparticipaban, como consecuencia, en la
responsabilidad de realizarlo. Sin el
apoyo masivo de los que me eligieron y la complacencia de los que no lo
hicieron, pero luego evidenciaron una gran comprensión y sentido de
responsabilidad, no sólo no, deseo seguir gobernando, sino que soy partidario
que lo hagan los que puedan hacerlo mejor.
Una campaña sicológica de los elementos negativos de la nacionalidad,
aliados a la acción foránea empeñada en anular el despegue argentino, no puede
tener éxito si los bien intencionados no defeccionan y apoyan efectiva y
dinámicamente al gobierno en sus realizaciones.
APOYO
Este apoyo no debe ser pretoriano, sino inteligente y franco, apoyando lo
bueno y señalando lo malo, ante quienes lo puedan remediar, pero no sumando la
murmuración propia o la perturbación a los que la desarrollan en grupos que
bien sabemos en lo que están.
Ya pasaron los días de exclamar "la vida por Perón", vivimos
momentos en que es indispensable demostrar en hechos sinceros y fehacientes,
que estamos dispuestos a servir al objetivo común de todos los argentinos,
realizado en paz con un trabajo honrado y permanente, a la vez que
neutralizando la acción de los enemigos de la patria, de afuera o de adentro,
empeñados en impedir su reconstrucción y su liberación
SABOTAJE DE PIGMEOS
Duele en el alma y en el
corazón argentinos, tener que contemplar un sabotaje de pigmeos que no han
llegado a comprender que los innegables éxitos de nuestra política internacional,
que nos está llenando de ventajas y de prestigio en el mundo exterior, es parte
de un patrimonio nacional que sólo un traidor a la patria puede combatir,
cualesquiera sean las causas que lo impulsan.
Cuanto estamos haciendo
por los intereses, el honor y el prestigio de la República ante todos los
países del mundo, depende, en gran parte, del masivo apoyo de nuestro
pueblo. Defeccionar en estos momentos,
significaría renunciar a todo lo conquistado, para volver a ser una
republiqueta sin dignidad y sin grandeza.
Por eso, cada uno que
comparta las inquietudes y fines que perseguimos, no puede ser un testigo mudo
de los acontecimientos, sino un protagonista activo y diligente en la defensa
de los intereses comunes de los argentinos.
Sólo los pueblos calificados con un alto índice de cultura política,
pueden llegar a ser artífices de su propio destino.
Muchas gracias.
Compañeros.
Retempla mi, espíritu estar en presencia de este pueblo que toma en sus
manos la responsabilidad de defender la patria.
Creo, también, que ha llegado la hora de que pongamos las cosas en
claro.
Estamos luchando por superar lo que nos han dejado
en la República y, en esta lucha, no debe faltar un solo argentino que tenga el
corazón bien templado.
Sabemos que tenemos enemigos que han comenzado a
mostrar sus uñas. Pero, también sabemos
que tenemos a nuestro lado al pueblo, y cuando éste se decide a la lucha, suele
ser invencible.
Hoy es visible, en esta circunstancia de lucha, que
tenemos a nuestro lado al pueblo, y nosotros no defendemos ni defenderemos
jamás, otra causa que no sea la causa del pueblo.
Yo sé que hay muchos que quieren desviarnos en una
o en otra dirección, pero nosotros conocemos perfectamente bien nuestros
objetivos y marcharemos directamente a ellos, sin influenciarnos ni por los que
tiran desde la derecha ni por los que tiran desde la izquierda.
El Gobierno del Pueblo es manso y es tolerante,
pero nuestros enemigos deben saber, que tampoco somos tontos.
Mientras nosotros no descansamos para cumplir la
misión que tenemos y responder a esa responsabilidad que el pueblo ha puesto
sobre nuestros hombros, hay muchos que pretenden manejarnos con el engaño y con
la violencia; nosotros, frente al engaño y frente a la violencia, impondremos
la verdad, que vale mucho más que eso.
No queremos que nadie nos tema; queremos, en cambio, que nos
comprendan. Cuando el pueblo tiene la
persuasión de su destino, no hay nada que temer. Ni la verdad, ni el engaño, ni la violencia,
ni ninguna otra circunstancia, podrá influenciar a este pueblo en un sentido
negativo, como tampoco podrá influenciarnos a nosotros para que cambiemos una
dirección que, sabemos, es la dirección de la Patria.
Sabemos que
en esta acción tendremos que enfrentar a
los malintencionados y a los aprovechados. Ni los que pretenden desviarnos, ni los
especuladores, ni los aprovechados de todo orden, podrán, en estas
circunstancias, medrar con la desgracia del pueblo.
Sabemos que en la marcha que hemos emprendido
tropezaremos con muchos bandidos que nos querrán detener, pero con el concurso
organizado de¡ pueblo nadie puede detener a nadie.
Por eso deseo aprovechar esta oportunidad para
pedirle a cada uno de ustedes que se transforme en un vigilante observador de
todos estos hechos que quieran provocarse y actúe de acuerdo con las
circunstancias.
Cada uno de nosotros debe ser un realizador, pero
ha de ser también un predicador y un agente de vigilancia y control para poder
realizar la tarea, y neutralizar lo negativo que tienen los sectores que todavía
no han comprendido y que tendrán que comprender.
Compañeros: esta concentración popular me da el
respaldo y la contestación a cuanto dije esta mañana.
Por eso deseo agradecerles la molestia que se han
tomado de llegar hasta esta Plaza.
Llevaré grabado en mi retina este maravilloso
espectáculo, en que el pueblo trabajador de la ciudad y de la provincia de
Buenos Aires, me trae el mensaje que yo necesito.
Compañeros: con este agradecimiento
quiero hacer llegar a todo el pueblo de la República nuestro deseo de seguir
trabajando para reconstruir nuestro país y para liberarlo. Esas consignas, que más que mías son del
pueblo argentino, las defenderemos hasta el último aliento.
Para finalizar, deseo que Dios derrame sobre
ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen. Les agradezco profundamente el que se hayan
llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más
maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino.
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