VICENTE FOX
“En una sociedad
plural no cabe la intransigencia, las visiones únicas ni las verdades
absolutas. La tolerancia es imprescindible para consolidar la pluralidad en
nuestra sociedad y para avanzar en una transición concertada, en cuanto a
modalidades, fines, etapas y plazos”
Discurso de
investidura, Diciembre 2000
"He asumido la
alta responsabilidad de Presidente de la República protestando respetar la
Constitución y las leyes que en ella tienen su origen. Lo he hecho también de
frente a mi conciencia y teniendo presentes los valores y principios morales
que me comprometen.
Vengo a este
solemne acto portando no sólo mis convicciones personales, sino los sueños y
anhelos de cambio de todos los mexicanos. No es posible pasar por alto que
asumo la titularidad del Poder Ejecutivo en nuevas condiciones.
La decisión
soberana de los electores el 2 de julio no tiene precedente, nadie pude
arrogarse la autoría de este logro, pero a nadie puede regateársele su
contribución.
Al desarrollo de
esa jornada acudimos millones de mexicanos en todos los rincones del país para
emitir nuestro voto. Todos participamos en esta fiesta cívica.
Quizá por primera
vez en nuestra historia no hubo quien llegara tarde ni quien se rezagara. Nada
impidió la libre expresión de nuestra voluntad democrática. Nadie murió aquél
día para hacerla posible. Al final, el triunfo fue de todos.
A la cita acudieron
también las instituciones electorales, los partidos políticos y sus candidatos.
El entonces presidente Ernesto Zedillo reconoció el mandato que la ciudadanía
expresó en las urnas y con ánimo republicano facilitó la transición entre su
administración y el gobierno que presido a partir de hoy.
Por ello, expreso
el más orgulloso reconocimiento a todas las mexicanas y mexicanos que el 2 de
julio renovamos nuestro pacto político con civilidad y concordia.
La presencia de los
Jefes de Estado y de Gobierno y de las misiones diplomáticas de alto nivel que
hoy nos acompañan es un signo de la confianza que inspiran nuestras
perspectivas de cambio.
Agradezco también
la presencia de destacados representantes de la vida política, económica y
cultural del mundo.
Reciban ustedes
nuestro agradecimiento y lleven a sus países la manifestación de la gratitud y
solidaridad de la sociedad mexicana.
Las mexicanas y los
mexicanos demostramos en las pasadas elecciones nuestra voluntad y decisión de
fincar sobre bases democráticas los nuevos cimientos de la nación del siglo
XXI.
Este cambio
democrático que entró en su fase decisiva el 2 de julio es resultado de un
largo afán colectivo. Se gestó durante varias décadas con el sacrificio y la
entrega de muchos mexicanos excepcionales que lucharon en distintas trincheras
para hacer posible lo que ahora vivimos.
Evoco con devota
emoción a Don Francisco I. Madero. Su sacrificio en pos de la democracia no fue
en vano. Hoy al cierre de una etapa histórica marcada por el autoritarismo, su
figura se levanta de nuevo como un hito que marca el rumbo que nunca debió
abandonarse.
Brindo homenaje a
los hombres y mujeres que fundaron organizaciones y partidos políticos a los
que por encima del triunfo personal creyeron y enseñaron a creer en el triunfo
de un México democrático; a quienes hicieron de cada esquina una tribuna hasta
obtener este triunfo para la democracia.
Pienso en José
Vasconcelos, en Manuel Gómez Morín, Vicente Lombrado Toledano, Valentín Campa,
José Revueltas, Manuel Clouthier, Salvador Nava, Luis Donaldo Colosio, Heberto
Castillo y Carlos Castillo Peraza, entre muchos otros. Hombres de signos
políticos diversos, pero de una misma convicción democrática.
Todos ellos estarán
hoy y siempre presentes en nuestra memoria.
En esta nueva época
de ejercicio democrático, el presidente propone y el Congreso dispone. Esa es
la nueva realidad del poder en México.
El presidencialismo
tradicional impuso por muchos años su monólogo. Ahora más que nunca gobernar
exige dialogar. La fuerza de la Nación no puede venir ya de un sólo punto de
vista, de un sólo partido o de una sola filosofía.
Ahora como nunca es
necesario el entendimiento, el acuerdo y la convergencia entre los distintos
actores políticos, económicos y sociales, los diferentes intereses legítimos y
las diversas visiones ideológicas.
Convoco a todas las
fuerzas políticas a construir sin prejuicios una relación digna, transparente y
sin servidumbre; a un intercambio franco y espontáneo de argumentos y razones
con el nuevo gobierno para avanzar juntos en el encuadramiento jurídico del
proceso de cambio.
Por mi parte,
alentaré una relación cimentada en negociaciones permanentes con los grupos
parlamentarios que aquí concurren, para que en el proceso de coincidencias y
discrepancias alcancemos las reformas que eleven la legitimidad de las
instituciones públicas y sus decisiones.
En esta sesión
solemne ratificó el compromiso de mi gobierno de rendir cuentas ante esta
representación nacional, tan amplia y frecuentemente como sea necesario.
Instruyo a los
miembros del gabinete a atender con disposición y prontitud, semana a semana,
los requerimientos de este honorable Congreso y de sus comisiones.
Los ciudadanos
demandan una mejor justicia. La consolidación de la autonomía del Poder
Judicial de la Federación y la independencia de sus integrantes, tendrán en el
Ejecutivo a mi cargo a su mejor aliado
En esta ocasión
solemne, asumo el compromiso de hacer todo lo que esté a mi alcance a fin de
reforzar la capacidad de los órganos jurisdiccionales federales para determinar
la constitucionalidad de las leyes de la República y la legalidad de los actos
de la administración pública.
Me honra asumir,
por disposición constitucional, el comando supremo de la Fuerzas Armadas.
Con honor y
dignidad los soldados de México han sido fieles a su juramento a favor de la
nación. Su lealtad a la República, el estricto cumplimiento de sus deberes
constitucionales, su actuación ejemplar en el combate al narcotráfico y la
protección civil y su respeto a los procesos políticos del país, han
constituído una garantía fundamental de la democracia.
El gran reto de la
reforma del Estado es inaugurar un nuevo futuro político, después de 71 años.
Ello nos obliga a ser audaces para romper paradigmas, inercias y atavismos de
una cultura política que ha visto en el acuerdo un acto de capitulación; y en
la coincidencia política, prueba plena de cooptación.
Sólo por la vía de
franquear el paso a una era de democratización profunda de la vida nacional, la
reforma del Estado podrá satisfacer las expectativas sociales de cambio. Ello
demanda una propuesta programática consensada de largo alcance, cuya
factibilidad no se agote en un acuerdo de coyuntura.
El origen de muchos
de nuestros males, se encuentra en una concentración excesiva de poder. La
Reforma del Estado deberá garantizar el fortalecimiento de un ejercicio del
poder cada vez más equilibrado y democrático.
Deberá garantizar
también la modernización política del país por la vía de asegurar un Estado de
Derecho pleno, equidad en la distribución de la riqueza, racionalidad en la
estructura administrativa del gobierno, institucionalización plena del
ejercicio del poder público, una amplia participación social en sus decisiones,
y la preparación para enfrentar los retos de la globalización y de la
revolución tecnológica que está viviendo el mundo.
La alternancia no
va a cerrar por sí sola el proceso de transición. Invito a todos cuanto tienen
competencia para conducir la reforma del Estado a que juntos propongamos al
país las iniciativas necesarias para un cambio sustantivo de régimen político.
Procedamos con sensatez y valentía a demoler todo vestigio de autoritarismo y a
edificar una genuina democracia.
La Constitución que
nos rige ha sido excesivamente reformada.
Necesitamos
reconstruir el consenso nacional de largo plazo en torno a una ley suprema acorde
con nuestras mejores tradiciones y con los requerimientos del siglo XXI
El voto ciudadano
del 2 de julio fue, ante todo, un plebiscito a favor del cambio. Consecuente
con ese mandato, me propongo impulsar proyectos sustantivos de reforma
constitucional, decantados por una comisión de estudios, ampliamente
representativa, que sintetice las principales demandas de la sociedad.
Estabilidad
política y cambio democrático se condicionan de manera recíproca. Es
prácticamente imposible aislarlos sin perder eficacia y es una ilusión suponer
que se dará el uno sin la otra.
Juntos debemos
encontrar la fórmula para abordar todos los cambios que la nación demanda, sin
perder la eficacia en la conducción del gobierno.
Para garantizar una
democracia eficaz y una eficacia democrática, asumo el compromiso de promover
siete reformas medulares, recogidas durante mi campaña presidencial como el
mandato de cambio de los mexicanos:
Una reforma que
consolide el avance democrático, para que toda persona pueda hablar con
libertad y ser escuchada.
Una reforma que
avance en el combate a la pobreza y en la igualdad social, para que ninguna
madre carezca de dinero para comprar la leche de sus hijos.
Una reforma
educativa que asegure la formación del mejor capital humano y para que ningún
joven en nuestro país, así sea el de condición más humilde, se quede sin
alcanzar su proyecto educativo por falta de recursos.
Una reforma que
garantice el crecimiento con estabilidad en la economía, para que nunca más
nuestros jóvenes tengan que dejar su hogar y emigrar a otro país.
Una reforma que
descentralice facultades y recursos de la Federación para darles mayor
vitalidad a los estados a los municipios y a las comunidades.
Una reforma que
asegure la transparencia y el rendimiento de cuentas en las tareas del
gobierno, para anular la corrupción y el engaño.
Una reforma que
abata la inseguridad y cancele la impunidad, para que toda familia pueda dormir
tranquila.No se puede hacer política rindiendo culto a nuestras diferencias.
Las diferencias políticas e ideológicas, consustanciales a toda sociedad
democrática, antes que dividirnos nos enriquecen.
Es imprescindible
convertir esa valoración en premisa básica de la nueva convivencia mexicana,
para pasar de un pluralismo polarizante a una relación plenamente civilizada
entre los distintos actores políticos
Tenemos toda una
historia por delante que es imprescindible empezar a construir sobre un diálogo
propositivo y en el marco de una relación madura entre los actores políticos,
que conduzca a la lucha con ética y respeto y no como un pleito por el poder.
Aceptemos con
realismo que la democratización plena del país es una causa nacional que
difícilmente surgirá de iniciativas partidistas aisladas.
Todos estamos
limitados por la correlación de fuerzas, lo que significa que ninguna expresión
política podrá impulsar cambio alguno en forma independiente.
En una sociedad
plural no cabe la intransigencia, las visiones únicas ni las verdades
absolutas. La tolerancia es imprescindible para consolidar la pluralidad en
nuestra sociedad y para avanzar en una transición concertada, en cuanto a
modalidades, fines, etapas y plazos.
Lo que está en
juego en los próximos seis años no es sólo el cambio de un partido en el poder.
Está en juego algo mucho más significativo y profundo: las esperanzas de
millones de mexicanas y mexicanos.
Aquí encuentra el
proceso de convergencia democrática su verdadero valor histórico, su sustento
ético, moral y político. Ese es el verdadero reto en esta etapa de transición:
dar respuesta a las esperanzas de todas y todos a través del encuentro entre
las diferentes fuerzas políticas y sociales de la nación.
Como muchos de
ustedes en este recinto y en todo nuestro país, yo crecí en un rancho, en un
ejido, y todos en el campo sabemos que la mayor cosecha es la que crece del
híbrido de distintas semillas, porque aún la naturaleza obtiene la mayor fuerza
de la diversidad. Así es como la gente del campo alimentamos el mejor ganado, y
el obrero forja los metales más fuertes.
Todas y todos en
este Congreso, todos quienes nos escuchan y ven en toda la nación debemos saber
que la diversidad es el fundamento de nuestro futuro. Nuestras ideas, nuestra
energía, nuestro trabajo, son los ladrillos, el pico, la pala y el acero
templado para construir el nuevo México.
El estricto respeto
a la libertad de expresión es garantía irrenunciable del desarrollo
democrático. Su preservación es el compromiso primero de todo Estado
democrático. Creo firmemente que los medios de comunicación nacen de la
libertad y sólo en ella pueden cumplir su responsabilidad ética de informar a
la sociedad.
Mi gobierno
observará un absoluto respeto a esa libertad fundamental de informar y
disentir. Escucharemos y atenderemos el escrutinio cotidiano de la opinión de
la ciudadanía.
Me comprometo con
una nueva ética que supere el vicio histórico de una cultura oficial que
privilegió el control y la manipulación de la información sobre los asuntos
públicos, en demérito de su oportunidad y veracidad.
En el umbral del
nuevo milenio, un centralismo absorbente y un federalismo simulado impiden que
México sea un auténtico Estado federal.
Proximidad al
Presidente de la República, simpatías probadas o simuladas, complicidades,
obediencias, desobediencias o irreverencias políticas han hecho del federalismo
un concepto aleatorio, sujeto a vaivenes sexenales.
Tenemos que
encontrar nuevas vías para conducir las relaciones del Ejecutivo Federal con
los gobiernos estatales a través de formas ajenas al cómodo mecanismo de
control político y financiero subyacente en el actual sistema.
A fin de replantear
sus términos, hoy convoco a una gran alianza federal para diseñar un esquema
coherente en el que cada uno de los ámbitos federal, estatal y municipal lleve
a cabo con eficiencia y transparencia las labores que le sean encomendadas.
Abrir la política y
el ejercicio del poder a la participación y control desde la base social será
un objetivo central de mi gobierno. Acepto el mandato popular de consolidar la
democracia a través de fórmulas relacionadas con la democracia directa, como el
plebiscito, el referéndum y la iniciativa popular.
En un sistema
políticamente moderno tales instrumentos, debidamente reglamentados, permiten
que la ciudadanía manifieste su sentir de manera precisa y proporcione
orientaciones enriquecedoras a sus gobernantes.
Tengo una visión
incluyente sobre el trabajo de los movimientos sociales. Tendrán todo el
respaldo de mi gobierno, en particular las organizaciones que, en gran pasión y
vocación de servicio, han hecho de la atención a los grupos vulnerables un
proyecto de vida.
La sociedad que
queremos exige terminar con toda forma de discriminación. Haremos realidad
nuestros compromisos de eliminar toda forma de discriminación y exclusión de
los grupos minoritarios.
El objetivo es que
no haya entre un ser humano y otro más diferencia que las que señalen su
compromiso con la libertad, la justicia y la fraternidad.
Los mexicanos
aspiramos y merecemos vivir en la certeza de la legalidad, en la que el ejemplo
del gobierno haga del orden legal una realidad cívica. Caprichos e
insuficiencias en la aplicación de la ley explican muchos de nuestros males
sociales.
En México, el uso
de la violencia ha sido una prerrogativa del gobierno más que del Estado. No
pocos actos de coerción del Estado han sido motivados por conveniencias
polícias de algún funcionario o grupo de poder. La enemistad personal o la
discrepancia política con quienes detentan el poder han sido causa frecuente
para que el ciudadano común sea víctima de la "fuerza del Estado".
Sin embargo, no se
puede gobernar por la fuerza. Se necesita algo más que conceder beneficios
ilegales o repartir intimidaciones igualmente ilegales para estimular los
mejores esfuerzos de los mexicanos.
Para gobernar y
preservar la seguridad política del Estado no es valido usar aparatos de
espionaje, de vigilancia e intimidación en contra de partidos, sindicatos,
organizaciones sociales, personajes políticos o líderes de opinión.
Un gobierno que
espía para saber lo que la gente está pensando es porque no está escuchando. Mi
gobierno no tolerará que continúen impunemente estas prácticas: la represión
nunca más será medio para resolver diferencias políticas. Mi gobierno no
distraerá a los órganos de seguridad para disuadir a sus críticos o para
neutralizar a sus opositores, mientras que el Estado carece de información
indispensable para la seguridad nacional.
Los peligros que
acechan a la seguridad colectiva de los ciudadanos, los riesgos para la
seguridad nacional y las contingencias de carácter natural o humano que debemos
anticipar y evitar, nunca provienen del ejercicio de la libertad.
Tengo la plena
convicción de que mientras más libre y más clara sea la expresión de los
ciudadanos, mientras más tolerancia tengamos hacia los proyectos ideológicos en
disputa, y más abiertas y transparentes sean las instituciones públicas, más
segura estará la República.
México no será ya
más referencia de descrédito en materia de derechos humanos. Vamos a
protegerlos como nunca, a respetarlos como nunca y a consolidar una cultura que
repudie cualquier violación y sancione a los culpables.
La corrupción ha
dejado exhausta la credibilidad social en el gobierno. La prepotencia y la
arbitrariedad han configurado el resto de su imagen. Tales excesos mantienen en
la agenda pública el reclamo social de restituir autoridad moral al ejercico de
gobierno.
La solución no es
tan sólo más leyes o leyes más duras. Se requiere sobre todo que su aplicación
se dé en un marco de plena certeza. Esa es la mejor alternativa. Combatiré
estos males con el rigor y el imperio de la ley, con todo el poder del Presidente
de la República, pero también con la fuerza sencilla y poderosa del ejemplo.
No repetiremos
errores del pasado ni desperdiciaremos nada de lo que hasta ahora hemos logrado
con el esfuezo de todas y todos los mexicanos.
Las decisiones de
mi gobierno tendrán congruencia histórica, pero no aceptaré que sea el pasado
el que decida la suerte, las expectativas de nuestro porvenir. La historia se
hace viendo siempre hacia el futuro.
Pero ninguna
relación con el pasado es saludable si no está fincada en la verdad. Sin
sustituir a las instancias de procuración e impartición de justicia, me
propongo abrir lo que ha permanecido cerrado en episodios sensibles de nuestra
historia reciente e investigar lo que no ha sido resuelto, mediante una
instancia que atienda los reclamos por la verdad de la mayoría de los
mexicanos.
No es posible
contener la justa indignación social: los grandes corruptos del pasado, del
presente y del futuro rendirán cuentas; no habrá para ellos borrón y cuenta
nueva. No habrá piadoso olvido para quienes delinquieron; tampoco habrá
tolerancia para quienes pretendan continuar con privilegios hoy inaceptables.
Sin embargo, ningún
acto relacionado con el pasado estará inspirado por resentimiento alguno,
venganza, ansias de reivindicación personal o aspiraciones a reinterpretar la
historia.
No daremos cuartel
a la delincuencia. No descansaremos hasta que vivamos seguros, sin temor ni
angustia; hasta que disfrutemos de la vida sin asaltos ni vejaciones.
Abordaremos el rompecabezas de la inseguridad con la fortaleza de la ley y las
instituciones, pero también con medidas que hagan desaparecer la desigualdad
extrema y la marginación.
Las medidas
policiacas desvinculadas del contexto social corren el riesgo de tornarse en
represión. Y no sirve apostarle al autoritarismo cuando la criminalidad no es
sólo producto de la debilidad de las fuerzas de seguridad: No hay cuerpo
policiaco capaz de contener hambre y desempleo.
Reconocer con
objetividad la realidad, sin deformaciones ni complacencias, es una premisa básica
para mejorarla. Y con nuestra realidad nadie puede estar satisfecho. No
obstante que existe estabilidad en las principales variables macroeconómicas,
seguimos sin alcanzar el viejo anhelo de moderar opulencia e indigencia.
Recibo este
gobierno con una economía en marcha, ciertamente, pero con un presupuesto con
muy escaso margen de maniobra para responder a los enormes rezagos sociales.
A lo largo de mi
campaña electoral observé grandes potenciales humanos y naturales
desaprovechados en todo el país: niños sin escuela; jóvenes sin futuro ni
perspectivas de avance; desintegración familiar; marginación y discriminación;
profesionistas y técnicos altamente capacitados sin otra alternativa que el
desempleo y el subempleo; madres solteras y sin preparación como único sostén
de sus hogares; ancianos sin apoyo ni recursos para pasar con tranquilidad la
última etapa de sus vidas; y sistemas ecológicos en franca degradación.
La responsabilidad
gubernamental acumulada es enorme en materia social. El más mínimo sentido
común señala la falsedad de la tesis que afirma que es preciso frenar el nivel
de vida de la población en aras de la salud económica. Sostengo enfáticamente
que la justicia social es parte de una economía eficiente, no su adversaria.
Es hora de reconocer
que ni todo puede ser resuelto por el Estado, ni todo puede ser solucionado por
el mercado. Dicho de otro modo: ni el Estado todo, ni el individuo solo.
Es mi convicción
que el voto por la democracia es inseparable del voto por la equidad social.
Podemos cerrar los
ojos a la miseria y a la marginación. Podemos vivir con más delincuencia, menos
agua, menos bosques y un ambiente más contaminado. Podemos fingir que no vemos
la corrupción, la pobreza ni el desempleo. Si lo hacemos, estaremos
traicionando a quienes han luchado por el cambio. México ya no quiere ni puede
sobrevivir entre islas de riqueza y prosperidad rodeadas por mares de miseria.
Desde hace mucho
tiempo, millones de mexicanos resisten la sobrecarga de la marginación y la
pobreza. Quienes la padecen tienen justos reclamos que formular a la sociedad y
al Estado.
El desarrollo que
promoveré será humano y social, porque de lo contrario se extravían sus fines.
Estoy convecido de que la economía debe recuperar su dimensión moral y
humanista para darle sentido y rumbo.
Estoy convencido,
también, de que la calidad de vida de una sociedad no se mide únicamente por su
capacidad para generar riqueza sino, sobre todo, por la equidad para
distribuirla.
Sé que no es una
lucha que ganaremos de la noche a la mañana, pero es mi compromiso, mi pasión,
mi reto, asegurar que ninguna persona o familia quede excluida de los
beneficios del desarrollo. Mi dedicación no tendrá descanso frente a esta tarea
inaplazable.
Trabajaré con todos
y por todos, pero buscaré atender siempre primero a quienes esperan la justicia
desde tiempo inmemorial; a quienes cotidianamente sufren la miseria, el
abandono, la ignorancia y la violencia. La educación de calidad, el empleo y
desarrollo regional serán las palancas para romper de una vez por todas el
ciclo de la pobreza que es inequidad, injusticia, discriminación y exclusión.
Con las comunidades
indígenas tenemos una deuda que habremos de saldar. Los pueblos originarios de
estas tierras siguen sufriendo una intolerable situación de injusticia,
marginación y desigualdad. Desde mi campaña lo ofrecí y hoy lo refrendo como
Presidente Constitucional de la República: he estado, estoy y estaré
comprometido con una nueva relación entre los pueblos indígenas y el Estado
mexicano. Trabajaré sin descanso hasta lograrlo.
Aplicaré programas
dirigidos al mejoramiento de sus comunidades, que ellas mismas habrán de
administrar. Reitero clara e inequívocamente que esta tarea es y será, desde
este momento, responsabilidad directa del Presidente de la República; que en el
cumplimiento de este compromiso voy por delante.
Sin embargo, todo
esfuerzo será insuficiente sin la participación plena, constante de los propios
Pueblos Indios y sus representantes en las deliberaciones, en las propuestas y
en las decisiones nacionales.
Hermanos de las
comunidades y los pueblos indígenas, permítanme dirigirme a ustedes de manera
especial:
Como Presidente de
México asumó responsablemente el compromiso de crear condiciones que hagan
posible la participación permanente de todos y cada uno de ustedes, de sus
comunidades y pueblos, en la construcción de los marcos legales que garanticen,
dentro del Estado nacional, el ejercicio pleno de su autonomía y su libre
determinación en la unidad nacional.
¡Nunca más un
México sin ustedes.
En México y en
Chiapas hay un nuevo amanacer.
En Chiapas, serán
las acciones -no las palabras huecas- el eje vertebral de una nueva política
federal y presidencial que conduzca a la paz.
Fue mi palabra
empeñada enviar al Congreso de la Unión, como iniciativa de Ley, el documento
elaborado por la Cocopa que sintetiza el espíritu de los Acuerdos de San
Andrés. Y éste será el primer acto de mi gobierno en referencia al Congreso.
Convoco a los
legisladores, a las fuerzas y partidos políticos, para que deliberen con plena
responsabilidad el tema capital que aquel documento entraña: el del Estado, la
Sociedad y los Pueblos Indios de México.
En el ámbito rural,
buscaremos que los campesinos puedan progresar con los recursos fruto de su
trabajo y no con los que pueda darles el gobierno. Vamos a pasar de subsidios
ineficientes, a los apoyos productivos que generen riqueza.
La educación será
la columna vertebral del desarrollo. Ratifico mi palabra de buscar todos los
medios a fin de elevar el presupuesto en educación, porque es aquí donde
invertimos para el futuro; es aquí, en nuestra calidad educativa, donde
radiquan las posibilidades de que niños y jóvenes se constituyan en fuerza para
la Nación.
La universidad
pública mantendrá el lugar privilegiado que actualmente ocupa en la formación
de profesionales. No está en el orden del día su privatización. Lo que somos
hoy en el terreno de las profesiones, las empresas y el conocimiento científico
y cultural es en gran parte fruto de su obra.
Sólo a las
respectivas comunidades universitarias corresponde determinar las reformas para
preservar sus núcleos de excelencia y adecuarse a los requerimientos impuestos
por los avances científicos y tecnológicos, así como por la aparición de
perfiles profesionales superiores derivados de los nuevos conocimientos.
Refrendo la
laicidad, el carácter público y la gratuidad que establecen nuestras leyes en
la educación que imparte el Estado. No habrá en mi gobierno ninguna medida que
las afecte. Sobre estas bases extenderemos la educación a todos los mexicanos,
promoveremos su equidad y nos empeñaremos en la formación de valores, en el
desarrollo humano de los alumnos y en la capacitación eficiente para la vida y
el trabajo.
La riqueza cultural
de México está en su pluralidad. Octavio Paz nos mostró al mexicano encerrado
en su laberinto, escondido detrás de su máscara, lastimado por heridas
ancentrales que provocaron sometimiento y frustración.
Debemos avanzar y
salir al mundo con orgullo y autoestima, convencidos de que lo que nos
distingue del resto del mundo es también lo que nos da identidad.
Los chiquillos
serán nuestra prioridad, la justificación de todos nuestros empeños. Hoy por la
mañana desayuné con niños de la calle. Percibí en sus rostros el abandono y la
injusticia. Cuando asumo ante el pueblo de México cada uno de los compromisos
que hago de cara a la nación, está en mi mente el recuerdo de esos niños a los
que ofrecí no fallarles.
Hoy les digo a
todas las chiquillas y los chiquillos mexicanos que no les fallaré. El futuro
de México no puede construirse al margen de más de la mitad de su población.
Las mujeres, empeñadas en su mayoría en dos jornadas cotidianas de trabajo -la
laboral y la derivada de su atención a los asuntos del hogar y la familia-,
demandan espacios y oportunidades a la altura de su entrega. Es mi convicción
atender ese reclamo.
Mi gobierno se
conducirá con perspectiva de género. Impulsará una transformación cultural que
reconozca los valores y que promueva las medidas para facilitar la plena
integración de la mujer en todos los ámbitos del quehacer nacional. En este
compromiso empeñaré toda la fuerza de la Presidencia que ahora asumo.
El programa
económico de mi gobierno contempla un compromiso auténtico con la estabilidad y
el crecimiento económico: Con las variables macroeconómicas no vamos a jugar.
No queremos victorias pírricas en el combate a la pobreza.
Las medidas de
bienestar artificial terminan por confiscar el fruto del trabajo de todos y por
aplazar el bienestar que anhelamos. Mantendremos la estabilidad macroeconómica
porque representa ese orden sin el cual lo ganado se pierde, pero trabajaremos
para convertirla en beneficios tangibles y concretos en el bolsillo de la cada
mexicana y mexicano.
El programa
económico que proponemos contempla una participación eficaz y ponderada del
gobierno para promover la equidad entre las regiones, las empresas y los
hogares; una política de desarrollo empresarial para la pequeña y mediana
empresa y una política de economía con sentido social para la microempresa y
para los trabajadores por su cuenta.
Vamos a emancipar a
las mexicanas y mexicanos de menores ingresos de un sistema legal e
institucional de crédito que los discrimina.
Comparto la
aspiración de construir una relación de respeto, diálogo y objetivos comunes
con los obreros y sus sindicatos. Muchas son las metas que habremos de
alcanzar, comenzando por la elevación gradual pero sostenida del nivel de vida
de los trabajadores. Pero no hay soluciones mágicas. Requerimos aumentar la
productividad; crear riqueza y distribuirla al mismo tiempo.
Mi gobierno quiere
apoyar este esfuerzo mediante la actualización de la legislación laboral para
consolidar derechos, promover el empleo, fomentar la capacitación, la
productividad y la competitividad, y dar nuevos cauces a la vida sindical.
La reforma fiscal
no es la salida fácil para resolver los problemas de ingreso del gobierno; es
la salida correcta.
El México que
queremos edificar tendrá una piedra angular en la reforma fiscal integral como
vía para estimular el ahorro, las inversiones y transformar la recaudación en
motor del desarrollo.
Sus criterios serán
de equidad en las cargas, simplificación del pago y eficacia en la
administración. Su objetivo será disponer de mayores recursos para beneficiar a
los más pobres; para incluir a los excluidos.
Por sobre todo, los
recursos fiscales de la nación serán invertidos en salud, seguridad y educación
para la siguiente generación, no para comprar votos para la siguiente elección.
Como presidente de
la República, pondré en este objetivo sustancial la fuerza jurídica de mis
facultades constitucionales, la legitimidad que me otorgó el voto y toda mi
voluntad política.
En materia de
recursos energéticos seremos fieles a nuestra historia y atenderemos las
previsiones estratégicas frente al porvenir.
En este proceso no
se privatizará la Comisión Federal de Electricidad ni se venderá ninguno de sus
activos. Promoveremos ante este Honorable Congreso la apertura a la inversión a
fin de salvaguardar los recursos fisclaes para invertirlos en hospitales,
escuelas, desarrollo de comunidades indígenas y combate a la pobreza.
En el marco
constitucional vigente, PEMEX continuará como propiedad exclusiva de la nación.
Debe reconocerse, sin embargo, que enfrenta una fuerte rigidez administrativa,
presupuestal y normativa que le impiden desarrollarse como empresa eficiente y
competitiva. Hoy ratificó que PEMEX sera transformada en una empresa manejada
con criterios de eficiencia y sujeta a criterios de vanguardia a nivel mundial.
Será también una empresa con sensibilidad para las regiones, los estados y los
municipios en los que opera.
La globalización es
el signo de nuestro tiempo, pero debemos conciliarla con los intereses de
México. En materia de política exterior, rechazamos todo intento de injerencia
en nuestros asuntos internos; condenamos cualquier intención de hacer valer un criterio
extraterritorial en la aplicación de las leyes de terceros; nos oponemos a las
visiones unilaterales y a cualquier trato que infrinja la regla máxima del
derechos internacional; igualdad soberana entre las naciones.
Mi gobierno no
dejará solos a nuestros migrantes ni a nuestras empresas frente a abusos de la
autoridad o prácticas desleales del comercio internacional. Nos aseguraremos de
que el talento que tenemos por todo el mundo en nuestras embajadas y
consulados, se convierta en el mejor aliado de sus derechos y en una verdadera
palanca del desarrollo económico de nuestro país.
Una de las cosas
que más duelen es ver cómo cada año, cientos de miles de mexicanos, muchos de
ellos bien preparados, tienen que emigrar a Estados Unidos y Canadá para encontrar
ahí trabajo y oportunidades que les son negados en su propio país.
A todos ellos
reitero el compromiso de que velaré por sus derechos en el extranjero y en su
regreso a México.
Aquí haremos lo
esencial: trabajaremos para que pronto encuentran las oportunidades que fueron
a buscar, porque México los necesita.
Hoy propongo
democratizar el acceso a los servicios de salud pública; contar con un sistema
en el que los beneficiarios tengan voz en las decisiones que los afectan y una
mayor libertad en la elección del prestador del servicio, hasta llegar a que
cada familia elija su propio médico. Si el 2 de julio los mexicanos eligieron a
su Presidente, no veo porque no pueden elegir a su médico.
El cambio implica
brindar protección financiera en materia de salud a toda la población, para que
al finalizar el sexenio, todas las familias mexicanas cuenten con un seguro
básico de salud. Implica también que los servicios públicos de salud se
otorguen no sólo con calidad, sino con el respeto, la calidez y sensibilidad
que todos queremos.
La vivienda es el
espacio esencial de las familias mexicanas. Es un derecho consignado en la
Constitución que sigue siendo letra muerta para miles de nuestros compatriotas.
Es un compromiso
central de mi gobierno que cualquier mexicano tenga acceso a comprar,
construir, remodelar o rentar una casa de acuerdo a su presupuesto, capacidad
de crédito y preferencia.
Los sueños de
cientos de miles de mexicanas y mexicanos para contar con un hogar seguro y
digno encontrarán respuesta en mi gobierno.
Los modelos de
crecimiento económico experimentados en las últimas décadas han seguido la
estrategia de crecer hoy y limpiar después.
La protección del
patrimonio natural de los mexicanos es parte esencial de mi programa de
gobierno. Promoveremos una economía productiva y competitiva en armonía con el
ambiente. Sólo bajo un eje de desarrollo sustentable es que daremos cabida a la
inversión productiva y el crecimiento económico.
Difiero
radicalmente de la antigua expresión de que el poder no se comparte. Con esa
idea se ha prohijado el cacicazgo, el centralismo, el autoritarismo y todas las
demás formas perniciosas de ejercer la función pública.
Compartiré el
poder, pero también las responsabilidades. Soy depositario del Poder Ejecutivo,
no su propietario. Jamás me alzaré por encima del marco de origen democrático
del cargo que he recibido. Nunca será mi propósito concentrar el poder, sino
ganar autoridad moral en su ejercicio.
No seré un
Presidente que lo pueda todo. Terminará entre nosotros la época en que el
Presidente de la República era omnipresente en el escenario nacional.
Ya no es más una
sola persona, o un gobierno, el responsable de los destinos de la nación. Todos
tenemos, en nuestras trincheras cotidianas, un papel que jugar en esta gran lucha
a favor de México.
A todos invito, a
todos convoco a una gran alianza para transitar de la discrecionalidad al
Estado de Derecho; una gran alianza para avanzar de la marginación al
desarrollo; una gran alianza para transformar el pesismismo en esperanza; una
gran alianza que fomente la unidad, la concordia y el acuerdo entre las
mexicanas y mexicanos.
Iniciamos nuestra
gestión con un equipo de gobierno cuyo signo es la pluralidad. Se trata de un
equipo de funcionarios de convicción democrática y con ideas nuevas, que reúnen
una adecuada amalgama de inteligencia, lealtad y pericia. Capaces, honestos y
con sentido de Estado, y ajenos, por supuesto, a una visión política de clan o
cofradía.
A ellos quiero
expresarles en público lo que les dije en privado: No creo en la habilidad de
aquellos políticos que para ser eficaces actúan al margen de toda noción de
legalidad. Los recursos indebidos de que se valen y su falta de escrúpulos,
descalifican cualquier habilidad. Tampoco creo en aquella institucionalidad que
obliga a la complicidad y que es pretexto para justificar atrocidades.
Tengo las botas
bien puestas en la tierra: A la realidad la veo de frente y nunca le doy la
espalda. Gobernaré alejado del culto a la personalidad y de toda concepción
patrimonialista del poder. No buscaré más privilegio que el de servir.
Esta misma
convicción les exigiré a quienes integran mi equipo de gobierno, les exigiré,
también, cuentas por actos de corrupción de sus subordinados.
Todos debemos
aceptar esta dura carga con gravedad, serenidad y satisfacción, pero también
con profunda alegría. Las duras jornadas que nos esperan serán las mejores que
Dios nos haya concedido vivir, pues nada hay más hermoso que servir a la
Patria.
Creo en mi país y
únicamente su interés me compromete. Asumo con orgullo la misión de colaborar
en la construcción colectiva de su destino, asignada por la voluntad
democrática de los mexicanos.
Como Presidente de
la República estaré siempre abocado al cumplimiento de mi mandato con
responsabilidad, honradez, eficacia y patriotismo. No toleraré desviación
alguna, y me cercioraré de que cada peso de los recursos públicos sea bien
gastado.
Ejerceré la
autoridad con firmeza, pero sin comportamientos hostiles hacia ningún grupo o
sector que actúe dentro de la legalidad.
Es mi mayor
aspiración convertir la esperanza de todos los mexicanos en confianza. Sé
perfectamente que enfrentaré muchos obstáculos. La población ha sufrido muchos
engaños. Mi estrategia, en consecuencia, no será compleja: Por encima de
convencionalismos, en mi palabra estará siempre empeñada la mayor sinceridad.
Estoy y seguiré
obligado por mis compromisos de campaña. A ellos me apegaré sin reservas. Los
mexicanos aspiramos a un gobierno que sirva con sensibilidad y cercanía a sus
intereses. Escucharé con obediencia su voz. Nutriré mi sensibilidad con una
intensa comunicación con organizaciones, grupos y sectores sociales.
Siento una gran
responsabilidad ante las expectativas de todas las mexicanas y mexicanos;
particularmente las de los jóvenes y los chiquillos. Para satisfacerlas, una
sola es la consigna: trabajar duro a partir de ¡hoy!
A las niñas y
niños, que en unos cuantos años tendrán el país en sus manos, les debemos una
mirada confiada y una vida exenta de angustias y temores. A ellos les
responderemos con un crecimiento económico que permita a todos los jefes de
familia tener un empleo para vivir con dignidad y decoro. Comenzamos ¡hoy!
No más niños de la
calle, no más deserción escolar, no más ilusiones frustradas. Para lograrlo,
empezamos ¡hoy!
A los jóvenes les
ofrezco escuchar siempre sus voces, atender invariablemente el mensaje de sus
miradas, compartir la lucha por realizar sus sueños y contagiarme de su
simpatía social para combatir las injusticias.
Les responderemos
con universidades de más calidad y con diversidad de opciones profesionales;
con un sistema de becas que reconozca el mérito y el esfuerzo, porque ningún
joven debe ver frustradas sus ambiciones ni el despliegue de sus cualidades y
talentos por falta de recursos para estudiar. Para que esto sea efectivo,
iniciamos ¡hoy!
A las mujeres y hombres
que ocupan las trincheras del trabajo, a las familias, a los maestros y
profesionistas; a los intelectuales y creadores, a nuestros técnicos y
artesanos, les debemos un país de leyes, un país seguro. A todas y a todos les
responderemos con la recuperación de la seguridad en la ciudad y en el campo a
partir de ¡hoy!
A los jubilados les
digo que lucharé por pensiones justas que les permitan vivir con la dignidad
que se merecen desde ¡hoy!
La construcción del
México del futuro no es tarea de un individuo. Se necesita del trabajo y el
compromiso de todos. Cada quien desde su trinchera, pero siempre con pasión y
amor por nuestra patria.
No basta votar y
luego abandonar la participación política. La responsabilidad no excluye a
nadie. Al contrario, el cambio verdadero, profundo, radical, vendrá de todos, o
no vendrá.
Hagamos a un lado
el pesimismo y la apatía. Seamos optimistas, sin dejar de tener los pies sobre
la tierra.
Con realismo y
alegría construyamos el porvenir. Día a día convirtamos nuestro presente, el
nuestro, el de nuestras familias, en un mejor futuro para todos. Está en
nuestras manos y a nuestro alcance. Con el esfuerzo de todos, todos estaremos
mejor. Empecemos ¡hoy!.
Hemos heredado
rezagos y tenemos enfrente tareas por hacer y problemas que resolver. El reto
es grande, pero no nos debe intimidar. No tiene por qué hacerlo.
El 2 de julio
despertó una intensa emoción entre nosotros y fortaleció nuestro amor por
México. Con ese triunfo hemos ganado de entrada un nuevo ánimo para encarar los
retos por venir. No lo perdamos jamás. Vivámoslo cada día a plenitud, buscando
siempre ser mejores y manteniendo viva la llamada de la esperanza.
¡Hoy! todos somos
responsables de cumplir el mandato que nos dimos en esa ejemplar elección.
Mandato de cambio para instaurar un ejercicio democrático del poder.
Todos, sin
excepción, sociedad y gobierno, estamos comprometidos a realizar un renovado
esfuerzo para emprender con ánimo constructivo esta etapa de consolidación de
una nueva cultura política, sustentada en el respeto a los valores democráticos
de libertad, pluralidad y tolerancia.
Amigas y amigos de
todo México y fuera de México:
Miembros del
Congreso de la Unión:
Pueblo de México:
Nadie nos
arrebatará la fuerza de nuestra esperanza. Haremos un México tan grande como
nuestros sueños.
Nadie puede apostar
a ganar solo. La apuesta es que todos ganemos.
Los mejores tiempos
de México están por venir, pero no vendrán solos. Hay que ir por ellos. ¡Hoy!
todos tenemos una trinchera que cubrir para hacer realidad nuestros anhelos y
esperanzas. Sin el apoyo de todos, nada cambiará. Con el apoyo de todos, no
habrá nada que no podamos cambiar.
Ganemos el futuro,
¡hoy! Comencemos las tareas, ¡hoy! Hagamos efectiva la Revolución de la
Esperanza ¡hoy! En esta tarea México cuenta con todos nosotros. Hoy y siempre.
¡Viva México!
México ya ¡Viva México! México ya."
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