LULA DA SILVA, LUIZ IGNACIO
"TOMA DE POSESIÓN"
Discurso
de Investidura del presidente de Brasil, 1 de Enero de 2003.
"Excelentísimos
señores Jefes de Estado y de Gobierno; señoras y señores; visitantes y jefes de
las misiones extranjeras especiales; Excelentísimo señor Presidente del
Congreso Nacional, Senador Armes Tebet;
Excelentísimo
señor Vice-Presidente de la República José Alencar; Excelentísimo señor
Presidente de la Cámara de Diputados, Diputado Efraim Morais, Excelentísimo
señor Presidente del Supremo Tribunal Federal, Ministro Marco Aurelio Mendes de
Faria Mello; señores y señoras Ministros y Ministras de Estado; señoras y
señores Parlamentarios, señoras y señores presentes en este acto de toma de
posesión. "Mudanza"; esta es la palabra clave, este fue el gran
mensaje de la sociedad brasileña en las elecciones de octubre. La esperanza
finalmente venció al miedo y la sociedad brasileña decidió que era la hora de
andar nuevos caminos.
Más
allá del agotamiento de un modelo que, en vez de generar crecimiento, produjo
estancamiento, desempleo y hambre; más allá del fracaso de la cultura del
individualismo, del egoísmo, de la indiferencia ante lo próximo, de la
desintegración de las familias y de las comunidades.
Más
allá de las amenazas a la soberanía nacional, de la precariedad avasalladora de
la seguridad pública, de la falta de respeto a los más viejos y del desaliento
de los más jóvenes; más allá del impasse económico, social y moral del país, la
sociedad brasileña eligió cambiar y comenzar, ella misma, a promover la mudanza
necesaria.
Fue
para esto que el pueblo brasileño me eligió Presidente de la República: para
mudar. Este fue el sentido de cada uno de los votos que nos fueron otorgados a
mí y a mi valiente compañero José Alencar.
Y
estoy aquí, en este día soñado por tantas generaciones de luchadores que nos
precedieron, para reafirmar mis compromisos más profundos y esenciales, para
reiterarles a todos los ciudadanos de mi país el significado de cada palabra
dicha en campaña, para imprimirle a la mudanza el carácter ce intensidad
practica, para decir que llegó la hora de transformar a Brasil en aquella nación
con la que la gente siempre soñó: una nación soberana, digna, conciente de la
importancia propia en el escenario internacional y al mismo tiempo, capaz de
abrigar, acoger y tratar con justicia a todos sus hijos.
Vamos
a mudar, sí. Mudar con coraje y con cuidado, con humildad y con osadía, mudar
con la conciencia de que una mudanza es un proceso gradual y continuo, no un
simple acto de voluntad, no un simple arrojo voluntarista. Mudanza por medio
del dialogo y de la negociación, sin atropellos ni precipitaciones para que el
resultado sea consistente y duradero.
Brasil
es un país inmenso, un continente de alta complejidad humana, ecológica y
social con casi 175 millones de habitantes. No podemos dejarlo seguir a la
deriva, al gusto de los vientos, carente de un verdadero proyecto de desarrollo
nacional y de planeación estratégica. Si querernos transformarlo, con el fin de
vivir en una nación en que todos podamos andar con la cabeza erguida, tenernos
que ejercer cotidianamente dos virtudes: la paciencia y la perseverancia.
Tenernos
que mantener el control sobre nuestras muchas y legítimas ansiedades sociales,
para que puedan ser atendidas al ritmo adecuado y en el momento justo; tenernos
que pisar el camino con los ojos abiertos y caminar con los pasos pensados,
precisos y sólidos, por la simple razón de que nadie puede recoger los frutos
antes de plantar los árboles.
Pero
comenzaremos a mudar ya, pues como dice la sabiduría popular, una larga
caminata comienza por los primeros pasos.
Este
es un país extraordinario. Desde la Amazonía a Río Grande do Sul, en las
poblaciones costeras, ribereñas y serranas, lo que veo es un pueblo maduro,
encallecido y optimista. Un pueblo que nunca deja de ser nuevo y joven, un
pueblo que sabe lo que es sufrir, pero que también sabe lo que es la alegría,
que confía en sí mismo y en sus fortalezas. Creo en un futuro grandioso para
Brasil, porque nuestra alegría es mayor que nuestro dolor, nuestra fuerza es
mayor que nuestra miseria y nuestra esperanza es mayor que nuestro miedo.
El
pueblo brasileño, tanto en su historia más antigua como en la más reciente, ha
dado pruebas incontables de su grandeza y generosidad, pruebas de su capacidad
para movilizar la energía nacional en grandes momentos cívicos; y yo deseo,
antes que cualquier otra cosa, convocar a mi pueblo, precisamente para una
movilización cívica, para una cruzada nacional contra el hambre.
En
un país que cuenta con tantas tierras fértiles y con tanta gente que quiere
trabajar, no debería de haber razón alguna para que se hablara de hambre. Sin
embargo, millones de brasileños, en el campo y en la ciudad, en las zonas
rurales más desamparadas y en las periferias urbanas, se encuentran en este
momento sin tener que comer. Sobreviven por debajo de la línea de la pobreza,
cuando no mueren de miseria, mendingando un pedazo de pan.
Esta
es una historia antigua. El Brasil conoció la riqueza de los ingenios y de las
plantaciones de caña de azúcar en los primeros tiempos coloniales, pero no
venció al hambre; proclamamos la independencia nacional y abolimos la
esclavitud, pero no vencimos al hambre; conocimos la riqueza de los yacimientos
de oro en Minas Gerais y de la producción del café en el Valle do Paraíba, pero
no vencimos el hambre. Esto no puede continuar así.
Mientras
haya un hermano brasileño o una hermana brasileña pasando hambre, tenernos
motivo de sobra para cubrirnos de vergüenza.
Por
eso, he definido entre las prioridades de mi gobierno un programa de seguridad
alimentaria que lleva el nombre de "Hambre Cero". Como dije en mi
primer pronunciamiento tras la elección, sí, al final de mi mandato, todos los
brasileños tienen la posibilidad de tomar café por la mañana, almorzar y comer,
habré cumplido con la misión de mi vida.
Es
por esto que hoy proclamo: Vamos a acabar con el hambre en nuestro país.
Transformemos el fin del hambre en una gran causa nacional, como lo fueran en
el pasado la creación de PETROBRAS y la memorable lucha por la
redemocratización del país.
Esta
es una causa que puede y debe de ser todos, sin distinción de clase, partido o
ideología. Al atender el clamor de los que padecen el flagelo del hambre, debe
prevalecer el imperativo ético de sumar fuerzas, capacidades e instrumentos
para defender lo que es más sagrado: la dignidad humana.
Para
esto, será también imprescindible realizar una reforma agraria pacífica,
organizada y planeada.
Vamos
a garantizar el acceso a la tierra para quien quiera trabajar, no solamente por
una cuestión de justicia social, sino para que los campos de Brasil produzcan
más y traigan más alimentos a las mesas de todos, traigan trigo, traigan saya,
traigan harina, traigan frutos, traigan nuestros frijoles con arroz.
Para
que los hombres del campo recuperen su dignidad sabiendo que, al levantarse con
el nacimiento del sol, cada movimiento de su azadón o de su tractor contribuirá
para el bienestar de los brasileños del campo y de la ciudad, vamos a
incrementar también la agricultura familiar, el cooperativismo, las formas de
economía solidaria. Estas son perfectamente compatibles con nuestro vigoroso
apoyo a la agricultura y la pecuaria empresariales, la agroindustria y el
agronegocio, son, en verdad, complementarios tanto en su dimensión económica
como social. Tenernos que estar orgullosos de todos los bienes que producirnos
y comercializamos.
La
reforma agraria será realizada en tierras ociosas, en las millones de hectáreas
hoy disponibles para la llegada de familias y de semillas que brotarán
vigorosas con líneas de crédito y asistencia técnica y científica.
Haremos
esto sin afectar de modo alguno las tierras que producen, porque las tierras
productivas se justifican por si mismas y serán estimuladas para que produzcan
siempre más, por ejemplo la gigantesca montaña de granos que recogemos cada
año.
Hoy,
muchísimas áreas del país están debidamente ocupadas, las plantaciones se extienden
hasta perderse de la vista, existen localidades en las que alcanzamos una
productividad mayor que la de Australia y los Estados Unidos. Tenernos que
cuidar bien -muy bien- este inmenso patrimonio productivo brasileño. Por otro
lado es absolutamente necesario que el país vuelva a crecer, generando empleos
y distribuyendo ingresos.
Quiero
aquí reafirmar mi compromiso con la producción, con los brasileños y las
brasileñas, que quieren trabajar y vivir dignamente del fruto de su trabajo. Lo
dije y lo repito: la creación de empleos será mi obsesión. Vamos a dar especial
énfasis al Proyecto Primer Empleo, para generar oportunidades para los jóvenes
que hoy encuentran tremendas dificultades para insertarse en el mercado
laboral. En este sentido, trabajaremos para superar nuestras vulnerabilidades
actuales y crear las condiciones macroeconómicas favorables para el crecimiento
sustentable para lo cual la estabilidad y la gestión responsable de las
finanzas públicas son valores esenciales.
Para
avanzar en esa dirección, habremos de librar un combate implacable contra la
inflación, necesitamos exportar más, agregando valor a nuestros productos y
actuando, con energía y creatividad en los suelos internacionales del comercio
globalizado.
De
igual forma, es necesario incrementar - y mucho- el mercado interno,
fortaleciendo a las pequeñas y micro empresas. Es necesario también invertir en
capacitación tecnológica e infraestructura enfocadas en la producción.
Para
reposicionar a Brasil en el camino del crecimiento, que genere los puestos de
trabajo tan necesarios, requerimos de un autentico pacto social para la mudanza
y de una alianza que entrelace objetivamente al trabajo y al capital
productivo, generadores de la riqueza fundamental de la nación, de modo que
Brasil supere el estancamiento actual y para que el país vuelva a navegar en el
mar abierto del desarrollo económico y social.
El
pacto social será, igualmente, decisivo para viabilizar las reformas que la
sociedad brasileña reclama y que yo me comprometí a realizar: la reforma de la
previsión, la reforma tributaria, la reforma política y la de la legislación
laboral, así como la propia reforma agraria. Este conjunto de reformas va a
impulsar un nuevo ciclo de desarrollo nacional.
Instrumento
fundamental del pacto para la mudanza será el Consejo Nacional para el
Desarrollo Económico y Social que pretendo instalar ya a partir de enero,
reuniendo a los empresarios, trabajadores y a los líderes de los diferentes
sectores de la sociedad civil.
Nos
encontramos en un momento particularmente propicio para esto. Un momento raro
en la historia de un pueblo. Un momento en que el Presidente de la República
tiene consigo, a su lado, la voluntad nacional. El empresariado, los partidos
políticos, las fuerzas armadas y los trabajadores están unidos. Los hombres,
las mujeres, los más viejos, los más jóvenes, están hermanados en un mismo
propósito de contribuir para que el país cumpla su destino histórico de
prosperidad y justicia.
Además
del apoyo de la inmensa mayoría de las organizaciones y de los movimientos
sociales, cantamos también con la adhesión entusiasta de millones de brasileños
y brasileñas que quieren participar en esta cruzada para retomar el
crecimiento, contra el hambre, el desempleo y la desigualdad social. Se trata
de una poderosa energía solidaria que nuestra campaña despertó y que no podemos
y no vamos a desperdiciar.
Una
energía ético- política extraordinaria que nos empeñaremos para que encuentre
canales de expresión en nuestro gobierno.
Por
todo esto, creo en el pacto social. Con este mismo espíritu constituí mi
gabinete con algunos de los mejores líderes de cada segmento económico y social
brasileño.
Trabajaremos
en equipo, sin personalismo, por el bien de Brasil y vamos a adoptar un nuevo
estilo de gobierno con absoluta transparencia y un permanente estimulo a la
participación popular.
El
combate a la corrupción y la defensa de la ética en el trato de la materia
pública serán objetivos centrales y permanentes de mi gobierno. Es preciso
enfrentar con determinación y derrotar la verdadera cultura de la impunidad que
prevalece en ciertos sectores de la vida pública.
No
permitiremos que la corrupción, malversación y el desperdicio continúen
privando a la población de recursos que le pertenecen y que tanto podrían
ayudarles en su dura lucha por la supervivencia.
Ser
honesto es mucho más que simplemente no robar y no dejar robar. Es también
aplicar con eficiencia y transparencia, sin desperdicio, los recursos públicos
y enfocarlos en resultados sociales concretos. Estoy convencido de que de esta
forma, tenernos una oportunidad única de superar los principales obstáculos
para el desarrollo sustentable del país. Y créanlo, créanlo con exactitud, no
pienso desperdiciar esta oportunidad conquistada con la lucha de millones y
millones de brasileños y brasileñas.
Bajo
mi liderazgo, el Poder Ejecutivo mantendrá una relación constructiva y
fraternal con los otros poderes de la República, respetando ejemplarmente su
independencia y el ejercicio de sus altas funciones constitucionales.
Y
o, que tuve la honra de ser parlamentario de esta casa, espero contar con la
contribución del Congreso Nacional en el debate juicioso y en la viabilización
de las reformas estructurales que el país demanda de todos nosotros.
En
mi gobierno, Brasil va a estar en el centro de todas las atenciones. Brasil
necesitar realizar en todos las áreas una introspección para crear las fuerzas
que le permitan ampliar su horizonte. Realizar esta introspección no significa cerrar
las puertas y ventanas al mundo. Brasil puede y debe tener un proyecto de
desarrollo que sea al mismo tiempo nacionalista e universalista, significa,
simplemente, adquirir confianza en nosotros mismos, en la capacidad de fijar
objetivos a corto, mediano y largo plazo y de buscar su realización.
El
punto principal del modelo por el cual querernos transitar es la ampliación de
la pujanza interna y de nuestra capacidad propia de inversión, así mismo,
Brasil necesita valorizar su capital humano invirtiendo en el conocimiento y la
tecnología.
Sobre
todo vamos a producir. La riqueza que cuenta es aquella generada por nuestras
propias manos, producida por nuestras máquinas, por nuestra inteligencia y por
nuestro sudor.
Brasil
es grande. A pesar de todas las crueldades y discriminaciones, especialmente
contra las comunidades indígenas y negras, y de todas las desigualdades y
dolores que no debemos olvidar jamás, el pueblo brasileño realizó una obra de
resistencia y construcción nacional admirable.
Construyó,
a lo largo del siglo, una nación plural, diversificada, incluso contradictoria,
pero que se extiende de punta a punta del territorio. De los magos del Amazonas
a los orixás de Bahía; del frevo pernambucano a las escuelas de samba de Río de
Janeiro; de los tambores de Maranháo al barroco mineiro; de la arquitectura de
Brasilia a la música serrana. Extendiendo el arco de su multiplicidad en las
culturas de San Paulo, de Paraná, de Santa Catarina, de Río Grande do Sul y de
la Región Centro-Oeste.
Esta
es una nación que habla la misma lengua, que comparte los mismos valores
fundamentales, que siente que es brasileña. Donde el mestizaje y el sincretismo
se impusieron aportando una contribución original al mundo. Donde los judíos y
árabes conversan sin miedo, donde toda la migración es bienvenida, porque
sabemos que en poco tiempo, por nuestra propia capacidad de asimilación y de
bien querer, cada emigrante se transforma en un brasileño más.
Esta
nación que fue creada bajo el cielo tropical tiene que decir a donde ha
llegado; internamente, haciendo justicia en la lucha por la supervivencia en la
que sus hijos se hayan enganchados; externamente, afirmando su presencia
soberana y creativa en el mundo.
Nuestra
política exterior reflejará también los anhelos de mudanza que se expresaron en
las calles. En mi gobierno, la acción diplomática de Brasil estará orientada
por una perspectiva humanista y será, antes que todo, un instrumento para el
desarrollo nacional.
Por
medio del comercio exterior, de la capacitación en las tecnologías avanzadas, y
de la búsqueda de inversión productiva, las relaciones exteriores de Brasil
deberán contribuir para la mejoría de las condicione s de vida de la mujer y
del hombre brasileños, elevando los niveles de ingreso y generando empleos
dignos.
Las
negociaciones comerciales son hoy de importancia vital. En relación con el
ALCA, los acuerdos entre MERCOSUR y la Unión Europea y en la OMC, Brasil
combatirá el proteccionismo, luchará por la eliminación e intentará obtener
reglas más justas y adecuadas con nuestra condición de país en desarrollo.
Buscaremos
eliminar los escandalosos subsidios agrícolas de los países desarrollados que
perjudican a nuestros productores privándolos de sus ventajas comparativas. Con
igual empeño, nos esforzaremos para remover los injustificables obstáculos a
las exportaciones de productos industriales.
Esencial
en todos estos foros es preservar los espacios de flexibilidad para nuestras
políticas de desarrollo en los campos sociales y regionales, de medio ambiente,
agrícola, industrial y tecnológico. No perderemos de vista que el ser humano es
el destinatario último del resultado de las negociaciones. De poco valdrá
participar de esfuerzos tan amplios y en tantos frentes si no obtenemos
beneficios directos para nuestro pueblo.
Estaremos
atentos también para que estas negociaciones, que hoy en día van mucho más allá
de meras reducciones tarifarías y engloban un amplio espectro normativo, no
creen restricciones inaceptables al derecho soberano del pueblo brasileño de
decidir sobre su modelo de desarrollo.
La
gran prioridad de la política exterior durante mi gobierno será la construcción
de una América del Sur políticamente estable, prospera y unida, con base en
ideales democráticos y de justicia social. Para esto es esencial una acción
decidida de revitalización del MERCOSUR, enflaquecido por las crisis de cada
uno de sus miembros y por visiones muchas veces estrechas y egoístas del
significado de la integración.
El
MERCOSUR, así como la integración de América del Sur en su conjunto, es sobre
todo un proyecto político. Más este proyecto reposa sobre cimientos
económico-comerciales que necesitan ser urgentemente reparados y reforzados.
Cuidaremos
también de las dimensiones social, cultural y científico-tecnológica del
proceso de integración.
Estimularemos
empresas conjuntas y fomentaremos un vivo intercambio intelectual y artístico
entre los países sudamericanos. Apoyaremos los arreglos institucionales
necesarios, para que pueda florecer una verdadera identidad del MERCOSUR y de
América del Sur. Varios de nuestros vecinos viven hoy situaciones difíciles.
Contribuiremos, cuando seamos convocados y en la medida de nuestras
posibilidades, para encontrar soluciones pacíficas para tales crisis, con base en
el dialogo, en los preceptos democráticos y en las normas constitucionales de
cada país.
El
mismo empeño de cooperación concreta y de diálogos substantivos lo tendremos
con todos los países de América Latina.
Procuraremos
tener con los Estados Unidos de América una asociación madura, con base en los
intereses recíprocos y en el respeto mutuo. Trataremos de fortalecer el
entendimiento y la cooperación con la Unión Europea y sus estados miembros, así
como con otros países desarrollados, por ejemplo Japón. Profundizaremos las
relaciones con grandes naciones en desarrollo: China, India, Rusia, Sudáfrica,
entre otros.
Reafirmaremos
los lazos profundos que nos unen con todo el continente africano y nuestra
disposición para contribuir activamente para que este desenvuelva sus enormes
potenciales.
Vamos
no solo a explorar los beneficios potenciales de un mayor intercambio económico
y de una presencia mayor de Brasil en el mercado internacional, sino también a
estimular los incipientes elementos de multipolaridad de la vida internacional
contemporánea.
La
democratización de las relaciones internacionales sin hegemonías de cualquier
especie es tan importante para el futuro de la humanidad como la consolidación
y el desarrollo de la democracia al interior de cada estado.
Vamos
a valorizar a las organizaciones multilaterales, en especial a las Naciones
Unidas, a quien le corresponde la primacía en la preservación de la paz y la
seguridad internacionales.
Las
resoluciones del Consejo de Seguridad deben de ser fielmente cumplidas. Las
crisis internacionales como la de Oriente Medio deben de ser resueltas por
medios pacíficos y por la negociación. Defenderemos un Consejo de Seguridad
reformado, representativo de la realidad contemporánea con países desarrollados
y en desarrollo de diversas regiones del mundo entre sus miembros permanentes.
Enfrentaremos
los desafíos actuales como el terrorismo y el crimen organizado, valiéndonos de
la cooperación internacional y con base en los principios del multilateralismo
y del derecho internacional.
Apoyaremos
los esfuerzos para convertir a la GNU y sus agencias en instrumentos ágiles y
eficaces de promoción al desarrollo social y económico, de combate a la
pobreza, a las desigualdades y a todas las formas de discriminación, de defensa
de los derechos humanos y de preservación del medio ambiente.
Sí,
tenernos un mensaje que dar al mundo: tenernos que colocar nuestro proyecto
nacional democráticamente en diálogo abierto, como las demás naciones del
planeta, porque nosotros somos lo nuevo, somos la novedad de una civilización
que se diseñó sin temor, porque se diseñó en el cuerpo, en el alma y en el
corazón del pueblo, muchas veces, en rebeldía contra las elites, las
instituciones e incluso el mismo estado.
Es
verdad que el deterioro de los lazos sociales en el Brasil de las últimas dos
décadas como resultado de políticas económicas que no favorecieron el
crecimiento trajeron una nube amenazadora al patrón tolerante de la cultura
nacional.
Crímenes
horrorosos, masacres y linchamientos crisparon el país e hicieron de lo cotidiano,
sobre todo en las grandes ciudades, una experiencia próxima a una guerra de
todos contra todos.
Por
esto, inicio este mandato con h firme decisión de colocar al gobierno federal,
en asociación con los estados, al servicio de una política de seguridad pública
mucho más vigorosa y eficiente. Una política que, combinada con acciones de
salud, educación, entre otras, sea capaz de prevenir la violencia, reprimir la
criminalidad y restablecer la seguridad de los ciudadanos y ciudadanas.
Si
conseguirnos volver a andar en paz por nuestras calles y plazas, daremos un
extraordinario impulso al proyecto nacional de construir, en este rincón de
América, un bastión mundial de tolerancia, de pluralismo democrático y de
convivencia respetuosa con la diferencia.
Brasil
puede dar mucho de si mismo al mundo. Por esto debemos exigir mucho de nosotros
mismos. Debemos exigir aun más de lo que pensarnos, porque todavía no nos
expresamos por entero en nuestra historia, porque todavía no cumplimos la gran
misión planetaria que nos espera. Brasil, en esta nueva tarea histórica,
social, cultural y económica, habrá de contar, sobretodo, consigo mismo; habrá
de pensar con su cabeza; andar con sus propias piernas; escuchar lo que dice su
corazón. Y todos vamos a tener que aprender a amar con intensidad aun mayor a
nuestro país, amar a nuestra bandera, amar a nuestra lucha y amar a nuestro
pueblo.
Cada
uno de nosotros, brasileños, sabe que lo que hemos hecho hasta hoy no ha sido
poco, pero sabe también que podemos hacer mucho más. Cuando miro mi propia vida
de inmigrante del nordeste, de niño que vendía cacahuates y naranjas en los
muelles de Santos, que se hizo tornero mecánico y líder sindical, que un día
fundó el Partido de los Trabajadores y creyó en lo que estaba haciendo, que
ahora asume el puesto de Supremo Mandatario de la Nación, veo y se, con toda
claridad y con toda convicción, que nosotros podemos mucho más.
Y,
para esto, basta creer en nosotros mismos, en nuestra fuerza, en nuestra
capacidad de crear y en nuestra disposición para hacer.
Estamos
comenzando hoy un nuevo capítulo en la historia de Brasil, no como nación
sumisa, abriendo la mano de su soberanía, no como nación injusta, asistiendo
pasivamente al sufrimiento de los más pobres, sino como nación altiva, noble,
afirmándose valientemente en el mundo como nación de todos, sin distinción de
clase, etnia, sexo o creencias.
Este
es un país que puede dar, y va a dar, un verdadero salto cualitativo. Este es
un país del nuevo milenio, por su potencia agrícola, por su estructura urbana e
industrial, por su fantástica biodiversidad, por su riqueza cultural, por su
amor a la naturaleza, por su creatividad, por su competencia intelectual y
científica, por su calor humano, por su amor a lo nuevo y a la invención, pero
sobre todo, por los dones y poderes de su pueblo.
Lo
que estamos viviendo hoy en este momento, compañeros y compañeras, hermanos y
hermanas de todo Brasil, puede ser resumido en pocas palabras: hoy es el día
del reencuentro de Brasil consigo mismo.
Agradezco
a dios por haber llegado hasta donde llegué. Soy ahora el servidor numero uno
de mi país.
Pido
a dios sabiduría para gobernar, discernimiento para juzgar, serenidad para
administrar, coraje para decidir y un corazón del tamaño de Brasil para
sentirme unido a cada ciudadano y ciudadana de este país en el día a día los
próximos cuatro años.
¡Viva
el pueblo brasileño! "
No hay comentarios:
Publicar un comentario