JUAN PABLO II
"A LOS REPRESENTANTES DE LA PRENSA"
Discurso
del Pontífice a la prensa en 1978 reflexionando sobre la importancia de los
medios de comunicación
"Egregios
señores y queridos hijos:
Nos
alegramos de poder recibir ya en la primera semana de nuestro pontificado una
representación tan calificada y numerosa del «mundo» de las comunicaciones
sociales, reunida en Roma con ocasión de dos acontecimientos, que han tenido un
profundo significado para la Iglesia católica y para el mundo entero: la muerte
de nuestro llorado predecesor Pablo VI y el reciente cónclave, en el cual ha
sido colocado sobre nuestros humildes y frágiles hombros el peso formidable del
servicio eclesial de Sumo Pastor.
Este
grato encuentro nos permite agradeceros los sacrificios y fatigas que habéis
afrontado durante el mes de agosto para servir a la opinión pública mundial
—también el vuestro es un servicio y muy importante—, ofreciendo a vuestros
lectores, oyentes y telespectadores, con la rapidez y prontitud que requiere
vuestra responsable y delicada profesión, la posibilidad de participar en estos
históricos acontecimientos, en su dimensión religiosa y en su profunda conexión
con los valores humanos y las esperanzas de la sociedad de hoy.
Queremos
expresaros en particular nuestra gratitud por el empeño que habéis puesto estos
días, para dar a conocer mejor a la opinión pública la figura, las enseñanzas,
la obra y el ejemplo de Pablo VI, y por la sensibilidad y esmero con que habéis
tratado de captar y dar a conocer en vuestros amplios comentarios, como también
en la multitud de imágenes que habéis transmitido desde Roma, la expectación
reinante en esta ciudad, en la Iglesia Católica y en todo el mundo, de un nuevo
Pastor que asegurase la continuidad de la misión de Pedro.
La
sagrada herencia que nos han dejado el Concilio Vaticano II y nuestros
predecesores Juan XXIII y Pablo VI, de querida y santa memoria, nos exige la
promesa de una atención especial, de una colaboración franca, honesta y eficaz
con los instrumentos de comunicación social, que vosotros representáis aquí
dignamente. Es una promesa que os hacemos con mucho gusto, consciente como
somos de la función cada vez más importante que los medios de comunicación
social han ido asumiendo en la vida del hombre moderno.
No
nos pasan inadvertidos los riesgos de masificación y de despersonalización, que
dichos medios comportan, con las consiguientes amenazas para la interioridad
del individuo, para su capacidad de reflexión personal y para su objetividad de
juicio. Pero conocemos también las posibilidades nuevas y felices que los
citados medios ofrecen al hombre de hoy, para conocer mejor y acercarse a los
propios semejantes, para percibir más de cerca el ansia de justicia, de paz, de
fraternidad, para instaurar con ellos vínculos más profundos de participación,
de comprensión, de solidaridad en orden a un mundo más justo y humano. En una
palabra, conocemos la meta ideal hacia la que cada uno de vosotros, a pesar de
las dificultades y desilusiones, orienta el propio esfuerzo: la de llegar a
través de la «comunicación» a una más auténtica y plena «comunión» Es la meta
hacia la que aspira también, como bien podéis comprender, el corazón del
Vicario de Aquel, que nos ha enseñado a invocar a Dios como Padre único y
amoroso de todo ser humana.
Antes
de dar a cada uno de vosotros y a vuestras familias mi bendición especial, que
quisiera extender a todos los colaboradores de los órganos de información que
representáis, agencias, periódicos, radios y televisiones, quiero aseguraros el
aprecio que siento hacia vuestra profesión y el cuidado que tendré de facilitar
vuestra noble y difícil misión en el espíritu de las indicaciones del Decreto
Conciliar Inter mirifica y la Instrucción Pastoral Communio et
progressio.
Con
ocasión de acontecimientos de mayor relieve o de la publicación de documentos
importantes de la Santa Sede, tendréis que presentar frecuentemente a la
Iglesia, hablar de la Iglesia, tendréis que comentar, a veces, nuestro humilde
ministerio. Estamos seguro de que lo haréis con amor a la verdad y con respeto
de la dignidad humana, porque tal es la finalidad de toda comunicación
social.
Os
pedimos que tratéis de contribuir también vosotros a salvaguardar en la
sociedad de hoy, aquella profunda estima de las cosas de Dios y de la
misteriosa relación entre Dios y cada uno de nosotros, que constituye la dimensión
sagrada de la realidad humana.
Tratad
de comprender las razones profundas por las que el Papa, la Iglesia y sus
Pastores deben pedir a veces, en el ejercicio de su servicio apostólico,
espíritu de sacrificio, de generosidad, de renuncia para edificar un mundo de
justicia, de amor y de paz.
Con
la seguridad de conservar también en el futuro el lazo espiritual iniciado con
este encuentro, os concedemos de todo corazón nuestra bendición
apostólica."
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