Rafael Correa
ceremonia de traspaso de la presidencia pro tempore de la UNASUR
10 de agosto de 2009
Compañera Michele Bachelet, Presidenta de la hermana República de Chile,
Queridos Presidentes de los países miembros de la Unión de Repúblicas
Suramericanas,
Compatriotas:
Bienvenidos a la mitad del mundo. Reciban un abrazo solidario de las
ciudadanas y ciudadanos del Ecuador en la celebración de la memoria, en la
fiesta de nuestros primeros doscientos años de independencia política, en el
segundo centenario de la constitución de nuestro primer gobierno soberano.
Hace dos siglos ya, nuestros antepasados, en representación de todo el
pueblo de la Audiencia de Quito, constituyeron una Junta Soberana de Gobierno.
Desde aquí, desde esta Sala Capitular, con sus voces llenas de pueblo,
levantaron la convocatoria para ser libres; desde aquí, realizaron la
invitación a los delegados de los cabildos de Guayaquil, Popayán, Pasto,
Barbacoas y Panamá, para que se unieran a la causa de la emancipación. Nada nos
puede hablar mejor del espíritu insurgente y libertario de nuestros pueblos, que
las campanadas que atronaron el aire y la madrugada aquel 10 de agosto de 1809,
convocando a todas y a todos a la proclamación de la Junta Soberana, en la
Plaza Grande, en esta plaza de la Independencia, en donde se anunciaba al mundo
la “Luz de América” sellada con firma y rúbrica de patriotas para establecer un
pacto de libertad, poniendo la vida en garantía. Aquí mismo, bajo esta Sala,
reposan los restos de los próceres del 2 de agosto de 1810, que fueron
ejecutados sumariamente en el Cuartel Real de Lima, casi un año después de la
insurgencia, junto a cientos de víctimas anónimas de la represión que siguió a la masacre. En las calles hubo
por lo menos 300 muertos aquel día. Los frailes agustinos fueron los encargados
de recoger los cadáveres para darles sepultura.
¡Mucha sangre costó la independencia, la soberanía, la libertad; pero,
su ejemplo, su dignidad, siguen flameando todavía, siguen con vida!
El pueblo ya no podía soportar tanta opresión, tantos abusos, tanta
injusticia, y su rebeldía germinó en las ideas de Eugenio de Santa Cruz y
Espejo, nuestro Precursor. Su pensamiento emancipador abrasó las conciencias,
levantó llamaradas de dignidad por todas partes. El ejemplo de las luchas indígenas
que se venían librando desde mucho tiempo antes en distintas regiones de la
Real Audiencia, abonó la simiente sembrada a lo largo de la segunda mitad del
siglo XVIII por notables filósofos, teólogos y juristas, que desde las cátedras
de la Universidad de San Gregorio iniciaron una profunda renovación del
pensamiento, que no solo incluyó la superación del viejo y anquilosado
pensamiento escolástico, reducido ya a una caricatura de sí mismo, sino que sentó,
en forma crítica y audaz, los fundamentos para la concepción de un nuevo
Estado.
Por primera vez nuestra América mestiza pudo verse a sí misma de cuerpo
entero reflejada en ese Espejo iluminado que la mostró india, chola, negra,
variopinta. Médico y filósofo, ese duende que buscaba la libertad, que trabajaba
por la libertad desde la palabra, desde el ejemplo, desde sus libros, desde las
célebres “Primicias de la Cultura de Quito”, nuestro primer periódico, cuyo pensamiento nutrió la conciencia de los
próceres del Diez de Agosto, ya desde antes dispuesta a aplaudir el
levantamiento de Túpac Amaru y Túpac Catari en el lejano Alto Perú y en la Paz;
se instruyeron con El Nuevo Luciano de
Quito, publicado en 1779, y con otros textos que le costaron la cárcel, la
vida a Espejo.
Se manejaron
conceptos políticos nuevos, especialmente los de libertad, soberanía y
representación de los pueblos. Después, en 1812 esta revolución es claramente
independentista, formó el Estado Libre de Quito y dictó la primera Constitución.
Aquí está el germen, el origen de un nuevo país.
El movimiento
libertario tuvo cientos, miles de protagonistas en las calles, en los campos;
la llama insurgente prendió en las vendedoras del mercado, en los arrieros, en
los artesanos, en las amorosas y aguerridas guarichas, las mujeres tan heroicas
y tan nuestras que cocinaban en campaña, que curaban a los enfermos y eran las
que enterraban a los caídos en combate. Era hace 200 años bastante sexista,
pero así es, esas eran las mujeres que apoyaban a nuestros soldados.
Se diferencia:
las mujeres siempre han cocinado, atendido, planchado, y peleado; los hombres
hemos peleado pero no hemos hecho lo que adicionalmente han hecho las mujeres.
Ese es el gran desafío del siglo XXI
No es posible recordar a la Junta Soberana de Quito sin recordar
enseguida la gran epopeya cumplida por los pueblos de la América Nuestra nueva
y milenaria, mestiza y morena, bajo la guía insustituible de Bolívar, San
Martín y O’Higgins: Carabobo, Boyacá, Pichincha, Junín, Ayacucho y Maipú, son
los nombres que nos ennoblecen la voz al pronunciarlos, y están para siempre
ligados a esa llama inicial encendida el Diez de Agosto de 1809.
Es esa historia gloriosa, queridos amigos, compartida y solidaria de
nuestros pueblos la robusta raíz que hoy sostiene y alimenta a esta Unión de Naciones, Unasur.
Fue la historia común, los sueños compartidos, lo que nos guió a Cusco,
en diciembre de 2004; a Brasilia, en septiembre de 2005, y a Cochabamba en
diciembre de 2006, a reafirmar nuestra determinación de construir una identidad
y ciudadanía suramericanas y desarrollar un espacio regional integrado en lo
político, económico, social, cultural, ambiental, energético y de
infraestructura, para contribuir al
fortalecimiento de la unidad de América y el Caribe, con Guyana y Suriname;
para encaminar nuestra historia, por fin y para siempre, hacia la constitución
de la Patria Grande en la que soñaron nuestros Libertadores.
La Unasur, materializa
nuestra convicción de que la integración y la unidad suramericanas son imprescindibles
para el desarrollo sostenible y el bienestar de nuestros pueblos, así como para
contribuir a resolver las lacras sociales, lo que se refería allá Michelle, que
nos siguen aquejando, en especial: la pobreza, la inequidad y la exclusión.
En su estadio final, esta Unión podría conformar la cuarta economía más
grande del mundo, con un producto superior a los 2,9 millones de millones de dólares anuales, una población de 380
millones de personas en 17 millones de kilómetros cuadrados; con un tercio de
las fuentes de agua dulce del planeta, ubicada en el primer lugar en la
producción mundial de alimentos y con reservas de hidrocarburos para los
próximos 100 años. Esa es la potencialidad de UNASUR compañeros
Esa meta será posible si avanzamos decididamente hacia el fortalecimiento
del multilateralismo y de la vigencia del derecho en las relaciones
internacionales, a fin de lograr un mundo multipolar, equilibrado y justo, en
el que prime la igualdad soberana de los Estados. Los temas de implicación e
impacto regional deben ser tratados en el marco de la UNASUR y no en forma
bilateral.
Unasur constituye, por su
pluralismo, la más promisoria expresión de la vocación integracionista
suramericana, fundada en el irrestricto respeto a la soberanía, la integridad y
la inviolabilidad territorial de los Estados; la autodeterminación de los
pueblos; la solidaridad; la cooperación, la paz y la democracia; la participación
ciudadana; la vigencia plena de los derechos humanos universales, indivisibles
e interdependientes; la reducción de las asimetrías y la armonía con la
naturaleza, para un desarrollo sostenible.
Por todas estas cualidades, la Unasur
constituye una opción política capaz de incluir en su seno todos los logros
avanzados en los procesos del Mercosur y de la Comunidad Andina; sumando, al
mismo tiempo, la experiencia de Chile, Guyana y Suriname, para converger hacia
un nivel superior de integración suramericana, esa integración siempre soñada
por el Libertador Simón Bolívar.
Este no es un objetivo menor. Es un reto colosal pero posible, lo dijo
Michelle, si dotamos a nuestra Unión de la flexibilidad apropiada, fijándonos
estratégicamente objetivos parciales y plausibles, graduales en su
implementación, asegurándonos que cada uno de nosotros asuma los compromisos
que pueda asumir sin perturbaciones innecesarias.
Dicho en otras palabras, debemos definir un plan estratégico; es decir,
un conjunto de acciones lógicamente priorizadas para la consecución de nuestra
meta final. Para ello, no comenzamos con poca cosa. En este día de tanta trascendencia
para el Ecuador, asumimos el firme compromiso de continuar el trabajo realizado,
con la extraordinaria labor de nuestra querida ex Presidenta Pro Tempore
Michelle Bachelet, presidenta de Chile, y ojalá nos pueda acompañar en una
futura reunión antes que en marzo deje la presidencia, después podemos intentar
la reelección en Chile
Queremos conjugar este firme compromiso con una visión pragmática de las
acciones más apropiadas para consolidar la existencia y las acciones de la
Unasur. En lo jurídico y formal, reiteramos nuestra más cordial invitación a
todos los Estados miembros que todavía no han ratificado el Tratado
Constitutivo suscrito en Brasilia el 23 de mayo de 2008, a promover, de acuerdo
a sus diferentes ordenamientos constitucionales, las correspondientes
ratificaciones. Esto es importantísimo compañeros, solo 3 países han
rectificado el acuerdo. Esto es urgente.
El ímpetu demostrado en el seno del Consejo de Delegadas y Delegados
para constituir grupos de trabajo y consejos sectoriales, merece el respaldo
jurídico, que significa la ratificación política del Tratado, por parte de
todos y cada uno de sus miembros.
Pero tanto o más importante que este necesario paso jurídico-formal, es
la urgente reacción que debemos consensuar para impedir que esos rancios grupos
sociales acostumbrados a gobernar a espaldas del pueblo, pretendan retroceder
las manecillas del reloj para reconquistar por la fuerza lo que no pudieron
mantener por virtud del ejercicio de la democracia.
Como ya lo ha hecho prácticamente toda la comunidad internacional,
instamos a los miembros de la Unasur a reiterar nuestra condena más enérgica al
acto de usurpación perpetrado en la hermana República de Honduras el 28 de
junio pasado y, al mismo tiempo, a exigir una vez más la restitución inmediata
e incondicional del Presidente Manuel Zelaya a su cargo legítimo.
Nuestra intolerancia con el rebrote de la barbarie, ocurrido en Honduras
con el respaldo de las armas y acaso también de otros oscuros intereses, debe
ser tan perentorio como nuestra agilidad para evitar que los peores efectos de
una crisis internacional originada en el centro del sistema capitalista se
transmitan hacia nuestra región, perjudicando en forma desproporcionada a las
personas de menores recursos de nuestros países.
La debacle financiera mundial es apenas un síntoma de la crisis de un
sistema que privilegió la economía especulativo-financiera sobre la economía
real. Aunque, desde octubre de 2007, se han destinado inmensas sumas de dinero
para “rescatar” al sector financiero privado del Norte, con desembolsos estimados
en nueve mil millones de dólares solo en 2008, sin mecanismos de veeduría y
control y sin que se sepa con certeza su destino, América Latina perderá en 2008
entre 2,3 y 3,2 millones de empleos, según estimaciones de la OIT.
En este año, el PIB de América Latina y el Caribe decrecerá entre 1,5% y
2%. Las drásticas medidas en contra de nuestros migrantes, junto a la
contracción de las actividades productivas en los países del Norte, provocarán
una reducción de 5% en los envíos de remesas sin contrapartida.
Dada la magnitud de la crisis, no creemos que sea suficiente reformar
Bretton Woods; desde hace tiempo sus instituciones solo han servido para promocionar el Consenso de Washington. Si son
los mercados especulativos del núcleo capitalista los responsables directos de
esta crisis mundial, sería irresponsable dejar que las soluciones sean
planteadas, programadas y ejecutadas por el mismo sistema que las provocó.
Tenemos la responsabilidad histórica de buscar el resurgimiento de
nuestros pueblos, de marchar con nuestras propias fuerzas, comenzando por
redefinir el sistema financiero regional, liberándonos de los chantajes a los
que nos han sometido los países ricos. Con este propósito, en varios foros internacionales
hemos propuesto profundizar la integración de espacios supranacionales de
soberanía monetario-financiera, capaces de reducir los efectos perversos que
sufren nuestras economías por su vinculación con el sistema financiero
internacional.
En primer lugar, crear, de una vez por todas el
operativo, el Banco del Sur como el corazón de la nueva banca de desarrollo
para nuestra región, manejado por latinoamericanos participando de manera
equitativa, para financiar proyectos de desarrollo, mejorar nuestra competitividad
sistémica y la conectividad entre nuestros países.
En segundo lugar, constituir un fondo de reservas común para Suramérica,
lo que evitaría que más de 200 mil millones de dólares de nuestros países sean
depositados en bancos del Norte. Yo sé que la mayoría de ustedes me ha
escuchado decir esto muchas veces, pero para mí como economista es algo tan
elemental, tan urgente, tan claro, que creo que creo sinceramente que no
tenemos un día más para perder; cómo es posible que estemos financiando al
norte y muchas veces sometiéndonos para que organismos multilaterales nos den
unos cuantos dólares. No tiene ningún sentido económico aquí. En plena crisis
permitimos que nuestro dinero financie a los países ricos, a cambio de unos
pocos dólares recibidos por intereses. Al unir nuestras reservas en un fondo
común, el monto necesario para enfrentar contingencias regionales será menor, y
el dinero sobrante serviría para capitalizar el Banco del Sur. No es lo mismo
que cada país tenga su reserva independientemente a que tengamos la reserva
junta, como no es lo mismo que en un barrio cada familia asegure su casa a que
todos pongan diez mil dólares cada uno; si las casas cuestan cien mil dólares y
cada uno pone diez mil dólares aparte ninguno va a poder asegurar su casa si
entre mil familias ponen diez mil dólares tienen diez millones de dólares y
podrán asegurar muchas casas con el mismo dinero y con menos dinero también
muchas casas tiene igualmente. Algo similar es con los países, si ponemos en
conjunto las reservas, con el mismo dinero tenemos mucha más seguridad o igual
seguridad con menos dinero. Este fondo podría complementarse con un sistema de
pagos regional, que sería el preámbulo de un banco central regional que nos
daría más autonomía respecto de los circuitos financieros del Norte.
En tercer lugar, proponemos consolidar un sistema monetario común, que
puede empezar como una divisa electrónica capaz de facilitar nuestros
intercambios regionales. Tampoco estimados colegas tiene ningún sentido que para
nuestros intercambios defendamos una moneda extra regional; el que tiene la
moneda pone las reglas, no solo eso, capta nuestra producción por medio de lo
que se llama el señorial. Si por ejemplo la silla en nuestro país cuesta diez
dólares cada silla que producimos y con eso en dólares intercambiamos
realizamos comercio regional, el que produce los dólares, solo por imprimir
cien dólares se está apropiando diez sillas más de producción nuestra, eso es
lo que se llama el señorial, es decir, el ingreso del señor es un término que
viene de la edad media del señor feudal, el ingreso por el solo hecho de emitir
dinero porque ese traspaso enriquece el primer mundo, porque hay que depender
de una moneda extra regional para nuestro intercambio, ya demuestra eso Brasil,
Argentina y el ALBA, como con un sistema de pagos de compensaciones mutuas se
puede minimizar la dependencia de estas monedas extra regionales. Dar este paso
solo es cuestión de coordinación y decisión política. No se requiere nada
tecnológicamente o inventar teoría, nada; todo está hecho, solo coordinación y
decisión política. En el seno de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América (ALBA) ya se ha adelantado significativamente este mecanismo, conocido
como Sistema Único de Compensación Regional de Pagos (SUCRE) y esperamos hacer
las primeras pruebas de operación en octubre próximo. ¿Qué sentido tiene
utilizar una moneda extra regional para nuestros intercambios, si con ello solo
mantenemos nuestra dependencia y, además, pagamos señoreaje?
Pero, dado que la crisis avanza incontenible, y que está lejos de
superarse, necesitamos medidas más urgentes. No podemos incurrir en el error
histórico de caer en una guerra de depreciaciones en la que perderá valor
nuestra producción y que solo beneficiará a los países del Norte, que comprarán
nuestros bienes a precios más baratos. Debemos negociar inmediatamente un
acuerdo monetario regional para coordinar nuestras políticas monetarias y
evitar ahondar la crisis en nuestra región, en beneficio de terceros países.
Es perfectamente posible adoptar acuerdos para que las oscilaciones
monetarias se realicen solo dentro de determinados márgenes o bandas
cambiarias, que nos permitan predecir la evolución de las monedas de nuestros
socios comerciales, evitar guerras devaluatorias y calmar a los mercados
financieros.
Esta es, queridos colegas, nuestra oportunidad de conquistar una
presencia más destacada en el concierto internacional para, por fin, ser dueños
de nuestros propios destinos. El imperativo de redefinir el orden financiero
mundial, desquiciado por la especulación y el privilegio, también se justifica
desde una visión de derechos humanos. En el nivel global, los seres humanos
tienen menos derechos que el capital, gracias a los tratados bilaterales de
inversiones, a los sistemas de arbitraje internacional regulados en el CIADI,
por el Banco Mundial y a la Organización Mundial de Comercio.
Y, mientras el orden económico mundial se desmorona, los mercados
financieros pretenden hacer mutis por el foro para dejar al margen de la
hecatombe carteras adquiridas –muchas de ellas- mediante oscuros
procedimientos. Urge emprender acciones de restructuración masiva de la carga
de la deuda de los países del Sur. La ortodoxia, que hoy guarda un silencio encubridor,
consideraba que la sostenibilidad de la deuda solo tenía que ver con los
equilibrios macroeconómicos nominales. Poco o nada le ha preocupado el derecho
de nuestros pueblos a vivir una vida digna. La reforma de la arquitectura
financiera global pasa por un nuevo concepto de sostenibilidad de la deuda, que
puede ser por ejemplo relacionar a los Objetivos del Milenio, servir la deuda
en la medida que no ponga en el peligro alcanzar en el 2015 muchos objetivos.
El derecho de nuestros pueblos a la vida, a la salud, a la educación,
está sobre el interés de los especuladores de Wall Street. En el Ecuador, con
una inversión cercana a los 900 millones USD, hemos evitado un pago de capital
más intereses de casi 9.000 millones de dólares, de aquí al 2030, obviamente en
valores nominales. Si este principio mínimo se considera insubordinación, que
así sea. Pero por fin le ganamos, por fin Ecuador venció a los especuladores
financieros
La recuperación económica será imposible, y más imposible todavía el
desarrollo humano, si no se enfrenta el problema de la sostenibilidad de la
deuda externa. De ahí la necesidad de prever la declaración de moratorias,
cancelaciones parciales y pagos flexibles, en respuesta a perturbaciones
exógenas. Las auditorías de deuda deben ser una norma, y no casos de excepción,
como la realizada por mi país el año pasado.
Necesitamos que Suramérica establezca procedimientos de regulación
financiera que eviten la corrupción y la hipertrofia, tanto como la competencia
desleal entre naciones. Las nuevas reglas deben someter al sistema financiero
para ponerlo al servicio de la necesidad del aparato productivo, grande y
pequeño, con el fin primordial de ampliar la demanda de trabajo, de promover
industrias limpias y de poner la tecnología al servicio de los seres humanos.
No nos cansaremos de reivindicar el derecho de todo ser humano a la
libre movilidad en todo el Planeta. La reducción de las remesas solo es la
expresión monetaria de la discriminación social y de las restricciones al
empleo de los trabajadores migrantes. La UNASUR debe alcanzar la capacidad para
promover la eliminación de toda medida discriminatoria en su contra, porque,
como lo hemos expresado en otros foros, para nosotros no existen seres humanos
ilegales; lo que existe es un conjunto de prácticas ilegales e inmorales, como
el racismo, la xenofobia, y, de otro lado, el coyotismo, el coyoterismo y la
explotación.
La UNASUR es un espacio privilegiado para revertir esta situación, pues
estamos capacitados para consolidar una identidad suramericana por medio del
progresivo reconocimiento de derechos a los nacionales de un Estado miembro,
residentes en cualquiera de los otros Estados miembros, con el fin de alcanzar
una ciudadanía suramericana.
No es veleidoso afirmar que la
Unasur es, hoy por hoy, y pese al retraso ya anotado en temas
jurídico-formales, el espacio de integración más promisorio de la región
sudamericana. La dinámica mostrada en los consejos de Salud, Defensa y Energía,
ha sido admirable. En estos tres espacios estamos a punto de comenzar a
cosechar los primeros resultados plausibles de una nueva forma de integración,
más ágil, más concreta, más libre de la tradicional y limitada integración a
base de espacios comerciales administrados desde complejos aparatos lamentablemente
captados por intereses parciales.
Los programas de escudo epidemiológico y de medicamentos genéricos que
se adelantan en el Consejo Suramericano de Salud, prueban con claridad mi
percepción en este punto.
Tan pronto como sea posible, esperamos crear cuatro consejos más:
Desarrollo Social; Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología e Innovación; es
fundamental para no tener agendas paralelas en investigación y desperdiciar
recursos por doquier; Infraestructura y Planeamiento; y, Lucha contra el
Narcotráfico. Tras su debida maduración, los grupos de trabajo sobre
Integración Educativa, Mecanismos de Solución de Controversias en Materia de
Inversiones, Integración Financiera y Políticas Sociales, también puede
confluir en sendos consejos suramericanos.
Nuestro continente, queridas amigas
y amigos, es el mayor reservorio permanente de agua dulce en el mundo,
alrededor del 27%, continuamente reciclada por el ciclo hidrológico interno,
aspecto que puede variar con impredecibles consecuencias si es que no acordamos
políticas comunes.
Una de las principales amenazas que nuestro continente está
enfrentando, e ineludiblemente, tendrá que enfrentar a futuro, al igual que el
resto del planeta, son las consecuencias del fenómeno DEL CAMBIO CLIMÁTICO, inducido
por el modelo de desarrollo inequitativo, de altos consumos y de baja
sustentabilidad, que han mantenido los países industrializados del norte, desde
los inicios de la revolución industrial, hasta nuestros días.
La irresponsabilidad de los países más desarrollados no puede ser un
ejemplo para nuestras aspiraciones de desarrollo; por lo tanto, consideramos
prioritario impulsar un proceso sostenido de diálogo, para lograr a la mayor
brevedad posible que nuestro continente construya a través de consensos, una
Agenda Política Sudamericana para la conservación, el manejo sustentable y la
protección del agua.
Este instrumento deberá servir de guía, de marco estratégico para el
desarrollo de políticas regionales y nacionales que permitan preservar a
futuro, como un regalo a nuestro planeta y A LAS FUTURAS GENERACIONES, el
elemento más preciado para la supervivencia del ser humano, y de todos los
seres vivos terrestres: el agua dulce.
Convoco a ustedes, a una profunda reflexión, que nos permita impulsar
operativamente el proceso necesario para que al final de mi mandato, podamos
presentar al mundo, una declaratoria que sirva de ejemplo de nuestra voluntad
por aportar decididamente, al mantenimiento de la vida, en este, nuestro
planeta.
Somos optimistas, pero las dudas nos han hecho tropezar en temas tan
importantes como la solución de controversias en materia de inversiones, en donde
a nuestro pesar hemos cedido soberanía a favor de instancias claramente
favorables al capital transnacional. Consideramos que no es suficiente un
centro de asesoramiento en esta materia. Lo que requerimos, para garantía de
nuestros intereses, es una instancia de arbitraje regional, verdaderamente
imparcial y seguro para todas las partes que pudieren incurrir en conflicto. Si
en lugar de competir entre nosotros logramos esa acción colectiva, nos ponemos
de acuerdo para todos someternos a ese centro de arbitraje regional habremos
vencido a las transnacionales compañeros, si competimos entre nosotros las
transnacionales nos vencerán. Insisto, los temas de implicación e impacto
regional deben ser tratados en el marco de la UNASUR y no en forma bilateral.
La estructura de la Unasur permite expandir su ámbito de acción de forma
que una entidad de integración de corte tradicional requeriría una modificación
de su estatuto. Afortunadamente aquí no tenemos para qué someternos a ese tipo
de trámites para impulsar proyectos que ayudarán significativamente a la
integración de nuestros pueblos y mercados, o a la consolidación de nuestras
democracias, siempre expuestas a ataques de grupos interesados, como lo prueba
lo ocurrido en junio pasado, en Centroamérica.
Con este propósito proponemos a nuestros delegados que inicien el
tratamiento de un mecanismo de evaluación, acreditación universitaria y
homologación de títulos académicos y profesionales, esto es también sumamente
importante, la universidad sudamericana está en crisis con numerosas
decepciones, en general el nivel es bastante mediocre, miren el ranking de
universidades; de las 100 mejores universidades del mundo no hay una sola
latinoamericana. Dadas las diferencias que sin duda se encontrarán en esta
materia, este mecanismo debería acompañarse de proyectos concretos para
corregirlas. Los resultados que se avizoran en un proyecto como éste son
extraordinarios y sin duda tendrán gran impacto en la innovación, ciencia y
tecnología, tan asimétricamente distribuidos en nuestra región.
También proponemos la creación de un centro de estudios de la democracia
y los procesos electorales. (Ya basta que vengan observadores de la unión
europea, la próxima vez propongamos observadores de la UNASUR a las elecciones
en Europa, qué les parece; nos vienen a dar cátedra de democracia y a
mostrarnos cómo se hacen bien las cosas. Podemos hacerlas bien nosotros mismos,
nosotros solos.) Constituimos una región
en la que las instituciones democráticas todavía no han fraguado con toda
solidez. Pero, al mismo tiempo, tenemos la madurez suficiente como para no
requerir patrocinios ni veedurías externas a la región, que solo contribuyen a
perpetuar los complejos lazos de la dependencia. Nuestros procesos electorales
pueden ser revisados por nuestras propias organizaciones regionales
especializadas para el efecto. No dudemos que podemos hacerlo, igual o mejor, y
con más legitimidad que cualquier misión de observadores foráneos.
Las empresas que
controlan los medios de comunicación han creído que por la simple circunstancia
de hacerlo, tienen ya la calidad moral para constituirse en censoras de todos
los pasos, y aun de las intenciones de los gobiernos. Pretenden así ganarnos la
batalla moral, privar de legitimidad a nuestras acciones, minimizar el sentido
transformador de nuestras políticas, desvalorizar nuestros esfuerzos. Todo ello
sin ninguna legitimidad democrática, pretenden en convertirse en legisladores,
jueces, instaladores o eliminadores de presidentes, etc.
Pero, hay en todo
esto una enorme tergiversación. Coincido plenamente con quienes sostienen que
la vigencia de la democracia exige medios de comunicación libres, independientes y críticos. Pero, una cosa es
la existencia de medios dotados de esas características y, otra, muy distinta,
la suplantación de la opinión pública por los intereses privados de los
negocios informativos.
Lo que hemos
tenido, con muy raras excepciones, hablemos claro, perdamos el miedo,
desmitifiquemos, derrumbemos a cierta prensa del pedestal en donde ellos mismos
se han instalado. Lo que en verdad hemos tenido ha sido un conjunto de medios
guiados por la lógica del capital, cuyas únicas y exclusivas razones son las
del lucro. Proponemos establecer un centro de análisis y
reflexión de los canales de información a los que son expuestos nuestros
connacionales por parte de las empresas de la información.
La Unasur es un espacio de
integración que aporta a la democracia y que fortalece la ciudadanía, afirma
nuestra identidad y estrecha los lazos sociales económicos y culturales en la
región. Sin embargo, debemos considerar que nuestro proceso, en cuanto proceso,
requiere de un acuerdo político estable e institucionalizado. En este sentido,
hasta el momento no ha reconocido la importancia de los actores sociales; y,
hasta la fecha, poco o nada ha considerado la participación de la ciudadanía.
Estimada Compañera Presidenta Bachelet, estimados presidentes y jefes de
Estado de los países miembros de la Unasur: nuestros países,
nuestros pueblos, son, en todo sentido, hermanos; fuimos libres, dueños y
señores de Abya-Yala; vivimos, un mismo yugo que nos asfixió durante tres
siglos; experimentamos juntos la republicana ruptura de ese orden feudal que se
nos extendió más de la cuenta. Ya, en el siglo XX, nos sometió por igual el
vasallaje de las transnacionales, pagamos un alto tributo de sangre, sudor y
soberanía; y, ahora, vivimos auténticos procesos democráticos de liberación, de
construcción de soberanía, de cambios en paz, en democracia.
Frente a esta crisis
global que estamos viviendo, que no es una crisis coyuntural, que es una de las
más graves crisis del sistema capitalista, tenemos que encontrar soluciones de
fondo, soluciones que no se van a encontrar al interior del sistema que está
colapsando, tenemos que construir respuestas creativas, revolucionarias,
construyendo algo nuevo, algo mejor.
Estoy, más que nunca, convencido de que es inexorable
nuestro camino a los cambios definitivos que necesitan nuestros pueblos para
lograr el bienestar común, el desarrollo equitativo, el respeto a los derechos
humanos, a la alegría, al cariño, de la manera más pacífica.
Nada ni nadie podrá frenar la marcha de nuestros pueblos
hacia la construcción de la Patria Grande, de Nuestra América, de nuestra
Segunda y Definitiva Independencia.
Si tal vez los
europeos tendrán que explicar a sus hijos por qué se unieron, nosotros
tendremos que explicar a nuestros descendientes por qué nos demoramos tanto.
Bienvenidos a la mitad del mundo, disfruten de esta también su Patria.
Y Hasta la
victoria siempre compañeros.
Señora Presidenta, señores presidentes.
Rafael Correa Delgado
PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE LA REPÚBLICA DEL ECUADOR
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