SIMÓN BOLÍVAR
“Yo soy el
hijo de la guerra; el hombre que los combates han elevado a la magistratura: la
fortuna me ha sostenido en este rango y la victoria lo ha confirmado”
DISCURSO AL PRESTAR JURAMENTO DE LA
CONSTITUCIÓN DE COLOMBIA ANTE EL CONGRESO DE CÚCUTA 3 de Octubre de 1821
Señor:
El juramento sagrado que acabo de prestar en calidad de presidente de Colombia, es para mí un pacto de conciencia, que multiplica mis deberes de sumisión a la ley, y a la patria. Solo un profundo respeto por la voluntad soberana me obligaría a someterme al formidable peso de la suprema magistratura. La gratitud que debo a los representantes del pueblo, me impone además la agradable obligación de continuar mis servicios por defender con mis bienes, con mi sangre, y con mi honor, esta Constitución, que encierra los derechos de los pueblos hermanos, ligados por la libertad, por el bien y por la gloria. La Constitución de Colombia verá junto con la independencia el ara santa en la cual haré los sacrificios. Por ella marcharé a las extremidades de Colombia a romper las cadenas de los hijos del Ecuador, a convidarlos con Colombia después de hacerlos libres.
Señor, espero que me autoricéis para unir con los vínculos de la beneficencia a los pueblos que la naturaleza y el cielo nos han dado por hermanos. Completada esta obra de vuestra sabiduría y de mi celo, nada más que la paz nos puede faltar para dar a Colombia todo, dicha, reposo y gloria. Entonces, Señor, yo ruego ardientemente, no os mostréis sordo al clamor de mi conciencia y de mi honor que me piden a grandes gritos que no sea más que ciudadano. Yo siento la necesidad de dejar el primer puesto de la República, al que el pueblo señale como al jefe de su corazón. Yo soy el hijo de la guerra; el hombre que los combates han elevado a la magistratura: la fortuna me ha sostenido en este rango y la victoria lo ha confirmado. Pero no son éstos los títulos consagrados por la justicia, por la dicha, y por la voluntad nacional. La espada que ha gobernado a Colombia no es la balanza de Astrea, es un azote del genio del mal que algunas veces el cielo deja caer a la tierra para el castigo de los tiranos y escarmiento de los pueblos. Esta espada no puede servir de nada el día de paz, y éste debe ser el último de mi poder; porque así lo he jurado para mí, porque lo he prometido a Colombia, y porque no puede haber república donde el pueblo no está seguro del ejercicio de sus propias facultades. Un hombre como yo, es un ciudadano peligroso en un Gobierno popular; es una amenaza inmediata a la soberanía nacional. Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano.
¡Qué vivo entusiasmo excita en el ardiente pecho de todo sensible patriota, la heroica franqueza de estas palabras! Yo soy el hijo de la guerra, el hombre que los combates han elevado a la magistratura: la fortuna me ha sostenido en ese rango, y la victoria lo ha confirmado.
Un hombre como yo es un ciudadano peligroso en un gobierno popular, es una amenaza inmediata a la soberanía nacional.
Aprended de un héroe Americano, o tiranos legítimos de Europa, el verdadero lenguaje de la virtud, de la razón, y de la gloria.
SIMÓN BOLÍVA
Señor:
El juramento sagrado que acabo de prestar en calidad de presidente de Colombia, es para mí un pacto de conciencia, que multiplica mis deberes de sumisión a la ley, y a la patria. Solo un profundo respeto por la voluntad soberana me obligaría a someterme al formidable peso de la suprema magistratura. La gratitud que debo a los representantes del pueblo, me impone además la agradable obligación de continuar mis servicios por defender con mis bienes, con mi sangre, y con mi honor, esta Constitución, que encierra los derechos de los pueblos hermanos, ligados por la libertad, por el bien y por la gloria. La Constitución de Colombia verá junto con la independencia el ara santa en la cual haré los sacrificios. Por ella marcharé a las extremidades de Colombia a romper las cadenas de los hijos del Ecuador, a convidarlos con Colombia después de hacerlos libres.
Señor, espero que me autoricéis para unir con los vínculos de la beneficencia a los pueblos que la naturaleza y el cielo nos han dado por hermanos. Completada esta obra de vuestra sabiduría y de mi celo, nada más que la paz nos puede faltar para dar a Colombia todo, dicha, reposo y gloria. Entonces, Señor, yo ruego ardientemente, no os mostréis sordo al clamor de mi conciencia y de mi honor que me piden a grandes gritos que no sea más que ciudadano. Yo siento la necesidad de dejar el primer puesto de la República, al que el pueblo señale como al jefe de su corazón. Yo soy el hijo de la guerra; el hombre que los combates han elevado a la magistratura: la fortuna me ha sostenido en este rango y la victoria lo ha confirmado. Pero no son éstos los títulos consagrados por la justicia, por la dicha, y por la voluntad nacional. La espada que ha gobernado a Colombia no es la balanza de Astrea, es un azote del genio del mal que algunas veces el cielo deja caer a la tierra para el castigo de los tiranos y escarmiento de los pueblos. Esta espada no puede servir de nada el día de paz, y éste debe ser el último de mi poder; porque así lo he jurado para mí, porque lo he prometido a Colombia, y porque no puede haber república donde el pueblo no está seguro del ejercicio de sus propias facultades. Un hombre como yo, es un ciudadano peligroso en un Gobierno popular; es una amenaza inmediata a la soberanía nacional. Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano.
¡Qué vivo entusiasmo excita en el ardiente pecho de todo sensible patriota, la heroica franqueza de estas palabras! Yo soy el hijo de la guerra, el hombre que los combates han elevado a la magistratura: la fortuna me ha sostenido en ese rango, y la victoria lo ha confirmado.
Un hombre como yo es un ciudadano peligroso en un gobierno popular, es una amenaza inmediata a la soberanía nacional.
Aprended de un héroe Americano, o tiranos legítimos de Europa, el verdadero lenguaje de la virtud, de la razón, y de la gloria.
SIMÓN BOLÍVA
Fuente: “Ensayo Político…” de Vicente Rocafuerte
El juramento de Simón Bolívar fue prestado ante el Congreso
de Cúcuta, la asamblea donde se redactó y aprobó la Constitución de Cúcuta, que
diera origen a la Gran Colombia. Instaurada por Antonio Nariño, participaron en
ella Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y otros importantes próceres
de la independencia. Inició sus sesiones el 30 de agosto de 1821 y culminó el 3
de octubre del mismo año, y se llevo acabo en lo que hoy se conoce como Templo
Histórico de Cúcuta, el cual está ubicado en el Parque de la Gran Colombia
junto con la casa natal de Francisco de Paula Santander.
Fue además en Cúcuta donde se dice que nació el sueño unificador de Bolívar y se definieron los principios para superar las instituciones políticas, económicas y sociales heredadas de los 300 años de vida colonial. A las 11 de la mañana del 3 de octubre de 1821 Simón Bolívar entró al salón de sesiones ubicado en la sacristía de la iglesia parroquial de Villa del Rosario de Cúcuta (nombre antiguo de la ciudad). Iba acompañado por una comisión de diputados y su estado mayor general. Tomó asiento al lado del presidente del Congreso y puestos todos de pie, juró como presidente de la naciente República de la Gran Colombia, conformada por Venezuela y Cundinamarca, nombre asignado a la Nueva Granada. Tras un discurso y la posesión de Francisco de Paula Santander como vicepresidente, fue leído el texto de la Constitución que le dio vida política a la República.
Fue además en Cúcuta donde se dice que nació el sueño unificador de Bolívar y se definieron los principios para superar las instituciones políticas, económicas y sociales heredadas de los 300 años de vida colonial. A las 11 de la mañana del 3 de octubre de 1821 Simón Bolívar entró al salón de sesiones ubicado en la sacristía de la iglesia parroquial de Villa del Rosario de Cúcuta (nombre antiguo de la ciudad). Iba acompañado por una comisión de diputados y su estado mayor general. Tomó asiento al lado del presidente del Congreso y puestos todos de pie, juró como presidente de la naciente República de la Gran Colombia, conformada por Venezuela y Cundinamarca, nombre asignado a la Nueva Granada. Tras un discurso y la posesión de Francisco de Paula Santander como vicepresidente, fue leído el texto de la Constitución que le dio vida política a la República.
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