JESÚS DE NAZARET
“EL SERMÓN DE LA
MONTAÑA”
Año 30 dC
Al ver a la multitud, Jesús subió a
la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la
palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el
Reino de los Cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de
Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a
ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los
calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran
recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los
precedieron.
Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con
qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada
por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en
la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un
cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que
están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay
en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que
está en el cielo.
No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a
abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni
una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo
se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a
los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los
Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el
Reino de los Cielos.
Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los
escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que
mata, será condenado por el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se
irrita contra su hermano, será condenado por el tribunal. Y todo aquel que lo
insulta, será castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, será condenado a
la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te
acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante
el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar
tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras
vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez
al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que
hayas pagado el último centavo.
Ustedes han oído que se dijo: No
cometerás adulterio. Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya
cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una
ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se
pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la
Gehena. Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y
arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y
no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una
declaración de divorcio. Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer,
excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa
con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.
Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás
falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor. Pero yo les digo que no
juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la
tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad
del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en
blanco o negro uno solo de tus cabellos. Cuando ustedes digan “sí”, que sea sí,
y cuando digan “no”, que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.
Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo
les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te
da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que
quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si
te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y
no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu
enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;
así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol
sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes
aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo
los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de
extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos
como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para
ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del
Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas
pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las
calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su
recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la
derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo
secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta
orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos.
Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores,
retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo
secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando oren, no
hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán
escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien
qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la
tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras
ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer
en la tentación, sino líbranos del mal.
Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo
también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el
Padre los perdonará a ustedes.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas,
que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso,
ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza
y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por
tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará.
No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los
consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio,
tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni
ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu
corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo
estará iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en
tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!
Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al
otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se
puede servir a Dios y al Dinero.
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer,
ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida
que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo:
ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre
que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos?
¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al
tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del
campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni
Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios
viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al
fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten
entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?”.
Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el
cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su
justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día
de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su
aflicción.
La benevolencia para juzgar
No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes
juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes. ¿Por
qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga
que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Deja que te saque la
paja de tu ojo”, si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de
tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.
No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los
cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos.
Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.
Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le
abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si
le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas
buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre de ustedes que está en el cielo dará
cosas buenas a aquellos que se las pidan!
Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en
esto consiste la Ley y los Profetas.
Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el
camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es
angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que
lo encuentran.
Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con
pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los
reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así,
todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos.
Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir
frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja
al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.
No son los que me dicen: “Señor, Señor”, los que entrarán en el Reino de
los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre?
¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?”.
Entonces yo les manifestaré: “Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los
que hacen el mal”.
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en
práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y
sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre
roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede
compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las
lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la
casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande».
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba
asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y
no como sus escribas.
El Sermón de la Montaña (sermón del
monte) es la columna vertebral del evangelio y por lo tanto del
cristianismo; quizás el discurso mas conocido del mundo. Este
abarca, en el evangelio de San Mateo, desde el capitulo 5, versículo primero,
hasta el capitulo 7, versículo 28, en este caso en la versión de la Biblia del
Pueblo de Dios, que es la que publicamos en en presente. No incluimos en la
publicación ni los artículos ni los versículos.
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