ÓSCAR ARIAS SÁNCHEZ
“Creemos que la justicia y la paz sólo pueden prosperar
juntas, nunca separadas”
DISCURSO DE ACEPTACION DEL PREMIO NOBEL DE LA
PAZ 1987 10
de diciembre de 1987
Cuando ustedes decidieron honrarme con este premio, decidieron honrar a un país de paz, decidieron honrar a Costa Rica.
Cuando, en este año -1987-, concretaron el deseo de Alfred E. Nobel, de fortalecer los esfuerzos de paz en el mundo, decidieron fortalecer los esfuerzos para asegurar la paz en América Central. Estoy agradecido por el reconocimiento de nuestra búsqueda de la paz. Todos estamos agradecidos en Centroamérica.
Nadie sabe mejor que los honorables miembros de este Comité que este premio es una señal para hacerle saber al mundo que ustedes quieren promover la iniciativa de paz centroamericana. Con su decisión, apoyan sus posibilidades de éxito; declaran cuán bien conocen que la búsqueda de la paz no puede terminar nunca, y que es una causa permanente, siempre necesitada del apoyo verdadero de amigos verdaderos, de gente con coraje para promover el cambio en favor del paz, a pesar de todos los obstáculos.
La paz no es un asunto de premios ni de trofeos. No es producto de una victoria ni de un mandato. No tiene fronteras, no tiene plazos, no es inmutable en la definición de sus logros.
La paz es un proceso que nunca termina; es el resultado de innumerables decisiones tomadas por muchas personas en muchos países. Es una actitud, una forma de vida, una manera de solucionar problemas y de resolver conflictos. No se puede forzar en la nación más pequeña ni puede imponerla la nación más grande. No puede ignorar nuestras diferencias ni dejar pasar inadvertidos nuestros intereses comunes. Requiere que trabajemos y vivamos juntos.
La paz no es sólo asunto de palabras nobles y de conferencias Nobel. Ya tenemos abundantes palabras, gloriosas palabras, inscritas en las cartas de las Naciones Unidas, de la Corte Mundial, de la Organización de los Estados Americanos y de una red de tratados internacionales y leyes. Necesitamos hechos que respeten esas palabras que honren los compromisos avalados por esas leyes. Necesitamos fortalecer nuestras instituciones de paz como las Naciones Unidas, cerciorándonos de que se utilizan en favor del débil tanto como del fuerte.
No presto atención a los que dudan ni a los detractores que no desean creer que la paz duradera puede ser sinceramente aceptada por quienes marchan bajo diferentes banderas ideológicas o por quienes están más acostumbrados a los cañones de guerra que a los acuerdos de paz.
En América Central no buscamos la paz a solas, ni sólo la paz que será seguida algún día por el progreso político, sino la paz y la democracia juntas, indivisibles, el final del derramamiento de la represión de los derechos humanos. Nosotros no juzgamos, ni mucho menos condenamos ningún sistema político ni ideológico de cualquiera otra nación, libremente escogido y no exportado. No podemos pretender que Estados soberanos se conformen con patrones de gobierno no escogidos por ellos mismos. Pero podemos insistir en que todo gobierno respete los derechos universales del hombre, cuyo valor trasciende las fronteras nacionales y las etiquetas ideológicas. Creemos que la justicia y la paz sólo pueden prosperar juntas, nunca separadas. Una nación que maltrata a sus propios ciudadanos es más propensa a maltratar a sus vecinos.
Recibir este Premio Nobel el 10 de diciembre es para mí una maravillosa coincidencia. Mi hijo Oscar Felipe, aquí presente, cumple hoy ocho años. Le digo a él, y por su intermedio a todos los niños de mi país, que nunca deberemos recurrir a la violencia, que nunca deberemos apoyar las soluciones militares para los problemas de Centroamérica. Por la nueva generación debemos comprender, hoy más que nunca, que la paz sólo puede alcanzarse por medio de sus propios instrumentos: el diálogo y el entendimiento, la tolerancia y el perdón, la libertad y la democracia.
Sé bien que ustedes comparten lo que les decimos a todos los miembros de la comunidad internacional, y particularmente alas naciones del Este y del Oeste, que tienen mucho más poder y muchos más recursos que los que mi pequeña nación esperaría poseer jamás. A ellos les digo con la mayor urgencia: dejen que los centroamericanos decidamos el futuro de Centroamérica. Déjennos la interpretación y el cumplimiento de nuestro Plan de Paz a nosotros; apoyen los esfuerzos de paz y no las fuerzas de guerra en nuestra región; envíen a nuestros pueblos arados en lugar de espadas, azadones en lugar de lanzas, Si, para sus propios fines, no pueden abstenerse de acumular armas de guerra, entonces, en el nombre de Dios, por lo menos deberían dejarnos en paz.
Le digo aquí a su Alteza Real y a los honorables miembros del Comité Nobel de la Paz, al maravilloso pueblo de Noruega, que acepto este premio porque sé cuán apasionadamente comparten ustedes nuestra búsqueda de la paz, nuestro anhelo de éxito. Si en los años venideros la paz prevalece y se eliminan, entonces, la violencia y la guerra, gran parte de esa paz se deberá a la fe del pueblo noruego y será suya para siempre.
Sólo la paz puede escribir la nueva historia Desear la paz
La paz consiste, en gran parte, en el hecho de desearla con toda el alma. El mío es un pueblo sin armas donde nuestros niños nunca vieron un avión de combate, ni un tanque, ni un barco de guerra. Don José Figueres Ferrer es el hombre visionario que en 1948 abolió el ejército de mi Patria y le señaló, así, un curso diferente de nuestra historia.
Soy uno de América Latina
No recibo este premio como Oscar Arias. Tampoco lo recibo como Presidente de mi país. No tengo la arrogancia de pretender que represento a alguien o a alguno, pero no le temo a la humildad que me identifica con todos y con sus grandes causas. Lo recibo como uno de los 400.000.000 de latinoamericanos que buscan el retorno a la libertad, en la práctica de la democracia, el camino para superar tanta miseria y tanta injusticia
Soy uno de esa América Latina de rostro marcado de profundas huellas de dolor, que recuerdan el destierro, la tortura, la prisión y la muerte de muchos hombres y de sus mujeres. Soy uno de esa América Latina cuya geografía aún exhibe regímenes totalitarios que avergüenzan a la humanidad entera.
América busca la libertad
América busca, en estos años, retornar a la libertad. Los problemas que debe superar América son enormes. La herencia de un pasado de injusticias se agravó con la nefasta acción del tirano para producir el endeudamiento externo, la insensibilidad social, la destrucción de las economías, la corrupción y muchos otros males en nuestras sociedades. Estos males están a la vista, desnudos para quien quiera verlos.
No puedo aceptar que ser realista signifique tolerar la miseria, la violencia y los odios. No creo que el hombre con hambre, por expresar su dolor, deba ser tratado como subversivo. Nunca podré aceptar que la ley pueda usarse para justificar la tragedia, para que todo siga igual, para que renunciemos a pensar en un mundo diferente. La les es el camino de la libertad y, como tal, debe ser oportunidad de desarrollo para todos.
La libertad hace milagros
La libertad hace milagros. Cuando los hombres son libres todo es posible. Los retos a que se enfrenta América puede superarlos una América libare, una América democrática. Cuando asumí la Presidencia de Costa Rica convoqué a una alianza para la libertad y la democracia en las Américas. Dije entonces, y lo repito ahora, que , ni política ni económicamente, debemos ser aliados de gobiernos que oprimen a sus pueblos. América Latina no ha conocido una sola guerra entre dos democracias. Esta razón, es suficiente para que todo hombre de buena fe, para que toda nación bien intencionada, apoye los esfuerzos para acabar con las tiranías.
Hay prisa en América
Hay prisa porque América sea libre. Toda América debe ser libre.
Vengo de un mundo que tiene prisa porque el hambre tiene prisa. La violencia que olvidó la esperanza tiene prisa. El dogmatismo que traicionó al diálogo tiene prisa. Vengo de un mundo donde tenemos prisa por hacer irreversibles los caminos de la libertad y por frustrar todo intento de opresión. Yo vengo de un mundo que tiene prisa porque el guerrillero y el soldado detengan el fuego: están muriendo jóvenes, están muriendo hermanos, y mañana no sabrán por qué. Yo vengo de un mundo que tiene prisa porque se abran las puertas de las cárceles y salgan los hombres presos, en vez de que, como ayer, entren en ellas los hombres libres.
América tiene prisa por su libertad, prisa por su democracia, y requiere la comprensión del mundo entero para liberarse del dictador, para liberarse de la miseria.
Soy uno de Centroamérica
Recibo este premio como uno de los 27.000.000 de centroamericanos. Más de cien años de dictadores despiadados y de injusticias y pobreza generalizada, son el antecedente del despertar democrático de Centroamérica. Vivir la violencia durante otro siglo o alcanzar la paz superando el miedo a la libertad, es el reto de mi pequeña América. Sólo la paz puede escribir una historia nueva.
En América Central no vamos a perder la fe. Vamos a rectificar la historia. ¡Cuán triste es que quieran obligarnos a creer que la paz es un sueño, que la justicia es una utopía, que no es posible el bienestar compartido! ¡Cuán triste es que haya en el mundo quienes no entiende que en Centroamérica hoy se afirman naciones que buscan, con todo derecho, un destino mejor para sus pueblos! ¡Cuán triste es que algunos no comprendan que la América Central no quiere prolongar su pasado, sino escribir un futuro nuevo, con la esperanza para los jóvenes y con dignidad para los viejos!
Convertir sueños en realidades
El istmo centroamericano es zona de grandes contrastes, pero también de alentadoras concordancias. Millones de hombres y mujeres comparten sueños de libertad y de desarrollo. Estos sueños se desvanecen en algunos países ante violaciones sistemáticas de los derechos humanos; se estrellan contra luchas fratricidas en campos y ciudades y afrontan realidades de pobreza extrema que paralizan el corazón. Poetas que son orgullo de la humanidad saben que millones y millones de personas no pueden leerlos en sus propias tierras, porque allí miles y miles de hombres y mujeres son analfabetos. Hay en esta angosta faja de tierra pintores y escultores que admiraremos siempre, pero también dictadores que no quisiéramos recordar porque ofendieron los más queridos valores del hombre.
América Central no quiere ni puede seguir soñando. La historia exige que los sueños se transformen en realidades. Es hoy cuando podemos tomar el destino en nuestras manos. En estos territorios, que albergan por igual a la más antigua y fuerte democracia de la América Latina -la de Costa y a las más despiadadas y cruel dictaduras, el despertar democrático exige una fidelidad especial a la libertad.
La historia sólo puede tener la dirección de la libertad. La historia sólo puede tener por alma la justicia. Cuando se marcha en sentido contrario a la historia, se transita la ruta de la vergüenza, de la pobreza, de la opresión. No hay revolución si no hay libertad. Toda opresión camina en dirección contraria al alma del hombre.
Libertad: anhelo compartido
América Central se halla ante una encrucijada terrible: frente a angustiosos problemas de miseria generalizada, surge el conflicto entre las grandes potencias del Este y del Oeste: los problemas de pobreza se juntan con la pugna ideológica.
Sólo la liberación de la miseria y del temor es respuesta para Centroamérica, respuesta para su pobreza, respuesta para sus retos políticos. Quienes propician la solución de males centenarios en nombre de ciertos dogmas, sólo contribuirán a hacer que los problemas de ayer sean más grandes en el futuro.
Hay un anhelo compartido en el alma de los hombres, que pide desde hace siglos la libertad en América Central. Nadie debe traicionar la alianza de las almas. Hacerlo significa condenar a nuestra pequeña América a otros cien años de horrorosa opresión, a otros cien años de muerte sin sentido, a otros cien años de lucha por la libertad.
Soy uno de Costa Rica.
Recibo este premio como uno de los 2.700.000 costarricenses. Al sur y al norte, Costa Rica ha limitado casi siempre con el dictador y la dictadura.
Somos un pueblo sin armas y luchamos por seguir siendo un pueblo sin hambre.
Somos para América símbolo de paz y queremos ser símbolo de desarrollo. Nos proponemos demostrar que la paz es requisito y fruto del desarrollo.
Tierra de maestros
Mi tierra es tierra de maestros. Por eso es tierra de paz. Nosotros discutimos nuestros éxitos y nuestros fracasos en completa libertad.
Porque mi tierra es de maestros, cerramos los cuarteles, y nuestro niños marchan con libros bajo el brazo y no con fusiles sobre el hombro. Creemos en el diálogo, en la transacción, en la búsqueda del consenso. Repudiamos la violencia.
Porque mi tierra es de maestros, creemos en convencer y no en vencer al adversario. Preferimos levantar al caído y no aplastarlo, porque creemos que nadie posee la verdad absoluta.
Porque mi tierra es de maestros, buscamos que los hombres cooperen solidariamente y no compitan hasta anularse.
Desde hace 118 años en mi tierra la educación es obligatoria y gratuita. La atención médica protege hoy a todos los habitantes, y la vivienda popular es fundamental para mi Gobierno.
Una nueva economía
Así como estamos orgullosos de muchos de nuestros logros, no escondemos nuestras angustias y nuestros problemas.
En horas difíciles debemos ser capaces de establecer una nueva economía para volver a crecer. Hemos dicho que no queremos una economía insensible a las necesidades de los hogares, a las demandas de los más humildes. Hemos dicho que en nombre del crecimiento económico no vamos a renunciar a la aspiración de crear una sociedad más igualitaria.
Hoy somos el país de más baja tasa de desocupación en el Hemisferio Occidental. Queremos ser el primer país de América Latina libre del tugurio. Estamos convencidos de que un país libre de tugurios será un país libre de odios, donde trabajar por el progreso en libertad podrá ser, también, privilegio de países.
Más fuerza que mil ejércitos
En estos años amargos para América Central muchos en mi Patria temieron que, empujada por mentes enfermas y ciegas de fanatismo, la violencia centroamericana pudiera contagiar a nuestra Costa Rica. Algunos costarricenses fueron embargados por el temor de que tuviésemos que crear un ejército, para mantener la violencia fuera de nuestras fronteras. !Qué debilidad más sin sentido! La fortaleza de Costa Rica, la fuerza que la hace invencible ante la violencia, que la hace más poderosa que mil ejércitos, es la fuerza de la libertad, de sus principios, de los grandes ideales de nuestra civilización. Cuando las ideas se viven con honestidad, cuando no se teme a la libertad, se es invulnerable ante los embates totalitarios.
En Costa Rica sabemos que sólo la libertad permite construir proyectos políticos donde caben todos los habitantes de un país. Sólo la libertad permite que la tolerancia concilie a los hombres. Los dolorosos caminos por los que, errantes en el mundo, transitan cubanos, nicaragüenses, paraguayos, chileno y tantos otros que deambulan sin poder retornar a sus propias tierras, son el más cruel testimonio del imperio del dogmatismo.
Un plan de paz
Ante la cercanía de la violencia de Centroamérica, Costa Rica me exigió llevar al campo de batalla de la región la paz de mi pueblo, la fe en el diálogo, la necesidad de la tolerancia. Como servidor de ese pueblo, propuse un plan de paz para Centroamérica. Ese plan se fundamentó también en el grito libertario de Simón Bolívar, expresado en el trabajo tesonero y valiente del Grupo de Contadora y del Grupo de Apoyo.
Soy uno de los cinco presidentes.
Recibo este premio como uno de los cinco Presidentes que han comprometido ante el mundo la voluntad de sus pueblos para cambiar una historia de opresión por un futuro de libertad; para cambiar una historia de hambre por un destino de progreso; para cambiar el llanto de las madres y la muerte violenta de los jóvenes por una esperanza, por un camino de paz que deseamos transitar juntos.
La esperanza es la fuerza más grande que impulsa a los pueblos. La esperanza que transforma, que fabrica nuevas realidades, es la que abre el camino hacia la libertad del hombre. Cuando se alienta una esperanza, es necesario unir el coraje a la sabiduría. Sólo así es posible evitar la violencia, sólo así es posible tener la serenidad requerida para responder con paz a las ofensas.
Hay ocasiones en que, no importa cuán noble sea la cruzada emprendida, algunos anhelan y propician su fracaso. Unos pocos parecen aceptar la guerra como el curso normal de los acontecimientos, como la solución a los problemas. !Cuán irónico es que los esfuerzos de paz dejen al descubierto que, para muchos, los odios son más fuertes que el amor,; que las ansias de alcanzar el poder por medio de las victorias militares hagan perder la razón a tantos hombres, olvidar la vergüenza, traicionar la historia!
Que callen todas las armas
En Centroamérica, cinco Presidentes hemos firmado un acuerdo para buscar una paz firme y duradera. Buscamos que callen las armas y hablen los hombres.
Las armas no se disparan solas. Son los que perdieron la esperanza los que disparan las armas. Son los que están dominados por los dogmatismos los que disparan las armas. Hemos de luchar sin desmayos pro la paz y aceptar sin temor estos retos del mundo sin esperanza y de la amenaza del fanático.
El plan de paz que firmamos los cinco Presidentes afronta todos los desafíos. El camino de la paz es difícil, muy difícil En Centroamérica necesitamos la ayuda de todos para alcanzar la paz.
La historia no la han escrito hombres que predijeron el fracaso, que renunciaron a soñar, que abandonaron sus principios, que permitieron que la pereza adormeciera la inteligencia. Si en ciertas horas hubo hombres que en su soledad estuvieron buscando victorias, siempre estuvo vigilante al lado de ellos el alma de los pueblos, la fe y el destino de muchas generaciones.
Quizá fue en horas difíciles para América Central, como las que hoy vivimos, quizá previendo a encrucijada actual, cuando Rubén Darío, el poeta más grande de nuestra América escribió estos versos, convencido de que la historia cambiaría su curso:
"Ruega generoso, piadoso, orgulloso;
ruega casto, puro, celeste, animoso;
por nos intercede, suplica por nos,
pues casi ya estamos sin savia, sin brote,
sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,
sin pies y sin alas, sin Sancho y sin Dios"
Aseguro al poeta inmortal que no vamos a renunciar a soñar, que no vamos a temer a la sabiduría, que no vamos a huir de la libertad. Yo le digo al poeta de siempre que en Centroamérica no vamos a olvidar al Quijote, no vamos a renunciar a la vida, no vamos a dar las espaldas al alma y no vamos a perder jamás la fe en Dios.
Soy uno de esos cinco hombres que firmamos un acuerdo, un compromiso que consiste, en gran parte en el hecho de desear la paz con toda el alma.
ÓSCAR ARIAS
Cuando ustedes decidieron honrarme con este premio, decidieron honrar a un país de paz, decidieron honrar a Costa Rica.
Cuando, en este año -1987-, concretaron el deseo de Alfred E. Nobel, de fortalecer los esfuerzos de paz en el mundo, decidieron fortalecer los esfuerzos para asegurar la paz en América Central. Estoy agradecido por el reconocimiento de nuestra búsqueda de la paz. Todos estamos agradecidos en Centroamérica.
Nadie sabe mejor que los honorables miembros de este Comité que este premio es una señal para hacerle saber al mundo que ustedes quieren promover la iniciativa de paz centroamericana. Con su decisión, apoyan sus posibilidades de éxito; declaran cuán bien conocen que la búsqueda de la paz no puede terminar nunca, y que es una causa permanente, siempre necesitada del apoyo verdadero de amigos verdaderos, de gente con coraje para promover el cambio en favor del paz, a pesar de todos los obstáculos.
La paz no es un asunto de premios ni de trofeos. No es producto de una victoria ni de un mandato. No tiene fronteras, no tiene plazos, no es inmutable en la definición de sus logros.
La paz es un proceso que nunca termina; es el resultado de innumerables decisiones tomadas por muchas personas en muchos países. Es una actitud, una forma de vida, una manera de solucionar problemas y de resolver conflictos. No se puede forzar en la nación más pequeña ni puede imponerla la nación más grande. No puede ignorar nuestras diferencias ni dejar pasar inadvertidos nuestros intereses comunes. Requiere que trabajemos y vivamos juntos.
La paz no es sólo asunto de palabras nobles y de conferencias Nobel. Ya tenemos abundantes palabras, gloriosas palabras, inscritas en las cartas de las Naciones Unidas, de la Corte Mundial, de la Organización de los Estados Americanos y de una red de tratados internacionales y leyes. Necesitamos hechos que respeten esas palabras que honren los compromisos avalados por esas leyes. Necesitamos fortalecer nuestras instituciones de paz como las Naciones Unidas, cerciorándonos de que se utilizan en favor del débil tanto como del fuerte.
No presto atención a los que dudan ni a los detractores que no desean creer que la paz duradera puede ser sinceramente aceptada por quienes marchan bajo diferentes banderas ideológicas o por quienes están más acostumbrados a los cañones de guerra que a los acuerdos de paz.
En América Central no buscamos la paz a solas, ni sólo la paz que será seguida algún día por el progreso político, sino la paz y la democracia juntas, indivisibles, el final del derramamiento de la represión de los derechos humanos. Nosotros no juzgamos, ni mucho menos condenamos ningún sistema político ni ideológico de cualquiera otra nación, libremente escogido y no exportado. No podemos pretender que Estados soberanos se conformen con patrones de gobierno no escogidos por ellos mismos. Pero podemos insistir en que todo gobierno respete los derechos universales del hombre, cuyo valor trasciende las fronteras nacionales y las etiquetas ideológicas. Creemos que la justicia y la paz sólo pueden prosperar juntas, nunca separadas. Una nación que maltrata a sus propios ciudadanos es más propensa a maltratar a sus vecinos.
Recibir este Premio Nobel el 10 de diciembre es para mí una maravillosa coincidencia. Mi hijo Oscar Felipe, aquí presente, cumple hoy ocho años. Le digo a él, y por su intermedio a todos los niños de mi país, que nunca deberemos recurrir a la violencia, que nunca deberemos apoyar las soluciones militares para los problemas de Centroamérica. Por la nueva generación debemos comprender, hoy más que nunca, que la paz sólo puede alcanzarse por medio de sus propios instrumentos: el diálogo y el entendimiento, la tolerancia y el perdón, la libertad y la democracia.
Sé bien que ustedes comparten lo que les decimos a todos los miembros de la comunidad internacional, y particularmente alas naciones del Este y del Oeste, que tienen mucho más poder y muchos más recursos que los que mi pequeña nación esperaría poseer jamás. A ellos les digo con la mayor urgencia: dejen que los centroamericanos decidamos el futuro de Centroamérica. Déjennos la interpretación y el cumplimiento de nuestro Plan de Paz a nosotros; apoyen los esfuerzos de paz y no las fuerzas de guerra en nuestra región; envíen a nuestros pueblos arados en lugar de espadas, azadones en lugar de lanzas, Si, para sus propios fines, no pueden abstenerse de acumular armas de guerra, entonces, en el nombre de Dios, por lo menos deberían dejarnos en paz.
Le digo aquí a su Alteza Real y a los honorables miembros del Comité Nobel de la Paz, al maravilloso pueblo de Noruega, que acepto este premio porque sé cuán apasionadamente comparten ustedes nuestra búsqueda de la paz, nuestro anhelo de éxito. Si en los años venideros la paz prevalece y se eliminan, entonces, la violencia y la guerra, gran parte de esa paz se deberá a la fe del pueblo noruego y será suya para siempre.
Sólo la paz puede escribir la nueva historia Desear la paz
La paz consiste, en gran parte, en el hecho de desearla con toda el alma. El mío es un pueblo sin armas donde nuestros niños nunca vieron un avión de combate, ni un tanque, ni un barco de guerra. Don José Figueres Ferrer es el hombre visionario que en 1948 abolió el ejército de mi Patria y le señaló, así, un curso diferente de nuestra historia.
Soy uno de América Latina
No recibo este premio como Oscar Arias. Tampoco lo recibo como Presidente de mi país. No tengo la arrogancia de pretender que represento a alguien o a alguno, pero no le temo a la humildad que me identifica con todos y con sus grandes causas. Lo recibo como uno de los 400.000.000 de latinoamericanos que buscan el retorno a la libertad, en la práctica de la democracia, el camino para superar tanta miseria y tanta injusticia
Soy uno de esa América Latina de rostro marcado de profundas huellas de dolor, que recuerdan el destierro, la tortura, la prisión y la muerte de muchos hombres y de sus mujeres. Soy uno de esa América Latina cuya geografía aún exhibe regímenes totalitarios que avergüenzan a la humanidad entera.
América busca la libertad
América busca, en estos años, retornar a la libertad. Los problemas que debe superar América son enormes. La herencia de un pasado de injusticias se agravó con la nefasta acción del tirano para producir el endeudamiento externo, la insensibilidad social, la destrucción de las economías, la corrupción y muchos otros males en nuestras sociedades. Estos males están a la vista, desnudos para quien quiera verlos.
No puedo aceptar que ser realista signifique tolerar la miseria, la violencia y los odios. No creo que el hombre con hambre, por expresar su dolor, deba ser tratado como subversivo. Nunca podré aceptar que la ley pueda usarse para justificar la tragedia, para que todo siga igual, para que renunciemos a pensar en un mundo diferente. La les es el camino de la libertad y, como tal, debe ser oportunidad de desarrollo para todos.
La libertad hace milagros
La libertad hace milagros. Cuando los hombres son libres todo es posible. Los retos a que se enfrenta América puede superarlos una América libare, una América democrática. Cuando asumí la Presidencia de Costa Rica convoqué a una alianza para la libertad y la democracia en las Américas. Dije entonces, y lo repito ahora, que , ni política ni económicamente, debemos ser aliados de gobiernos que oprimen a sus pueblos. América Latina no ha conocido una sola guerra entre dos democracias. Esta razón, es suficiente para que todo hombre de buena fe, para que toda nación bien intencionada, apoye los esfuerzos para acabar con las tiranías.
Hay prisa en América
Hay prisa porque América sea libre. Toda América debe ser libre.
Vengo de un mundo que tiene prisa porque el hambre tiene prisa. La violencia que olvidó la esperanza tiene prisa. El dogmatismo que traicionó al diálogo tiene prisa. Vengo de un mundo donde tenemos prisa por hacer irreversibles los caminos de la libertad y por frustrar todo intento de opresión. Yo vengo de un mundo que tiene prisa porque el guerrillero y el soldado detengan el fuego: están muriendo jóvenes, están muriendo hermanos, y mañana no sabrán por qué. Yo vengo de un mundo que tiene prisa porque se abran las puertas de las cárceles y salgan los hombres presos, en vez de que, como ayer, entren en ellas los hombres libres.
América tiene prisa por su libertad, prisa por su democracia, y requiere la comprensión del mundo entero para liberarse del dictador, para liberarse de la miseria.
Soy uno de Centroamérica
Recibo este premio como uno de los 27.000.000 de centroamericanos. Más de cien años de dictadores despiadados y de injusticias y pobreza generalizada, son el antecedente del despertar democrático de Centroamérica. Vivir la violencia durante otro siglo o alcanzar la paz superando el miedo a la libertad, es el reto de mi pequeña América. Sólo la paz puede escribir una historia nueva.
En América Central no vamos a perder la fe. Vamos a rectificar la historia. ¡Cuán triste es que quieran obligarnos a creer que la paz es un sueño, que la justicia es una utopía, que no es posible el bienestar compartido! ¡Cuán triste es que haya en el mundo quienes no entiende que en Centroamérica hoy se afirman naciones que buscan, con todo derecho, un destino mejor para sus pueblos! ¡Cuán triste es que algunos no comprendan que la América Central no quiere prolongar su pasado, sino escribir un futuro nuevo, con la esperanza para los jóvenes y con dignidad para los viejos!
Convertir sueños en realidades
El istmo centroamericano es zona de grandes contrastes, pero también de alentadoras concordancias. Millones de hombres y mujeres comparten sueños de libertad y de desarrollo. Estos sueños se desvanecen en algunos países ante violaciones sistemáticas de los derechos humanos; se estrellan contra luchas fratricidas en campos y ciudades y afrontan realidades de pobreza extrema que paralizan el corazón. Poetas que son orgullo de la humanidad saben que millones y millones de personas no pueden leerlos en sus propias tierras, porque allí miles y miles de hombres y mujeres son analfabetos. Hay en esta angosta faja de tierra pintores y escultores que admiraremos siempre, pero también dictadores que no quisiéramos recordar porque ofendieron los más queridos valores del hombre.
América Central no quiere ni puede seguir soñando. La historia exige que los sueños se transformen en realidades. Es hoy cuando podemos tomar el destino en nuestras manos. En estos territorios, que albergan por igual a la más antigua y fuerte democracia de la América Latina -la de Costa y a las más despiadadas y cruel dictaduras, el despertar democrático exige una fidelidad especial a la libertad.
La historia sólo puede tener la dirección de la libertad. La historia sólo puede tener por alma la justicia. Cuando se marcha en sentido contrario a la historia, se transita la ruta de la vergüenza, de la pobreza, de la opresión. No hay revolución si no hay libertad. Toda opresión camina en dirección contraria al alma del hombre.
Libertad: anhelo compartido
América Central se halla ante una encrucijada terrible: frente a angustiosos problemas de miseria generalizada, surge el conflicto entre las grandes potencias del Este y del Oeste: los problemas de pobreza se juntan con la pugna ideológica.
Sólo la liberación de la miseria y del temor es respuesta para Centroamérica, respuesta para su pobreza, respuesta para sus retos políticos. Quienes propician la solución de males centenarios en nombre de ciertos dogmas, sólo contribuirán a hacer que los problemas de ayer sean más grandes en el futuro.
Hay un anhelo compartido en el alma de los hombres, que pide desde hace siglos la libertad en América Central. Nadie debe traicionar la alianza de las almas. Hacerlo significa condenar a nuestra pequeña América a otros cien años de horrorosa opresión, a otros cien años de muerte sin sentido, a otros cien años de lucha por la libertad.
Soy uno de Costa Rica.
Recibo este premio como uno de los 2.700.000 costarricenses. Al sur y al norte, Costa Rica ha limitado casi siempre con el dictador y la dictadura.
Somos un pueblo sin armas y luchamos por seguir siendo un pueblo sin hambre.
Somos para América símbolo de paz y queremos ser símbolo de desarrollo. Nos proponemos demostrar que la paz es requisito y fruto del desarrollo.
Tierra de maestros
Mi tierra es tierra de maestros. Por eso es tierra de paz. Nosotros discutimos nuestros éxitos y nuestros fracasos en completa libertad.
Porque mi tierra es de maestros, cerramos los cuarteles, y nuestro niños marchan con libros bajo el brazo y no con fusiles sobre el hombro. Creemos en el diálogo, en la transacción, en la búsqueda del consenso. Repudiamos la violencia.
Porque mi tierra es de maestros, creemos en convencer y no en vencer al adversario. Preferimos levantar al caído y no aplastarlo, porque creemos que nadie posee la verdad absoluta.
Porque mi tierra es de maestros, buscamos que los hombres cooperen solidariamente y no compitan hasta anularse.
Desde hace 118 años en mi tierra la educación es obligatoria y gratuita. La atención médica protege hoy a todos los habitantes, y la vivienda popular es fundamental para mi Gobierno.
Una nueva economía
Así como estamos orgullosos de muchos de nuestros logros, no escondemos nuestras angustias y nuestros problemas.
En horas difíciles debemos ser capaces de establecer una nueva economía para volver a crecer. Hemos dicho que no queremos una economía insensible a las necesidades de los hogares, a las demandas de los más humildes. Hemos dicho que en nombre del crecimiento económico no vamos a renunciar a la aspiración de crear una sociedad más igualitaria.
Hoy somos el país de más baja tasa de desocupación en el Hemisferio Occidental. Queremos ser el primer país de América Latina libre del tugurio. Estamos convencidos de que un país libre de tugurios será un país libre de odios, donde trabajar por el progreso en libertad podrá ser, también, privilegio de países.
Más fuerza que mil ejércitos
En estos años amargos para América Central muchos en mi Patria temieron que, empujada por mentes enfermas y ciegas de fanatismo, la violencia centroamericana pudiera contagiar a nuestra Costa Rica. Algunos costarricenses fueron embargados por el temor de que tuviésemos que crear un ejército, para mantener la violencia fuera de nuestras fronteras. !Qué debilidad más sin sentido! La fortaleza de Costa Rica, la fuerza que la hace invencible ante la violencia, que la hace más poderosa que mil ejércitos, es la fuerza de la libertad, de sus principios, de los grandes ideales de nuestra civilización. Cuando las ideas se viven con honestidad, cuando no se teme a la libertad, se es invulnerable ante los embates totalitarios.
En Costa Rica sabemos que sólo la libertad permite construir proyectos políticos donde caben todos los habitantes de un país. Sólo la libertad permite que la tolerancia concilie a los hombres. Los dolorosos caminos por los que, errantes en el mundo, transitan cubanos, nicaragüenses, paraguayos, chileno y tantos otros que deambulan sin poder retornar a sus propias tierras, son el más cruel testimonio del imperio del dogmatismo.
Un plan de paz
Ante la cercanía de la violencia de Centroamérica, Costa Rica me exigió llevar al campo de batalla de la región la paz de mi pueblo, la fe en el diálogo, la necesidad de la tolerancia. Como servidor de ese pueblo, propuse un plan de paz para Centroamérica. Ese plan se fundamentó también en el grito libertario de Simón Bolívar, expresado en el trabajo tesonero y valiente del Grupo de Contadora y del Grupo de Apoyo.
Soy uno de los cinco presidentes.
Recibo este premio como uno de los cinco Presidentes que han comprometido ante el mundo la voluntad de sus pueblos para cambiar una historia de opresión por un futuro de libertad; para cambiar una historia de hambre por un destino de progreso; para cambiar el llanto de las madres y la muerte violenta de los jóvenes por una esperanza, por un camino de paz que deseamos transitar juntos.
La esperanza es la fuerza más grande que impulsa a los pueblos. La esperanza que transforma, que fabrica nuevas realidades, es la que abre el camino hacia la libertad del hombre. Cuando se alienta una esperanza, es necesario unir el coraje a la sabiduría. Sólo así es posible evitar la violencia, sólo así es posible tener la serenidad requerida para responder con paz a las ofensas.
Hay ocasiones en que, no importa cuán noble sea la cruzada emprendida, algunos anhelan y propician su fracaso. Unos pocos parecen aceptar la guerra como el curso normal de los acontecimientos, como la solución a los problemas. !Cuán irónico es que los esfuerzos de paz dejen al descubierto que, para muchos, los odios son más fuertes que el amor,; que las ansias de alcanzar el poder por medio de las victorias militares hagan perder la razón a tantos hombres, olvidar la vergüenza, traicionar la historia!
Que callen todas las armas
En Centroamérica, cinco Presidentes hemos firmado un acuerdo para buscar una paz firme y duradera. Buscamos que callen las armas y hablen los hombres.
Las armas no se disparan solas. Son los que perdieron la esperanza los que disparan las armas. Son los que están dominados por los dogmatismos los que disparan las armas. Hemos de luchar sin desmayos pro la paz y aceptar sin temor estos retos del mundo sin esperanza y de la amenaza del fanático.
El plan de paz que firmamos los cinco Presidentes afronta todos los desafíos. El camino de la paz es difícil, muy difícil En Centroamérica necesitamos la ayuda de todos para alcanzar la paz.
La historia no la han escrito hombres que predijeron el fracaso, que renunciaron a soñar, que abandonaron sus principios, que permitieron que la pereza adormeciera la inteligencia. Si en ciertas horas hubo hombres que en su soledad estuvieron buscando victorias, siempre estuvo vigilante al lado de ellos el alma de los pueblos, la fe y el destino de muchas generaciones.
Quizá fue en horas difíciles para América Central, como las que hoy vivimos, quizá previendo a encrucijada actual, cuando Rubén Darío, el poeta más grande de nuestra América escribió estos versos, convencido de que la historia cambiaría su curso:
"Ruega generoso, piadoso, orgulloso;
ruega casto, puro, celeste, animoso;
por nos intercede, suplica por nos,
pues casi ya estamos sin savia, sin brote,
sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,
sin pies y sin alas, sin Sancho y sin Dios"
Aseguro al poeta inmortal que no vamos a renunciar a soñar, que no vamos a temer a la sabiduría, que no vamos a huir de la libertad. Yo le digo al poeta de siempre que en Centroamérica no vamos a olvidar al Quijote, no vamos a renunciar a la vida, no vamos a dar las espaldas al alma y no vamos a perder jamás la fe en Dios.
Soy uno de esos cinco hombres que firmamos un acuerdo, un compromiso que consiste, en gran parte en el hecho de desear la paz con toda el alma.
ÓSCAR ARIAS
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