jueves, 27 de agosto de 2015

MIGUEL DE UNAMUNO “La verdad es más verdad cuando se manifiesta desnuda, libre de adornos y palabrería”

MIGUEL DE UNAMUNO La verdad es más verdad cuando se manifiesta desnuda, libre de adornos y palabrería”



DISCURSO EN LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA EN CONMEMORACIÓN DEL “DÍA DE LA RAZA” EN SU SALÓN DE ACTOS 12 de Octubre de 1936

Voy a ser breve. La verdad es más verdad cuando se manifiesta desnuda, libre de adornos y palabrería. Quisiera comentar el discurso, por llamarlo de algún modo, del general Millán Astray, quien se encuentra entre nosotros. Dejemos aparte el insulto personal que supone la repentina explosión de ofensas contra vascos y catalanes. Yo nací en Bilbao, en medio de los bombardeos de la segunda guerra carlista. Más adelante me case con esta ciudad de Salamanca, tan querida, pero sin olvidar jamás mi ciudad natal [...] Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil [...] Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Se ha hablado también de catalanes y vascos, llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir otro tanto. Y aquí está el señor obispo, catalán, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que soy vasco, llevo toda mi vida enseñándolos la lengua española, que no sabéis...
[...]
-El general José Millán, empezó a gritar: «¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?». Su escolta presentó armas y alguien del público gritó: «¡Viva la muerte!». Millán habló: «¡Cataluña y el País Vasco, el País Vasco y Cataluña, son dos cánceres en el cuerpo de la nación! ¡El fascismo, remedio de España, viene a exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío bisturí!». Se excitó sobremanera hasta tal punto que no pudo seguir hablando. Resollando, se cuadró mientras se oían gritos de «¡Viva España!». Se produjo un silencio mortal y unas miradas angustiadas se volvieron hacia Unamuno, que dijo:
[...]
Acabo de oír el grito necrófilo e insensato de “¡Viva la muerte!” Esto me suena lo mismo que “¡Muera la vida!” Y yo, que me he pasado toda la vida creando paradojas que provocaron el enojo de quienes no las comprendieron, he de deciros, con autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. Y otra cosa… (Unamuno comienza a exaltarse con sus propias palabras), …el general Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente hay hoy en día demasiados inválidos. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de sicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido como dije, que carezca de esa superioridad del espíritu, suele sentirse aliviado viendo como aumenta el número de mutilados alrededor de él [...]
-En este momento Millán Astray comienza a gritar “¡Muera la inteligencia!”, a lo que Unamuno responde:
[...]
¡Este es el templo de la inteligencia! Y yo soy su supremo sacerdote! Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España. He dicho.
MIGUEL DE UNAMUNO

España celebra hoy el día 12 de octubre –fecha de la llegada de Colón a las Antillas- sin ninguna alusión a raza.
De este discurso apenas existe un registro testimonial, que no fue escrito. Con todas sus versiones, he sido posible reconstruirlo, siendo esta versión nuestra.
Fuente: Diario El País: “El Paraninfo de la Universidad de Salamanca fue testigo, el 12 de octubre de 1936, del enfrentamiento de Miguel de Unamuno con el general de la legión José Millán Astray, una agria discusión que acabaría suponiendo el arrinconamiento del intelectual en los últimos meses de su vida.
Durante la celebración del Día de la Raza de 1936, como así se llamaba entonces al 12 de octubre, Unamuno, que había apoyado públicamente la sublevación militar de julio de ese año, critica duramente la rebelión de los militares contra el Gobierno legal republicano, tras una serie de discursos de otros oradores que atacaban a lo que denominan la anti España. Unamuno acaba sus palabras contra el alzamiento con la célebre frase de "Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir".
El general de la legión José Millán Astray, presente en la sala y acérrimo detractor de Unamuno, había tomado anteriormente la palabra para, en un modo acalorado, exclamar a gritos: "A mí la Legión", "Viva la muerte" y "Abajo la inteligencia". José María Pemán, también presente en los actos de celebración, matiza: "¡Viva la inteligencia, mueran los malos intelectuales!".
El general Millán Astray señala a Carmen Polo, esposa del general Francisco Franco, y le dice a Unamuno: "Coja del brazo a la señora". El escritor sale del lugar junto al obispo de la diócesis, Enrique Pla y Deniel, y es acompañado hasta su casa por Carmen Polo y la guardia personal de ésta. Horas después, la corporación municipal salmantina se reúne de forma secreta y decide expulsar a Unamuno, que conservaba su acta de concejal, del Ayuntamiento.
Desde ese momento, el escritor sufre las represalias del bando sublevado. El 22 de octubre Franco firma el decreto de destitución de Unamuno como rector de la Universidad de Salamanca. Le quedan apenas dos meses de vida, y sus últimos días los pasa bajo arresto domiciliario, según Fernando García de Cortázar, en un estado de desolación, desesperación y soledad. Muere en su domicilio de Salamanca el 31 de diciembre de 1936.


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