FRANKLIN D. ROOSEVELT
“La satisfacción y el estímulo moral del trabajo no deben volverse a olvidar en la irreflexiva persecución de beneficios fugaces”
DISCURSO DE TOMA DE POSESIÓN COMO PRESIDENTE DE EE.UU EL 4
DE MARZO DE 1933
Presidente Hoover, presidente de la Corte Suprema, amigos:
Hoy es
un día de consagración nacional, y estoy seguro de que mis conciudadanos
estadounidenses esperan que, en mi investidura a la Presidencia, me dirija a
ellos con la sinceridad y la determinación que exige la actual situación de
nuestro país. Este, en especial, es el momento de decir la verdad, toda la
verdad, con franqueza y valor. No debemos rehuir, debemos hacer frente sin
temor a la situación actual de nuestro país.
Esta
gran nación resistirá como lo ha hecho hasta ahora, resurgirá y prosperará. Por
tanto, ante todo, permítanme asegurarles mi firme convicción de que a lo único
que debemos temer es al temor mismo, a un terror indescriptible, sin causa ni
justificación, que paralice los arrestos necesarios para convertir el retroceso
en progreso.
En toda
situación adversa de la historia de nuestra nación, un gobierno franco y
enérgico ha contado con la comprensión y el apoyo del pueblo, fundamentales
para la victoria. Estoy convencido de que el gobierno volverá a contar con su
apoyo en estos días críticos. Con dicho espíritu, por mi parte y por la de
ustedes, nos enfrentamos a nuestras problemáticas comunes que, gracias a Dios,
sólo entrañan cuestiones materiales.
Los valores han caído hasta niveles inverosímiles, han subido
los impuestos, los recursos económicos del pueblo han disminuido, el gobierno
se enfrenta a una grave reducción de ingresos, los medios de pago de las
corrientes mercantiles se han congelado, las hojas marchitas del sector
industrial se esparcen por todas partes, los agricultores no hallan mercados
para su producción, miles de familias han perdido sus ahorros de muchos años. Y
lo más importante, gran cantidad de ciudadanos desempleados se enfrenta al
triste problema de la subsistencia, y un número igual trabaja arduamente con
escasos rendimientos.
Únicamente
un optimista ingenuo negaría la trágica realidad de la situación. Sin embargo,
nuestras penurias no se derivan de una carencia de recursos. No sufrimos una
plaga de langostas. En comparación con los peligros que nuestros antepasados
vencieron gracias a su fe y a su coraje, aún tenemos mucho por lo que sentirnos
agradecidos. La naturaleza continúa ofreciéndonos su exuberante abundancia, y
los denuedos humanos la han multiplicado. A nuestros pies se extiende una gran
riqueza; no obstante, su generosa distribución languidece a la vista de cómo se
administra.
Primordialmente,
esto se debe a que quienes gestionan el intercambio de los bienes de la
humanidad han fracasado a causa de su obstinación e incompetencia, han admitido
dicho fracaso y han dimitido. Las prácticas de los cambistas poco escrupulosos
comparecen en el banquillo de los acusados ante el tribunal de la opinión
pública, repudiados por los corazones y por las mentes de los hombres.
Ahora
debemos devolver a ese templo sus antiguos valores. La magnitud de la
recuperación depende de la medida en que apliquemos valores sociales más nobles
que el mero beneficio económico. La felicidad no radica en la mera posesión de
dinero; radica en la satisfacción del logro, en la emoción del esfuerzo
creativo. La satisfacción y el estímulo moral del trabajo no deben volverse a
olvidar en la irreflexiva persecución de beneficios fugaces.
La
recuperación no sólo reclama cambios en la ética. Este país exige acción, y una
acción inmediata. Nuestro mayor y primordial empeño es el de poner a la gente a
trabajar. No es un problema insoluble si nos enfrentamos a él con juicio y
arrojo. Como política personal práctica, soy partidario de solucionar primero
los problemas más acuciantes. No escatimaré esfuerzos en recomponer el mercado
mundial mediante un reajuste económico internacional. No obstante, la situación
de emergencia nacional no puede esperar a que esto se vea cumplido. La idea
fundamental en la que se basan estas medidas específicas para la recuperación
de nuestro país no se restringe sólo al ámbito nacional. Es la insistencia,
como primer factor para tener en cuenta, en la interdependencia de los
diferentes elementos y territorios de los Estados Unidos; el reconocimiento de
la vieja, y siempre importante, manifestación del espíritu estadounidense del
pionero. Es el camino hacia la recuperación. Es el camino inmediato. Es la
profunda convicción de que la recuperación será perdurable.
En el
ámbito de la política internacional, consagraría este país a la política del
buen vecino; del vecino que se respeta a sí mismo con resolución porque, al
hacerlo, respeta los derechos del resto; del vecino que respeta sus compromisos
y la inviolabilidad de sus acuerdos con una comunidad de vecinos mundial de la
que forma parte. Si interpreto bien el ánimo de nuestro pueblo, es ahora cuando
comprendemos, como nunca antes lo habíamos hecho, nuestra interdependencia; que
no podemos limitarnos a tomar, sino que también debemos ofrecer.
Sé que
estamos preparados y dispuestos a someter nuestras vidas y nuestros bienes a
dicha disciplina porque es la que hace posible un gobierno con miras a un bien
mayor. Esto es lo que me propongo ofrecerles, con la promesa de que estos
propósitos supremos nos hermanarán a todos, como si se tratara de un compromiso
sagrado, en una unidad en el deber sólo promovida hasta la fecha en tiempos de
conflictos armados.
Al
amparo de mi deber constitucional, estoy dispuesto a recomendar las medidas que
requiera una nación abatida en medio de un mundo abatido. Con el poder que me
otorga la autoridad constitucional, trataré de llevar a una rápida adopción estas
medidas o aquellas otras que el Congreso elabore a partir de su experiencia y
su sabiduría. No obstante, en el caso de que el Congreso fracase en la adopción
de uno de estos dos caminos, y en el caso de que la emergencia nacional siga
siendo crítica, no eludiré el claro cumplimiento del deber al que habré de
enfrentarme. Pediré al Congreso el único instrumento que queda para enfrentarse
a la crisis: un amplio poder ejecutivo para librar una batalla contra la
emergencia, equivalente al que se me concedería si estuviéramos siendo
invadidos por un enemigo.
A
cambio de la confianza en mí depositada, devolveré el coraje y la entrega que
requieren estos tiempos. Es lo mínimo que puedo hacer. Nos enfrentamos a los
arduos días que nos depara el futuro con la cálida resolución de la unidad
nacional, con la conciencia tranquila del que busca viejos e inestimables
valores morales, con la clara satisfacción que produce el cumplimiento del
deber por parte de ancianos y jóvenes por igual.
Aspiramos
a la seguridad de una vida nacional equilibrada y perdurable. No desconfiamos
del futuro de la democracia fundamental. El pueblo de los Estados Unidos no ha
fracasado. En su momento de necesidad nos ha transmitido el mandato de que
desea una acción directa y enérgica. Ha exigido al gobierno disciplina y
dirección. Me ha convertido en el actual instrumento de sus deseos. Lo acepto
como si fuera un regalo. En este día inaugural, pedimos con humildad la
bendición de Dios. ¡Que nos proteja a todos y a cada uno de nosotros! ¡Que me
guíe en los días venideros!
FRANKLIN
DELANO ROSSEVELT
[1] Expone su plan de reformas económicas y
sociales en circunstancias que EE.UU se debatía en la crisis del 30. Es la
antesala del “New Deal” (Nuevo Trato) que Roosevelt prometió por primera vez en
su discurso de campaña electoral que pronunciara en la Convención Demácrata de
Chicago de 1931 donde dijera: “un nuevo trato para el pueblo estadounidense”.
El New Deal tomó forma en los primeros cien días de su asunción; llamado el
primer plan mediante una reforma del sistema financiero, dejando en pie a un 75
por ciento de los bancos de todo el país luego de un feriado de tres días en
sus actividades. El 19 de abril declaró el fin del Patrón Oro, por lo cual se
prohibieron las salidas del metálico al extranjero y se devaluó el dólar. La
resolución del problema bancario le brindó el apoyo de la gente común, lo que
le permitió hacer aprobar las medidas legislativas que conformaron el nuevo
programa económico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario