JUAN
DOMINGO PERON DISCURSO DE LA CAMPAÑA
ELECTORAL DE 1946
CIUDAD
DE ROSARIO, 10 DE FEBRERO DE 1946
Amigos rosarinos:
Les pido que tengan la amabilidad de guardar un poco de silencio
porque hace dos meses que vengo viajando y hablando todos los días y mi
garganta no me permite hacer un derroche en cuanto a potencia. Permítame
desarrollar el discurso sin interrupción. En primer término, quiero saludar a
los trabajadores de Rosario que me han conferido el título más honroso de
"Primer Trabajador Argentino". Me honra extraordinariamente este
título porque siempre he pensado que los hombres en la vida sólo pueden
ostentar una virtud y el trabajo es en todos los tiempos una de las mayores
virtudes del hombre.
Nuestro movimiento es un movimiento del trabajo que toma todas las
actividades nacionales del trabajo y que ennoblece a todos los hombres.
(En ese momento se produce un arremolinamiento de personas
alrededor de la tribuna por la presencia de una persona extraña y que pronto es
reducida.)
Señores: Por favor, ya conocemos la técnica de mandar gente a
meter bochinche. Vuelvo a repetir que ni esta clase de sabotaje puede
impresionarnos a nosotros y les ruego, señores, que sigamos por el bien de
todos en orden.
Nuestro movimiento es un movimiento de trabajo, por eso es un
movimiento humilde y noble. Ha nacido bajo el esplendor de una creación que
representa el trabajo argentino en su organización y defensa, que es la
Secretaría de Trabajo y Previsión. Ha comenzado con hombres humildes que
hicieron la bandera de su defensa en apoyo de la Secretaría de Trabajo y
Previsión, que puso en ejecución las leyes que en este país, cuando se trataba
de defender el trabajo, no se habían cumplido jamás.
Nuestra doctrina puede explicarse en pocas palabras, en sus
aspectos económico social y político. En el aspecto económico, tratamos de
volver al hombre a la tierra para resolver el problema demográfico y evitar el
éxodo de los campos. Así he dicho, y más de una vez, que el setenta por ciento
estaba antes en el campo y ahora el setenta por ciento está en las ciudades.
Ello se debe a que la tierra, como también lo he dicho, ha sido aquí bien de
renta en vez de ser más bien de trabajo, como debe ser en todos los pueblos.
Por eso sostenemos que la única manera de aumentar la riqueza
agrícola, ganadera y extractiva está en volver al hombre a la tierra y darle en
propiedad la tierra que trabaja, para que ella no sea un bien de renta. Con
ello hemos de evitar que en el futuro sigamos artificialmente limitando la
riqueza argentina. El mundo está sediento, desea tomar buen vino, y en Mendoza
arrancan cuarenta mil hectáreas de vides. En vez de propugnar la riqueza
estamos limitándola artificialmente. Esa riqueza multiplicada por la industria
permitirá un ciclo de organización completo en su economía. Una mayor industrialización
permite comerciar y aumentar los precios y ello permite una mejor distribución
para el hombre; con ello aumentar los precios y ello permite una mejor
distribución para el hombre; con ello aumenta su poder adquisitivo el
trabajador y tiene mayor capacidad de consumo. Seremos así una nación
superalimentada, supervestida y superhabitada. Estados Unidos de Norteamérica,
por su extraordinaria economía, consume el ochenta y cinco por ciento de su
producción y solamente exporta un veinte o un veinticinco por ciento.
Nuestra doctrina social es más simple. Ya lo explico con un
ejemplo que me dieron en Paraná cinco chicos. Nuestra doctrina abarca ese gran
principio humanitario. Estaban en el puerto y uno no tenía botines. Nosotros
desde a bordo les tiramos cinco pesos, que cayeron en manos de uno que estaba
bien vestido. Los cuatro chicos que presenciaban la escena, dijeron: "No,
eso no es para vos; es para ése que está en patas". Y el chico entregó los
cinco pesos al chico descalzo. Ésta es nuestra doctrina; queremos que alguno de
esos grandes señores sepan entregar a los que no tienen botines. Queremos que
algún día se conduelan de sus semejantes los que todos lo tienen, para que no
haya descalzos y para que nuestra niñez aprenda a sonreír desde que nace.
Nuestra doctrina social involucra a esos, cuando está demostrando
que en nuestro país, gran productor de trigo, es inaceptable que en el interior
no hayan quienes coman pan ni carne y se ofrezca el doloroso panorama de que al
sortear a nuestros ciudadanos para el servicio militar, el cuarenta o el
cincuenta por ciento de ellos se encuentran inútiles por la debilidad de su
constitución. Cuando se cuida una nación lo primero que hay que cuidar es su
capital humano, por que no es reemplazable. Pero aquí más se cuida de una
máquina o de un motor que de quien la maneja o conduce. Nuestra doctrina
social, en su primera parte, busca estas conquistas. En la segunda parte, otros
aspectos para una mayor dignificación del trabajo. En primer término, no
aceptamos que por ser trabajadores les esté cerrado el Gobierno la legislación
en su país.
No aceptamos que nuestra democracia sea instrumento del cual se
sirven los eternos demagogos para despachar la nación en su provecho. No
aceptanación en su provecho. No aceptael derecho como ciudadano. Por eso
pensamos que nuestra conquista social, además de dignificar el trabajo, dispone
la elevación de la cultura y la humanización total. Queremos que el pueblo vaya
al Gobierno y a la legislación para compartir las responsabilidades y crear sus
propias leyes que han de regirlo en el trabajo.
Ésta, y no otra, es la razón de ser de nuestro movimiento.
Queremos también que la doctrina política llegue a influenciar benéficamente en
el país, organizándolo por métodos ideales de gobierno, por la vía
constitucional y legal; para la organización de la masas ciudadanas, prestando
por primera vez un movimiento político perfecto y orgánico. Buscamos que
defiendan la organización política e institucional de la Nación.
Por eso, señores, nuestra doctrina integral tiene puntos tan
fundamentales que no han podido ser atacados. Ellos viajan en una caravana que
asemeja a los esforzados barqueros del Volga tirando el carro de sus pecados y
de sus culpas, y cuando se refieren a nosotros nos calumnian y terminan
deseando que nos muramos. Nosotros, en cambio, hablamos de nuestras
aspiraciones y de nuestros sueños, que han de terminar con muchos pobres en
esta tierra.
Nosotros no criticamos, no somos destructores, somos constructores
y deseamos hacer el bien. Por eso no cometemos el error de los anacronismos que
ellos cometen. Decían días pasados en una tribuna que el coronel Perón no había
dado ninguna conquista social. Que el coronel Perón no le ha dado al pueblo
ninguna mejora, y ellos en su programa dicen que respetarán todas las
conquistas sociales que nosotros hemos conseguido. Pero ellos, que se
comprometen a mantener nuestras conquistas, financian sus viajes y sus
propagandas con dineros de la UIA. Yo quisiera saber, si hemos desarrollado conquistas,
y si ellos van a mantener esas conquistas, cómo se las van a arreglar con la
Unión Industrial, que nunca las ha querido.
Señores: podríamos seguir hablando largamente de esas
contradicciones, pero me interesa conversar con ustedes de otras más, de
importancia extraordinaria frente a los acontecimientos futuros.
El movimiento nuestro, para servir de mejor manera a la causa, ha
de cumplir los consejos que detallaré. Primero, todo aquel que se sienta
peronista, que se siente ligado a nuestra causa por verdaderos lazos, que son
los de la fraternidad, debe pensar que la base de nuestro éxito se afirma en
una absoluta unidad de nuestro movimiento. Sabemos que en el movimiento
peronista se han infiltrado algunas fuerzas extrañas que tratan de producir disociación
entre sus filas. Cuando ello suceda, no hay que ser sensible en esta tarea de
disociación; es menester que los hombres de este movimiento sepan discernir por
sí y por su propia voluntad y no por influencia ajena. El movimiento nuestro ha
de precaverse de cuerpos extraños. Para ello, recomiendo que estudie cada
peronista el manifiesto que he de lanzar por radio en cadena. Allí está
perfectamente determinado cuál debe ser el procedimiento de cada uno de
nuestros hombres. También he de terminar diciendo, como exigencia a todos los
hombres de nuestro movimiento, que cada uno cumpla con su deber. Nosotros nos
comprometemos a cumplir con lo nuestro, que es el de mantener inquebrantable
todas nuestras conquistas.
Propugnamos para el futuro nuevas conquistas que lleven a la
Argentina a ser un país modelo por la justicia social.
Señores: deseo terminar estas palabras con una despedida afectuosa
para este pueblo de trabajadores que habita en Rosario, formando el emporio más
extraordinario del país, pueblo conocido en todo el mundo como el puerto
granero más grande del mundo, cuyo trigo rosafé es el modelo para la
clasificación de todos los del mundo, obtenido con el trabajo y la dedicación
de este pueblo.
Amigos rosarinos: bien saben los trabajadores de esta tierra con
cuánto cariño los recuerdo. Luchen, porque están luchando por su porvenir.
Recuerden que un hombre que defecciones es una fuerza que se resta. Que
vuestros hijos y vuestros nietos no puedan reprocharnos ni echarles en cara
porque han aflojado en un momento decisivo de nuestra vida. Con esta invocación
que os hace un hombre que no piensa sino en el bien colectivo y que quiere que
lo recordéis en el futuro, me despido con un fuerte abrazo de verdad, que es un
abrazo de un camarada y de un hermano de causa.
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