JACOBO ARBENZ
¡Viva
la revolución de octubre!
Discurso
de renuncia del presidente Arbenz el 27 de junio de 1954, al ser prácticamente
derrocado por un golpe de Estado encabezado por el Coronel Carlos Castillo
Armas, y con el apoyo militar y financiero de EE.UU.
Todos
sabemos cómo han bombardeo y ametrallado ciudades, inmolado a mujeres, niños,
ancianos y elementos civiles indefensos.
Todos
conocemos la saña con la que han asesinado a los representantes de los
trabajadores y de los campesinos en las poblaciones que han ocupado,
especialmente en Bananera, donde hicieron una expedición punitiva contra los
representantes de los trabajadores. Lo de Bananera fue un acto de de venganza
de la frutera.
Nos
hemos indignado ante los ataques cobardes de los aviadores mercenarios
norteamericanos, que, sabiendo que Guatemala no cuenta con una fuerza aérea
adecuada para rechazarlos, han tratado de sembrar el pánico en todo el país,
han ametrallado y bombardeado a las Fuerzas Armadas que combaten en el oriente
de la república, impidiendo sus operaciones, y hoy mismo han bombardeado y
hundido a un barco mercante inglés que encargaba algodón en el puerto de San
José.
¿En
nombre de que hacen estas barbaridades? ¿Cuál es su bandera? Todos la conocemos
también.
Han
tomado pretexto al comunismo. La verdad es muy otra. La verdad hay que buscar
en los intereses financieros de la compañía frutera y en los de los otros los
monopolios norteamericanos que han invertido grandes capitales en América
latina, temiendo que el ejemplo de Guatemala se propague a los hermanos países
latinoamericanos.
El
tiempo se encargado de demostrar que lo que ahora digo es verdad.
Sin
embargo, ellos se aferran a sostener que comunismo internacional es el causante
de lo que ocurre en Guatemala, y en nombre de ello es que tratan de
ensangrentar aún más al país y de destruir nuestra economía.
Como
mi gobierno ha sido acusado de ser de naturaleza comunista, sin que hayamos
podido desvanecer que no lo es, aún cuando hemos empleado todos los medios para convencer a los elementos
reaccionarios del mundo de que lo sostenido por los círculos gobernantes
norteamericanos es una patraña, y cómo es esos círculos harán más despiadada la
agresión contra Guatemala, he tomado una dolorosa y cruel determinación:
Después
de meditarlo con una clara conciencia revolucionario, he tomado una decisión de
enorme trascendencia para nuestra patria, en la esperanza de detener la
agresión y devolverle la paz a Guatemala.
He
determinado abandonar el poder y poner el mando del ejecutivo de la nación en
manos de mi amigo el coronel Carlos Enrique Díaz, jefe de las Fuerzas Armadas
de la república.
Yo
he depositado mi confianza en el coronel Díaz, porque estoy seguro que él sabrá
garantizar la democracia en Guatemala y de que todas las conquistas sociales de
nuestro pueblo serán mantenidas. Es por ello que creo que las organizaciones
políticas democráticas y todas las organizaciones populares deben prestarle su
respaldo y apoyo. Así os lo pido en mi último acto como gobernante de
Guatemala.
Yo
fui electo popular y mayoritariamente por el pueblo de Guatemala, pero he
tenido que luchan en condiciones sumamente difíciles. La verdad es que la
soberanía de un pueblo no se mantiene si no tienen los elementos materiales
para defenderla.
Luchamos
hasta donde las condiciones lo permitieran, hasta un punto en que ir más allá,
se perdería todo lo que hemos ganado desde 1944 ; al tomar esta actitud no
pienso más que en el pueblo, y por ello he creído de mi deber contribuirá hasta
el último instante a salvar mucho lo que conquistamos en los pasados años
revolucionarios.
La
situación militar del país no es difícil, ni mucho menos. El enemigo que
comanda las bandas mercenarias extranjeras reclutadas por Castillo Armas, no
sólo es débil, sino que es incapaz y cobarde; lo hemos comprobado en los pocos
combates que libramos. El enemigo logró avanzar y tomar el departamento
Chiquimula exclusivamente por los ataques de la aviación mercenaria. Estimó que
nuestros Fuerzas Armadas no encontrarán mayor dificultad en derrotarlo y
arrojarlo del país.
Me
hice cargo de la presidencia de la república con gran fe en el régimen
democrático, en la libertad y en que es posible conquistar la independencia
económica y política de Guatemala. Mi programa se orientaba a conseguir
plenamente esos objetivos; sigo creyendo que ese programa es justo, no se ha
quebrantado mi fe en las libertades democráticas, en la independencia de
Guatemala y en todo lo bueno que impulsa a la humanidad hacia el futuro.
Algún
día serán vencidas las fuerzas oscurantistas que hoy oprimen al mundo a trazado
y colonial. Seguiré siendo, a pesar de todo, un combatiente de la libertad y
del progreso de mi patria.
Os
digo adiós, amigos míos, con amargo dolor, pero manteniendo firmé mis convicciones;
guardad lo que tanto ha costado. Diez años de lucha, de lágrimas, de
sacrificios y de conquistas democráticas, son muchos años, como para
contradecir a la historia. No me han acorralado los argumentos del enemigo,
sino los medios materiales con lo que cuenta para la destrucción de Guatemala.
Yo
os hable siempre de que lucharíamos costase lo que costase, pero ese costo
desde luego no incluía la destrucción de nuestro país y la entrega de nuestra
riquezas al extranjero, y eso podría ocurrir si no eliminamos el pretexto que
ha enarbolando nuestro poderoso enemigo. Un gobierno distinto mío, pero
inspirado siempre la revolución de octubre, es preferible a 20 años de tiranía
fascistas y sangrienta bajo el poder de las bandas que ha traído Castillo armas
al país.
No
me resta sino agradecer profundamente la colaboración que me han prestado
tantos buenos servidores de la nación. Los ministros de estado y los
funcionarios y empleados públicos, en particular los servicios de la guardia
civil y del ejército.
Desde
el fondo del corazón agradezco el respaldo y el apoyo del partido acción
revolucionaria, del partido de la Revolución guatemalteca, del partido
renovación nacional, del partido guatemalteco del trabajo, y de las
organizaciones populares que como la confederación general de trabajadores y la
confederación nacional campesina, han defendido con tanta decisión los anhelos
del pueblo de Guatemala.
Quizá
piensen muchos que estoy cometiendo un error. En lo profundo de conciencia no
lo creo así. Solamente un juicio histórico posterior podrá determinarlo.
Deseo
que se mantengan las conquistas populares de octubre, que se restablezca la paz
una vez hayan sido expulsados del país los invasores y que tenga éxito la
gestión del gobierno que organice el coronel Carlos Enrique Díaz.
Con
la satisfacción de quien cree que ha cumplido con su deber, con la fe en el
porvenir yo digo:
¡Viva
la revolución de octubre!
¡Viva
Guatemala!
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