BARACK OBAMA “He dejado claro que Estados Unidos no
tiene ni la capacidad ni la intención de imponer cambios en Cuba”
Discurso del
Presidente Obama al Pueblo Cubano, 2016-03-22
Gracias.
Muchas gracias. Muchas gracias. Muchas gracias.
Presidente
Castro, el pueblo cubano, muchas gracias por la cálida bienvenida que he
recibido, que mi familia ha recibido, y que nuestra delegación ha recibido. Es
un extraordinario honor estar hoy aquí.
Antes
de comenzar, si me lo permiten, quiero mencionar los ataques terroristas que
han sucedido en Bruselas. El pueblo estadounidense está pensando y rezando por
el pueblo belga. Nos solidarizamos con ellos y condenamos estos ataques atroces
contra personas inocentes. Haremos lo que sea necesario para apoyar a nuestra
amiga y aliada, Bélgica, para ajusticiar a aquellos que sean responsables. Y
este es otro recordatorio de que el mundo debe unirse, debemos estar juntos,
independientemente de su nacionalidad o raza, o la fe, en la lucha contra el
flagelo del terrorismo. Podemos y debemos derrotar a los que amenazan la
seguridad y la protección de las personas en todo el mundo.
Al
gobierno y al pueblo de Cuba, les doy las gracias por la bondad que me han demostrado
a mí y a Michelle, Malia, Sasha y a mi suegra, Marian.
“Cultivo
una rosa blanca”. En su poema más famoso, José Martí hizo su ofrenda de amistad
y de paz, tanto a su amigo como a su enemigo. Hoy, como Presidente de Estados
Unidos de América, le ofrezco al pueblo cubano: el saludo de paz.
La
Habana se encuentra tan solo a 90 millas de Florida, pero para llegar hasta
aquí tuvimos que recorrer una gran distancia: derribar las barreras de la
historia y la ideología; las barreras del dolor y la separación. Las aguas
azuladas bajo Air Force One transportaron en su día los barcos de batalla
estadounidenses hasta esta isla, para liberar pero también para ejercer control
sobre Cuba. Esas aguas también transportaron a generaciones de revolucionarios
cubanos hasta Estados Unidos, donde consiguieron apoyo para su causa. Y esa
corta distancia ha sido cruzada por cientos de miles de exiliados cubanos, en
aviones y balsas improvisadas. Exiliados que llegaron a Estados Unidos en busca
de libertad y oportunidad, a veces dejando atrás todas sus posesiones y a todos
sus seres queridos.
Al
igual que tantas personas en nuestros dos países, mi vida abarca un periodo de
aislamiento entre nosotros. La revolución cubana ocurrió el mismo año que mi
padre llegó a Estados Unidos desde Kenia. Bahía de los Cerdos ocurrió en el año
en que yo nací. Al año siguiente el mundo entero quedó en suspenso observando a
nuestros dos países mientras la Humanidad se acercaba más que nunca antes al
horror de una guerra nuclear. Con el paso de las décadas, nuestros gobiernos se
estancaron en un enfrentamiento sin fin, luchando batallas por medio de
representantes. En un mundo que se ha reinventado una y otra vez, una constante
ha sido el conflicto entre Estados Unidos y Cuba.
He
venido aquí para enterrar el último resquicio de la Guerra Fría en el
continente americano. He venido aquí para extender una mano de amistad al
pueblo cubano.
Quiero
dejar una cosa clara: Las diferencias entre nuestros gobiernos en todos estos
años son reales y son importantes. Estoy seguro de que el Presidente Castro
diría lo mismo. Lo sé porque le he oído hablar sobre esas diferencias largo y
tendido. Pero antes de hablar sobre esos temas, también es nuestro deber
reconocer cuánto tenemos en común. Porque en muchos sentidos, Estados Unidos y
Cuba son como dos hermanos que han estado incomunicados durante años, incluso
cuando compartimos la misma sangre.
Ambos
vivimos en un nuevo mundo, colonizado por europeos. Cuba, como Estados Unidos,
fue construida en parte por esclavos que trajeron aquí desde África. Al igual
que en Estados Unidos, el pueblo cubano puede encontrar sus orígenes tanto en
los esclavos como en los dueños de los esclavos. Ambos hemos abierto nuestras
puertas a inmigrantes que recorrieron grandes distancias para empezar vidas
nuevas en el continente americano.
Con
el paso de los años, nuestras culturas se han mezclado. El trabajo del Dr.
Carlos Finlay en Cuba abrió el camino a generaciones de doctores, incluyendo a
Walter Reed, que se basó en el trabajo del Dr. Finlay para ayudar a luchar
contra la fiebre amarilla. Al igual que Martí escribió algunas de sus palabras
más conocidas en Nueva York, Ernest Hemingway hizo su hogar en Cuba, y encontró
la inspiración en las aguas de sus costas. Compartimos un pasatiempos nacional,
La Pelota, y esta misma tarde nuestros jugadores competirán en el mismo campo
de La Habana donde jugó Jackie Robinson antes de hacer su debut en las Grandes
Ligas. Se dice que nuestro mejor boxeador, Muhammad Ali, hizo un tributo una
vez a un cubano con quien nunca podría luchar, diciendo que solo podría empatar
contra el gran cubano Teófilo Stevenson.
Incluso
mientras nuestros gobiernos se convertían en adversarios, nuestros pueblos
siguieron compartiendo estas pasiones comunes, sobre todo puesto que tantos
cubanos vinieron a Estados Unidos. En Miami y en La Habana se pueden encontrar
lugares para bailar el chachachá o la salsa y comer ropa vieja. La gente de
nuestros dos países ha cantado las canciones de Celia Cruz y de Gloria Estefan
y ahora escuchan reguetón y a Pitbull. Millones de personas de nuestros países
tienen una religión en común, una fe a la que di homenaje en el Santuario de
Nuestra Señora de la Caridad en Miami, una paz que los cubanos encuentran en La
Cachita.
Con
todas nuestras diferencias, el pueblo estadounidense y el pueblo cubano
comparten los mismos valores en sus propias vidas. Un sentido de patriotismo y
de orgullo... mucho orgullo. Un amor profundo por la familia. Una pasión por
nuestros hijos y un compromiso con su educación. Ese es el motivo por el que
creo que nuestros nietos mirarán atrás a este periodo de aislamiento como una
aberración; como solo un capítulo en una historia más larga de familia y
amistad.
Pero
no podemos y no debemos pasar por alto las diferencias muy reales que existen
entre nosotros, sobre cómo organizamos nuestros gobiernos, nuestras economías y
nuestras sociedades. Cuba tiene un sistema de un solo partido; Estados Unidos
es una democracia de múltiples partidos. Cuba tiene un modelo económico
socialista; Estados Unidos es un mercado libre. Cuba ha reforzado el papel y
los derechos del estado; Estados Unidos está fundado sobre los derechos
individuales.
A
pesar de esas diferencias, el 17 de diciembre de 2014, el Presidente Castro y
yo anunciamos que Estados Unidos y Cuba iniciarían un proceso para normalizar
las relaciones entre nuestros países. Desde entonces, hemos entablado
relaciones diplomáticas e inaugurado embajadas. Hemos lanzado iniciativas para
cooperar en temas de salud y agricultura, educación y autoridades del orden
público. Hemos llegado a acuerdos para recobrar vuelos directos y servicios de
correo. Hemos expandido los lazos comerciales y aumentando las opciones de los
estadounidenses para viajar y hacer negocios en Cuba.
Estos
cambios han sido bien recibidos, a pesar de que aún hay personas que se oponen
a estas políticas. No obstante, muchas personas en ambos lados del debate han
preguntado: ¿por qué ahora?
La
respuesta es sencilla: lo que estaba haciendo Estados Unidos no funcionaba.
Debemos tener el valor de reconocer esa verdad. Una política de aislamiento
diseñada para la Guerra Fría no tenía mucho sentido en el siglo XXI. El embargo
solo hacía daño al pueblo cubano en lugar de ayudarlo. Y siempre he creído en
lo que Martin Luther King, Jr. llamaba “la urgencia feroz de ahora”. No debemos
temer el cambio, debemos acogerlo.
Eso
me lleva a la razón más grande e importante de estos cambios: Creo en el pueblo
cubano. Creo en el pueblo cubano. Esto no es solo una política de normalizar
relaciones con el gobierno cubano; Los Estados Unidos de América está
normalizando relaciones con el pueblo cubano.
Y
hoy quiero compartir con ustedes mi visión de cómo puede ser nuestro futuro. Y
quiero que el pueblo cubano, sobre todo la gente joven, entienda por qué creo
que deben mirar al futuro con esperanza; no la falsa promesa que insiste en que
las cosas están mejor de lo que realmente están ni el optimismo ciego que dice
que todos sus problemas desaparecerán mañana. Esperanza que tiene una base en
el futuro que ustedes pueden elegir; que ustedes pueden moldear; que ustedes
pueden construir para su país.
Yo
tengo esperanzas porque creo que el pueblo cubano es tan innovador como
cualquier otro pueblo en el mundo entero.
En
una economía global, potenciada por ideas e información, el valor más
importante de un país es su gente. En Estados Unidos tenemos un monumento claro
de lo que pueden construir los cubanos: se llama Miami. Aquí en La Habana,
vemos ese mismo talento en cuentapropistas, cooperativas y autos viejos que aún
funcionan: el cubano inventa del aire.
Cuba
tiene un recurso extraordinario; un sistema de educación que valora cada niño y
cada niña. Y en años recientes, el gobierno cubano ha empezado a abrirse al
mundo, y a abrir más espacios para que ese talento prospere. En tan solo unos
años, hemos visto como los cuentapropistas pueden prosperar mientras mantienen
un espíritu decididamente cubano. Ser trabajador autónomo no se trata de ser
más como Estados Unidos, sino de ser ustedes mismos.
Miren
a Sandra Lidice Aldama, que eligió abrir un pequeño negocio. Los cubanos, dijo,
podemos “innovar y adaptarnos sin perder nuestra identidad... nuestro secreto
es no copiar ni imitar pero simplemente ser nosotros mismos”.
Miren
a Papito Valladeres, un barbero, cuyo éxito le permitió mejorar las condiciones
en su vecindario. “Me doy cuenta de que no voy a resolver todos los problemas
del mundo”, dijo. “Pero si puedo resolver los problemas en el pequeño pedazo de
mundo en el que vivo, puede expandirse por La Habana”.
Ese
es el principio de la esperanza; la habilidad de ganarse uno la vida y de
construir algo de lo que se pueda sentir orgulloso. Por eso nuestras políticas
están enfocadas en apoyar a los cubanos, en lugar de hacerles daño. Por eso
pusimos fin a los límites en los giros, para que los cubanos de a pie tuvieran
más recursos. Por eso estamos animando a la gente a viajar, para construir
puentes entre nuestros pueblos y generar más ingresos para los pequeños
negocios cubanos. Por eso hemos abierto más espacios para comercio e
intercambios, para que los estadounidenses y los cubanos puedan trabajar juntos
para encontrar curas, crear empleos y abrir la puerta a más oportunidad para el
pueblo cubano.
Como
Presidente de Estados Unidos, he hecho un llamado al Congreso para levantar el
embargo. Es una carga anticuada que lleva a cuestas el pueblo cubano. Es una
carga para el pueblo estadounidense que quiere trabajar y hacer negocios o
invertir en Cuba. Es hora de que levantemos el embargo. Pero aunque
levantáramos el embargo mañana, los cubanos no podrían alcanzar su potencial
sin hacer los cambios necesarios aquí, en Cuba. Debería de ser más fácil abrir
un negocio aquí, en Cuba. Un trabajador debería de poder conseguir trabajo
directamente con las compañías que inviertan aquí. Dos divisas no deberían
separar el tipo de salarios que pueden ganar los cubanos. Debería de haber
Internet disponible en toda la isla, para que los cubanos se puedan conectar
con el mundo entero y a uno de los motores de crecimiento más fuertes en la
historia de la humanidad.
No
hay límite impuesto por Estados Unidos para que Cuba pueda dar estos pasos. Eso
es cosa suya. Y les puedo decir, como amigo, que la prosperidad sustentable en
el siglo XXI depende de la educación, la sanidad y la protección del medio
ambiente. Pero también depende del intercambio libre y abierto de ideas. Si no
pueden acceder a información en Internet; si no pueden estar expuestos a
diferentes puntos de vista; entonces no alcanzarán su pleno potencial. Y con el
tiempo, la juventud va a perder la esperanza.
Sé
que estos temas son sensibles, sobre todo cuando vienen de un presidente
estadounidense. Y desde 1959, algunos estadounidenses veían Cuba como un lugar
del que se podían aprovechar, ignoraron la pobreza y permitieron la corrupción.
Desde 1959, hemos sido como boxeadores con un contrincante imaginario en esta
batalla de geopolítica y personalidades. Conozco la historia, pero me niego a
verme atrapado por ella.
He
dejado claro que Estados Unidos no tiene ni la capacidad ni la intención de
imponer cambios en Cuba. Lo que cambie dependerá del pueblo cubano. No vamos a
imponerles nuestro sistema político ni económico. Reconocemos que cada país,
cada pueblo, debe trazar su propio camino, y darle forma a su propio modelo.
Pero ahora que hemos quitado la sombra de la historia de nuestra relación, debo
hablar honestamente sobre las cosas en las que yo creo – las cosas en las que
nosotros, como estadounidenses, creemos. Como dijo Martí: “La libertad es el
derecho de todo hombre a ser honesto, pensar y hablar sin hipocresía”.
Así
que déjeme decirles lo que yo creo. No los puedo obligar a estar de acuerdo,
pero deben saber lo que pienso. Creo que cada persona debe ser igual bajo la
ley. Cada niño se merece la dignidad que viene con la educación, la sanidad y
los alimentos que tiene sobre la mesa y un techo sobre sus cabezas. Yo creo que
los ciudadanos deberían ser libres de expresar sus ideas sin miedo, de
organizarse, y de criticar a su gobierno y protestar pacíficamente, y que el
estado de derecho no debería incluir detenciones aleatorias de las personas que
hacen uso de esos derechos. Yo creo que cada persona debería tener la libertad
de practicar su fe de forma pacífica y pública. Y, si, yo creo que los votantes
deberían de elegir sus gobiernos en elecciones libres y democráticas.
No
todo el mundo está de acuerdo conmigo sobre esto. No todo el mundo está de
acuerdo con el pueblo estadounidense sobre esto. Pero creo que estos derechos
son universales. Creo que son los derechos del pueblo estadounidense, del
pueblo cubano y de todo el mundo.
Ahora,
no es un secreto que nuestros gobiernos estén en desacuerdo con muchos de estos
temas. He tenido discusiones sinceras con el Presidente Castro. Durante muchos
años, ha señalado los fallos del sistema estadounidense: la desigualdad
económica; la pena de muerte; la discriminación racial; las guerras en el
extranjero. Eso es solo un ejemplo. Él tiene una mucho más lista larga. Pero
esto es lo que tiene que entender el pueblo cubano: estoy dispuesto a tener
este debate y diálogo abierto. Es bueno. Es saludable. No le tengo miedo.
Sí
que hay demasiado dinero en la política estadounidense. Pero en EEUU, todavía
es posible que alguien como yo, un niño que fue criado por una madre soltera,
un niño de raza mixta que no tenía mucho dinero, pueda ir atrás de y conseguir
el cargo más alto del país. Eso es lo que es posible en EEUU.
Sí
que hay dificultades de discriminación racial en nuestras comunidades, en
nuestro sistema penal, en nuestra sociedad – el legado de esclavitud y
segregación. Pero el hecho de que tengamos debates abiertos dentro de la propia
democracia estadounidense es lo que da lugar a que mejoremos. En 1959, el año
en que mi padre se mudó a Estados Unidos, era ilegal para él casarse con mi
madre, quien era blanca, en muchos estados del país. Cuando empecé a ir a la
escuela todavía estábamos luchando por eliminar la segregación en las escuelas
del sur de Estados Unidos. Pero la gente se organizó; protestaron; debatieron
estos temas; desafiaron a los oficiales del gobierno. Y gracias a esas
protestas y debates y la movilización del pueblo, puedo alzarme aquí hoy, como
afroamericano, y como Presidente de Estados Unidos. Eso fue por las libertades
otorgadas en los Estado Unidos que pudimos traer el cambio.
No
digo que sea fácil. Todavía hay problemas enormes en nuestra sociedad. Pero la
democracia es la forma de cambiarlos. Es como conseguimos servicios de salud
para una mayor cantidad de personas del país. Es como hicimos grandes avances
en los derechos de las mujeres y de los homosexuales. Es como hablamos de la
desigualdad que concentra tanta riqueza en la cima de nuestra sociedad. Puesto
que los trabajadores se pueden organizar y la gente de a pie tiene una voz, la
democracia estadounidense le ha dado a nuestro pueblo la oportunidad de
perseguir sus sueños y disfrutar de un alto nivel de vida.
Ahora,
aún quedan luchas difíciles y no siempre es bonito, el proceso de la
democracia. Muchas veces es frustrante. Lo podemos apreciar en las elecciones
que están en curso ahora mismo en mi país. Pero párense y piensen en este hecho
sobre la campaña de Estados Unidos que se está llevando acabo ahora: habían dos
cubanos-americanos en el partido republicano, haciendo campaña contra el legado
de un hombre de raza negra que es el Presidente, mientras discuten que cada uno
tiene más posibilidades de derrotar al candidato demócrata que será una mujer o
un social-demócrata. ¿Quién habría apostado por eso en 1959? Esa es la medida
de nuestro progreso.
Este
es mi mensaje para el gobierno y pueblo de Cuba: Los ideales que son el punto
de partida de toda revolución – la revolución de Estados Unidos, la revolución
de Cuba, de los movimientos de liberación de todo el mundo– encuentran su
expresión más verdadera, yo pienso, en la democracia. No porque pienso que la
democracia en Estados Unidos sea perfecta, sino precisamente porque no lo
somos. Y nosotros –al igual que todos los países– necesitamos el espacio que la
democracia nos da para cambiar. Les da a los individuos la capacidad de ser
catalizadores para pensar en nuevas maneras, y re-imaginar cómo nuestra
sociedad debe ser, y hacerlas mejor.
Ya
hay una evolución que se está llevando a cabo dentro de Cuba, un cambio
generacional. Muchos han sugerido que vengo aquí para pedir al pueblo cubano
que destruya algo; pero yo me dirijo a los jóvenes de Cuba quienes alzarán y
construirán algo nuevo. El futuro de Cuba tiene que estar en las manos del
pueblo cubano.
Y
al presidente Castro –a quien le agradezco que esté aquí hoy─ quiero que sepa,
creo que mi visita demuestra que no tiene por qué temer una amenaza de los
Estados Unidos. Teniendo en cuenta su compromiso con la soberanía y la
autodeterminación de Cuba, también estoy seguro de que no tiene que temer las
diferentes voces del pueblo cubano –y su capacidad para hablar, y reunirse, y
votar por sus líderes. De hecho, tengo la esperanza para el futuro porque
confío en que el pueblo cubano tomará las decisiones correctas.
Y
mientras las toman, también estoy seguro de que Cuba podrá seguir desempeñando
un papel importante en el hemisferio y en todo el mundo – y mi esperanza es que
ustedes pueden hacerlo como un socio de Estados Unidos.
Hemos
desempeñado papeles muy diferentes en el mundo. Pero nadie debe negar el
servicio que miles de médicos cubanos han prestado a los pobres y a los que
sufren. El año pasado, los trabajadores sanitarios estadounidenses –y las
fuerzas militares de EE. UU.– trabajaron hombro a hombro con los cubanos para
salvar vidas y acabar con el ébola en África Occidental. Creo que deberíamos
continuar con ese tipo de cooperación en otros países.
Hemos
estado en el lado contrario de muchos conflictos en el continente americano.
Pero hoy día, los estadounidenses y los cubanos están sentados juntos en la
mesa de negociación, y estamos ayudando a los colombianos a resolver una guerra
civil que se arrastra desde hace décadas. Ese tipo de cooperación es bueno para
todos. Le brinda esperanza a todos en este hemisferio.
Tomamos
diferentes pasos en nuestro apoyo al pueblo de Sudáfrica para acabar con el
apartheid. Pero el presidente Castro y yo pudimos estar allí en Johannesburgo
para rendir homenaje al legado de gran Nelson Mandela. Y al examinar su vida y
sus palabras, estoy seguro de que ambos nos damos cuenta de que tenemos mucho
trabajo por hacer – para reducir la discriminación basada en la raza en ambos
países. Y en Cuba, queremos que nuestro compromiso ayude a animar los cubanos
que son de ascendencia africana, que han demostrado que no hay nada que no
puedan lograr cuando se les da la oportunidad.
Hemos
sido parte de diferentes bloques de naciones en el hemisferio, y seguiremos
teniendo profundas diferencias sobre la manera de promover la paz, la seguridad,
la oportunidad y los derechos humanos. Pero a medida que se normalizan nuestras
relaciones, creo que eso puede ayudar a fomentar un mayor sentido de unidad en
el continente americano –todos somos americanos.
Desde
el inicio de mi mandato, he instado a los pueblos del continente americano a
dejar atrás las batallas ideológicas del pasado. Vivimos en una nueva era. Sé
que muchos de los problemas de los que he hablado carecen del drama del pasado.
Sé que parte de la identidad de Cuba es su orgullo de ser una nación isleña
pequeña que podría luchar por sus derechos y agitar el mundo.
Pero
también sé que Cuba siempre destacará por el talento, el trabajo duro y el
orgullo del pueblo cubano. Ese es su fortaleza. Cuba no tiene que ser definido
por estar en contra de los Estados Unidos, al igual que los Estados Unidos no
tiene que ser definido por estar en contra de Cuba. Tengo esperanza para el
futuro debido a la reconciliación que está teniendo lugar entre el pueblo
cubano.
Sé
que para algunos cubanos de la isla, puede existir la sensación de que los que
se fueron de alguna manera apoyaban el viejo orden en Cuba. Estoy seguro de que
hay una narrativa persistente cual sugiere que los exiliados cubanos ignoraron
los problemas de la Cuba pre-revolucionaria y rechazaron la lucha de construir
un nuevo futuro. Pero les puedo decir hoy que muchos exiliados cubanos llevan
consigo el recuerdo de una dolorosa y, a veces, violenta separación. Aman a
Cuba. Una parte de ellos aun considera este su verdadero hogar. Es por eso que
su pasión es tan fuerte. Es por eso que la pena en sus corazones tan grande. Y
para la comunidad cubano-americana que he llegado a conocer, esto no se trata
solo de política. Se trata de la familia: el recuerdo de una casa que se ha
perdido; el deseo de reconstruir un lazo roto; la esperanza de un futuro mejor,
la esperanza del regreso y la reconciliación.
Por
toda la política, las personas son personas; y los cubanos son cubanos. Y he
venido aquí –he viajado esta distancia– sobre un puente construido por los
cubanos a ambos lados del Estrecho de la Florida. Primero llegué a conocer el
talento y la pasión de los cubanos de Estados Unidos. Y sé que han sufrido más
que el dolor del exilio: saben lo que se siente al ser un extraño, al luchar,
al trabajar más duro para asegurarse de que sus hijos puedan llegar más lejos
en los Estados Unidos.
Así
que la reconciliación de los cubanos –los hijos y nietos de la revolución, y
los hijos y nietos del exilio– es fundamental para el futuro de Cuba.
Se
puede ver en Gloria González, que viajó aquí en 2013, por primera vez después
de 61 años de separación, y fue recibida por su hermana Llorca. “Tú me
reconociste, pero yo no te reconocí”, le dijo Gloria a su hermana después de
abrazarla. Imagínense, después de 61 años.
Se
puede ver en Melinda López, que vino a la vieja casa de su familia. Y mientras
caminaba por las calles, una anciana la reconoció como la hija de su madre, y
se puso a llorar. La llevó a su casa y le mostró un montón de fotos que
incluían la foto de bebé de Melinda, que su madre le había enviado hacía 50
años. Melinda comentó más tarde: “Tantos de nosotros estamos recibiendo tanto
ahora”.
Se
puede ver en Cristian Miguel Soler, un joven que fue el primero de su familia
en viajar aquí después de cincuenta años. Al conocer a sus parientes por
primera vez, comentó: “Me di cuenta de que la familia es la familia sin
importar la distancia que exista entre nosotros”.
A
veces los cambios más importantes comienzan en lugares pequeños. Las mareas de la
historia pueden dejar a las personas en situaciones de conflicto, exilio y
pobreza; se necesita tiempo para que esas circunstancias cambien. Sin embargo,
el reconocimiento de una humanidad común, la reconciliación de las personas
unidas por lazos de sangre y una creencia del uno en el otro –ahí es donde
comienza el progreso. Entendiendo, escuchando, y perdonando. Y si el pueblo
cubano se enfrenta junto al futuro, será más probable que los jóvenes de hoy
puedan vivir con dignidad y alcanzar sus sueños aquí mismo en Cuba.
La
historia de Estados Unidos y Cuba abarca revolución y conflicto; lucha y
sacrificio; retribución y ahora reconciliación. Ha llegado el momento de que
dejemos atrás el pasado. Ha llegado el momento de que juntos miremos hacia el
futuro –un futuro de esperanza.
Y
no será fácil, y habrá reveses. Tomará tiempo. Pero mi visita aquí a Cuba
renueva mi esperanza y mi confianza en lo que hará el pueblo cubano. Podemos
hacer este viaje como amigos, y como vecinos, y como familia – juntos. Sí se
puede. Muchas gracias.
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