MICHELLE OBAMA “en estas elecciones y en todas las
elecciones decidimos quién va a tener el poder para formar a nuestros hijos los
siguientes 4 u 8 años de sus vidas”
Discurso
en la Convención Demócrata, 2016-07-27
Gracias
a todos. Muchísimas gracias. ¿Saben? Es difícil creer que hayan pasado ocho
años desde que vine por primera vez a esta convención para contarles por qué
pensaba que mi marido debía ser presidente. ¿Recuerdan cómo les hable de su
carácter y convicciones? ¿De su decencia y su bondad? Los rasgos que hemos
visto cada día mientras sirvió a su país en la Casa Blanca.
También
les hablé de mis hijas, de cómo ellas son el corazón de nuestros corazones, el
centro de nuestro mundo. Y durante nuestro periodo en la Casa Blanca, tuvimos
la suerte de verlas crecer de niñas vivaces a jóvenes mujeres. Una travesía que
empezó poco después de que llegáramos a Washington, cuando salieron el primer
día hacia su nueva escuela.
Nunca
olvidaré esa mañana de invierno en la que vi a nuestras hijas de 7 y 10 años de
edad subir en aquellos vehículos blindados, con todos aquellos hombres grandes
y armados. Veía sus pequeñas caras pegadas a la ventanilla, y lo único que
podía pensar era: “¿Qué hemos hecho?”.
En
ese momento me di cuenta de que nuestra etapa en la Casa Blanca iba a sentar
las bases de lo que ellas llegarían a ser, y que la manera en que gestionásemos
esa experiencia podía, realmente, fortalecerlas o destruirlas.
Eso
es lo que Barack y yo pensamos cada día, mientras intentamos guiar y proteger a
nuestras hijas ante los desafíos de esta extraña vida bajo los focos. Cómo las
animamos a ignorar a aquellos que cuestionen la fe o la ciudadanía de su padre.
Cómo insistimos en que ese odioso lenguaje que escuchan de los personajes
públicos en televisión no representa el verdadero espíritu de este país. Cómo
les explicamos que cuando alguien es cruel o actúa como un matón, uno no debe
ponerse a su nivel. No, nuestro lema es: cuando ellos se rebajan, nosotros nos
elevamos.
Cada
palabra que pronunciamos, cada cosa que hacemos, sabemos que nuestras niñas nos
están observando. Nosotros, como padres, somos sus modelos de conducta más
importantes.
Dejénme
contarles que Barack y yo enfocamos del mismo modo nuestros trabajos como
presidente y primera dama porque los dos sabemos que nuestras palabras y
acciones afectan no sólo a nuestras hijas, sino a niños de todo el país, niños
que nos dicen: “Os vi en televisión, hice un trabajo sobre vosotros para el
colegio”
Niños
como ese chico negro que miró a mi marido, con los ojos muy abiertos por la
ilusión y le preguntó: “¿Es mi pelo como el tuyo?”.
Y
no os equivoquéis, en noviembre, cuando vayamos a las urnas, va a ser esto lo
que decidamos. No se trata de demócratas o republicanos, ni de izquierda o
derecha. No, en estas elecciones y en todas las elecciones decidimos quién va a
tener el poder para formar a nuestros hijos los siguientes 4 u 8 años de sus
vidas. Y estoy aquí esta noche porque en estas elecciones sólo hay una persona
a la cual confiaría esa responsabilidad, una sola persona a la que veo
realmente preparada para ser presidenta de los Estados Unidos, y es nuestra
amiga Hillary Clinton.
Miren,
confío en Hillary para liderar este país porque la he visto entregarse, durante
toda una vida, a los niños de este país. No solamente a su propia hija, a quien
ha criado a la perfección... sino a todos los niños que necesitan un defensor.
Niños que van por el camino largo a la escuela para evitar a las bandas, niños
que se preguntan cómo van a pagar la universidad. niños cuyos padres no hablan
inglés pero sueñan con una vida mejor. Niños que miran hacia nosotros para
determinar quién y qué pueden ser.
Hillary
ha pasado décadas haciendo un trabajo constante e ingrato, para marcar una
diferencia real en sus vidas, defendiendo a los niños discapacitados como joven
abogada. Luchando por la atención sanitaria para los niños como primera dama, y
por una atención infantil de calidad en el Senado. Y cuando no ganó la
nominación hace ocho años, no se enfadó ni se desilusionó. Hillary no hizo las
maletas y se fue a casa. Porque, como una auténtica servidora pública, sabía
que esto es algo mucho más grande que sus propios deseos o decepciones.
Así
que, con orgullo, dio un paso al frente para servir a nuestro país una vez más
como secretaria de Estado, viajando por todo el mundo para mantener seguros a
nuestros hijos.
Y
hubo muchos momentos en los que Hillary hubiera podido decidir que era un
trabajo demasiado duro, que el precio del servicio público era demasiado alto,
que estaba harta de que la criticaran por su aspecto físico o por su forma de
hablar, incluso por su forma de reír. Pero esa es la cuestión. Lo que más
admiro de Hillary es que nunca se da por vencida ante la presión. Nunca escoge
el camino fácil. Hillary Clinton no se ha rendido nunca en su vida.
Y
cuando pienso en el tipo de presidente que quiero para mis hijas y para todos
nuestros niños, eso es lo que quiero. Quiero a una persona que haya demostrado
fuerza para perseverar, alguien que conozca su trabajo y se lo tome en serio.
Alguien que entienda que los problemas a los que se enfrenta el presidente no
son en blanco y negro, y no se pueden reducir a 140 caracteres.
Porque
cuando tienes los códigos nucleares a mano y a las fuerzas armadas bajo tu
mando, no puedes tomar decisiones precipitadas. No puedes tener la piel fina ni
una tendencia a los ataques de ira. Tienes que ser constante, moderado, y estar
bien informado.
Yo
quiero un presidente con un historial de servicio público, cuyo trabajo de toda
la vida les muestre a nuestros hijos que no buscamos la fama y la fortuna para
nosotros mismos, sino que luchamos para darles a todos la oportunidad de tener
éxito, y que ayudamos incluso cuando lo estamos pasando mal nosotros mismos,
porque sabemos que siempre hay alguien que lo necesita más. Y así, por la
gracia de Dios, lo haré.
Yo
quiero un presidente que les enseñe a nuestros niños que todos en este país
importan, que realmente crea en la visión que nuestros padres fundadores
expresaron hace tantos años: que todos hemos sido creados iguales, cada uno de
nosotros como una parte amada de la gran historia estadounidense.
Y
cuando nos golpea la crisis no nos enfrentamos los unos contra los otros, no,
nos escuchamos mutuamente, nos apoyamos los unos en los otros. Porque siempre
seremos más fuertes juntos.
Y
estoy aquí esta noche porque sé que ese es el tipo de presidenta que va a ser
Hillary Clinton. Y por eso, en estas elecciones, yo estoy con ella.
Hillary
entiende que ser presidente consiste es una única cosa, consiste en dejar algo
mejor para nuestros hijos. Así es como siempre hemos hecho avanzar este país,
uniéndonos por el bien de nuestros hijos. Tipos que se ofrecen voluntarios para
entrenar a este equipo, o para dar clases los domingos porque saben que criar a
un hijo es trabajo de todo un pueblo.
Héroes
de cualquier color y credo que se ponen el uniforme y arriesgan sus vidas para
seguir expandiendo los beneficios de la libertad. Oficiales de policía y
manifestantes en Dallas, todos ellos desean desesperadamente que nuestros hijos
estén a salvo.
Gente
que hizo colas en Orlando para donar sangre, porque su hijo o su hija podrían
haber estado en ese club.
Líderes
como Tim Kaine, que enseña a nuestros hijos lo que es la devoción y la
decencia.
Líderes
como Hillary Clinton que tiene las agallas y la voluntad de seguir regresando y
abriendo grietas en ese techo de cristal, hasta que logre romperlo, elevándonos
a todos con ella.
Esa
es la historia de este país, la historia que me ha traído a este escenario esta
noche, la historia de generaciones de personas que sintieron el látigo de la
esclavitud, la vergüenza de la servidumbre, el dolor de la segregación, pero
que siguieron luchando, sin perder la esperanza, haciendo lo que tenían que
hacer para que hoy en día yo me despierte a diario en una casa que fue
construida por esclavos. Y vea a mis hijas, dos jóvenes negras, hermosas e
inteligentes, jugando con sus perros en el jardín de la Casa Blanca.
Y
gracias a Hillary Clinton, mis hijas, y todos nuestros hijos e hijas, dan hoy
por hecho que una mujer pueda ser presidenta de los Estados Unidos.
Así
que no dejen que nadie les diga que este país no es grande y que, de algún
modo, tenemos que hacerlo grande de nuevo. Porque ahora mismo, es el país más
grande del mundo.
Ahora
que mis hijas se preparan para salir al mundo, quiero un líder que sea digno de
esa realidad, un líder digno de las promesas de mis hijas y de todos los niños,
un líder guiado a diario por el amor y la esperanza y los grandes sueños que
todos tenemos para nuestros hijos.
Así
que en estas elecciones no podemos sentarnos y esperar que todo salga bien. No
nos podemos permitir estar cansados, o frustrados, o ser cínicos. Entre ahora y
noviembre tenemos que hacer lo que hicimos hace 8 años y hace 4 años: tenemos
que llamar a cada puerta. Tenemos que sacar cada voto. Tenemos que invertir
toda nuestra pasión y nuestra fuerza y nuestro amor por este país en la elección
de Hillary Clinton como presidenta de los Estados Unidos de América.
Así
que a trabajar. Muchas gracias a todos y que Dios les bendiga.
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