ERNESTO CHE GUEVARA “Todos los que luchamos por la liberación
de nuestros pueblos luchamos al mismo tiempo, aunque a veces no lo sepamos, por
el aniquilamiento del imperialismo”
A
los compañeros argentinos
Queridos
compatriotas de toda América, queridos coprovincianos los que hoy festejamos
una de nuestras fechas patrias:
Este
momento, repetido muchas veces en el curso de nuestras vidas, tiene hoy una
significación especial, un tono y un colorido especial. Es aquí en otro país de
América, en nuevas condiciones de América, donde festejamos una vez más el 25
de Mayo, y esta vez no se escuchan los discursos consabidos y no existe la
fanfarria consabida, las palabras huecas con que los gobernantes de turno tratan
siempre de hacerse copartícipes en la gloria de los viejos próceres. El 25 de
Mayo, aquí en Cuba, tiene para nosotros pues, características especiales, tan
especiales como que un argentino de voz extranjera, a nombre del gobierno
cubano, salude y agasaje a todos ustedes y les trasmita la felicitación de
nuestro gobierno. Son las nuevas condiciones de América, condiciones que han
ido madurando a través del tiempo, que han ido consolidando esta nueva Era en
que vivimos, este nuevo momento histórico del cual Cuba tiene la gloria
especial de ser el iniciador en América. Por eso al hablar de movimientos
emancipadores, al recordar las viejas gestas de nuestras guerras de
independencia, tenemos forzosamente que recordar la Cuba de hoy, porque esta
Cuba de hoy es parte de un viejo esfuerzo de las masas por obtener su
liberación definitiva, esfuerzo que ni siquiera en Cuba ha alcanzado un éxito
total, todavía tenemos que luchar para liquidar viejas formas económicas que
nos oprimen, para librarnos de todos los problemas que nos ha traído en nuestro
desarrollo la dependencia de los capitales extranjeros, la dependencia
fundamentalmente de los monopolios norteamericanos y para defender la parte de
libertad y de bienestar de nuestro pueblo que hemos logrado en estos años de
lucha.
El
25 de Mayo de 1810 significó en América un grito más dentro de los muchos
gritos que se dieron por aquella época en diversos países. El monopolio español
estaba ya llegando a sus finales, y por todos lados los pueblos trataban de
ganar su libertad. En Bolivia, un año antes se había dado un grito parecido.
Por el otro lado de América, había empezado ya también la lucha por la
libertad. No fue ese grito del 25 de Mayo de 1810 ni el primero ni el único,
sin embargo tuvo la virtud especial de afianzarse y consolidarse, tuvo la
virtud del triunfador en aquellos momentos.
Y
la Revolución Cubana hoy ha sido igualmente, no el único grito, ni siquiera el
primero, ha habido en esta época gloriosas revoluciones que han tratado de dar
el paso que hoy dio la Revolución Cubana, pero todavía no estaban todas las
condiciones dadas y los gobiernos surgidos de movimientos populares fueron
derrocados. El caso más avanzado, más patético, es el de la Guatemala de
Arbenz, que fue destrozada por los monopolios norteamericanos. Cuba también
como los héroes del 25 de mayo de 1810, no tiene una virtud especial, no es
nada más ni nada menos, que la exposición de cómo un pueblo puede lograr su
victoria, no original, no en base a planteamientos que se hayan imaginado por primera
vez, no usando una estrategia por primera vez descubierta en la historia,
simplemente, aprovechando el momento histórico en que se desarrolló, utilizando
acertadamente la estrategia revolucionaria, unificando a todas las masas
anhelantes de un cambio mediante el liderazgo de un movimiento que supo en un
momento dado interpretar las aspiraciones del pueblo cubano, bajo la dirección
de un líder de características extraordinarias que, como todos los grandes
líderes, supieron aglutinar a todo el pueblo de Cuba, y en las condiciones
especiales en que nosotros estábamos, luchando desde la Sierra en las difíciles
condiciones de la guerrilla, en los campos, unificar un ejército campesino que
avanzó sobre las ciudades, que unió a sí a la clase obrera, que derrotó al
ejército en una y en muchas batallas campales, y que llegando desde el campo
entró en la ciudad y después se dedicó sistemáticamente a destruir el viejo
orden establecido, empezando naturalmente por el arma más poderosa de la
reacción que es el ejército, porque no hay revolución triunfante que no tenga
como imposición primera la de cambiar totalmente al ejército vencido,
reemplazarlo por un nuevo ejército y establecer el dominio de clase. Eso
hicimos nosotros, y ésa es nuestra virtud, esa es la experiencia que podemos
mostrar a los pueblos del mundo y sobre todo a los pueblos de América, con más
fuerza, con más patetismo, porque hablamos el mismo idioma, hemos vivido la
misma experiencia, y nos entendemos muy fácilmente cuando estamos en uno u en otro
país.
Por
eso mostramos aquí una experiencia naturalmente no la única, no pretendemos de
ninguna manera que esta experiencia cubana marque el único camino para la
liberación de América, pero sí uno importante, la demostración efectiva de que
los ejércitos represivos se pueden destruir, que el pueblo puede ir armando a
su vanguardia combatiente enseñándole a combatir, a destruir al ejército
adversario, a acosarlo y al final a pulverizarlo. Podemos nosotros también
mostrar aquí como crece, cómo se desarrollan las masas, uno de los fenómenos
más interesantes que es el fenómeno del desarrollo de la conciencia
revolucionaria.
Todos
sabemos que se necesitan, para que haya una revolución, condiciones objetivas y
subjetivas, y se necesita que el gobierno objeto de la revolución esté
sufriendo embates fuertes y haya perdido su capacidad de reacción. Las
condiciones objetivas están dadas en toda América, no hay país de América donde
no estén en este momento dadas al máximo, las condiciones subjetivas sin
embargo, no han madurado en todos los países con igual intensidad. Nosotros
demostramos que en las condiciones especiales de Cuba, las condiciones
subjetivas iban madurando al calor de la lucha armada, que la lucha armada, que
la lucha armada era un catalizador que agudizaba las luchas, que llevaba hasta
el paroxismo estas luchas y que iba haciendo nacer una conciencia. Condiciones
subjetivas nosotros las llamamos a la conciencia de la necesidad de un cambio
en una situación social dada y a la certeza de la posibilidad de ese cambio. La
necesidad de un cambio la conocen muy bien las masas de toda América, la
posibilidad de un cambio, la posibilidad de tomar el poder es algo que no
siempre se conoce, los pueblos no siempre conocen su fuerza.
Y
la lucha armada en Cuba fue desarrollando esa fe del pueblo en su poder, hasta
convertirlo en una certeza de la victoria y hasta hacer que esa fe nos hiciera
lanzar contra las armas del enemigo, derrotar su superioridad numérica en
cuanto a soldados armados, su superioridad de fuego, la superioridad de sus
armas modernas, atacarlo a veces en condiciones de uno a diez, y destruirlo en
todos sus focos hasta lograr el triunfo. Después llega la otra etapa, la que
estamos viviendo, la más difícil, más ardua quizás que la misma etapa de la
guerra. Una vez más repito que eso es lo que nosotros tenemos que mostrar ante
ustedes, tenemos la obligación y el deber moral de mostrar tal cual es, no para
copiarlo, sí para estudiarlo, sí para analizarlo.
Cuando
el tiempo siga su curso, y también la Revolución cubana se convierta en objeto
de estudios históricos, y algunos de los que participaron en esta Revolución
sean catalogados por las generaciones venideras como héroes de este momento,
entonces la Revolución tendrá estas virtudes, las que ahora he enumerado, las
virtudes de haber demostrado ante América, lo que puede hacer un pueblo en
armas cuando está bien elegida su estrategia revolucionaria, y cuando está bien
dirigido su ejército revolucionario.
Naturalmente,
en América hay condiciones diferentes. Hay países con grandes condiciones para
la lucha de guerrillas, y países con campesinados muy fuertemente desarrollados
donde se hace mejor la guerra. Hay países donde la clase obrera, las
poblaciones urbanas son mucho mayores y donde las condiciones para una guerra
son más difíciles. Nosotros no somos técnicos especialistas en subversión, como
hay técnicos especialistas contra la subversión. Sin embargo, sabemos una cosa,
y es que un hombre armado vale tanto o más que otro hombre armado, de acuerdo
con la ideología con que lleve su rama, y que para que un hombre esté armado,
tiene que conseguir un arma y que las armas no nacen por generación espontánea
ni están tiradas a la vuelta de la esquina, las armas están en poder del
ejército opresor. Para lograr la liberación revolucionaria, hay que tomar las
armas, las pocas que haya, y con esas quitar nuevas ramas y convertir el
pequeño ejército en un gran ejército popular.
Perdónenme
compañeros mi insistencia castrense en las armas. Sucede que estamos evocando
un día en el cual el pueblo argentino manifestó su decisión de tomar la
independencia contra el poder español y después de hacer el Cabildo Abierto, y
después de aquellas discusiones de las cuales año tras año recordábamos en
actos como estos, después de escuchar las manifestaciones de los obispos
españoles que se negaban a la independencia y manifestaban la superioridad
racial de España, después de todo eso, hubo que instrumentar aquel triunfo
político de un momento. Y entonces el pueblo argentino tuvo que tomar las armas
y expulsar de todas las fronteras al invasor español, había que asegurar la
independencia de la Argentina, asegurando también la independencia de las
hermanas naciones de América. Y los ejércitos argentinos cruzaron los Andes para
ayudar a la liberación de otros pueblos. Y cuando se recuerda las gestas
libertadoras, siempre nuestro orgullo más que el haber obtenido la libertad de
nuestro territorio, y haber sabido defenderlo de la intrusión de la fuerza
realista, es el haber cooperado a la liberación de Chile y a la liberación del
Perú con nuestras fuerzas, con nuestros ejércitos. Aquello era más que un
altruismo de las fuerzas revolucionarias, era una necesidad imperiosa, era el
dictado de la estrategia militar para obtener una victoria de alcances
continentales, donde no podía haber victorias parciales, donde no podía haber
otro resultado que el triunfo total o la derrota total de las ideas
revolucionarias. Y ese momento de América se repite hoy.
Aquí
en esta pequeña isla del Caribe rodeada de mar, rodeada de enemigos también, se
vuelve a repetir la historia que la Argentina una vez vivió. Nuestra revolución
es una Revolución que necesita expandir sus ideas, que necesita que otros
pueblos la abracen, que necesita que otros pueblos de América se llenen de
bríos, tomen las armas o tomen el poder, lo mismo da, porque en definitiva al
tomar el poder hay que tomar las armas después. Y nos ayuden, nos ayuden en
esta tarea que es la tarea de toda América, y que es la tarea de la humanidad, la
tarea global de luchar contra la destrucción del enemigo monopolista,
imperialista, que no va a ser derrotado sin cuando el último de sus magnates
vaya por lo menos a la cárcel, sino al patíbulo. Que no puede terminar antes,
que no puede terminar sino con la derrota total del imperialismo. Y la derrota
total del imperialismo se está creando cada día que las fuerzas populares dan
batalla y la ganan en cualquier lugar de América o del mundo.
Tan
hermanos nuestros, tan hermanos en nuestro destino son los pueblos de América
en este momento, como son los pueblos de Asia o del Africa, tan hermanos nos
sentimos nosotros en este momento del pueblo de Venezuela, de Paraguay o del
Perú, o del pueblo de Argentina, como de los pueblos de Argelia que obtienen su
independencia, de los pueblos de Vietnam o de Laos, que todos los días perecen
por obtener la independencia.
Todo
es parte de una sola lucha, y es verdad cuando el imperialismo lo llama con un
denominador común, porque aún cuando las ideologías cambien, aún cuando uno se
reconozca comunista, o socialista, peronista, o cualquier otra ideología
política en determinado país, sólo caben dos posiciones en la historia: o se
está a favor de los monopolios, o se está en contra de los monopolios. Y todos
los que están en contra de los monopolios, a todos ellos se les puede aplicar
un denominador común. En eso los norteamericanos tienen razón. Todos los que
luchamos por la liberación de nuestros pueblos luchamos al mismo tiempo, aunque
a veces no lo sepamos, por el aniquilamiento del imperialismo. Y todos somos
aliados, aunque a veces no lo sepamos, aunque a veces nuestras propias fuerzas
las dividamos en querellas internas, aunque a veces por discusiones estériles
dejamos de hacer el frente necesario para luchar contra el imperialismo. Pero
todos, todos los que luchamos honestamente por la liberación de nuestras
respectivas patrias, somos enemigos directos del imperialismo.
En
este momento no cabe otra posición que la de lucha directa o la de
colaboración. Y yo sé que ninguno de ustedes es colaborador del enemigo, que
ninguno de ustedes está ni remotamente a favor del imperialismo, y que todos
están decididamente por la liberación de la Argentina. Liberación, porque la
Argentina está de nuevo encadenada, cadenas a veces difíciles de ver, cadenas
que no siempre son visibles para todo el pueblo, pero que lo están amarrando
día a día.
El
petróleo se va por un lado, compañías norteamericanas entran por todos los
lados del país, viejas conquistas van cayendo y todo eso se produce lentamente,
como un veneno sutil que va penetrando así en la Argentina, como en muchos
otros países de América. Sin embargo el pueblo reacciona, reacciona con
vehemencia frente a esta penetración que es sutil en términos generales, pero
que siempre se asienta sobre las espaldas del pueblo. Y cuando los gobiernos
tratan de lavarse las manos con una elección, suceden para ellos fracasos como
el de la última vez. Entonces viene la intervención descarada del imperialismo,
de sus títeres, de todos sus edecanes. Entonces vuelve una situación conocida y
vuelven las luchas de las masas populares. Si los caudillos de la reacción son
hábiles, tal vez la encaucen hacia nuevas formas en que pueda permitirse otra
burla más. Si los caudillos de la reacción no son lo suficientemente hábiles, o
si el pueblo es más avizor que ellos, puede ser que el impulso de las masas
llegue más allá de donde se ha llegado hasta ahora, puede ser que se de el paso
necesario para que la clase obrera tome el poder. Puede ser que las masas de
obreros y campesinos de nuestro país aprendan algún nuevo camino, o sigan
caminos ya conocidos y destruyan un poder que está vacilante ya, que se basa en
este momento en el miedo a la bayoneta, en la desunión de nuestras fuerzas, en
la falta de conciencia de la posibilidad del cambio, de la posibilidad de la
lucha, de la fuerza inmensa del pueblo, de la debilidad comparativamente enorme
de la fuerza represiva.
Si
nuestro pueblo aprende bien las lecciones, si no se deja engañar de nuevo, si
no suceden nuevas y pequeñas escaramuzas que lo alejen del objetivo central que
debe ser tomar el poder, nada más ni nada menos que tomar el poder, podrán
darse en la Argentina condiciones nuevas, las condiciones que en su época
representa el 25 de Mayo, las condiciones de un cambio total. Solamente que en
este momento de colonialismo y de imperialismo, el cambio total significa el
paso que nosotros hemos dado, el paso hacia la Declaración de la Revolución
Socialista y el establecimiento de un poder que se dedique a la construcción
del Socialismo. En fin de cuentas el Socialismo es una etapa económica de la
humanidad. No podemos escapar, querámoslo o no a pasar por esta etapa. Podemos
sí retardarlo y podemos también adelantarlo. Esa es la parte que corresponde de
la lucha a los dirigentes de las dos grandes fuerzas en pugna. Si la reacción
sabe manejar sus cañones, sus armas de división, su arma de amedrentamiento,
quizás durante muchos años podrá impedir que llegue el Socialismo a un país
determinado. Pero también si el pueblo sabe manejar su ideología correctamente,
sabe tomar su estrategia revolucionaria adecuada, sabe elegir el momento para
dar el golpe y lo da sin miedo y hasta el fondo, el advenimiento del poder
revolucionario puede ser a muy corto plazo en cualquier país de América y
concretamente en la Argentina.
Eso
compañeros, el que se repita la experiencia histórica del 25 de Mayo en estas
nuevas condiciones, dependen nada más que del pueblo argentino y de sus
dirigentes, es decir, depende de ustedes en cuanto a pueblo y en cuanto a
dirigentes; de tal manera que también una gran responsabilidad cae sobre
ustedes: la responsabilidad de saber luchar y de saber dirigir a un pueblo que
hace tiempo está expresando en todas las maneras concebibles su decisión de destruir
las viejas cadenas y de liberarse de las nuevas cadenas con que amenaza
amarrarlo el imperialismo. Tomemos pues el ejemplo manido de Mayo, el ejemplo
tantas veces distorsionado de Mayo, tomemos el ejemplo de la Revolución
Libertadora, que salió de sus fronteras, inundó con una ideología nueva, que no
era propia, pero que había encarnado en sí para trasladarla a América, y
pensemos en estos momentos de América, en estos mismos momentos en que una
especie de 25 de Mayo se ha dado en la zona del Caribe, en que desde aquí se
lanzan proclamas revolucionarias que llegan a todos los pueblos de América, y
que en la Segunda Declaración de la Habana luce algo así como una declaración
de los derechos del hombre para los pueblos de aquella época. Pensemos en la unidad
indestructible de todo nuestro Continente, pensemos en nuestra economía
igualmente distorsionada, igualmente aherrojado cada pueblo por el mismo
imperialismo. Pensemos en que somos parte de un ejército que lucha por su
liberación en cada pedazo del mundo donde todavía no se ha logrado, y
aprestémonos a celebrar otro 25 de Mayo, ya no en esta tierra generosa, sino en
la tierra propia y bajo símbolos nuevos, bajo el símbolo de la victoria, bajo
el símbolo de la construcción del Socialismo, bajo el símbolo del futuro.
(Cuba,
25 de mayo de 1962)
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