JOSE JOAQUIN DE OLMEDO “Que no se diga entre nosotros que, si se
coartó la libertad de los indios, fue para su bien. A nadie se hace bien contra
su voluntad”
Discurso
sobre las mitas de América, 1812-10-12
Señor,
el dictamen de la comisión Ultramarina que acaba de leerse, se refiere a la
primera de las proposiciones que presentó el Sr. Castillo, pidiendo la
abolición de la mita y de toda servidumbre personal de los naturales de
América, conocidos hasta hoy con el nombre de indios. La Comisión apoya esta
solicitud, y yo la encuentro equitativa, humanísima, justa y justificada.
Señor,
tratándose del bien de los pueblos, y de pueblos que sufren, yo creo que toda
oración en su favor está por demás ante un Congreso español, del que puede
decirse que, si en algo procede con prevención, es solamente por hacer el
bien.
Pero
sin embargo con esta ocasión tomo la palabra para hacer ver los grandes males
que encierra esta idea de mita, para demostrar la necesidad de abolirla, y para
que las cortes, procediendo con las luces necesarias, tengan mayor satisfacción
de hacer el bien conociéndolo mejor.
Desde
los principios del descubrimiento se introdujo la costumbre de encomendar un
cierto número de indios a los descubridores, pacificadores y pobladores de
América, con el pretexto de que los defendieran, protegieran, enseñasen y
civilizasen; y también para que, exigiéndoles tributos y aplicándolos a toda
especie de trabajo, tuviesen los encomenderos en su encomienda el premio del
valor y los servicios que hubiesen hecho en favor de la conquista.
De
esta costumbre nacieron males y abusos tantos y tan graves, que no pueden
referirse sin indignación y sin enternecimiento. De allí vinieron esos nombres
ominosos y de indigna recordación, de encomiendas, de mitas, de repartimientos,
bárbaras reliquias de la conquista y gobierno feudal, fomento de la pereza y
del orgullo de los nobles y de los ennoblecidos, y esclavitud de los naturales
paliada con el nombre de protección.
En
esta época nació la opinión tan largamente difundida de la ineptitud de la
indolencia y de la pereza de los indios. Carácter desmedido por sus grandes y
prolijas obras que se conservan todavía a pesar de la injuria de los tiempos y
de los hombres, desmentidos por sus preciosas manufacturas hechas sin auxilio,
sin modelos, sin instrumentos, y desmentidos finalmente por las mismas
venerables y magnificas ruinas de su antigüedad.
Pero
aquella opinión nació con justicia desde la conquista; desde la época el indio
se fue haciendo inepto, indolente y perezoso, como naturalmente se hace todo
hombre cuando no tiene tierra propia que cultivar, cuando no suda para sí, y
cuando ni aun participa del fruto de su trabajo.
La
avaricia de los encomenderos y hacenderos crecía en razón inversa de la
actividad de los indios; y trasformándose en amor del bien público y de la
humanidad, excitó a esos benéficos sedientos de oro a hacer las más vivas y
frecuentes representaciones, pintando la natural rudeza y desidia de los
indios, y la necesidad de repartirlos, destinándolos al trabajo de las minas y
haciendas de los particulares.
De
aquí provinieron los repartimientos de indios para todo, que se conocen con el
nombre de mitas, así como a las que las sirven de mitayos.
Repartimientos
de indios para fábrica u obrajes; repartimiento para las minas, labranza de
tierras y cría de ganados; repartimiento para abrir y componer caminos y
asistir en las posadas a los viajeros; repartimientos para las postas y para
todos los servicios públicos, particulares y aun domésticos, y hasta
repartimiento de indios para que llevasen en sus hombros a grandes distancias y
a grandes jornadas cargas y equipajes, como si fuesen animales o bestias
domesticadas; y esto aun después de habarse decidido afirmativamente la ardua y
muy agitada cuestión de si eran o no eran hombres, y de haberse decidido por
una de aquellas personas que han tenido pretensiones o presunciones de
infabilidad.
Horroriza
el recuerdo de los malos tratamientos, daños, agravios y vejaciones que
sufrieran entonces los miserables; y yo ahora no haré una relación que por
demasiada verdadera sería inverosímil. El que quiera tener una idea de esto,
que lea todas las leyes del Código indiano que tratan de la materia, pues como
al principio de cada una de ellas se dice la causa o motivo de la misma ley,
allí se encontrará el testimonio irrefragable de hechos inauditos, que parecen
consignados en tan memorable código para eterno oprobio de los encomenderos, y
para sepiterno motivo de indignación y duelo en la posteridad de las antiguas
víctimas de la avaricia.
Verdad
es que están abolidos ya muchos de aquellos abusos, y reformadas muchas de
aquellas prácticas injuriosas; pero aun quedan restos muy considerables a pesar
de las ordenanzas y de las leyes, como dice Solórzano en su Política; cuya
autoridad refiero no para creer yo más, sino para ser creído. Entre esos restos
está aún en su primer rigor, o poco menos, la mita para el laboro de las minas.
Por ella la séptima parte de los vecinos de los pueblos son arrancados de sus
hogares y del seno de sus familias, y llevados a remotos países, donde en vez
de regar de un grato y voluntario sudor sus pocas y miserables tierras ( pocas
y miserables, pero suyas), regarán con lágrimas y sangre las hondas, espantosas
y mortíferas cavidades de las minas ajenas.
Para
este viaje los indios se ven precisados a vender vilmente sus tierras, sus
ganados, sus sementeras, sus cosechas futuras, pues toda perecería sin su
asistencia en el tiempo de destierro. También se ven obligados a llevar consigo
toda su familia, que, abandonada, moriría de hambre y de frío. Señor, habrá
algún hombre que no se enternezca al ver un delincuente salir de su patria para
su destierro, aunque no sea muy horroroso, aunque no sea perpetuo? no,
nadie.
Pues
¿quién podrá ver con el alma serena numerosas familias inocentes y miserables,
despidiéndose de la tierra que las vio nacer y arrancándose para siempre de los
brazos de sus parientes y amigos? ¿ Quién verá sin lagrimas a esos infelices,
peregrinando por aquellos horribles desiertos, hambrientos, semidesnudos,
taciturnos,, los pies rajados y sangrientos, encorvados bajo el peso de sus
hijos y padres ancianos, tostados por el sol , transidos de frío, y su alma y
su corazón (porque los indios tienen alma y corazón) hondamente oprimidos con
el presentimiento, con la cierta previsión de males mayores, y con los
dolorosos e importunados recuerdos de su patria ausente?... ¿ Y que les espera
llegando a su destino? Amos orgullosos, avariciosos, intratables, mayordomos
crueles, poco pan, ninguna contemplación, grandes fatigas y mucho azote. Aun
los jornales señalados por la ley, que en sí son demasiado mezquinos, no se les
pagan en moneda; se les pagan en géneros viles, comprados vilísimamente, y
después vendidos al indio por fuerza y a precios tan exorbitantes como quiera
el monopolista minero, cuya tienda es la única en el desierto de las minas.
También se les paga en licores, a que se han aficionado esos naturales entre
otras causas interrumpir algún tanto o adormecer el sentimiento de su
desgracia. Aquí no puedo dejar de observar que aquellos mismos que los han
provocado a la embriaguez, pagándoles en aguardientes, aquellos mismos que los
han obligado a aborrecer el trabajo, haciéndoles insufrible, aquellos mismos
que los han precisado a robar para no perecer, ésos mismos son los que
caracterizado a los indios de ebrios, de perezosos y de ladrones.
Mas
en honor a la verdad debe decirse que aquellos señores de mitayos en una sola
cosa han mirado siempre a sus siervos con mucha piedad y compasión, y es, en no
haberles enseñado nada; pues dándoles más luces los habrían hecho más
desgraciados... Pero corramos un velo sobre tantas miserias, y, aunque tarde,
ocupémonos en remediarlas. Esto reclaman la humanidad, la filosofía, la
política, la justicia y los mismos eternos principios sobre que reposa nuestra
Constitución.
El
remedio, Señor es muy simple, y tanto más fácil, que cuanto que las cortes para
aplicarlo no necesitan edificar, sino destruir. Este remedio es la abolición de
la mita y de toda servidumbre personal de los indios, y la derogación de las
leyes mitales. Que se borre Señor, ese nombre fatal de nuestro Código, y ¡oh,
si fuera posible borrarlo también de la memoria de los hombres !
Yo
haciendo justicia a la piedad y justificación del Congreso, no me detendré en
probar la necesidad de ese remedio; pues con la sola exposición que acabo de
hacer de los males que trae consigo la mita, queda suficientemente probada y
demostrada. Me contraeré solamente a desvanecer dos reflexiones, que son las
primeras, las únicas que pueden hacerse contra esta justa, benéfica,
liberalísima providencia.
Primera.
Se dirá que hay muchas y muy buenas leyes sobre la mita en el Código indiano, y
que no hay más que promover su ejecución.- A lo del número de esa leyes
responderé con Tácito: corruptissima republica, plurimae leges _Cuanto más
corrompida la república, más leyes_.Y por lo que hace a su bondad, observaré
que aquello que es en si malo, injusto y contra la equidad, no se convierte aun
por las mejores leyes del mundo en bueno, justo y equitativo. Pero estas breves
respuestas exigen un poco más de extensión.
Sería
una injusticia no reconocer el espíritu de amor y beneficencia que dictó las
leyes mitales en gracia de los mitayos. ¡Ojalá que esas leyes hubiesen tenido
un objeto más justo! Así que leemos en ellas las recomendaciones de los
virreyes y gobernadores para que atiendan y protejan a los indios; vemos
señaladas las distancias a que solamente deben ser llevados a trabajar, las
leguas que deben de hacer al día, las horas de labor, la duración de la mita,
vemos designados los jornales que deben percibir, el turno entre todos los
vecinos, la cesación del servicio en ciertas estaciones y en ciertos climas;
vemos muy encarecidos los modos con que deben ser tratados; en fin todo lo que
podría aliviar su servidumbre, si tan dura servidumbre pudiera aliviarse con
algo que no fuese la entera libertad. Y esas mismas leyes que, por no cortar el
mal de raíz, lo han perpetuado con los remedios, esas mismas leyes benéficas ¿
se han observado? ¿ Cómo habían de observarse, resistiéndose tenazmente a su
observancia el interés personal que regularmente está en contradicción eterna
con el bien de los otros? por eso a pesar de las leyes, ni los padrones se
hacen con exactitud , ni se observan el turno; es llevado a la mita un mayor
número de indios y a mayores distancias de lo que debía ser; son detenidos en
el servicio más allá del plazo; no se atiende a climas, ni estaciones; todo
porque así lo exige el interés de los mineros, y cuando habla el interés ,
callan las leyes.
Entre
un mil ejemplos de esta intolerable inobservancia citaré uno solo que se lee en
la relación del gobierno del Conde de Superunda, Virrey el Perú. Antes del
reinado de este señor, se habían mandado que también mitas en los indios
forasteros. A su ingreso no se había aun ejecutado aquella orden por los
inconvenientes que ofrecía una novedad tan contraria a las costumbre. "
Pero los mineros del Potosí ( palabras literales del Virrey) atendiendo
únicamente a su propia utilidad instaron repetidamente por el cumplimiento de
una orden que aumentaba el número de sus mitayos"
El
Virrey con dictamen del acuerdo, resolvió que por los corregidores, Curas y
Gobernadores se formasen padrones , en que se incluyesen sólo los forasteros
que no tuviesen tierras. " Las ordenes circulares se expidieron ( así
literalmente concluye el capítulo en la página 66), pero hasta el presente no
se ha finalizado este negocio, porque el Ministro Director de la mita las
detuvo tres años; y esta demora después de tan eficaces instancias hace creer
que los mineros temen no adelantar por ese medio su pretensión, y que su anhelo
era se aumentase la mita, aunque los indios recibiesen la molestia de repetir
sus viajes sin los años de descanso que estaban establecidos." Ruego que
se atienda bien a las palabras de este testimonio recomendable y en ninguna
manera sospechoso y, que de paso se note la suavidad de la palabra molestia con
que el Virrey quiere significar el sufrimiento de males más horribles que la
muerte.
"
Las quejas de los mineros ( página 67 de la mencionada relación) que quisieran
les brotarán indios la tierra, y siempre creen que les ocultan muchos, fueron
el principal estímulo para las revisitas" pero ¿ qué importa a los mineros
que haya directores y reglamentos, revisitadores y revisitas, cuando con el
sudor y sangre de sus indios resarcen con moderada usura las gratificaciones!
Después de esto, que no se hable más de la multitud y bondad de las leyes
mitales, que ni se han observado, ni se observan, ni pueden observarse. ¿ De
qué sirven leyes sin costumbres? Y sobre todo repito, que las leyes, por buenas
que sean, jamás harán justo y equitativo lo que es en sí contra la justicia y
contra la equidad.
En
segundo lugar se puede decir contra la abolición de la mita que, siendo los
indios más hábiles y más acostumbrados al trabajo de las minas, si se les diese
la libertad, quedarían los mineros sin trabajadores, las minas desiertas, y
agotado en breve tiempo ese manantial de la riqueza.- No, señor. Sean o no, por
ahora, las minas el manantial de la riqueza; yo creo y aseguro que jamás
faltará quien las trabaje. ¿ Hasta cuándo no entenderemos que sólo sin
reglamentos, sin trabas, sin privilegios particulares pueden prosperar la
industria, la agricultura, y todo lo que es comercial, abandonando todo el
cuidado de su fomento al interés de los propietarios?
Nada
hay más ingenioso y astuto que el interés ; él inspirará a los dueños de minas
los recursos y modos de encontrar jornaleros. Páguenles bien, trátenlos bien,
proporciónenles auxilios y comodidades en las haciendas, y los indios correrán
por sí mismo donde los llame su interés y comodidad.
Por
otra parte, la misma circunstancia de estar avezados los indios, como se dice,
a aquel trabajo, es un nuevo motivo para creer que no abandonarán las minas,
porque jamás el hombre en llegando a cierta edad, deja o desaprende el oficio
de sus primeros años, si con él puede vivir.
¿Pero
por qué he detenido en referir los males, los abusos y perjuicios que traen
consigo las mitas, cuando para ser abolidas les basta el ser en sí injustas,
aunque fueren ventajosas? Esta injusticia se funda, ( y ya no son precisas las
pruebas) en que la mita se opone directamente a la libertad de los indios, que
nacieron tan libres como los reyes de Europa. Es admirable, Señor, que haya
habido en algún tiempo razones que aconsejen esta práctica de servidumbre y de
muerte; pero es más admirable que haya habido reyes que la manden, leyes que la
protejan, y pueblos que la sufran.
Homero
decía que quien pierde la libertad pierde la mitad de su alma; y yo digo quien
pierde la libertad para hacerse siervo de la mita pierde su alma entera. Y esta
es, poco menos, la condición de los mitayos.
Recordemos
que desde la antigüedad se tuvo la labor de minas, y el beneficio de los
metales como una carga más que servil, y como una pena más grave que la muerte.
Véase sino todas las leyes del Digesto que tratan de las penas in metallum.- A
las minas - Por esto los romanos solamente condenaban a ese trabajo a los
facinerosos y de humilde y baja condición; por esto aquellos miserables eran
tenidos para todos los efectos del derecho no sólo por esclavos, sino por
muertos; en tanto que se llamaban resucitados los que se libraban de ese
castigo por indulgencia del príncipe.
Pero
la suerte de nuestros mitayos es muy más cruel que la de aquellos romanos
siervos o civilmente muertos; pues éstos padecían por su culpa; y la conciencia
de la culpa si no modera el rigor de la pena, debe hacerla menos insoportable:
leniter, ex merito quidquid patiare, ferendum est; Lo que merecidamente se
padece debe sufrirse con resignación ; mientras lo que los indios son
condenados a esas horribles y famosas fatigas sin otra culpa que la avaricia
ajena, sin otro crimen que su humildad y su mansedumbre.
Que
no se diga entre nosotros que, si se coartó la libertad de los indios, fue para
su bien. A nadie se hace bien contra su voluntad. Además de que es quimérico el
bien que las leyes mitales han producido. Y si para derogar todas esa leyes no
es poderosa la razón de que son injustas, sea lo menos bastante la razón de que
son inútiles. En efecto la mita se instituyó y las leyes mitales se escribieron
para acostumbrar a los indios al trabajo, para enseñarles a usar de sus
talentos, para darles instrucción, doctrina, civilidad y costumbres. Y ahora
pregunto yo: después de 300 años que se observan esa práctica y esas leyes, ¿
han dejado los indios su pereza, su indolencia, su rusticidad? Que respondan
los mineros; que respondan también esos otros ricos amantes del bien público,
que oficiosamente nos representaron poco ha una enérgica y caritativa pintura
de aquellos naturales.
Finalmente,
Señor, debo observar que la mita, si no es la única, es la primera causa de la
portentosa despoblación de la América. Todos saben que proporcionar a los
hombres propiedades, y, proporcionadas, fomentarlas y darles seguridad, son los
primeros elementos de la población: pues todo hombre ama y no abandona el país
en que halla una comoda subsistencia; y todo hombre, teniendo como sostenerse y
sostener una familia, lo primero en que piensa es en casarse; y entonces
ninguna fuerza hay en el mundo que sea poderosa a hacer que quede en suspensión
su natural conyugabilidad.
Compararemos
estos principios con los de la mita y sus efectos, y ya no nos admiraremos de
ver yermas y desiertas muchas y vastísimas provincias de la América. Sería
importuno hablar ahora sobre si se ha proporcionado o no a los indios el tener
propiedades; veamos solamente si la mita se han fomentado y asegurado las que
han tenido, sean las que fuesen. Cualquiera podrá decidir con facilidad esta
cuestión recordando sólo lo que dije poco antes: a saber, que para ir al
servicio de las minas, los indios son obligados a abandonar sus hogares, a
vender sus tierras, sus cosechas, sus ganados, y a malbaratar el fruto del
sudor de muchos años, y aun del sudor futuro, para los gastos de ida a su
destierro, de mansión y de vuelta. Digo de vuelta muy impropiadamente pues son
muy raros los que vuelven a su tierra: muchos mueren en el trabajo y por el
trabajo; muchísimos quedan imposibilitados para siempre, y todos, todos se
encuentran al fin reducidos a la mayor miseria. Pero a los que no se atienen a
principios, que les diga la experiencia si esa práctica, si esas leyes mitales
han sido parte para fomentar , aumentar , o siquiera conservar la población de
las Américas.
A
esas razones generales de despoblación se agregaron otras que naturalmente iban
naciendo del mismo principio. Los indios empezaron a aborrecer el matrimonio,
porque los desgraciados no quieren engendrar desgraciados; aborrecieron a sus
hijos, se holgaban de no tenerlos, y las madres generalmente usaban mil malas
artes para abortar!!!.... Y ¿dónde están hoy esas tribus numerosas que llenaban
los valles de sus fiestas, y coronaban las monta4ñas en sus combates? Allí
están en las hondas cavidades donde se solidan esos metales ominosos,
irritamenta malorun; -provocación al crimen-; allí reposan donde trabajaron
tanto, allí están en esas vastas catacumbas americanas. Y cuando por casualidad
algún viajero o una familia indiana atraviesa aquellos yermos y tendidos
desiertos, no pueden divisar estos cerros fatales sin hacer algún triste
recuerdo, sin apartar los ojos con horror, sin derramar alguna lágrima, y sin
demandarles o un amigo o un hermano o un padre, o un hijo o un esposo.
Que
cesen ya, Señor, tantas calamidades. Una sola palabra de las Cortes será
poderosa a secar en su origen esta fuente de tantos males y de tantas miserias.
Abólanse las mitas para siempre; deróguense las leyes mitales, que a pesar de
toda la beneficencia que respiran, manchas las hermosas páginas de nuestro
código. Sea este el desempeño de la primera obligación que por la constitución
hemos contraído, de conservar y proteger la libertad civil, la propiedad y los
derechos de todos los individuos que componen la nación. ¿Que? ¿ permitiremos
que hombres que llevan el nombre español, y que están revestidos del alto
carácter de nuestra ciudadanía, permitiremos que sean oprimidas, vejados y
humillados hasta el último grado de servidumbre? Señor, aquí no hay medio, o
abolir la mita de los indios, o quitarles ahora mismo la ciudadanía que gozan
justamente. !Pues qué! ¿ nos humillaríamos nosotros, nos abatiríamos hasta el
punto de tener a siervos por iguales, y por conciudadanos? ... Pero, como este
despojo, exagerado el sufrimiento, quizá produciría malos efectos, y quizás
veríamos sobre uno de los Andes repetida la famosa escena del monte Aventino
(aunque no creo que entonces nos faltaría un Agripa), la justicia, la
humanidad, la política aconsejan y mandan imperiosamente la abolición de la
mita y de toda servidumbre personal de los indios, y la derogación de todas las
leyes mitales. Sí, Señor, de las leyes mitales, de esa porción, bajo de otro
respecto muy recomendable de las Leyes de Indias. Pues a pesar de que todos los
sabios llaman sabias a esa leyes, yo ignorante , yo tengo la audacia de no
reconocer su sabiduría, ¡ por ventura esas leyes han llenado en tres siglos el
benéfico fin que se propusieron de hacer industriosos, de civilizarlos, de
hacerlos felices'- pues para mí no son sabias las leyes que se proponen el
benéfico fin que se proponen , para mí no son sabias sino las leyes que hacen
felices a los pueblos.
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