GASTÓN ACURIO “Nuestra fe nace del análisis, no de la
ilusión, y nuestra fuerza, eso sí, nace del deber, de la convicción de que los
cocineros somos actores reales de los procesos de cambio que el Perú necesita”
Discurso en la
Universidad del Pacífico en Marzo del 2006
"Si
bien podríamos pensar que los recursos naturales con los que cuenta nuestro
país han sido una bendición, la historia nos ha enseñado siempre lo contrario.
Alguna vez fue el caucho; otra vez, el guano; hoy son los minerales. Sin
embargo, cuando estos se acaban, con ellos termina un ciclo económico de
bonanza y aparece esa odiosa debacle e incertidumbre que destruye democracias y
da origen a falsos caudillos.
Nos
queda claro, entonces, que el crecimiento, la estabilidad y la riqueza de un
país nunca estará del lado de los recursos naturales, sino de los productos que
se elaboren con ellos. Por ello, los suizos compran recursos como el cacao o el
oro y con ellos elaboran chocolates, joyas o relojes; y, por ello, los
japoneses y los coreanos compran minerales para luego transformarlos en
electrodomésticos y automóviles. Los ciudadanos de todos los países
industrializados han entendido que la gran riqueza no está solo en la
elaboración de productos genéricos, sino en la creación de marcas cuyo
reconocimiento en términos de calidad les permite expandirse por todo el mundo.
Por ello, Suiza compró cacao y oro, y sus ciudadanos los convirtieron en
chocolates Nestléy en relojes Rolex; Japón y Corea compraron
minerales y su gente los convirtió
en Toyota, Nissan o Samsung; y en épocas aún más recientes,
el norteamericano Howard Shultz compró café por el mundo y se lo
devolvió convertido en Starbucks.
Pues
bien, la gastronomía peruana hasta hace muy poco ha sido justamente eso: un
gran recurso. En efecto, ha sido un recurso muy querido por todos, un orgullo
para todos, y muy apreciado por algunos extranjeros que
descubrían anecdóticamente sus bondades en visitas de trabajo por el
Perú. Sin embargo, nuestra gastronomía no es afortunadamente solo un
gran recurso, sino una suma de cocinas y conceptos que, en muchos casos, aún
esconden un gran potencial. Una vez desempolvado tal potencial y
luego de haberse creado el marco conceptual y puesto en valor, los productos de
la gastronomía peruana podrían ser exportados por todo el mundo.
Así
es. Detrás de nuestra entrañable cocina criolla, de nuestras pollerías, de
los chifitas de barrio, de la cocina novoandina, de
las picanterías arequipeñas, de los anticuchos, de
los sánguches, de la cocina nikkei o de las cebicherias, existen
oportunidades inmensas de crear conceptos que trasciendan su ámbito local para
convertirse en productos, productos peruanos de exportación que no solo aspiren
a codearse con conceptos ya instalados globalmente
como pizzerías, hamburgueserías, sushi bares
o taquerías mejicanas, sino que, además, generen al Perú enormes
beneficios tanto económicos como de marca país.
Hasta
aquí creo que podemos entender cómo nuestra gastronomía, un gran recurso, con
productos con gran potencial, está lista para expandirse por el mundo; sin
embargo, algo falta para el despegue final. ¿Qué sucede que aún no despegamos
como quisiéramos?
Todos
los estudios de mercado hechos fuera del Perú por empresas internacionales
indican que el concepto culinario más en alza en el mundo es el peruano, que la
demanda del consumidor internacional por conceptos peruanos rebasa largamente a
su oferta, que invertir en un restaurante peruano bueno es invertir sin riesgo
en cualquier ciudad norteamericana o europea.
Dentro
del Perú hemos vivido una revolución editorial y educativa en términos
culinarios que nos ha llevado a publicar en los últimos diez años más libros de
cocina que en toda nuestra historia editorial previa. En Lima se han abierto,
en los últimos 5 años, 22 escuelas de cocina reconocidas oficialmente, lo
que la convierte en la ciudad con más escuelas de cocina en el mundo. Este año
el 30 por ciento de los turistas que visitó el Perú para ir a Cuzco decidió
quedarse en Lima un par de días adicionales solo por todo lo que había leído y
escuchado acerca de su gastronomía. Los periodistas más importantes de todo el
mundo son enviados a cubrir esta revolución culinaria y publican artículos y
emiten programas de TV deslumbrados por lo que ellos consideran la
inminente invasión peruana de sabores por todo el mundo. ¿Por qué a pesar de
todos esos indicadores aún no se crean restaurantes peruanos en todas partes?
La respuesta es más que evidente. Tenemos el recurso, disponemos de los
productos. ¿Qué nos falta? Las marcas. Las marcas peruanas de productos
culinarios peruanos por el mundo. Allí está la clave.
Algunos
dirán que nos falta también el capital, los recursos financieros. Nosotros
podemos rebatir ello contándoles que recibimos casi diariamente propuestas
de inversionistas, desde Arabia Saudí hasta Australia, para
invertir en restaurantes peruanos, propuestas que en su mayoría rechazamos
porque creemos firmemente que todo tiene su momento, su espacio, su
oportunidad.
Marcas
peruanas, eso es lo que los cocineros y empresarios peruanos tenemos que lograr
para que esos inversionistas no tengan una, sino muchas opciones para escoger
a la hora de decidirse por uno u otro concepto. Necesitamos marcas que hayan
desarrollado internamente todo aquello que hace que una pequeña gran idea, un
pequeño gran sueño se traduzca en una filosofía poderosa que vaya creciendo
poco a poco hasta convertirse en un modelo para estudiar, imitar, admirar, e
incite a invertir.
En
el caso de nuestra organización hemos venido desarrollando conceptos
culinarios cuya aspiración, desde el comienzo, fue no solo
su internacionalización, sino también su segmentación, pues entendimos
desde el comienzo que los restaurantes no son escenarios genéricos sino
espacios para públicos distintos, para momentos distintos, para economías
distintas.
Cuando
empezamos con el restaurante “Astrid y Gastón” hace doce años, lo
hicimos con un capital de 45,000 dólares, prestados por familiares y amigos sin
mucha fe, pero con un gran cariño hacia nosotros. Al cabo de 5 años, y luego de
haber encontrado finalmente nuestra filosofía, después de habernos
definido conceptualmente como restaurante de alta cocina peruana, lo que
nos permitió ubicarnos en la cúspide de la pirámide de segmentación del mercado
culinario, hicimos nuestra primera incursión fuera del país, en Chile, donde la
cocina peruana ya tenía un gran reconocimiento. Los premios no tardaron en
llegar, y luego vinieron Colombia, Ecuador, y, ahora, Venezuela, Panamá y
México. Hoy cada uno de los locales ubicados en los mencionados países no solo
es rentable, sino que, además, es reconocido como líder y referente de alta
cocina en cada lugar. Así es: alta cocina peruana codo a codo con la francesa,
la española, la italiana, etc. Como en algunos casos, las revoluciones empiezan
de arriba hacia abajo, esto nos ha preparado el terreno para que nuestras otras
marcas puedan ingresar con facilidad en otros segmentos avaladas por el
prestigio generado por la anterior. Es más fácil conquistar corazones haciendo
alta cocina y luego sánguches que haciendo sánguches y
luego alta cocina.
Después
nació “Tanta”, al que ubicamos dentro del segmento del restaurante familiar y
lo definimos como elbistró o el deli de los peruanos, el lugar
donde quien no podía pagar “Astrid y Gastón” podía sentir la misma
filosofía y el mismo espíritu, pero en un ambiente informal y con precios
asequibles, siempre con los sabores peruanos, pero siempre
con originalidad, sofisticación y espíritu artesanal. Para
nosotros hacer “Tanta” fue de alguna manera una catarsis, pues cada vez más
“Astrid y Gastón” nos dejaba esa sensación de ser cocineros
de elites pequeñas en un país de muchos y “Tanta” significaba
justamente liberarnos de esas ataduras y poder mostrar a muchos todo aquello
que queríamos decir con nuestro trabajo. Hoy tenemos tres locales en Lima,
abrimos uno más este año y hemos terminado ya el proceso de elaboración de
manuales, con lo cual ya está listo para ser exportado.
Luego
vino “La Mar”. Si bien tengo muchas cebicherías favoritas, siempre
sentí que todas carecían de una filosofía total que les permitiera competir con
liderazgo en cualquier parte del mundo. Sentía mucha pena al ver cómo los
peruanos habíamos devaluado un producto tan atractivo y sofisticado como
nuestra cocina marina, relegándolo a categoría de “chingana” con sillas de
plástico, sin servicio y con otras carencias notables. Y lo que era más grave,
cuando algún empresario decidía mejorar sus instalaciones o mejorar el
servicio,automáticamente quitaba el cartel de cebichería, para
llamarlo restaurante de pescados y mariscos, sin darse cuenta de que era
justamente ese nombre su mayor virtud, la que lo diferenciaba de las demás
ofertas marinas que encontramos por el mundo.
Cebichería, peruvian seafood,
eso fue lo que imaginamos como una realidad difundida por todas partes. Y,
claro, lo demás era simple: había que aprovechar la enorme popularidad
del cebiche por el mundo y crear una cebichería como concepto
ubicado en el segmento étnico que compitiera internacionalmente con
los sushi bares japoneses, con la convicción de que no eran ni
mejores ni peores, sino simplemente distintos, con la diferencia de que frente
a la solemnidad casi monacal del sushi bar, estaba el espíritu
divertido y desenfadado de lacebichería. Había que mantener los
elementos identificadores: la caña, el viento, la luz, pero con diseño.
También era necesario mejorar y estandarizar la materia prima, crear una
filosofía de servicio acorde con el ambiente alegre que debía de prevalecer,
conservar los sabores con detalles de imaginación, y contar esa historia real
de que los peruanos amamos el cebiche, y la cebichería es
nuestro templo en todas partes.
Hoy
estamos abriendo el segundo “La Mar” en Lima y ya hemos vendido franquicias de
este concepto en México, toda Centroamérica y el Caribe, y Brasil.
Para el año 2007 esperamos iniciar las actividades de esta marca en Inglaterra
y Washington. Creemos firmemente, por muchas razones, que
la cebichería peruana es el concepto que se expandirá más rápidamente
por todo el mundo.
¿Cuál
es nuestra cuarta marca? Cuando uno pregunta a diez peruanos si les gusta el
pan con chicharrón, los diez dicen que sí. Cuando uno pregunta si les gustan
las hamburguesas, la cifra baja a 5 ó 6. Sin embargo, cuando uno repregunta
cuántos panes con chicharrón o cuántas hamburguesas ha comido durante la
semana, estas últimas siempre terminan ganando. Por haber conocido y analizado
esta realidad, entendimos claramente el mensaje. El problema no era
nuestro sánguche, el problema era que no había una marca que
pudiera salirlesal frente a las cadenas de comida rápida con una propuesta
que, a partir de nuestras tradiciones sangucheras, pudiera crear un
escenario que satisficiera las aspiraciones de nuestra gente.
En
estos momentos estamos por inaugurar
la sanguchería “Pasquale hermanos” para ubicarse dentro del
segmento de comidas rápidas, para que, sin renunciar a su espíritu artesanal,
sino más bien haciendo de ello una ventaja, compita directamente con
las marcas de comida rápida internacionales con un concepto netamente peruano.
Allí existirá un escenario ad hoc, unos protagonistas, los
hermanos Pasquale, primos de los Carbone, los Cordano,
los Queirolo, los Palermo, fundadores de
las sangucherías limeñas, pero donde el peruano sentirá que
finalmente el sánguche peruano dejó de ser una aventura mensual y
valiente, y se hará parte de su vida cotidiana. Lo que nos inspira es la
ilusión de que este segmento de mercado se reacomode y dé cabida a
una propuesta netamente nacional.
Esperamos
abrir muchos “Pasquale” en Lima y su internacionalización dependerá
del éxito de las cebicherías, los bistrós peruanos, y otros
conceptos que harán de la marca genérica Perú
lo suficientemente fuerte como para que “Pasquale” tenga el camino
expedito.
Estamos
ahora en busca del local para construir nuestra quinta marca: “Panchita”.
Durante siglos, las anticucheras de las esquinas formaron parte del ornato
y la identidad de nuestra ciudad y, por cierto, del atractivo hacia el turista.
Sin embargo, en los últimos años autoridades equivocadas las persiguieron
argumentando razones sanitarias, en vez de darles las herramientas para que
estuvieran de acuerdo con los tiempos, al punto que hoy es casi imposible
encontrar una anticuchera de aquellas que daban vida y aroma a
nuestras esquinas. Paradójicamente en cada una de esas esquinas han
abierto pequeños negocios de hamburguesas o pollos broaster con
costumbres sanitarias mucho más cuestionables que las de nuestras
doñas Panchitas de antaño y que, además, en nada podrían cautivar al
extranjero que nos visita.
Es
con tal espíritu reivindicador con el que nace “Panchita”, como un
homenaje a esa tradición y a todas esasanticucheras que alguna vez
adornaron la ciudad. Anticuchería, pero convertida en un restaurante de
verdad, con servicio, con diseño, con filosofía propia; anticuchería que
será vendida al mundo como la parrilla de los peruanos, y que nace con la
vocación internacional de competir directamente con las
parrillas argentinas y losrodizios brasileños, pero todo en el mundo
del anticucho, dentro de un marco festivo y con decoración que recuerda a
las haciendas peruanas, con anticucheras robustas en vez
de parrilleros gauchos, con parrillas como las de las esquinas,
con huancaínas y cremas en vez de chimichurris, con 25 tipos de anticuchos con
todos los sabores, desde el clásico de corazón hasta el sofisticado de atún,
con yuca frita, papas
doradas, choclos y tacutacus en vez de papas fritas, con
música latina en vez de tangos, con una fiesta de sabores peruanos en vez de
una sola pieza de carne de 500 gramos. La anticuchera de la esquina,
pues, quedará convertida en restaurante.
Su internacionalización dependerá del éxito de las cebicherías.
Estamos
en proceso de creación de tres marcas más. La primera es la de un chifa,
pero que sea el real reflejo de una fusión peruano-china y no de un restaurante
chino con toques peruanos. Hoy el Perú cuenta con 5,000 chifas; sin embargo, no
tenemos ninguna marca. Deberemos crear decoración, ambiente, música, filosofía
de servicio, y comida, por cierto, comida que sea el reflejo de un auténtico
mestizaje peruano-chino, cuya diferenciación de lo chino será la clave
para su internacionalización.
Estamos
también en proceso de creación de la pollería de nuestros sueños, donde
las guarniciones peruanas harán la diferencia frente al roasted chicken de
otros lares, y donde la brasa que le da todo el sabor original, y
que lamentablemente algunos comercios hoy devalúan llamándolo brasa
cuando usan gas, será lo que marque la diferencia y el sello
de roasted chicken peruvian style.
Crearemos
también una cadena de hoteles boutique en
lugares paradisíacos de nuestro país, con un espíritu peruano latino,
donde el diseño, el buen precio, el servicio esmerado y, a la vez, espontáneo y
la gran cocina avalada por nuestras marcas serán la clave de su crecimiento y
de su internacionalización.
Finalmente
hemos terminado de desarrollar lo que es el comienzo de nuestra división
industrial. Tenemos claro que, en un futuro, el desarrollo de la cocina
peruana, no solo en restaurantes orientados al extranjero, sino
también en los hábitos de consumo internacionales, generará una demanda de
bases de sabor, salsas, productos derivados que simplifiquen el
camino a la hora de preparar un cebiche, un tiradito, una causa y
demás. Hemos desarrollado ya las fórmulas: solo nos queda esperar que
el mercado esté listo para recibirlas en una marca que tenga como aliado
estratégico a un productor emprendedor de Virú, con quien ya contamos, y
undistribuidor apasionado, peruano también, quien ya está listo para
asumir su función.
Me
imagino que ustedes y mucha gente se preguntará por qué tanta fe. En realidad
no es fe, es simplemente resultado de un análisis concreto. En los años 80 se
dio el inicio del gran despegue de la cocina mejicana por el mundo. En aquel
entonces no había Internet, ni las economías estaban globalizadas, ni las
barreras culturales habían sido quebradas, ni las fusiones estaban de moda. En
ese momento, los mejicanos salieron al mundo con sus tacos y sus tequilas,
convencidos de que con ello conquistarían a todos.
En
aquel entonces habría unos 500 restaurantes mejicanos. Hoy debe haber más de
200,000. Con ello no solo lograron introducir dicho concepto, sino que también
lograron poner de moda el tequila, la cerveza Corona, las salsas derivadas que
hoy vemos en todos los supermercados y, por supuesto, el chile. La difusión del
chile llegó a tal punto, que hoy nuestro valle de Virú tiene que producir chile
jalapeño porque el agro mejicano no es suficiente para abastecer la demanda
mundial.
Con
los japoneses sucedió lo mismo. A inicios de los ochenta no había sushi bares
por el mundo. Hoy hay más de 50,000, y, gracias a ellos, pudieron entrar no
solo productos sino otros conceptos como el teppanyakki, del benihana, o los
noodle bars tan de moda en Europa.
Entonces,
si hoy las barreras culturales ya no existen, si el Internet está al servicio
de todos los conocimientos culinarios internacionales, si las economías se han
globalizado irreversiblemente, si los estudios, la prensa internacional y el
consumidor foráneo nos dan permanentes señales de estar esperándonos, y si,
además, contamos no con un producto, sino con muchos productos mucho más
diversos, sofisticados y divertidos que ofrecer, ¿por qué creer que vamos a
fracasar en el intento? Nuestra fe nace del análisis, no de la ilusión, y
nuestra fuerza, eso sí, nace del deber, de la convicción de que los cocineros
somos actores reales de los procesos de cambio que el Perú necesita. Creemos
firmemente que el éxito de los restaurantes peruanos por el mundo traerá consigo
muchísimos beneficios directos e indirectos para el país.
Imaginamos
de aquí a veinte años un escenario donde existan, al igual que hoy hay
mejicanos, unos 200,000 restaurantes peruanos de todo tipo y en todas partes.
Supongamos que, cuando caminemos por cualquier ciudad europea, encontraremos
una anticuchería al lado de una pizzería, una sanguchería al lado de una
hamburguesería, una cebichería al lado de un sushi bar o un restaurante criollo
al lado de un tex mex. Si somos capaces de concebir esa realidad, entonces
podremos imaginarnos todos los beneficios que aquel escenario traerá consigo.
La
demanda de productos tan comunes como papa amarilla, ají, cebolla roja, rocoto
o limón se multiplicaría infinitamente y con ello acabaríamos con uno de los
más dolorosos males que padece nuestro país y que genera tanto enfrentamiento
aprovechado coyunturalmente por falsos profetas: el empobrecimiento del
campesino peruano en los Andes. Hoy, para solo darles un ejemplo, el kilo de
papa amarilla se vende en Europa en mercados étnicos a 5 euros el kilo. En
contraste, por lo mismo al campesino peruano se le pagan solo 30 céntimos de
sol en chacra. Con el nuevo escenario, esto cambiaría y, con ello,
desaparecería un permanente caldo de cultivo para la inestabilidad del país.
En
dicho escenario se generarían también muchas industrias y productos de base de
sabor, como la que venimos desarrollando, de salsas, de pisco, de libros, de
revistas, de turismo gastronómico, de asesoramiento gastronómico, de snacks, de
dips y todo aquello que va naciendo alrededor de conceptos como los que
tenemos. Italia, por ejemplo, exporta productos por 5,000 millones de dólares
solo porque un concepto llamado pizza existe por todo el mundo. Esto es más que
elocuente para imaginar lo que podríamos generar en torno a toda nuestra gama
de conceptos. Quizás lograríamos una cifra mucho mayor que esa.
Por
último, el hecho de tener estos conceptos y marcas por el mundo, le daría a la
marca Perú un poder de seducción que no solo llamaría la atención del público
internacional hacia otras propuestas peruanas, como la moda, el diseño, la
joyería, la música, la industria y demás, sino que también incentivaría y
activaría la creatividad y la confianza de nuestros jóvenes para elaborar
conceptos propios y tener la valentía de salir al mundo con ellos.
Por
estas razones creemos que los cocineros tenemos muchas cosas que decir: además
de cocinar, tenemos una enorme responsabilidad como miembros de una generación
a la que se ha dado con mucha generosidad la oportunidad de representar a su
país en aquello que tiene de más poderoso: su gastronomía; en aquello que el
mercado hoy más valora y aprecia de nosotros; en aquello que puede generar
enormes cambios no solo económicos, sino sobre todo en la manera como los
peruanos debemos encarar nuestro futuro personal y el futuro del Perú.
Los
peruanos debemos buscar la riqueza dentro de nosotros mismos: estamos llenos de
oportunidades por todas partes esperando a alguien que les dé el valor y la
fuerza necesarios para convertirlas en algo atractivo y poderoso para vender al
mundo.
La
clave está en entender que somos una gran nación, con una gran cultura viva,
fruto de siglos de mestizaje, y que es justamente ese mestizaje el que ha hecho
de nuestra cocina una propuesta variada y diversa que ha cautivado finalmente
al público internacional. Es en ese mestizaje donde los peruanos debemos
encontrar la fuente de inspiración no solo para generar riqueza, sino sobre
todo para aceptarnos y querernos como nación. Solo a partir de ello podremos
encontrar dentro de nosotros todas aquellas ideas que luego saldrán
transformadas en productos y en marcas para conquistar el planeta.
Hoy
estoy aquí muy emocionado por el hecho de poder dirigirme a ustedes no solo
para contarles todas estas cosas, sino para recordarles que, como yo, son
ustedes los jóvenes más afortunados de este país. Que son aquellos a quienes la
suerte les concedió haber nacido en una familia que los pudo educar con amor en
un país donde muchos niños ni siquiera conocen el amor. Ustedes, hoy y aquí,
están recibiendo la mejor educación, como la que yo recibí y como la que hoy
reciben mis hijas, mientras muchas otras niñas en vez de ir a la escuela tienen
que trabajar.
Esto
no solo debe indignarnos como ciudadanos de un país al que amamos y en el que
queremos crear riqueza y logros personales, sino que debe convertirnos en
actores para revertir para siempre esta situación y llevarnos finalmente a
construir un país próspero lleno de riqueza, donde sintamos orgullo de formar
parte de una nación en la que las oportunidades están basadas en una educación
igual para todos, en la que existe una justicia igual para todos y un Estado
que, de la mano con sus ciudadanos, vigila e interviene enérgicamente frente a
la arbitrariedad, el abuso y el rompimiento de las reglas de juego pactadas por
todos.
Créanme,
solo es posible cumplir sus sueños personales si tenemos un sueño nacional
anterior. El éxito personal solo llegará si nuestros objetivos trascienden al
ámbito individual para formar parte de una gran aspiración colectiva. Japón
reconstruyó su país en ruinas para convertirse en la potencia de hoy porque
antes que individuos eran japoneses. Alemania hizo lo mismo, Israel también, al
igual que naciones mucho más jóvenes como Australia o Nueva Zelanda.
Es
en ese espíritu nacional, pero el positivo, el que se abre al mundo, el que se
cuestiona, el que tolera, el que abraza, el que integra, el que aplaude el
éxito y no en el nacionalismo que se lamenta, que condena, que divide, que se encierra
y protege la mediocridad, en donde finalmente los peruanos alcanzaremos el
rostro definitivo de nuestra nación y con él la tan ansiada prosperidad.
Para
terminar quisiera decirles, en realidad pedirles, que no se vayan del Perú:
ustedes son sus hijos más afortunados, sus hijos más preparados. Si salen a
estudiar una maestría, regresen. No se vayan: es aquí donde están las
oportunidades, es aquí donde está la riqueza, es aquí donde la vida encuentra
un sentido. No se vayan porque su pueblo los necesita; el Perú los necesita; la
historia los necesita.
Muchas
gracias."
No hay comentarios:
Publicar un comentario