BENITO JUÁREZ “Difíciles y complicados son ciertamente
los negocios que van a ocupar vuestra atención; pero una voluntad firme y
constante de hacer el bien superará las más graves dificultades”
Discurso de Oaxaca, 1849-07-02
Señores
diputados y senadores:
La
reunión del Cuerpo Legislativo ha sido siempre un acontecimiento importante que
los pueblos han celebrado con entusiasmo, porque poniéndose en ejercicio la
facultad de dar la ley, como está la de ejecutarla, la sociedad se resigna a
sobrellevar el peso de sus males, alentada por la esperanza de que tendrán
pronto remedio, porque existe el Soberano, que puede escuchar sus quejas y
satisfacer sus necesidades.
Mas
esa reunión es más importante hoy que los defensores del poder absoluto,
reconcentrados en la capital de la República, maquinan la destrucción del
sistema federativo.
Allí
reúnen sus esfuerzos y combinan sus elementos para despojar a los estados de su
soberanía; allí, por medio de la prensa, aseguran sin embozo y con audacia, que
México no puede ser regido por el sistema republicano, representativo, popular,
federal, porque el pueblo, acostumbrado a obedecer, no puede gobernarse por
sí.
Allí
se echa mano de la arma vedada, de la calumnia y del sarcasmo, para deturpar la
reputación de los altos funcionarios de la Federación y de los estados, a fin
de concitarles el odio público y hacerlos despreciables a impotentes por la
desopinión y el desprestigio.
Y
todo esto ¿para qué? Para allanar el camino al poder arbitrario; para
retrotraer a la Nación a los funestos días de la centralización del poder; para
que vuelvan a paralizarse nuestras obras de utilidad y de beneficencia pública;
para que a la agricultura y a las artes se les prive de hombres útiles, que
serán otra vez arrancados del seno de sus familias, no para defender los
sagrados derechos de la Patria, sino para sostener los caprichos del tirano que
nos oprima y, entonces, desarmados, empobrecidos y degradados, sin goces que
nos inspiren amor a la Patria, sin esperanza de un porvenir halagüeño, seremos
presa del extranjero que quiere sojuzgarnos, extinguiendo nuestra raza, que
será suplantada por otra raza.
Tal
es el porvenir que nos preparan esos hombres despiadados, que nos brindan con
un gobierno fuerte y enérgico que en diez años de dominación absoluta y
disponiendo a su arbitrio de los cuantiosos recursos de la Nación, lejos de
gobernarla, bien lejos de hacerla rica y respetable, la desmoralizó, la
empobreció y la limitó, hasta el extremo de hacerla sufrir vergonzosas derrotas
y recibir las humillantes condiciones que quiso dictarle el gabinete
norteamericano.
¿Y
teniendo a la vista la historia reciente de estos hechos, permitiremos que se
repitan los males cuyas consecuencias deploramos todavía?
¿Dejaremos
que a la Nación se le arrebaten sus instituciones democráticas para someterla a
la dominación despótica de un hombre? No, señores.
Dios
y la sociedad nos han colocado en estos puestos para hacer la felicidad de los
pueblos y para evitar el mal que les pueda sobrevenir.
Juramentos
muy solemnes nos obligan a obrar así.
Cumplamos,
pues, con este deber sagrado, defendiendo las instituciones federativas, que
garantizan nuestras libertades.
No
es sólo la fuerza de las armas la que necesitamos en la presente lucha.
Necesitamos
de otra más eficaz: la fuerza moral, que debemos robustecer, procurando al
pueblo mejoras positivas, goces y comodidades; y ninguna ocasión es más
oportuna para ello que la presente, en que los representantes del pueblo
oaxaqueño vuelven a reunirse para continuar sus tareas legislativas.
Por
esto he dicho antes que esa reunión es hoy más interesante, porque tengo la
grata convicción de que si alguna vez, por causa de nuestras revueltas
políticas y no por vicio de nuestras instituciones, algunos hombres,
traicionando sus juramentos y correspondiendo mal a la confianza pública, han
ocupado esos respetables asientos, no para consagrarse a las penosas tareas de
legislador, sino para percibir con descanso la retribución que la ley señaló al
trabajo, o bien para hacer valer los intereses de una facción o las
pretensiones de una persona, hoy no es así, porque vosotros, señores, animados
del patriotismo más puro y ardiente, habéis renunciado las comodidades de la
vida privada y abandonado el cuidado de vuestros más caros intereses para venir
a este augusto santuario a promover la felicidad de vuestros comitentes y a dar
templos de constante dedicación al trabajo, de tino y circunspección en
vuestras deliberaciones y de sabiduría y justificación en vuestras
resoluciones.
Tan
noble conducta será la prueba más irrefragable que el pueblo oaxaqueño pueda
presentar, de que es capaz de procurarse por sí su felicidad; no necesita de un
poder extraño que lo gobierne y vengará satisfactoriamente al sistema
representativo de las injuriosas imputaciones que le prodigan sus
enemigos.
Continuad,
pues, señores, vuestros interesantes trabajos.
Difíciles
y complicados son ciertamente los negocios que van a ocupar vuestra atención;
pero una voluntad firme y constante de hacer el bien superará las más graves
dificultades.
La
exposición sencilla que tengo el honor de presentaros hoy, para cumplir con la
Constitución y que leerá el secretario del despacho, cuando lo juzguéis
conveniente, ministrará algunos datos que alumbren vuestras discusiones;
indicará varios de los obstáculos que embarazan la marcha de la administración
pública en sus distintos ramos, y las medidas que en mi concepto pueden
adoptarse para removerlos; y, por último, os pondrá de manifiesto las
providencias que he dictado para llevar a efecto las leyes, cuya ejecución me
encomendasteis al terminar el primer periodo de vuestras sesiones.
No
puedo decir que ellas son hijas del acierto y de la previsión, pero sí puedo
aseguraros que guiado de la intención más sana he redoblado mis esfuerzos para
corresponder a vuestros patrióticos deseos, y con esa misma sana intención os
prometo que en los pocos días que restan para que las riendas del gobierno
pasen a otras manos, consagraré sin cesar mis desvelos y fatigas, para auxiliar
vuestros trabajos, para cumplir y hacer que se cumplan vuestras soberanas
resoluciones.
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