DALÁI LAMA " Cuando nos encontramos con dificultades necesitamos ayudarnos los unos a los otros, y debemos compartir la buena fortuna que gozamos"
Discurso
en el premio Nobel de la Paz, 5 de octubre de 1989
Hermanos
y hermanas:
Es
un honor y un placer estar hoy entre ustedes. Me alegro realmente de ver muchos
viejos amigos que han venido de diferentes rincones del mundo y de poder hacer
nuevos amigos, a quienes espero encontrar de nuevo en el futuro. Cuando me
encuentro con gente de diferentes partes del mundo, siempre recuerdo que todos
nosotros somos básicamente iguales: todos somos seres humanos. Posiblemente
vistamos ropas diferentes, nuestra piel sea de color diferente o hablemos
distintos idiomas. Pero esto es superficial, en lo básico, somos seres humanos
semejantes y esto es lo que nos vincula los unos a los otros. Además, es lo que
hace posible que nos entendamos y que desarrollemos amistad e intimidad.
Pensando
sobre lo que podía decir hoy, he decidido compartir con ustedes algunos de mis
pensamientos sobre los problemas comunes con los que todos nosotros, como
miembros de la familia humana, nos enfrentamos. Puesto que todos compartimos
este pequeño planeta, tenemos que aprender a vivir en armonía y paz entre
nosotros y con la naturaleza. Esto no es solamente un sueño, si no una
necesidad. Dependemos los unos de los otros en tantas cosas que ya no podemos
vivir en comunidades aisladas, ignorando lo que ocurre fuera de ellas. Cuando
nos encontramos con dificultades necesitamos ayudarnos los unos a los otros, y
debemos compartir la buena fortuna que gozamos. Les hablo solamente como otro
ser humano, como un sencillo monje. Si encuentran útil lo que digo, espero que
intenten practicarlo.
Hoy
también deseo compartir con ustedes mis sentimientos con respecto a la difícil
situación y las aspiraciones del pueblo del Tíbet. El Premio Nobel es un premio
que ellos bien merecen por su valor e inagotable determinación durante los
pasados cuarenta años de ocupación extranjera. Como libre portavoz de mis
compatriotas cautivos, hombres y mujeres, siento que es mi deber levantar la
voz en su favor. No hablo con un sentimiento de ira u odio contra aquellos que
son responsables del inmenso sufrimiento de nuestro pueblo y de la destrucción
de nuestra tierra, nuestros hogares y nuestra cultura. Ellos también son seres
humanos que luchan por encontrar la felicidad y merecen nuestra compasión. Sólo
hablo para informarles de la triste situación de hoy en día de mi país y de las
aspiraciones de mi pueblo, porque en nuestra lucha por la libertad, sólo
poseemos como única arma la verdad.
La
comprensión de que somos básicamente seres humanos semejantes que buscan
felicidad e intentan evitar el sufrimiento, es muy útil para desarrollar un
sentido de fraternidad, un sentimiento cálido de amor y compasión por los
demás. Esto, a su vez, es esencial si queremos sobrevivir en él, cada vez más
reducido, mundo en el que vivimos. Porque si cada uno de nosotros buscamos
egoísticamente sólo lo que creemos que nos interesa, sin preocuparnos de las
necesidades de los demás, acabaremos no sólo haciendo daño a los demás, sino
también a nosotros mismos. Este hecho se ha visto claramente a lo largo de este
siglo. Sabemos que hacer una guerra nuclear hoy, por ejemplo, sería una forma
de suicidio; o que contaminar la atmósfera o el océano para conseguir un
beneficio a corto plazo, sería destruir la base misma de nuestra supervivencia.
Puesto que los individuos y las naciones están volviéndose cada vez más
interdependientes, no tenemos más remedio que desarrollar lo que yo llamo un
sentido de responsabilidad universal.
En
la actualidad, somos realmente una gran familia mundial. Lo que ocurre en una
parte del mundo puede afectarnos a todos. Esto, por supuesto, no es solamente
cierto para las cosas negativas, sino que es igualmente válido para los
progresos positivos. Gracias a los extraordinarios medios de comunicación
tecnológicos, no sólo conocemos lo que ocurre en otra parte, sino que también
nos vemos afectados directamente por los acontecimientos de sitios remotos. Nos
sentimos tristres cuando hay niños hambrientos en el Este de África. Del mismo
modo, nos alegramos cuando una familia se reúne, después de una separación de
décadas debida al Muro de Berlín. Cuando ocurre un accidente nuclear a muchos
kilómetros de distancia, en otro país, nuestras cosechas y ganado se contaminan
y nuestra salud y sustento se ven amenazados. Nuestra propia seguridad aumenta
cuando la paz irrumpe entre las facciones que luchan enotros continentes.
Pero
la guerra o la paz, la destrucción o la protección de la naturaleza, la
violación o el fomento de los derechos humanos y libertades democráticas, la
pobreza o bienestar material, la falta de valores esoirituales y morales o su
existencia y desarrollo y la ruptura o desarrollo del entendimiento humano, no
son fenómenos aislados que pueden ser analizados y abordados
independientemente. De hecho, están muy relacionados a todos los niveles y
necesitan ser tratados con ese entendimiento.
La
paz, en el sentido de ausencia de guerra, es de poco valor para alguien que se
está muriendo de hambre o de frío. No eliminará el dolor de la tortura
inflingida a un prisionero de conciencia. Ni tampoco consuela a aquellos que
pierden a sus seres queridos en inundaciones causadas por la insensata
deforestación de un país vecino. La paz sólo puede durar allí donde los
derechos humanos se respetan, donde la gente está alimentada y donde los
individuos y las naciones son libres. La verdadera paz con nosotros mismos y
con el mundo a nuestro alrededor, sólo se puede lograr a través del desarrollo
de la paz mental. Los otros fenómenos mencionados anteriormente están
igualmente relacionados. Así, por ejemplo, comprendemos que un medio ambiente
limpio, riqueza o democracia tienen poco valor frente a la guerra,
especialmente la guerra nuclear, y que el desarrollo material no es suficiente
para asegurar la felicidad humana.
El
progreso material es por supuesto, importante para el avance humano. En Tíbet
dimos muy poca atención al desarrollo económico y tecnológico y actualmente nos
damos cuenta de que esto fue una equivocación. Al mismo tiempo, el desarrollo
material sin un desarrollo espiritual puede causar también graves problemas. En
algunos países se concede demasiada atención a las cosas externas y muy poca
importancia al desarrollo interior. Creo que ambos son importantes y deben ser
desarrollados conjuntamente para conseguir un buen equilibrio entre los dos.
Los tibetanos somos siempre considerados por los visitantes extranjeros como gente
feliz y jovial. Esto forma parte de nuestro carácter nacional, arraigado en
valores culturales y religiosos que acentúan la importancia de la paz mental
conseguida por medio de generar amor y bondad hacia todos los seres vivos,
humanos y animales. La clave es la paz interior: si se tiene paz interior, los
problemas externos no afectarán el profundo sentido de paz y tranquilidad. En
este estado mental se pueden afrontar las situaciones con razonamiento y
tranquilidad, mientras se mantiene la felicidad interior. Esto es muy
importante. Sin paz interior, por muy confortable que sea la vida material, aún
se estará preocupado, molesto o triste por diferentes circunstancias.
Por
lo tanto, está bien claro que tiene una gran importancia comprender la
interrelación entre estos y otros fenómenos y considerar y tratar de resolver
los problemas de una forma equilibrada que tenga en consideración los
diferentes aspectos. Por supuesto, no es fácil. Peo el intentar resolver un
problema tiene poco beneficio si actuando de esta forma creamos otros
igualmente serios. Por tanto, no tenemos alternativa: debemos desarrollar un
sentido de responsabilidad universal, no sólo en el aspecto geográfico, sino
también con respecto a las diferentes cuestiones con las que se enfrenta
nuestro planeta.
La
responsabilidad no descansa sólo en los líderes de nuestros países o en
aquéllos que han sido elegidos para hacer un tabajo concreto. Está
individualmente en cada uno de nosotros. La paz empieza dentro de cada uno.
Cuando poseemos paz interior, podemos estar en paz con todos a nuestro
alrededor. Cuando nuestra comunidad está en un estado de paz, esta paz puede
ser compartida con nuestras comunidades vecinas. Cuando sentimos amor y bondad
hacia los demás, esto no sólo hace que los demás se sientan amados y
protegidos, sino que nos ayuda también a nosotros a desarrollar paz y felicidad
interior. Y hay maneras en las que podemos trabajar conscientemente para desarrollar
sentimientos de amor y bondad. Para algunos de nosotros, la forma más efectiva
de hacerlo es a través de las prácticas religiosas. Para otros, pueden ser
prácticas no religiosas. Lo importante es que cada uno de nosotros hagamos un
esfuerzo sincero de tomar seriamente nuestra responsabilidad por los demás y
por el medio ambiente. (…). Muchas gracias.
Permítanme
compartir con ustedes una corta oración que me da una gran inspiración y
determinación:
“Por
tanto tiempo como dure el espacio
y
tanto tiempo como permanezcan seres vivos,
hasta
entonces, pueda yo también permanecer
para
disipar la miseria del mundo”.
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