JIMMY CARTER “todos los ciudadanos nacen con el derecho
de escoger sus propios líderes, de definir su propio destino, de hablar libremente,
de organizar partidos, sindicatos y grupos no gubernamentales, y de tener
procesos legales abiertos y justos”
Discurso
en la Universidad de La Habana, 14 de mayo de 2002
Señor
Presidente Castro;
Ministros
del Gobierno;
Otros
distinguidos invitados;
Señor
Rector;
Profesores
y estudiantes:
Aprecio
debidamente la invitación extendida por el señor Presidente Castro para que yo
visite Cuba, y estoy encantado con la hospitalidad que hemos recibido desde
nuestra llegada.
Es
un gran honor tener la oportunidad de dirigirme al pueblo cubano.
Hace
un siglo, y después de una larga y agonizante gesta, Cuba alcanzó su
independencia, y comenzó a desarrollarse una compleja relación entre nuestros dos
países. Las grandes potencias de Europa y Asia consideraban al
"imperialismo" como un orden natural de la época y esperaban que los
Estados Unidos colonizara a Cuba, en la forma en que los europeos lo habían
hecho en el África. Sin embargo, Estados Unidos prefirió apoyar para que Cuba
fuera independiente, pero no totalmente. La Enmienda Platt le dio a mi país el
derecho de intervenir en los asuntos internos de Cuba, hasta que, en mayo de
1934, el presidente Franklin Roosevelt tuvo la sabiduría de revocar esta
enmienda.
Hace
más de 43 años se derrocó al dictador Fulgencio Batista, y unos pocos años
después, durante la guerra fría, la Revolución cubana se alineó con la Unión
Soviética. Desde entonces, nuestros dos pueblos vecinos han seguido rutas
filosóficas y políticas distintas.
La
dura realidad es que ni los Estados Unidos ni Cuba han logrado definir una
relación que sea positiva y beneficiosa. ¿Será posible que este nuevo siglo
pueda encontrar a dos pueblos vecinos que vivan en paz y armonía? He venido
aquí en busca de una respuesta a esta pregunta.
Hay
algunos en Cuba que piensan que la respuesta sencilla es que los Estados Unidos
termine el embargo, y hay otros en mi país que creen que la respuesta es que el
Presidente de Cuba deje el poder y permita elecciones libres. No hay duda que
este asunto merece una evaluación más profunda.
He
vuelto a revisar la compleja historia (preparándome para mis conversaciones con
el Presidente Castro) y he comprendido que no hay respuestas sencillas.
No
he venido acá a interferir en los asuntos internos de Cuba, sino a extender una
mano de amistad hacia el pueblo cubano y ofrecer una visión del futuro para
nuestros dos países y para las Américas.
Esta
es una visión que incluye a una Cuba totalmente integrada en un hemisferio
democrático, que participa en el Área de Libre Comercio de las Américas y, con
ciudadanos que viajan sin restricciones, para visitarse entre sí. Quiero ver un
programa masivo de intercambio estudiantil entre nuestras universidades. Quiero
que los pueblos de los Estados Unidos y Cuba compartan mucho más que su afición
por el juego de pelota (béisbol) - esta noche, más tarde, vamos a un juego de
pelota (Risas), y espero que pueda lanzar en el béisbol primero- y la
maravillosa música. Quiero que lleguemos a ser amigos y nos respetemos unos a
otros.
Durante
42 años, nuestras dos naciones se han encontrado atrapadas en un dañino estado
de beligerancia. Ha llegado la hora en la que debemos cambiar nuestras
relaciones y la forma en la que pensamos y hablamos uno del otro. Debido a que
los Estados Unidos es la nación más poderosa, somos nosotros quienes debemos
dar el primer paso.
En
primer lugar, tengo la esperanza de que el Congreso de los Estados Unidos
pronto actuará para permitir viajar sin restricción entre los Estados Unidos y
Cuba, establecer relaciones de comercio abiertas y revocar el embargo. Debo
también añadir, que este tipo de restricciones no son la causa de los problemas
económicos de Cuba. Cuba tiene intercambio comercial con más de 100 naciones,
y, por ejemplo, puede comprar medicinas a mejor precio en México que en los
Estados Unidos. Pero el embargo congela el presente impasse, induce a la ira y
al resentimiento, restringe la libertad de los ciudadanos de los Estados Unidos
y dificulta el que podamos intercambiar ideas y mostrar respeto.
En
segundo lugar, tengo la esperanza de que Cuba y los Estados Unidos puedan
resolver, con alguna creatividad, las disputas relativas a derechos de
propiedades antiguas, que han durado cuarenta años. En muchos casos estamos
debatiendo reclamos sobre ingenios azucareros decrépitos, una empresa de
teléfonos que es una antigüedad y muchas otras pertenencias obsoletas. La mayor
parte de las compañías norteamericanas, ya han absorbido sus pérdidas, pero hay
otras compañías que todavía quieren ser compensadas, y muchos cubanos que
huyeron de la Revolución mantienen un apego sentimental por sus casas.
En
1979, cuando, como presidente, normalicé las relaciones con China, resolvimos
un problema similar. Yo propongo que nuestros dos países establezcan una
comisión de ciudadanos notables para examinar, en una forma positiva y
constructiva, las preocupaciones legítimas de todas las partes involucradas.
Tercero,
algunos de aquellos que abandonaron esta hermosa isla han demostrado claramente
que la clave para alcanzar una economía boyante es el uso de las capacidades
empresariales individuales. Pero hay unos cubanos en el sur de la Florida, que
siguen molestos en relación a su salida y a sus familias divididas. Tenemos que
definir un futuro que pueda servir como un puente de reconciliación entre Cuba
y los Estados Unidos.
¿Es
posible establecer este tipo de relaciones normales?
Yo
creo que sí. Con la excepción de la estancada relación entre Cuba y Estados
Unidos, el mundo ha cambiado mucho, especialmente en América Latina y el
Caribe. Hace relativamente poco tiempo, en el año 1977, cuando yo asumí la
presidencia, en América del Sur había solamente dos democracias y en América
Central apenas una. En la actualidad, casi todos los países en las Américas son
democracias.
No
uso la definición de "democracia" de los Estados Unidos. El término
se halla consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que
Cuba firmó en 1948 y este ha sido definido muy precisamente por los demás
países de las Américas en la Carta Democrática Inter-Americana en el pasado mes
de septiembre. Se basa sobre premisas muy sencillas: todos los ciudadanos nacen
con el derecho de escoger sus propios líderes, de definir su propio destino, de
hablar libremente, de organizar partidos, sindicatos y grupos no
gubernamentales, y de tener procesos legales abiertos y justos.
Solamente
esos gobiernos pueden ser miembros de la OEA, pueden ingresar en el Área de
Libre Comercio de las Américas o participar en las cumbres de las Américas. En
la actualidad, cualquier régimen que tome el poder en forma inconstitucional
estará sujeto al ostracismo. Esto fue demostrado con el rechazo al golpe de
estado suscitado en Venezuela el mes pasado.
La
democracia es un marco que permite a las personas acomodarse a los tiempos
cambiantes y corregir los errores del pasado. Desde nuestra independencia,
Estados Unidos se ha librado de la esclavitud, ha otorgado el derecho de voto a
la mujer, ha concluido con casi un siglo de discriminación racial legal, y
justamente en este año ha reformado sus leyes electorales, para corregir los
problemas que enfrentamos en la Florida hace dieciocho meses.
Cuba
ha adoptado un gobierno socialista donde no se permite que su pueblo organice
ningún tipo de movimientos de oposición. Su constitución reconoce la libertad
de expresión y de asociación, pero otras leyes niegan estas libertades a
aquellos que no están de acuerdo con el gobierno.
En
cuanto a los derechos humanos, tampoco podemos decir que mi nación es perfecta.
Un número de nuestros ciudadanos se halla encarcelado en prisiones, y hay poca
duda que la pena de muerte se impone más duramente sobre aquellos que son
pobres, negros o se encuentran mentalmente enfermos. Durante más de un cuarto
de siglo, no hemos logrado garantizar para nuestro pueblo el derecho básico al
cuidado universal de la salud. Sin embargo, las garantías de las libertades
civiles ofrecen a todo ciudadano la oportunidad de cambiar estas leyes.
Este
derecho fundamental también ha sido garantizado para los cubanos. Es grato ver
que los artículos 63 y 88 de su Constitución, facultan a los ciudadanos para
presentar una petición ante la Asamblea Nacional para autorizar un referéndum
que cambie las leyes si 10 000 o más ciudadanos la firman. He sido informado
que tal esfuerzo, conocido bajo el nombre del Proyecto Varela, ha logrado
suficientes firmas y ha presentado una petición de esta naturaleza ante la
Asamblea Nacional. Cuando los cubanos ejerzan este derecho para pacíficamente
cambiar sus leyes mediante un voto directo, el mundo verá cómo son los cubanos
y no los extranjeros, quienes decidirán el futuro de este país.
Cuba
tiene un extraordinario sistema de cuidado de la salud y de educación
universal, pero el mes pasado, la mayor parte de los gobiernos de América
Latina se unieron a la mayoría de la Comisión de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas para solicitar a Cuba que cumpla con las normas universalmente
aceptadas, referentes a las libertades civiles. Quisiera pedir que ustedes
permitan al Comité Internacional de la Cruz Roja que visite las prisiones y que
reciban al Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para que
examine temas como el de los prisioneros de conciencia y el trato a los
reclusos. Estas visitas podrían ayudar a refutar una serie de críticas
injustificadas.
Las
encuestas de opinión pública indican que la mayoría de las personas en los
Estados Unidos quisiera ver que el embargo económico termine, que los viajes
entre nuestros dos países sean normales, que exista amistad entre nuestros
pueblos, y que Cuba sea bienvenida dentro de la comunidad de democracias en las
Américas. Al mismo tiempo, la mayor parte de mis conciudadanos considera que
los asuntos relativos a la libertad económica y política tienen que ser
definidos por el pueblo de Cuba.
Después
de 43 años de sentimientos llenos de animosidad, esperamos que en el futuro
cercano, ustedes puedan extender su mano sobre esta gran división que separa a
nuestros dos países y digan: "estamos listos para unirnos a la comunidad
de democracias", y espero que pronto, el pueblo de los Estados Unidos,
también pueda abrir sus brazos y decir: "les damos la bienvenida como
nuestros amigos".
Muchas
gracias (Aplausos).
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