MARGARET THATCHER “La Comunidad
Europea es la forma práctica por la cual Europa puede asegurar un futuro
próspero y con seguridad de sus pueblos en un mundo en el que hay otras
poderosas naciones y otros grupos de naciones”
CONFERENCIA
EN EL COLEGIO DE BRUJAS, BELGICA, 20 de Septiembre de 1988
Primer
Ministro, Rector, Excelencias, señoras y señores:
En
primer lugar, quisiera agradecerles por darme la oportunidad de volver a Brujas
y en circunstancias muy diferentes de mi última visita, un poco después del
desastre del barco de Zeebrugge, cuando el coraje belga y la devoción de sus
médicos y enfermeras salvaron tantas vidas británicas.
En
segundo lugar, permítanme decirles el placer que me causa hablar en el Colegio
de Europa bajo el liderazgo de su distinguido Rector [Profesor Lukaszewski]. El
Colegio juega un papel vital y cada vez más importante en la vida de la
Comunidad Europea.
Y
en tercer lugar, quiero también darles las gracias por haberme invitado a
ofrecer mi opinión en esta magnífica sala.
Qué
mejor lugar para hablar del futuro de Europa que un edificio que tan
gloriosamente recuerda, la grandeza que Europa ya había alcanzado hace más de
600 años.
Su
ciudad de Brujas tiene muchas otras vinculaciones históricas para nosotros en
Gran Bretaña. Geoffrey Chaucer fue un visitante frecuente aquí. Y el primer
libro impreso en el idioma inglés se produjo aquí, en Brujas por William
Caxton.
GRAN
BRETAÑA Y EUROPA
Sr.
Presidente, usted me ha invitado a hablar sobre el tema de Gran Bretaña y
Europa. Tal vez debería felicitarlo por su valentía.
Si
ustedes creen algunas de las cosas dichas y escritas acerca de mis puntos de
vista sobre Europa, debe aparecer algo así como que han invitado a Gengis Khan,
para hablar sobre las virtudes de la coexistencia pacífica.
Quiero
empezar de todos modos por deshacerme de algunos mitos acerca de mi país, Gran
Bretaña, y su relación con Europa y para hacer eso, tengo que decir algo acerca
de la identidad de la propia Europa.
Europa
no es una creación del Tratado de Roma. La idea de una Europa no es propiedad
de ningún grupo o institución. Los británicos somos herederos del legado de la
cultura europea como cualquier otra nación. Nuestros lazos con el resto de
Europa, el continente europeo, han sido un factor dominante en nuestra
historia. Por 300 años fuimos parte del Imperio Romano y todavía es posible ver
en los mapas los trazos en líneas rectas de las carreteras que construyeron los
romanos.
Nuestros
antepasados celtas, sajones, daneses, llegaron desde el continente.
Nuestra
nación era –en aquella palabra favorita de la Comunidad-
"reestructurada" en virtud de la regla de normandos y angevinos en
los siglos XI y XII.
Este
año, celebramos el 300 aniversario de la gloriosa revolución en la que la
corona británica pasó al príncipe Guillermo de Orange y a la reina María.
Visitar
las grandes iglesias y catedrales de Gran Bretaña, leer nuestra literatura y
escuchar nuestra lengua: todo da testimonio de la riqueza cultural que nos
hemos trazado de Europa y otros europeos de nosotros.
En
Gran Bretaña estamos muy orgullos del camino en el que, desde la Carta Magna de
1215, hemos sido pioneros en el desarrollo de instituciones representativas
como fortalezas de la libertad. Y orgullosos también de la forma en la que, por
siglos, Gran Bretaña ha constituido un hogar para personas del resto de Europa
que buscaban un santuario lejos de la tiranía.
Pero
sabemos también que sin el legado europeo de las ideas políticas no podríamos
haber logrado tanto de lo que hemos hecho. Del pensamiento clásico y medieval
hemos tomado aquel concepto de la autoridad de la ley que delimita una sociedad
civilizada del barbarismo. Y sobre aquella idea de la cristiandad a la que el
Rector se refiere, la cristiandad durante mucho sinónimo de Europa, con su
reconocimiento de la naturaleza única y espiritual del individuo, sobre aquella
idea, todavía basamos nuestra creencia en la libertad personal y otros derechos
humanos.
Muy
a menudo la historia de Europa es descrita como una serie de guerras y
disputas. Sin embargo desde nuestra perspectiva actual seguramente encontramos
muchas más cosas de nuestra común experiencia. Por ejemplo, la historia de cómo
los europeos exploraron y colonizaron -y sí, sin apología- civilizando gran
parte del mundo es una historia extraordinaria de talento, habilidad y coraje.
Los
británicos tienen una especial forma de contribuir con Europa. Por muchos
siglos hemos contribuido a evitar que Europa cayera bajo el dominio de una sola
potencia. Hemos luchado y muerto por su libertad. A pocas millas de aquí en
Bélgica están enterrados los cuerpos de 120.000 británicos que murieron en la I
Guerra Mundial. Todo ello no ha sido por la buena voluntad de luchar y morir.
Europa podría haber estado unida hace ya mucho tiempo, pero sin libertad, sin
justicia. El apoyo británico a los movimientos de resistencia a lo largo de la
última guerra ayudó a mantener la llama de la libertad en muchos países hasta
el día de la liberación.
Mañana,
el Rey Baudouin asistirá a un servicio en Bruselas para conmemorar a muchos
belgas valientes que dieron su vida en servicio con la Royal Air Force, un
sacrificio que nunca olvidaremos.
Y
fue a partir de nuestra isla fortaleza que la liberación de la propia Europa se
montó. Y todavía, hoy en día, estamos juntos.
Cerca
de 70.000 soldados británicos están estacionados en la parte continental de
Europa.
Todas
estas cosas son prueba de nuestro compromiso con el futuro de Europa.
La
Comunidad Europea es una manifestación de la identidad europea. Pero no la
única. Nunca debemos olvidar que al este del telón de acero, los pueblos que
disfrutan de una parte de la cultura europea, sus libertades e identidad han
sido cortadas de forma radical. Debemos considerar siempre a Varsovia, Praga y
Budapest como grandes ciudades europeas.
No
deberíamos olvidar que los valores europeos han ayudado a hacer de Estados
Unidos un valiente defensor de la libertad como ellos la obtuvieron.
EL
FUTURO DE EUROPA
Esto
no es una crónica árida de hechos oscuros de las bibliotecas llenas por el
polvo de la historia. Este es el resumen de cerca de 2000 años de compromisos
británicos en Europa y de cooperación y contribución con Europa, contribución
que hoy sigue siendo válida y tan fuerte como siempre. ¡Sí! Nosotros hemos
mirado también a vastos horizontes —como otros— y gracias a Dios por ello,
porque Europa nunca podría haber prosperado y nunca prosperará con miras
estrechas, como un club que se mira hacia dentro.
La
Comunidad Europea pertenece a todos sus miembros. Debe reflejar las tradiciones
y las aspiraciones de todos sus miembros. Déjenme ser clara. Gran Bretaña no
sueña con algo cómodo, una existencia aislada en el margen de la Comunidad
Europea. Nuestro destino es Europa, como parte de la Comunidad. Pero esto no
significa que nuestro futuro esté sólo en Europa. Pero tampoco lo es de Francia
o España, o de cualquier otro miembro.
La
Comunidad no es un fin en sí mismo. No es un mecanismo institucional que debe
ser constantemente modificado de acuerdo a los dictados de algún abstracto
concepto. No debe ser dosificado por regulaciones interminables. La Comunidad
Europea es la forma práctica por la cual Europa puede asegurar un futuro
próspero y con seguridad de sus pueblos en un mundo en el que hay otras
poderosas naciones y otros grupos de naciones.
Los
europeos no podemos permitirnos el lujo de gastar nuestras energías en
discusiones internas o arcanos debates institucionales.
Ellos
no son un sustituto para una acción eficaz.
Europa
tiene que estar preparada tanto para contribuir con plenitud a su propia
seguridad, como para competir comercial e industrialmente en un mundo donde el
éxito va a los países que fomentan la iniciativa individual y a la empresa, más
bien que los que intentan disminuirlos.
Esta
tarde quiero exponer algunos principios rectores para el futuro que creo que
asegurarán que Europa tenga éxito, no sólo en términos económicos y de defensa,
sino también en la calidad de vida y en la influencia de sus pueblos.
COOPERACIÓN
VOLUNTARIA ENTRE ESTADOS SOBERANOS
Mi
primer principio rector es la siguiente: la cooperación dispuesta y activa
entre estados independientes soberanos es el mejor modo de construir una
Comunidad Europea exitosa.
Intentar
suprimir el carácter nacional y concentrar el poder en el centro de un
conglomerado europeo podría ser altamente dañino y podría poner en peligro los
objetivos que esperamos lograr. Europa será más fuerte justamente porque
conserva a Francia como Francia, a España como España, a Gran Bretaña como Gran
Bretaña, cada una con sus costumbres, tradiciones e identidad. Sería un absurdo
tratar de hacerlas encajar en alguna clase de retrato robot de la personalidad
europea.
Algunos
de los padres fundadores de la Comunidad pensaron que los Estados Unidos
podrían ser su modelo. Pero el conjunto de la historia de América es muy
diferente de la de Europa.
La
gente iba allí para escapar de la intolerancia y las coacciones de la vida en
Europa.
Ellos
buscaron oportunidades y la libertad, y su fuerte sentido en los objetivos, a
lo largo de dos siglos, han ayudado a crear una nueva unidad y el orgullo de
ser al americano, tal como nuestro orgullo radica en ser británico o belga o el
holandés o alemán.
Soy
la primera en decir que uno de los grandes retos de Europa debería ser el
hablar con una sola voz. Quiero vernos trabajar más estrechamente en todas las
cosas que podamos hacer mejor juntos, que solos. Europa es más fuerte cuando
nosotros lo somos, ya sea en el comercio, la defensa, o en nuestras relaciones
con el resto del mundo.
Pero
trabajar más estrechamente no requiere un mayor poder centralizado en Bruselas
o que las decisiones sean tomadas por una burocracia que ha sido nombrada.
Resulta irónico que justo cuando esos países, como por ejemplo la Unión
Soviética, que han tratado de dirigir todo desde el centro, están aprendiendo
que el éxito depende de distribuir el poder y las decisiones lejos del mismo,
haya dentro de la Comunidad quien quiera ir en dirección opuesta.
No
hemos hecho retroceder las fronteras del Estado en Gran Bretaña sólo para ver
cómo se vuelven a imponer a escala europea, con un superestado ejerciendo un
nuevo dominio desde Bruselas.
Ciertamente,
queremos ver una Europa más unida y con un mayor sentido de objetivos comunes.
Pero debe ser mediante un camino que preserve las tradiciones diferentes, los
poderes parlamentarios y el sentido de orgullo nacional en el propio país de
cualquiera, porque este ha sido la fuente de la vitalidad de Europa a través de
los siglos.
FOMENTAR
EL CAMBIO
Mi
segundo principio rector es la siguiente: la política de la comunidad debe
abordar problemas presentes de un modo práctico, por difíciles que sean.
Si
no podemos reformar las políticas comunitarias que sean claramente erróneas o
ineficaces y que están provocando con razón inquietud pública, entonces no
conseguiremos el apoyo público para el desarrollo futuro de la Comunidad. Y es
por eso que los logros del Consejo europeo en Bruselas en febrero pasado son
tan importantes.
No
era justo que la mitad del total del presupuesto comunitario, haya estado
siendo gastado en el almacenamiento y la eliminación de los excedentes de
alimentos.
Ahora
bruscamente reducen aquellas acciones.
Era
absolutamente equitativo decidir que la parte del presupuesto destinada a la
agricultura en el presupuesto, se debía cortar con el fin de liberar recursos
para otras políticas, tales como la ayuda a las regiones menos ricas y la ayuda
a la educación de formación para empleos.
Se
ha tenido también razón en introducir una mayor disciplina presupuestaria para
hacer cumplir estas decisiones y para que el gasto comunitario tuviera un mejor
control.
Y
los que se quejaron de que la Comunidad estaba desperdiciando mucho tiempo en
los detalles financieros; omitieron un punto. No se puede construir sobre bases
erróneas, financieras o de otra índole, y estas fueron las reformas
fundamentales acordadas el pasado invierno, que allanaron el camino para lograr
el progreso notable que hemos alcanzado sobre el mercado único.
Pero
no podemos dormirnos en lo que hemos logrado hasta la fecha.
Por
ejemplo, la tarea de reformar la política agrícola común está lejos de ser
completa. Ciertamente, Europa necesita una agricultura estable y eficiente. Sin
embargo, la CAP se ha convertido en inmanejable, ineficiente y groseramente
cara. La producción de excedentes no deseados no salvaguarda, ni el ingreso ni
el futuro de los propios agricultores.
Debemos,
seguir aplicando políticas que relacionen más estrechamente la oferta con las
necesidades del mercado, y que reduzcan la producción y limiten los gastos.
Desde
luego, debemos proteger a los pueblos y a las zonas rurales que son una parte
tan importante de nuestra vida nacional, pero no mediante el instrumento de los
precios agrícolas.
Abordar
estos problemas requiere de coraje político.
La
Comunidad, solo se dañara a los ojos de su propio pueblo y del mundo exterior,
si carece de aquel coraje.
EUROPA
ABIERTA A LA EMPRESA
Mi
tercer principio rector es la necesidad de políticas comunitarias que alienten
a las empresas.
Si
Europa quiere prosperar y crear los empleos del futuro, la empresa es la llave.
El
marco básico está allí: el Tratado de Roma que en sí mismo fue concebido como
una Carta de Libertad Económica, aunque ello no sea como siempre ha sido leído,
y menos aún aplicado.
La
lección de la historia económica de Europa en los años 70 y 80 es que la
planificación central y el control detallado “no trabajan” y que el esfuerzo
personal y la iniciativa “hacen”; que la economía controlada por el Estado es
una receta para el poco crecimiento y que la libre empresa en el marco de la
ley trae mejores resultados.
El
objetivo de una Europa abierta a la empresa es la fuerza motriz detrás de la
creación del Mercado único Europeo en 1992. Por deshacerse de barreras, por
hacer posible para las empresas que operan a escala europea, puedan competir
mejor con los Estados Unidos, Japón y otros nuevos poderes económicos
emergentes de Asia y otros países.
Y
eso significa acciones para favorecer libres mercados, las acciones para
ampliar las opciones y las medidas para reducir la intervención del gobierno.
Nuestro
objetivo no debería centrarse en una regulación cada vez más detallada: hay que
desregular y eliminar las restricciones sobre el comercio.
Gran
Bretaña ha estado a la cabeza de la apertura de sus mercados a otros.
La
ciudad de Londres ha estado desde hace mucho tiempo dando la bienvenida a las
instituciones financieras de todo el mundo, por lo que es el centro financiero
más grande y de mayor éxito en Europa.
Hemos
abierto nuestro mercado para los equipos de telecomunicaciones, hemos
introducido la competencia en el mercado de servicios e incluso en la propia
red, dando pasos que otros en Europa sólo ahora están empezando a afrontar.
En
el transporte aéreo, hemos tomado la delantera en la liberalización y hemos
visto las ventajas en las tarifas más baratas y en las mayores posibilidades de
elección.
Nuestro
comercio de cabotaje está abierto a las marinas mercantes de Europa.
Nos
gustaría poder decir lo mismo de muchos otros miembros de la comunidad.
En
cuanto a los asuntos monetarios, permítanme decir esto. La cuestión clave no es
si debe haber un Banco Central Europeo.
Las
necesidades inmediatas y prácticas son:
●
para poner en práctica el compromiso de la Comunidad de liberar el movimiento
de capitales -en Gran Bretaña, lo tenemos;
●
y la supresión en la Comunidad de los controles de cambio -en Gran Bretaña, los
suprimimos en 1979;
●
establecer realmente un mercado libre en los servicios financieros en la banca,
seguros e inversión;
●
y hacer un mayor uso del ECU.
Este
otoño, Gran Bretaña publicará sus cuentas del Tesoro denominadas por ECU, y
espera que otros gobiernos de la Comunidad hagan cada vez más lo mismo.
Estas
son las reales necesidades, porque ellas son lo que la empresa comunitaria y la
industria necesitan para que puedan competir eficazmente con el resto del
mundo. Y ellas son los que el consumidor europeo quiere, ya que ellas
ensancharán sus opciones y bajarán sus gastos.
Es
a tales pasos prácticos básicos que la atención de la Comunidad debería estar
dedicada.
Cuando
aquellos hayan sido alcanzados y sostenidos durante un período de tiempo,
estaremos en una mejor posición para juzgar el siguiente movimiento.
Es
lo mismo con las fronteras entre nuestros países.
Desde
luego, queremos que sea más fácil pasar los bienes a través de las fronteras.
Desde
luego, debemos hacerlo más fácil para las personas que viajen a todas partes en
la Comunidad.
Pero
es una cuestión de sentido común que no podemos suprimir totalmente los
controles fronterizos si debemos también proteger a nuestros ciudadanos del
crimen, y detener el movimiento de drogas, terroristas e inmigrantes ilegales.
Eso
fue subrayado gráficamente hace sólo tres semanas, cuando un valiente oficial
aduanero alemán, cumpliendo con su deber en la frontera entre Holanda y
Alemania, dio un golpe importante en contra de los terroristas del IRA.
Y
antes de dejar el tema de un mercado único, puedo yo decir que no necesitamos
nuevas regulaciones que eleven el costo de la mano de obra y que hagan al
mercado de trabajo menos flexible y competitivo que el de nuestros proveedores
extranjeros
Si
vamos a tener un estatuto para las empresas europeas, este debería contener las
regulaciones mínimas.
Y,
por cierto, en Gran Bretaña lucharemos contra los intentos de introducir
colectivismo y corporativismo a nivel europeo aunque la gente quiera hacer en
su propio país, que es asunto suyo.
EUROPA
ABIERTA AL MUNDO
Mi
cuarto principio rector es que Europa no debe ser proteccionista.
La
extensión de la economía mundial requiere que nosotros sigamos el proceso de
eliminación de las barreras al comercio, y que se haga en las negociaciones
multilaterales en el GATT.
Sería
una traición si, superando las restricciones sobre el comercio dentro de
Europa, la Comunidad erigiera una mayor protección externa.
Debemos
asegurar que nuestro enfoque para el comercio mundial está en consonancia con
la liberalización que predicamos en casa.
Tenemos
la responsabilidad de dar una ventaja sobre esto, una responsabilidad que en
particular es dirigida hacia los países menos desarrollados. Ellos no sólo
necesitan ayuda; más que nada, ellos necesitan oportunidades comerciales
mejoradas, si ellos deben ganar la dignidad de cultivar la fortaleza económica
y la independencia.
EUROPA
Y DEFENSA
Mi
último principio rector concierne a la cuestión más fundamental: el papel de
los países europeos en la defensa.
Europa
debe seguir en la OTAN para mantener una defensa segura.
No
puede haber ninguna duda de relajar nuestros esfuerzos, aún cuanto esto
signifique tomar decisiones difíciles y reuniones de altos costos.
Es
a la OTAN que debemos la paz que ha sido mantenido más de 40 años.
El
hecho es que las cosas están de nuestro lado: el modelo democrático de una
sociedad de empresa libre ha demostrado ser superior y la libertad está sobre
la ofensiva, una ofensiva de paz en el mundo, por primera vez en mi vida.
Debemos
esforzarnos por mantener el compromiso de los Estados Unidos en la defensa de
Europa. Y eso significa reconocer la carga que pesa sobre sus recursos el papel
mundial que ellos emprenden y su punto, que sus aliados deberían llevar la
plena defensa de la libertad, en particular en Europa que crecen más los ricos.
Cada
vez más, ellos buscarán a Europa para que juegue un papel en la defensa área,
fuera de la zona, como hemos hecho recientemente en el Golfo.
La
OTAN y la Unión Europea Occidental han reconocido desde hace tiempo, cuando los
problemas de la defensa se encuentran en Europa, y han señalado las soluciones.
Y ha llegado el momento en que tenemos que dar contenido a nuestras
declaraciones acerca de un esfuerzo enérgico en la defensa, con mejor relación
calidad-precio.
Esto
no es un problema institucional.
Esto
no es un problema de bosquejar. Es algo a la vez más simple y más profundo: se
trata de una cuestión de voluntad política y coraje político, de convencer a la
gente en todos nuestros países que no podemos depender para siempre de los
demás para nuestra defensa, sino que cada miembro de la Alianza debe asumir una
participación equitativa de la carga.
Debemos
mantener el apoyo público a la fuerza de disuasión nuclear, recordando que las
armas obsoletas no disuaden; de ahí la necesidad de la modernización.
Debemos
cumplir con las exigencias para la defensa convencional y eficaz en Europa
contra las fuerzas soviéticas que constantemente están siendo modernizadas.
Nosotros
deberíamos desarrollar el WEU, no como una alternativa a la OTAN, sino como un
medio de fortalecer la contribución de Europa a la defensa común del Oeste.
Y,
por encima de todo, en un momento de cambio e incertidumbre en la Unión
Soviética y Europa del Este, debemos conservar la unidad de Europa y resolver
el modo que independientemente de lo que pueda pasar, nuestra defensa está
asegurada.
Al
mismo tiempo, tenemos que negociar sobre el control de armamentos y mantener la
puerta abierta de par en par a la cooperación sobre todas las otras cuestiones
contempladas en los Acuerdos de Helsinki.
Pero
no olvidemos nunca que nuestra forma de viva, nuestra visión y todo que
esperamos lograr, se asegura no por la justicia de nuestra causa, sino por la
fuerza de nuestra defensa.
Sobre
esto, nunca debemos vacilar, y nunca fallar.
EL
ENFOQUE BRITÁNICO
Señor
Presidente, creo que no es suficiente hablar en términos generales acerca de
una visión europea o ideal. Si creemos en ella, tenemos que trazar el camino e
identificar los pasos a seguir.
Y
eso es lo que he tratado de hacer esta tarde.
Este
enfoque no requiere nuevos documentos: ellos están todos allí, el Tratado del
Atlántico Norte, la versión revisada del Tratado de Bruselas y el Tratado de
Roma, los textos escritos por hombres con visión de futuro, un belga notable
-Paul Henri Spaak-, entre ellos.
Sin
embargo, por lejos que podamos querer ir, la verdad es que sólo podemos dar un
paso a la vez. Y lo que necesitamos ahora es tomar decisiones sobre los
próximos pasos hacia delante, en lugar de dejarnos distraer por objetivos
utópicos.
La
utopía nunca llega, porque sabemos que no nos gustaría esto, como si se
hiciera.
Dejemos
que Europa sea una familia de naciones, comprendiendo y apreciándose mejores
unos a otros, haciendo más juntos, pero disfrutando de nuestra identidad
nacional no menos que de nuestro esfuerzo común europeo.
Vamos
a tener una Europa que desempeñe plenamente su papel en el resto del mundo, que
no mira hacia afuera sino solo hacia adentro, y que mantiene aquella comunidad
del Atlántico -que Europa en ambos lados del Atlántico, es nuestra más noble
herencia y nuestra mayor fortaleza.
Les
doy las gracias por el privilegio de darles esta conferencia en la magnifica
sala de este gran colegio.
MARGARET
THATCHER
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